Consumada la boda de Rafael y Pepita, y tras hundirse anímicamente, Lolita
ha decidido que hay que tirar adelante, que el mundo sigue dando vueltas, que
lamentarse solo conduce a la desesperación y que la nostalgia solo produce
melancolía. Puesto que el negocio de la tienda le exige poco esfuerzo y se sabe
su mecánica de memoria, se entrega de lleno a sus otras actividades y la más
importante es dirigir la delegación de la Sección Femenina. Como es mujer
orgullosa se esfuerza en disimular el impacto que ha sufrido, cree que lo ha
conseguido, en realidad no es así. A ninguno de los que la conocen bien y la
tratan a diario se les escapa el mal momento por el que atraviesa. Y sin que se
pongan de acuerdo, todos adoptan parecida actitud: la de no mencionar nada de
lo ocurrido. Hay una excepción: su amiga Consuelo, que siempre le tuvo envidia.
- ¿Sabes que se cuenta del por qué se han
casado tan precipitadamente el Rafa y la tontorrona de Pepita?
- No tengo ningún interés en saberlo,
Consuelo, pero mucho me temo que, de todas formas, me lo vas a contar.
- Pues sí, y te voy a hacer un favor
contándotelo porque es un triunfo para ti. Aseguran que el sietemachos de tu exnovio
le ha hecho un crío.
- No me interesa nada de lo que le pase a
Rafa. Por favor, vamos a cambiar de conversación – pide con un hilo de voz
porque la noticia ha sido otra puñalada.
En
el pueblo, el grupo de Paco Vives y sus amigos sigue empecinado en ganarle la
partida política a Gimeno. En ese contexto, uno de los incondicionales del
alcalde, Jaime Rúas, le ha sugerido que sería una provechosa reforma para
Senillar si consiguiesen que Obras Públicas hiciese un desvío de la carretera
por fuera de la población. Cada día hay más tráfico y la travesía de tanto
automóvil por la localidad ocasiona un sinfín de problemas, especialmente por los
camiones que cada vez son de mayor tonelaje. Hay un par de curvas, las que
están a la entrada y salida de la Plaza Mayor, que son francamente peligrosas
porque forman ángulos de noventa grados y parte de una de las calles es muy
estrecha, tanto que algún balcón se ha ido al suelo destrozado por un camión.
Además, a medio y largo plazo el desvío reportaría nuevos ingresos para el
pueblo porque a ambos lados del mismo se podrían construir gasolineras,
restaurantes, bares, talleres de reparaciones; en fin, toda una serie de
establecimientos que darían trabajo y serían fuente de nuevos ingresos.
- Oye, pues no se me había ocurrido – admite
Vives -. Me parece que es una excelente idea. Lo que pasa es que construir un
desvío costará un montón de duros y ya sabes que las arcas municipales están
llenas de telarañas.
- Al Ayuntamiento una obra así prácticamente
no le costaría un duro.
- ¡Coño, Jaime, me lo estás poniendo de
dulce! ¿Cómo que no costaría un duro?
- Porque esas obras las financia el
Ministerio de Obras Públicas.
- ¡Joder, si es que últimamente estoy
atocinado! Pues claro. Las carreteras las construye Obras Públicas y, por
tanto, los desvíos también. ¿Y eso cómo se logra, qué gestiones hay que
realizar?
- Exactamente no lo sé, pero supongo que lo
primero será hablar con los de la Delegación Provincial de Obras Públicas y
luego me imagino que vendrá la fase del papeleo, las solicitudes, los informes,
los permisos y todo eso.
- Estoy pensando que si se hace un desvío se
tendrán que expropiar fincas. Eso seguro que no le va a gustar al personal.
- Depende de qué clase de fincas. Si lo que
te expropian son huertos y campos de regadío te hacen la santísima, porque el
justiprecio de las fincas nunca llega a su valor real. Pero si te expropian
tierras de secano entonces hasta puede ser un negocio porque la indemnización
que te ofrecen suele ser mayor que lo que valen en el mercado.
- ¿Y por dónde iría el desvío?
- Eso lo deciden los ingenieros, pero ya te
adelanto que tendrá que ir por el oeste del pueblo; es decir, por la zona del
Calvario porque por el lado contrario está la vía del tren.
El
alcalde comienza a repasar mentalmente qué clase de fincas hay en esa parte del
pueblo, justo entre el límite de las casas y las colinas que contornean la zona
de poniente. La mayor parte de ellas son de secano, campos de almendros y
algarrobos, pero hay algunos huertos. Va recordando quiénes son sus
propietarios y una sonrisa de tahúr se pinta en sus labios.
