A Ponte le faltó tiempo para llamar a
Grandal y contarle cuanto le dijo el Tío Josefo sobre lo que escuchó en el
funeral del miembro de los Corrochanos fallecido en el tiroteo del polígono de
Fuenlabrada. Como ya era tarde quedaron en verse al día siguiente.
En la mañana del doce de febrero, cuando
Ponte abre la primera portada del ABC se topa con una foto cuyo pie muestra una
de las grandes lacras que azotan a las democracias inmaduras como la española:
la corrupción. El titular es: Caso
Púnica. La Guardia Civil busca pruebas de financiación ilegal en la sede del PP.
De la segunda portada solo le llama la atención dos titulares. Uno se refiere a
las negociaciones para formar Gobierno: El
candidato del PP ofrece a PSOE y C´s cinco pactos de estado para una gran
coalición. Pero es un cintillo en la cabecera el único que le saca un
comentario: Einstein tenía razón: las
ondas gravitacionales existen. ¡Joder con el Einstein!, puede decirse de él
lo mismo que se dijo de El Cid, que fue capaz de ganar batallas después de
muerto.
En cuanto se viste, pasa al piso vecino a
recoger a su nieto Julio. Esta mañana su hija Clara tiene que llevar el niño
mayor al pediatra, vomitó la pasada noche y parece que tiene alguna décima de
fiebre. Ha quedado con Grandal en el Paseo de Rosales. Se tomarán unas cañas y
le contará lo que se murmuró de los Corrochanos en el funeral gitano al que
asistió el patriarca de los García Reyes.
- Lo que te
ha contado el Tío Josefo vale su peso en oro. Si se confirma puede suponer un
avance en la investigación del robo.
- Hazme un
favor, Jacinto. Como supongo que se lo contarás a los Sacapuntas, te ruego, te
pido que no les digas como me he enterado. Ya sé que enseguida pensarán en el
Tío Josefo, pero en cualquier caso no reveles mi fuente. Diles que lo he sabido
a través de un amigo, pero no lo identifiques. Y, por supuesto, déjales bien
claro que no volveré a hablar personalmente con ellos a no ser que me citen,
orden judicial por medio.
- Pierde
cuidado, Manolo, se lo dejaré más claro que el agua del Lozoya. Y por la cuenta
que les tiene no pondrán ninguna objeción.
- Ah, y
recuerda en lo que insistió el Tío Josefo: que se trataba de habladurías para
matar las interminables horas en el funeral. No son hechos comprobados.
Los inspectores del Caso Inca reciben la
información de Grandal como los resecos campos de más de media España reciben
el agua de mayo: como una bendición del cielo.
- No echéis
las campanas al vuelo. Ponte insistió en que se trata de rumores, no de hechos
fehacientes – les recuerda Grandal para enfriar sus expectativas.
- Serán
rumores, pero es la primera pista que ofrece una explicación lógica al
comportamiento de los Corrochanos en el polígono – apunta Bernal.
- En mi
opinión, lo más interesante de esas habladurías es que establece una conexión
entre el clan de los gitanos, la compañía china experta en el blanqueo de
capitales y un cártel colombiano, todavía indeterminado, suministrador de la
droga que distribuyen los Corrochanos.
- Lo que esa
información no nos aclara es como conectar a esos tres grupos de delincuentes
con el robo del tesoro – plantea Blanchard.
- Creo que
vuestro amigo francés acaba de dar en plena diana – reconoce Grandal -.
Mientras no encontréis el nexo que une a toda esa patulea de chorizos con lo
del Tesoro Quimbaya no daréis más que palos de ciego.
- El nexo
puede estar en el furgón blindado que transportaba las piezas robadas. Si
pudiéramos probar que los Corrochanos son los gitanos que lo vendieron al dueño
del desguace de Humanes, tal y como aseguró en su declaración, podríamos acercarnos
al desenlace de la investigación.
- Suponiendo
que fuera así, y es mucho suponer, vamos a ver. ¿Quiénes fueron los autores del
robo: los gitanos, los chinos o los sudamericanos? – pregunta Grandal con su
puntito de sarcasmo.
- ¡Coño,
comisario!, ¿estás de guasa o qué? – Bernal se ha mosqueado.
- Reconozco
que la pregunta tenía su miajita de cachondeo, pero hablando en serio. Ante
situaciones así, mi amigo Manolo suele preguntar: ¿cui prodest? ¿Cuál de los tres grupos podía tener interés en robar el
tesoro? Veamos. Tengo todas las dudas del mundo de que unos gitanos medio
analfabetos supieran de la existencia del Tesoro Quimbaya y más que tuvieran
capacidad para robarlo. Los elimino como posibles candidatos del atraco.
