"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 9 de septiembre de 2022

Libro III. Episodio 161. Si quieren preguntar, levanten la mano

   La prueba de idiomas para el ingreso en la Escuela Naval, a escoger entre inglés, francés y alemán, consiste en la traducción al español de un texto de la lengua elegida. A los que, como Álvaro, han elegido el inglés les ponen un fragmento de Moby Dick​, la conocida novela de Herman Melville. Da la casualidad de que Carreño ha leído la obra y, aunque lo hizo en su versión española, el conocerla le ayuda lo suficiente para elaborar una traducción bastante aseada. En la propia aula, el tribunal informa a los opositores que ya se ha fijado en el tablón de avisos del cuartel las fechas de las siguientes pruebas sobre los conocimientos teóricos y problemas de física, análisis  matemático, geometría y cálculo: comenzarán el lunes de la siguiente semana, 29 de junio, y se desarrollarán en cuatro sesiones, una por cada materia. Es la prueba más temida ya que arroja el mayor número de suspendidos, pero no debería ser el caso de Álvaro al que el año que cursó exactas le está viniendo muy bien.

   -Quien te lo iba a decir que el curso que hiciste en Sevilla te iba a servir tanto. Con la de pestes que echabas –comenta Pilar.

   -Tienes razón. Como diría la abuela Pilar no hay mal que por bien no venga. Bueno, tengo por delante cuatro días para seguir empollando. Ah, se me olvidaba –Álvaro estrecha a su hermana entre sus brazos y le planta dos sonoros besos-, enhorabuena, hermanita, un pajarito me ha soplado que has aprobado el primer curso con unas notazas de campeonato. ¿Cuándo pensabas decírmelo?

   -Cuándo acabaras la oposición, para no distraerte.

   -Supongo que querrás irte al pueblo inmediatamente.

   -Pues no, pienso quedarme en Madrid hasta que termines. Anteayer hablé por conferencia con mamá y le conté que era mejor quedarme a tu lado para darte apoyo moral. Estuvo de acuerdo. Por tanto, tendrás que aguantarme hasta que todo este rollo termine.

   -Gracias, hermanita, con la primera paga que cobre te pienso regalar lo más pocholo que encuentre. Y como supongo que conocerás boticarios, ¿me puedes conseguir unas pastillas de esas que quitan el sueño?, así podré estudiar más horas.  

   -Ni se te ocurra tomar estimulantes, es lo peor que podrías hacer. Es cierto que existe una nueva droga llamada anfetamina que algunos ejércitos, como el norteamericano, usan para combatir la fatiga de combate, pero en España no es fácil encontrarla y, además, no están estudiados sus efectos secundarios. Mi profesor de Química Analítica, hablando un día de los estimulantes, nos dijo que era preferible unas horas más de sueño y reposo que cualquier droga. Por tanto, aplícate el cuento. Estudia, pero descansa y duerme todo el tiempo que el cuerpo te pida. Por cierto, te he preparado una caldereta de cabrito, al estilo del que guisa Paca, que te vas a chupar los dedos.

   La semana pasa en un abrir y cerrar de ojos y el lunes 29 amanece. Hace un sol radiante propio de finales de junio y Álvaro se ha enfundado un traje de lino de dos piezas. Pilar le mira de arriba a abajo para darle su visto bueno.

   -Quítate esa corbata, no combina con el traje, demasiados colorines. Te voy a elegir otra –Pilar revuelve en el armario ropero de su hermano hasta que encuentra la corbata que cuadra con el traje. Tras ponérsela, le pregunta-. ¿Quieres que te acompañe?

   -Gracias, hermanita, pero no. Mejor que te quedes y me prepares un almuerzo apetitoso porque voy a venir con un hambre de lobo.

   Álvaro va andando hasta la esquina de Raimundo Fernández Villaverde con la Castellana, donde ha quedado que le recogerá el padre de su compañero Andrade que lleva a su hijo y sus amigos a las pruebas. En la puerta del cuartel del Infante don Juan hay un nutrido grupo de opositores esperando que se les permita el acceso. Álvaro calcula a ojo de buen cubero el grupo, cuando termina el recuento se dice que han suspendido pocos en las pruebas anteriores porque, de cerca de los doscientos y poco que firmaron la oposición, todavía deben quedar unos ciento ochenta. Dado que la convocatoria de este año oferta 67 plazas, significa que todavía deben de suspender algo más de ciento diez. Eso si no ocurre lo que en alguna convocatoria –contadas- en la que el tribunal de turno aprobó menos opositores que el número de plazas convocadas.

   Unos 15 minutos antes de las 9 se abren las puertas del cuartel y los opositores al ingreso en la Escuela Naval pueden acceder a su interior. Delante de la puerta de la dependencia donde van a examinarse, hoy toca teoría de la física, está el secretario del tribunal que vocea:

   -Caballeros, acérquense, por favor –Cuando los opositores se arremolinan a su alrededor, prosigue-. A medida que vaya leyendo sus nombres, que lo haré por orden alfabético de apellidos, vayan entrando en la sala. Los vocales les indicarán donde deben sentarse. Tengan preparadas sus cédulas personales o el pasaporte para su identificación. ¿Alguna pregunta? –Ante el silencio de los jóvenes, que aguardan expectantes, inicia la enumeración-. Ábalos Moreno, José Vicente; Andrade Beamonte, Santiago… -Y va desgranando apellidos hasta que grita-.Carreño Manzano, Álvaro.

