"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de julio de 2016

40. ¡Se van a enterar de lo que vale un peine!



   La portada de la edición on line de El Mundo del diez de diciembre trae muchas noticias, pero a Ponte apenas si le parecen relevantes tres o cuatro. Los dos primeros titulares tratan de informaciones que no le interesan en absoluto: una es el escándalo Arístegui-De la Serna, el enésimo caso sobre una posible corrupción de servidores públicos; el otro, una promesa electoral, en este caso de Rajoy que promete eliminar el IRPF a quienes trabajen más allá de los 65 años. Por prometer que no quede, piensa Ponte. Se detiene algo más en una noticia relativa al medio ambiente, SOS: España se está quedando sin agua. Esto sí que puede ser dramático, se dice el viejo. Vamos a terminar formando parte del Sahara. Cierra el ordenador porque no tiene la cabeza para otra preocupación que no sea la visita que han de hacer a la Brigada de Patrimonio donde los inspectores del Caso Inca les esperan para interrogarles. Ha estado dudando en sí contárselo o no a Clarita, al final opta por no decirle nada. Se lo contará a toro pasado.
   Los cuatro amigos han quedado para desayunar en Casa Manolo, casi al final de Princesa. Desde allí tomarán el metro para acudir a la cita de los Sacapuntas. Están todos nerviosos, se les nota. Hasta Grandal lo está, pese a que por su pasado como policía debería estar habituado a reuniones como la que van a mantener, pero lo está porque en esta ocasión se situará al otro lado de la mesa, no donde los interrogadores sino donde los interrogados. Y no se siente cómodo en ese papel para él desconocido.
   Los inspectores que coordinan el Caso Inca le han pedido a Bermúdez que también asista a la reunión dado que fue el primer depositario de las confidencias hechas por Grandal, pero el comisario jefe de Moncloa-Aravaca ha eludido la invitación amparándose en el mucho trabajo que tiene programado en la comisaría para esta mañana. Presupone que la entrevista será dura, sino desagradable, y no le apetece volver a enfrentarse con su antiguo jefe. Los policías también han decidido que será Bernal, mucho más coriáceo que Atienza, quien dirigirá el interrogatorio de los jubilados.
   El clima de la reunión es tenso y un punto amenazante. Para empezar, Bernal lee al cuarteto de jubilados los artículos del Código Penal que han podido transgredir, así como las medidas que puede tomar la jueza de instrucción contra ellos. Lo que trata es de amedrentarles para que se sientan vulnerables y de esa manera obtener de ellos toda la información de que disponen.
   Quien lleva la voz cantante de los jubilados es Grandal, así lo han acordado los cuatro amigos cuando desayunaron. El excomisario cuenta, punto por punto, todas y cada una de las pesquisas que han llevado a cabo y de cómo realizaron las oportunas investigaciones. Explica que no se valieron de otros medios que aplicar las viejas recetas de la policía: paciencia, tenacidad, intuición y buscar lo que siempre deja huella: el dinero. En algún momento les sonrió la suerte, pero poco más. Esa explicación encabrona todavía más a Bernal y hace que se muestre más duro y, hasta en algún momento del interrogatorio, desconsiderado con Grandal, éste no pierde la serenidad y demuestra que tantos años en el oficio le han servido para saber templar los nervios.
- ¿Entonces, no hay más? – repregunta Bernal una vez más.
- No hay más. Todo cuanto sabemos sobre el robo del Tesoro Quimbaya es lo que hemos declarado. No nos hemos dejado nada en el tintero.
   Bernal mira a Atienza que asiente con los ojos. Blanchard, a su vez, se encoge de hombros, todavía está un tanto atónito ante lo que lo que acaba de escuchar. Piensa que por mucho que España pertenezca a la Unión Europea y tenga como moneda el euro, los españoles siguen a años luz de ser auténticos europeos. Allí está la muestra. Bernal vuelve a recordar al cuarteto el articulado del Código que han podido vulnerar y les insta a que abandonen de inmediato cualquier clase de investigación o actividad relativa al Caso Inca.
- Otra cuestión. Les vamos a poner protección, al menos durante unos días hasta ver cómo evolucionan los acontecimientos. La jueza de instrucción les va a citar inmediatamente y tendrán que repetir lo que nos acaban de contar para que conste en el sumario del caso. Y ahora vuélvanse a sus domicilios y no cometan más tonterías. Dedíquense a jugar a la petanca, al tresillo o a lo que jueguen los jubilados. Se terminó lo de jugar a policías. El juego se ha vuelto demasiado peligroso. Ah, y no salgan de Madrid sin que previamente nos hayan informado.
