A
mediados de mayo Grandal, tras mucho tiempo sin tener noticias sobre la marcha
de las investigaciones del Caso Inca, recibe una llamada de Atienza.
- Hombre, Juan Carlos, dichosos los oídos,
cuanto tiempo sin saber de ti. ¿Qué me cuentas de nuevo?
- Para eso te llamaba, comisario, para echar
una parrafada contigo y darte las gracias por tu impagable información sobre
Efraím Gomes. No puedes imaginarte lo que supuso para la investigación del robo.
- El hecho de haber podido ayudaros fue mi
mayor satisfacción. Volví a sentirme tan policía como en los viejos tiempos.
- Bernal, Blanchard y yo nos sentimos en
deuda contigo y hemos pensado en invitarte a comer y de paso contarte, hasta
donde nos sea posible porque al caso le faltan todavía algunos flecos, lo que
siguió a tu identificación del sicario colombiano.
El
excomisario está a punto de aceptar la invitación cuando una imagen cruza su
mente: la de sus jubilados amigos azacaneándose por los alrededores del Polideportivo
de La Elipa fotografiando a todos los coches de los presuntos amigos del Efraím.
- Te voy a ser sincero, Juan Carlos, iba a
decirte que por mí encantado pero no sería justo que me dierais las gracias
solo a mí. Aquello fue un trabajo de equipo y tanto o más mérito que yo lo
tienen mis amigos. Sin la colaboración y el esfuerzo de Ballarín, Álvarez y
Ponte yo solo no hubiera conseguido nada.
Por
lo que contesta Atienza da la impresión de que algo así ya lo esperaba.
- Me consta que es como dices, pero eso tiene
fácil remedio. Extendemos la invitación al trío y les dices de nuestra parte
que para nosotros será un honor compartir mesa y mantel con unos sabuesos que
han demostrado tener tanto olfato policial como su jefe. Porque creo que a
veces te llaman así.
- Esa actitud os honra y muy gustosamente les
haré llegar vuestra invitación. Aunque no sé si aceptarán, ya sabes que las relaciones
entre mis amigos y vosotros no siempre han transitado por un camino de rosas
precisamente.
- Diles que por nuestra parte no tenemos nada
que reprocharles y si en el pasado hubo algunas fricciones las hemos olvidado.
Diles también que les vamos a contar aspectos de la investigación que solo unos
cuantos saben y que por tanto van a ser unos privilegiados en cuanto al
conocimiento de cómo marchan las penúltimas fases del caso. Como estoy seguro
que les convencerás, solo tenéis que indicarnos día y hora en que os venga bien
que nos reunamos y nosotros elegimos el lugar. Espero tus noticias, comisario.
Grandal
no dilata la transmisión de la oferta de los Sacapuntas. En cuanto termina de
hablar envía un WhatsApp al trío de jubilados: Reunión esta tarde, 18 h, en
casa. Si alguien no puede mañana mismo lugar y hora. Tengo noticias.
No
hace falta recurrir a la segunda convocatoria, aquella misma tarde están todos
reunidos en casa del excomisario quien les cuenta la invitación que han cursado
los policías del Caso Inca para comer juntos. Están todos encantados, solo hay
una opinión discrepante, la de Ponte que la tiene tomada con el trío,
especialmente con el gabacho, como siempre llama a Blanchard.
- Hombre, Manolo, no seas rencoroso, el pobre
francés tampoco se ha portado tan mal como para que le tengas ojeriza. Al
contrario, ha sido el que más nos ayudó – precisa Grandal.
- A mí es que los tíos que me miran por
encima del hombro me tocan los cojones. Y el franchute en cuestión es de lo que
cuando te echa el ojo encima parece como si te perdonara la vida.
- De acuerdo, Manolo, nosotros no aceptamos
la invitación y ellos no nos cuentan todo lo que pasó después de que
localizáramos al colombiano del béisbol.
- Podrían contárnoslo sin necesidad de que
comamos juntos – Ponte sigue emperrado en sus trece.
- Naturalmente que no es necesario que
comamos juntos. Lo de la comida no deja de ser un detalle de los Sacapuntas
para agradecernos lo mucho que les hemos ayudado.
- Oye, Jacinto – se interesa Álvarez -, eso
que has dicho de que quieren agradecernos lo mucho que les hemos ayudado es un
invento tuyo o de verdad lo han dicho ellos.
- Si no recuerdo mal, lo que dijo Atienza fue
que para ellos será un honor compartir mesa y mantel con unos sabuesos que han
demostrado tener tanto olfato policial como su jefe
- Manolo, después de oír lo que acaba de
decir Jacinto te la vas a tener que envainar. No solamente vamos a aceptar su
invitación sino que además vamos a ir con una sonrisa de oreja a oreja. Como
insistas en negarte te retiro el saludo para los restos – Ballarín se ha puesto
serio.
