"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de enero de 2021

Libro II. Episodio 77. ¿Cuánto vamos a resistir?

 

   Tras debatir si Julia va a la cita con el Bisojo sola o acompañada por Pilar, resuelven  que irán ambas a hablar con el droguero, pero quien llevará la voz cantante será la maestra. El tío Elías no muestra ninguna extrañeza al ver a las mujeres. Conoce a la aragonesa y sabe que si está encariñada con la muchacha será con ella con la que tendrá que negociar. Quien le sorprende es Julia. Esperaba encontrarse a una jovencita con gafitas, carita de ratón de biblioteca y más bien encogida de ánimo. Y ante él hay una moza de buena talla, delgada, bonitas piernas, pecho pequeño pero firme, pero lo que más destaca en ella es su rostro, no puede decirse que sea una belleza pero su cara es de las que no se olvidan, más que por sus rasgos por la energía que desprende. Tiene frente despejada, nariz recta y un tanto afilada, labios finos, dientes blancos, barbilla que denota carácter y unos ojos de un marrón claro que brillan con una luz especial. En un instante de la conversación Julia esboza una sonrisa que ilumina su rostro, en ese momento el Bisojo se la imagina detrás del mostrador atendiendo a los clientes con su cautivadora sonrisa. Y toma la decisión: la quiere, no solo para que le lleve las cuentas, sino también para que haga revivir la tienda, algo que el cardo de Lupe no logrará jamás.

   Pilar nunca sabrá por qué, pero la negociación con el Bisojo resulta asombrosamente fácil. El viejo regatea un poco en la cuestión del salario, más por costumbre que por otra cosa, y acepta sin rechistar las condiciones que propone la maestra. Ambas mujeres salen de la tienda con la sensación de que han ganado una batalla que para Julia puede significar el comienzo de una nueva vida. Ahora le toca ganar otra pelea: la de convencer a su hermana y su cuñado de que la dejen trabajar. No cree que le pongan demasiadas trabas, salvo las consabidas protestas más por lo del qué dirán que otra cosa. La jovencita se equivoca. Luis pone el grito en el cielo al oír la propuesta del tío Elías.

   -¿Qué te vas a trabajar con ese viejo chivo? En jamás de los jamases. ¿Y has hablado con él a mis espaldas?, ¿pero tú quién te has creído que eres, mocosa? 

   Consuelo todavía se pone más rabiosa que su marido.

   -¿Qué quieres trabajar de dependienta? ¿Sabes lo que dirá la gente?, que te tratamos tan mal que has tenido que buscarte un trabajo fuera de casa. Ni hablar, no mientras vivas en mi casa y estés bajo mi tutela. ¡Una Manzano trabajando en una droguería!, ¿te imaginas cómo se pondrá madre cuando se lo cuente? Ni lo sueñes.

   Por mucho que razona Julia, que les haga ver que si ahora trabaja en la lechería, ¿por qué no va a poder hacerlo en la droguería?; por mucho que ruega, que suplica, la pareja no accede. Puesto que la joven sigue en sus trece, Consuelo la amenaza con enviarla de vuelta al pueblo, a lo que se opone su marido que no quiere perder la bicoca que tiene con la muchacha, que además trabaja gratis et amore. Ahí Julia ve abierto un portillo para romper la férrea negativa del matrimonio.

   -Trabajaré con el señor Elías, pero seguiré llevando las cuentas de la lechería y gratuitamente como hasta ahora. Tendré tiempo para ello.

   La oferta aminora el ímpetu negativo del lechero y lo de en jamás de los jamases pasa a ser un podríamos pensarlo.

   -No hay nada que pensar –rebate Consuelo-. Soy su hermana mayor y en ausencia de madre soy la responsable de Julia mientras sea menor de edad. Por tanto, ya puedes ir diciéndole al viejo chivo que se busque otra tonta que le lleve las cuentas.

   -Si no me dejáis trabajar, me volveré al pueblo –amenaza Julia que hace rato que se ha hartado de la cerrilidad de su hermana.

   -Vete a casa y verás cómo se las gasta madre cuando le cuentes tu despropósito.

   Julia, desolada, va en busca de doña Pilar para contarle lo que sucede. A la maestra el hecho no le causa mayor extrañeza. Es consciente de que para una familia acomodada el que una de sus hijas se emplee fuera del ámbito familiar se considera un baldón. Sabe que será difícil, por no decir imposible, superar esa anquilosada tradición. Pero a grandes males, grandes remedios, se dice. Y decide jugar la baza del todo o nada porque si alguien puede arreglar el desaguisado es la madre de la muchacha.

   -Julia, esto solo puede arreglarlo tu madre. Te aconsejo que vuelvas al pueblo y el próximo domingo iré a veros. Anúnciale a tu madre mi visita, pero no le cuentes nada de lo ocurrido, ya lo haré yo. Mientras, pórtate bien y procura complacerla en todo. Nos vendrá bien tenerla de cara.

   La primera reacción de la señora Soledad es la misma que la de Consuelo. Una Manzano no va a trabajar fuera de casa, ¡hasta ahí podríamos llegar!, ¡qué iba a decir la gente! Pilar echa mano de paciencia y astucia.