   El placentino, con su cédula personal en la mano, entra en la sala amueblada con unos bancos corridos y sus correspondientes pupitres. Uno de los vocales del tribunal, tras comprobar su cédula, le indica donde debe colocarse. Los opositores están separados como unos tres metros entre sí y ubicados al tresbolillo, como si fueran una plantación de ciruelos. En el fondo de la sala hay una mesa alargada en la que charlan tranquilamente el presidente y el vicepresidente. Todos los miembros del tribunal van debidamente uniformados, pero sin lucir condecoraciones. Dos de los compañeros del CHA, que están situados cerca, le miran y le guiñan el ojo, guiño que es correspondido por el joven que esboza una sonrisa en la que se mezclan la expectación y el temor. Cuando todos los opositores están debidamente ubicados, el secretario reclama silencio.

   -¡Atención, silencio!, les va a hablar el presidente del tribunal, capitán de navío D. Jorge Villavicencio de Cominges.

   El presidente se levanta, tiene el gesto adusto en un semblante sereno y, tras carraspear para aclararse la garganta, comienza su discurso.

   -Caballeros, se puede decir que hasta hoy, en lo referente a la oposición, han navegado ustedes con marejadilla, cuando se forman olas cortas aunque bien marcadas y comienzan a romper las crestas formando una espuma de aspecto vidrioso, pero a partir de ahora lo harán con mar gruesa, cuando se forman olas altas, las zonas de espuma blanca cubren una gran superficie y al romperse producen un ruido sordo. Con un mar así hay que aferrarse a la caña y saber sacar partido del aparejo. Es lo que les deseo, que tengan buena singladura y una feliz arribada a puerto. Ahora el secretario les dará las últimas instrucciones.

   Tras la parrafada del presidente, le toca turno al secretario, un joven teniente de navío que luce un bigotillo deshilachado.

   -Cada uno de ustedes tiene seis folios delante. Si no fueran suficientes, levanten la mano y se les facilitarán los que necesiten. Si quieren preguntar algo levanten también la mano. Huelga decirlo, porque presuponemos que son unos caballeros, pero si se cogiera a algún opositor copiando o pasando respuestas a un compañero será inmediatamente expulsado y el hecho constará en su expediente. Van a tener ustedes tres horas para contestar las preguntas que voy a leerles. ¿Alguna pregunta, alguna duda?

   Una mano se levanta.

   -Dígame.

   -¿Y si necesitamos ir al baño?

   -Levanten la mano y un vocal les acompañará a las letrinas. ¿Alguna otra pregunta? –Ante el silencio, el secretario coge un par de folios de encima de la mesa-. Vayan tomando nota, procuraré leer lentamente para que todos puedan copiarlo -y comienza a leer los ítems que conforman el examen de teoría de la física.

   Álvaro, por consejo del tío Luis, se quita el reloj de muñeca, que le regalaron sus padres cuando acabó el bachillerato, y lo pone a las doce, así controlará mejor el tiempo. En un primer vistazo juzga que conoce la mayoría de respuestas a las preguntas planteadas, lo que le da gran tranquilidad. Sus dos cursos de preparación en el CHA, más el año de matemáticas que cursó en la Universidad de Sevilla parece que van a dar fruto. El examen, como anticipó desde el primer momento, está discurriendo plácidamente para Álvaro, únicamente se ha topado con un par de ítems que le han dado más guerra de la que preveía, pero ha terminado contestándolos todos, cree que correctamente. Cuando finaliza, y antes de entregar su examen, echa un vistazo a su alrededor y encuentra de todo: la mayoría de sus coyunturales compañeros están absortos intentando responder a los ítems de la prueba, a otros se les ve con la cabeza entre las manos como si fueran incapaces de contestar debidamente, hasta hay algunos con los ojos cerrados como si trataran de recordar algún teorema o postulado, y también ve que hay unos pocos que, como él, parece que han terminado y están haciendo tiempo para entregar sus exámenes. Recuerda el consejo del tío Luis: no seas el primero en entregar tu examen, tampoco el último. Por lo que no se levanta y espera que haya alguien que se le adelante.

   A medida que los opositores van entregando sus exámenes, salen de la sala y se quedan en uno de los patios comentando la prueba que acaban de pasar. Se oyen comentarios para todos los gustos.

   -¡Joder, vaya putada de examen!, si lo paso será un milagro. Me tendré que encomendar a la Virgen del Carmen, patrona de la gente de mar.

   -Pues a mí me ha parecido tirado, mucho más fácil de lo que me habían dicho que suele ser.

   -No he visto a nadie levantar la mano, ¿y vosotros? -pregunta el inevitable cotilla.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 162. Un aprobado pedo perdido