Visto como se ha puesto el patio, a Ponte no le queda más remedio que
claudicar, aunque cuando ve el modesto restaurante de barrio al que les han
llevado se dice que los polis además de unos prepotentes son unos rácanos. Pese
a las apariencias el menú que les sirven está bien preparado y hasta alguno de
los platos podría calificarse de excelente. Cuando están terminando el plato
fuerte, unas alubias con oreja muy sustanciosas, los policías comienzan a
contarles las penúltimas secuencias del caso. Inicia la narración Atienza:
- Cuando nos hicisteis llegar a través de
Blanchard la identificación positiva de Efraím Gomes como uno de los
participantes en el tiroteo de Fuenlabrada y en el secuestro de Zaragoza, de
entrada tuvimos la sensación de que alguien nos había puesto un cartucho de dinamita
en la mano y con la mecha encendida. Tuvimos una acalorada discusión sobre qué
hacer y en algún momento hasta acusamos al bueno de Michel de traidor, de doble
juego y de no sé cuántas cosas más. Nos debatíamos entre la orden de nuestros
superiores de no hacer nada respecto al caso y la importancia de la pista que
acababais de facilitarnos. Al final, pudo más el instinto policial y nos
dirigimos al polideportivo de La Elipa, cuando llegamos resultó que ya no quedaba
nadie. Nos tirábamos de los pelos hasta que Michel sacó a relucir las otras
fotos que habíais hecho, las de las matrículas de los vehículos estacionados
alrededor del recinto deportivo. Tras debatirlo llegamos a la conclusión de que
una pista que podía ser trascendental no podíamos dejarla pudrir. Estuvimos de
acuerdo en que el mando que mejor podía comprender que nos hubiéramos saltado
la orden de stand by era el Jefe de mi
Brigada. Le llamé y le pedí si podía recibirnos en su casa aquella misma noche.
Ante mi sorpresa no puso ningún inconveniente. Nos escuchó con suma atención y
no se extrañó demasiado ante lo que le contábamos. Curiosamente no nos preguntó
cómo habíamos conseguido la identificación del sujeto. Solo quiso saber si le
habíamos contado a alguien la información. Le dijimos una verdad a medias: que
solo lo sabíamos los tres. Nos ordenó que no se lo comentáramos a nadie y que
al día siguiente estuviéramos en nuestro despacho, que ya nos llamaría –
Atienza hace una pausa y ante su plato de alubias todavía a medias pide-. Eusebio,
sigue tú, por favor, porque o hablo o como.
- Pasamos una mañana de pena, transcurrían
las horas y nadie llamaba. Debimos dejar seca la máquina del café. Hasta que
cerca de las dos nos llamó Ramos, es el jefe de Juan Carlos – aclara Bernal a
los vejetes -. Ante nuestra sorpresa y júbilo nos dijo que el Director General
Adjunto acababa de levantar la orden de stand
by sobre el Caso Inca y que volvíamos a estar operativos. Que ya
hablaríamos sobre como habíamos conseguido la pista, pero que por el momento lo
prioritario era localizar al colombiano, pero sin detenerle. Michel – pide
Bernal -, ponle la guinda al informe.
- Ahí es cuando se reveló la importancia de
las fotos que hicisteis en los alrededores de La Elipa. Las matrículas de los
coches que fotografiasteis nos permitieron que en menos de cuarenta y ocho
horas localizáramos a Efraím Gomes y a varios de sus amigos, algunos de los
cuales también eran colombianos involucrados en el mundo de la droga. En cuanto
dimos con él nos ordenaron montar una red de vigilancia de manera que no
pudiera ni ir a mear sin que lo supiéramos. Al día siguiente de tener
identificado al individuo y haber puesto en funcionamiento un triple equipo
para su seguimiento y vigilancia, nos convocaron a una reunión en la Dirección
General de la Policía en la que solo faltaba una representación del Vaticano.
Estaban todos: la Policía Judicial, los de Extranjería y Fronteras, de
Cooperación Internacional, los de Seguridad Ciudadana, del CNI, la Interpol, de
la DEA, la CIA, un representante de la División Internacional de mis colegas parisinos
y posiblemente me olvide de alguien. Aquello más que una reunión policial parecía
la ONU. Y… - el francés mira a Atienza – remata tú la faena Juan Carlos.
- Y hasta aquí podemos contaros – es cuanto
dice Atienza.
- ¡Qué cabrones – exclama Álvarez que, como
el más temperamental de todos, no ha podido contenerse -, a eso se le llama
dejarnos con un palmo de narices!