   -Al contrario, la gente pensará: mira si es lista la pequeña de la señora Soledad que va a trabajar de contable en uno de los comercios mejor considerados de Plasencia, y va a ser la primera mujer en toda Extremadura que consigue un puesto así. Y esto, no lo dude señora Soledad, a Julia le puede cambiar la vida e indirectamente también la suya –Su hijo le ha recomendado que repita lo de señora Soledad, pues sabe que a la Barrado le encanta el tratamiento.

   Soledad queda pensativa, nunca se ha visto en una semejante. Su instinto le lleva a negarse, pero se acuerda de su marido y se pregunta: ¿qué hubiera hecho el pobre Álvaro?

  -¿Y por qué le va a cambiar la vida? –pregunta, reticente.

   -Porque si trabaja y aprende a ganarse la vida, no dependerá de ningún hombre, podrá casarse con quien quiera y, si hiciere falta, ni siquiera necesitará dote –Pilar pulsa la tecla de la racanería de la Barrado.

   -Pero si le dejo que trabaje en la droguería, Consuelo me ha dicho que no la quiere en su casa. ¿Dónde vivirá?

   -Eso tiene fácil remedio, vivirá conmigo. Desde hace más de un año vivo sola y tengo habitaciones de sobra –y otra vez toca la tecla avarienta de Soledad-. Y no le cobraré nada, me sentiré bien pagada con que me haga compañía.

   -Pero qué dirá la gente.

   -No se preocupe por eso, señora Soledad. Cuanto más caso haces de lo que dicen los demás, menos caso hacen los demás de lo que tú dices. Y ha de saber que en Plasencia todo el mundo me conoce y saben de mi buena fama y honorabilidad. Si tiene alguna duda pregunte por mí al cabo de la Guardia Civil de aquí, me conoce hace tiempo y puede dar fe de quien soy.

   Soledad vuelve a quedar pensativa, duda. Por un lado le viene bien que Julia se quede con ella, así retomará el papel que desempeñó antes de irse a Plasencia, el de llevar la administración de las fincas y ganados de la familia. Sin embargo ahora existe un pero que no lo había antes. Si Julia se queda, Timoteo, el viudo que le está haciendo la corte, seguramente que volverá a poner sus ojos en la chiquilla y…

   -Bueno. La voy a dejar que trabaje y viva con usté, pero con una condición: que se ponga a bien con Consuelo. Es su hermana mayor y no me gusta na que mis hijos anden disgustaos los unos con los otros. Y hablando de ese trabajo en la droguería, ¿cuánto le van a pagar?

   -Cerca de treinta duros al mes.

   -¡Treinta duros! Algo podrás enviar pa tus hermanos, ¿no?

   Conseguida la autorización de la madre, ahora queda la papeleta de lograr el visto bueno de la hermana mayor. Algo que, como cree la maestra, puede resultar más complicado que haber obtenido el permiso materno.

   -No se preocupe, doña Pilar. Sé cómo lograrlo. A mi cuñado no le parecía mal que trabajara para el Bisojo siempre que siguiera llevándole la contabilidad. Voy a hablar con Luis y le pediré que convenza a Consuelo de que me deje vivir con usted y en compensación le llevaré las cuentas gratuitamente. Los números mensuales de la lechería los puedo hacer en un pispás. Luis no vende tanto como presume.

   -¿Y tu cuñado será capaz de convencer a Consuelo de que trabajes y vivas conmigo?

   -Ya lo creo. De novio parecía un corderito, pero desde que se casó es quien lleva los pantalones. Mi hermana tenía genio, pero unos guantazos a tiempo la amansaron. Si convenzo a Luis, que seguro que sí, Consuelo ni rechistará por mucho que la jorobe.

   Vaya con la mozuela, piensa Pilar, tan jovencita y que cuajo tiene. Julia no contó a su maestra el contenido de la conversación con su cuñado, pero si el resultado: Consuelo accede a que viva con doña Pilar y que trabaje para el Bisojo, al tiempo que seguirá llevando las cuentas y papeles de la lechería. La maestra arregla la habitación que fue de su hijo y que pasa a convertirse en el dormitorio de la joven. Cuando se lo refiere a Julio la operación ya está concluida.

   -¿Y por qué no me lo has contado antes? –se queja Julio.

   -Te lo estoy diciendo ahora. No me gusta vivir sola y Julia me hará compañía. Y además me ayudará en las tareas de la casa, es una muchacha muy dispuesta y siempre está presta a echarme una mano.

   -¿Y dices que va a trabajar para el Bisojo?, si esa tienda está muerta. Basta y sobra con Lupe, ¿y ahora va a contar con dos dependientas? No lo entiendo. No creo que el Bisojo saque como para pagar dos sueldos.

   -Bueno, más que despachar lo que va a hacer la muchacha será llevar la administración del negocio.

    Julia se ha puesto manos a la obra y lo primero que acomete es poner en orden la documentación de la droguería que es un auténtico caos. Le cuesta casi dos semanas ordenar los papeles de la tienda y otro tanto recomponer albaranes, facturas y vales. Después se mete con las existencias, le lleva casi otra semana efectuar el inventario de los artículos existentes, lo que depara un montón de sorpresas: hay productos cuya vigencia ha caducado, artículos que no se sabía que se tuvieran y algunos géneros en tanta cantidad que tardarán años en venderlos. Con todo eso pasan casi dos meses sin que la muchacha se asome al mostrador, y entretanto la clientela sigue menguando y las ventas bajando. La joven, que lleva los números al día, se angustia y no cesa de preguntarse: ¿cuánto vamos a resistir?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 78. ¿Qué me he perdido?