- Varias de las fincas que hay por esa parte
y que son de regadío pertenecen a algunos de los cabrones que nos jodieron el
proyecto de las fábricas.
- En efecto. Y ahora podríamos devolverles la
pelota.
- Jaime, sabía que tenías buena cabeza, pero
no que hilaras tan fino… - y alzando la voz llama -. Asunción, saca el coñac
francés que nos regalaron que vamos a tomarnos unos copazos.
Vives convoca a sus partidarios para que escuchen la idea de Rúas y
aporten sugerencias y críticas. Se oye de todo, quienes están a favor y quienes
en contra, pero poco a poco las posiciones se van decantando.
- Yo creo que es una buena idea.
- Pues a mí no me gusta nada, me pueden joder
el algarrobal que tengo junto al cerro de Matagats – se lamenta uno de los
asistentes.
- No tienes por qué inquietarte, Pau, te
prometo que si el desvío pasa por lo tuyo te conseguiré una tasación superior
al valor de la finca – Vives trata de tranquilizarle y al tiempo evitar que
haya más protestas de esa clase porque hay otros que están en el mismo
supuesto.
- ¿Acaso eres tú quién va a fijar las
indemnizaciones? – pregunta desconfiado el llamado Pau.
- Por supuesto que no voy a ser yo, las
fijará el Ministerio, pero te garantizo que hay muchas maneras de llegar a un
acuerdo para que ninguno de los que tengan fincas, sobre todo de secano, pierda
un solo duro, más bien lo ganará – Vives sigue tratando de desactivar el flanco
de los propietarios que pudiesen verse afectados por el hipotético desvío.
- A mí no me importaría tocarles los huevos a
los hijos de puta que arruinaron lo de montar las fábricas de cerámica.
- Yo el plan lo veo bien porque será bueno
para todos, se tengan o no fincas por las que vaya a pasar el desvío.
Esa
es la opinión que, con matices, se va imponiendo en el grupo. El proyecto
debería de seguir adelante, al menos tendrían que intentarlo.
- Estoy de acuerdo con las últimas cosas que
se han dicho. Deberíamos de llevar adelante la idea, porque suponiendo que el
Ministerio dijera que no, quedaría en la gente la impresión de que el único que
se preocupa verdaderamente por sus intereses es Paco. El tanto político que se
apuntaría valdría un imperio – matiza Rúas resumiendo la opinión más
generalizada.
- Déjame matizar eso último, Jaime – precisa
el alcalde -. Quien se preocupa por el pueblo no solo es Paco Vives, también
son sus amigos… - Tras la pausa echa una ojeada a su alrededor y pregunta -.
Entonces, ¿estamos de acuerdo, lo pedimos a Obras Públicas?
La
opinión es unánime a favor del proyecto. Ahora hay que pasar a la siguiente
etapa: la de la engorrosa burocracia.
- ¿Y qué es lo primero que habría qué hacer?
- Yo creo – contesta el padre de la idea –
que Paco o la persona que designe tendría que ponerse en contacto con la
Delegación de Obras Públicas y…
- Jaime – le interrumpe Vives -, ¿primero no
tendría que reunir el pleno del Ayuntamiento para que aprobase la solicitud?
- Pienso que antes de reunir el pleno, cosa
que en su momento habrá que hacer, tendríamos que hablar de manera oficiosa con
los de Obras Públicas para sondearles si el proyecto es factible, si hay
financiación, en qué presupuesto podría incluirse la obra, qué debería de
aportar el Ayuntamiento; en resumen, los aspectos más importantes que podría
conllevar la obra.
- Oye, Jaime, ¿y si los del Ministerio
contestan que no?, ¿qué hacemos?
- Si dicen que no al proyecto – contesta
rápido Rúas como si tuviese preparada la respuesta -, cosa que puede ocurrir,
deberíamos de hacer lo que dije antes: difundir la petición hecha para que la
gente vea que nos ocupamos de sus intereses. No tendríamos la obra, pero
ganaríamos puntos.
- Se me ocurre algo – interviene Vives – para
completar lo último que ha dicho Jaime. Si nos deniegan el plan, tendríamos que
dejar correr el rumor de que Obras Públicas ha denegado el proyecto porque los
principales propietarios de las fincas de regadío que iban a ser afectadas se
oponen al mismo. Y todos sabemos quiénes son esos propietarios.
- ¡La leche, qué listo eres Paco! – aplaude el pelota de turno.