Respecto a los chinos, dado su poderío económico, seguro que cuentan con gente
que sí conoce la existencia del tesoro, pero el robo de objetos del tipo de las
piezas quimbayas no entra en su línea de negocios. Bastante tienen con el
escaqueo de impuestos, el lavado de dinero negro y todo lo demás. Además, robar
un bien de Estado les indispondría con las autoridades estatales y eso choca
frontalmente con su política comercial. Para mí tampoco son candidatos. En
cuanto a los sudamericanos, eso puede ser otro cantar, sobre todo si se confirma,
como parece, que se trata de colombianos. Ahí puede haber una gama de razones
que podría convertirles en presuntos candidatos del atraco – y hasta ahí llega
Grandal en su razonamiento.
- ¿Cuáles
podrían ser esas razones? – quiere saber Atienza.
- Certeza no
tengo ninguna, pero voy a pensar en voz alta – responde Grandal -.
Fundamentalmente, por motivos patrióticos. Los capos colombianos de la droga,
aunque pueda parecer un contrasentido, casi siempre se han mostrado muy
patriotas. Para ellos sería un motivo de orgullo poder devolver a su país un
tesoro netamente colombiano y que muchos de sus compatriotas reclaman que se
les devuelva. Otra posible razón podría ser para emplear el tesoro como moneda
de cambio bajo cuerda en sus negociaciones con el Gobierno colombiano. También
se podría considerar que las piezas robadas podrían jugar algún papel en las
negociaciones que se están llevando a cabo en Cuba entre el Gobierno de
Colombia y las FARC.
- Cada una
de esas tres razones tiene una seria objeción: el Gobierno colombiano nunca
admitiría la devolución de un tesoro conseguido por medios ilícitos – replica
Blanchard.
- En efecto,
es una objeción bien traída y a tener en cuenta. Pero la política, y más todavía
la internacional, trabaja con unas reglas muy especiales en las que a veces
casi todo vale. En el supuesto de que las piezas del tesoro llegaran a poder
del Gobierno colombiano, éste podría devolverlas a España y eso supondría que
se apuntaría un importante y prestigioso tanto en el panorama internacional. Y
si de algo está necesitado el ejecutivo colombiano es de prestigio y
credibilidad.
- Es una
argumentación bien construida, comisario – admite Bernal para luego disentir -,
pero estamos en un terreno estrictamente hipotético. Hablando con precisión, no
sabemos si lo que se dijo en el funeral del Corrochanito responde a la
realidad. Tampoco conocemos si hay un nexo de unión entre gitanos, chinos y
sudamericanos. Y no tenemos ningún dato, ni siquiera ningún indicio de que unos
supuestos narcos colombianos hayan sido los que, directamente o por medio de
una banda de ladrones profesionales hayan sido los autores del atraco al furgón
blindado.
- Totalmente
de acuerdo, inspector – contesta Grandal devolviéndole a Bernal el tratamiento
de rangos en el Cuerpo -, pero no te olvides de que las hipótesis, a falta de
indicios y pruebas, es una de las técnicas que siempre hemos empleado en la
policía. Y ese es el caso. A algo hay que agarrarse.
- Como diría
mi santa madre que era muy refranera: a falta de pan, buenas son tortas –
sentencia Blanchard.
- Mejor, no
lo hubiera resumido – remacha Grandal.
- En mi
opinión – dice Atienza -, aceptar como hipótesis de trabajo la argumentación
del comisario puede ser un buen punto de partida para una nueva línea de
investigación, pero hay algo que no acaba de encajar en esa hipótesis.
Admitiendo que un cártel colombiano haya podido ser el autor intelectual y/o
material del robo, ¿cómo cuadra eso con el hecho de que supieran que robaban
réplicas del original?, ¿o no lo sabían? Las respuestas a esas preguntas son
una cuestión capital porque en función de cuales fueran apuntalarían o
derribarían esa hipótesis. Y me explico por si no queda clara mi argumentación
– reitera Atienza -. El Gobierno colombiano jamás podría admitir la recepción
de unas réplicas aunque fuera para devolverlas. Otra cuestión sería si las
piezas fueran las auténticas.
- ¿Y si las
piezas robadas, como acabas de cuestionar, son las originales? – La pregunta
del francés por imprevista provoca el estupor entre los demás miembros del
cuarteto.