- Yo suelo ir los fines de semana a Villaviciosa de Odón, ¿puedo seguir haciéndolo? – pregunta con tono ingenuo Ballarín. No hay respuesta verbal, la mirada que le echa Bernal vale por la negativa más rotunda.
   Cuando salen de la Brigada, el único del cuarteto que parece algo mustio y alicaído es Grandal. En algún momento del interrogatorio, las duras palabras de Bernal han lastimado su ego profesional. Deciden volver a Arguelles y mantener un cambio de impresiones en la cafetería Van Gogh.
- Pues tampoco ha sido para tanto – opina Álvarez.
- A mí el tal Bernal me ha parecido bastante grosero, sobre todo por la manera en que le ha faltado el respeto a Jacinto – se lamenta Ballarín.
- Toda esa sarta de tipos penales que, al parecer, hemos conculcado, ¿eso es cierto, Jacinto? – quiere saber Ponte.
   Grandal al ser requerido directamente se ve en la necesidad de contestar. Hasta el momento es el único que no ha dicho palabra.
- Habría que analizarlo detenidamente, pero a bote pronto creo que Bernal se ha pasado varios pueblos. Lo que ha intentado es meternos el miedo en el cuerpo para que no sigamos con nuestras investigaciones, pero estad tranquilos que no nos van a hacer nada. No hemos transgredido ninguna norma y nadie puede prohibir que unos ciudadanos colaboren con la justicia que, en definitiva, es lo que hemos hecho. Lo que pasa es que los Sacapuntas están cabreados porque nosotros hemos logrado lo que ellos no han sabido conseguir: descubrir la primera pista sólida del robo del tesoro. Eso es lo que les escuece.
- ¿Os habéis fijado en el franchute? – hace notar Ballarín -. No ha dicho ni mu en todo el rato, pero nos miraba como si fuéramos una panda de viejos chiflados.
- A mí, Jacinto, tus colegas me han caído gordos. Solo les ha faltado decir que somos una pandilla de viejos inútiles y que solo estamos para sopitas y buen vino – opina Álvarez.
- ¿Y ahora qué hacemos? – pregunta Ponte.
   Los tres viejos dirigen su mirada a Grandal, no en vano es el líder del equipo. Esperan su respuesta. El excomisario cierra los ojos como para concentrarse en sus pensamientos. Así está unos segundos que a sus amigos les parecen interminables.
- ¿Sabéis qué? Que el tal Bernal me ha estado tocando los huevos, pero les va a salir el tiro por la culata. Querían acojonarnos y que no volvamos a mover un dedo. Se han equivocado de medio a medio, pero antes de seguir una pregunta: ¿estáis dispuestos a continuar investigando aunque ello suponga correr algún riesgo?
   La respuesta es unánime, aunque a Ballarín le ha flaqueado la voz:
- Lo estamos.
- Bien, entonces vamos a seguir con nuestras investigaciones y les vamos a demostrar a esos colegas de cartón piedra que todavía tienen mucho que aprender. Los dos únicos cambios serán que a partir de ahora actuaremos por parejas, dos se defienden mejor que un individuo aislado, y que actuaremos con la mayor discreción posible.
   Antes de que Grandal pueda explicar en qué consiste el segundo cambio, Álvarez pregunta:
- Pero esos polis que nos van a poner de escolta se darán cuenta de que seguimos investigando. ¿Cómo los despistaremos?
- La protección, si no ocurre algo anómalo, durará tres, cuatro días como máximo. Tened en cuenta que tenemos unas elecciones generales encima y que todos los efectivos con que cuenta Interior se van a destinar a ese proceso. El otro cambio será que durante los próximos días jugaremos a los jubilados. Es decir, vamos a llevar la vida que se considera habitual de un pensionista. Solo saldremos de nuestras casas para ir a pasear, al Centro de Mayores a jugar al dominó y a charlar. Por supuesto, los que tenéis nietos los sacaréis a pasear como de costumbre. En cuanto estemos así tres o cuatro días ya veréis como nos retirarán los guardaespaldas – Y Grandal remata su alocución con una coloquial y castiza expresión caída hoy en desuso - ¡Esos pardillos se van a enterar de lo que vale un peine!