"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 14 de abril de 2017

Capítulo 25. El final del Caso Inca.- 122. La orden de stand by salta por los aires



   A mediados de mayo Grandal, tras mucho tiempo sin tener noticias sobre la marcha de las investigaciones del Caso Inca, recibe una llamada de Atienza.
- Hombre, Juan Carlos, dichosos los oídos, cuanto tiempo sin saber de ti. ¿Qué me cuentas de nuevo?
- Para eso te llamaba, comisario, para echar una parrafada contigo y darte las gracias por tu impagable información sobre Efraím Gomes. No puedes imaginarte lo que supuso para la investigación del robo.
- El hecho de haber podido ayudaros fue mi mayor satisfacción. Volví a sentirme tan policía como en los viejos tiempos.
- Bernal, Blanchard y yo nos sentimos en deuda contigo y hemos pensado en invitarte a comer y de paso contarte, hasta donde nos sea posible porque al caso le faltan todavía algunos flecos, lo que siguió a tu identificación del sicario colombiano.
   El excomisario está a punto de aceptar la invitación cuando una imagen cruza su mente: la de sus jubilados amigos azacaneándose por los alrededores del Polideportivo de La Elipa fotografiando a todos los coches de los presuntos amigos del Efraím.
- Te voy a ser sincero, Juan Carlos, iba a decirte que por mí encantado pero no sería justo que me dierais las gracias solo a mí. Aquello fue un trabajo de equipo y tanto o más mérito que yo lo tienen mis amigos. Sin la colaboración y el esfuerzo de Ballarín, Álvarez y Ponte yo solo no hubiera conseguido nada.
   Por lo que contesta Atienza da la impresión de que algo así ya lo esperaba.
- Me consta que es como dices, pero eso tiene fácil remedio. Extendemos la invitación al trío y les dices de nuestra parte que para nosotros será un honor compartir mesa y mantel con unos sabuesos que han demostrado tener tanto olfato policial como su jefe. Porque creo que a veces te llaman así.
- Esa actitud os honra y muy gustosamente les haré llegar vuestra invitación. Aunque no sé si aceptarán, ya sabes que las relaciones entre mis amigos y vosotros no siempre han transitado por un camino de rosas precisamente.
- Diles que por nuestra parte no tenemos nada que reprocharles y si en el pasado hubo algunas fricciones las hemos olvidado. Diles también que les vamos a contar aspectos de la investigación que solo unos cuantos saben y que por tanto van a ser unos privilegiados en cuanto al conocimiento de cómo marchan las penúltimas fases del caso. Como estoy seguro que les convencerás, solo tenéis que indicarnos día y hora en que os venga bien que nos reunamos y nosotros elegimos el lugar. Espero tus noticias, comisario.
   Grandal no dilata la transmisión de la oferta de los Sacapuntas. En cuanto termina de hablar envía un WhatsApp al trío de jubilados: Reunión esta tarde, 18 h, en casa. Si alguien no puede mañana mismo lugar y hora. Tengo noticias.
   No hace falta recurrir a la segunda convocatoria, aquella misma tarde están todos reunidos en casa del excomisario quien les cuenta la invitación que han cursado los policías del Caso Inca para comer juntos. Están todos encantados, solo hay una opinión discrepante, la de Ponte que la tiene tomada con el trío, especialmente con el gabacho, como siempre llama a Blanchard.
- Hombre, Manolo, no seas rencoroso, el pobre francés tampoco se ha portado tan mal como para que le tengas ojeriza. Al contrario, ha sido el que más nos ayudó – precisa Grandal.
- A mí es que los tíos que me miran por encima del hombro me tocan los cojones. Y el franchute en cuestión es de lo que cuando te echa el ojo encima parece como si te perdonara la vida.  
- De acuerdo, Manolo, nosotros no aceptamos la invitación y ellos no nos cuentan todo lo que pasó después de que localizáramos al colombiano del béisbol.
- Podrían contárnoslo sin necesidad de que comamos juntos – Ponte sigue emperrado en sus trece.
- Naturalmente que no es necesario que comamos juntos. Lo de la comida no deja de ser un detalle de los Sacapuntas para agradecernos lo mucho que les hemos ayudado.
- Oye, Jacinto – se interesa Álvarez -, eso que has dicho de que quieren agradecernos lo mucho que les hemos ayudado es un invento tuyo o de verdad lo han dicho ellos.
- Si no recuerdo mal, lo que dijo Atienza fue que para ellos será un honor compartir mesa y mantel con unos sabuesos que han demostrado tener tanto olfato policial como su jefe
- Manolo, después de oír lo que acaba de decir Jacinto te la vas a tener que envainar. No solamente vamos a aceptar su invitación sino que además vamos a ir con una sonrisa de oreja a oreja. Como insistas en negarte te retiro el saludo para los restos – Ballarín se ha puesto serio.
   Visto como se ha puesto el patio, a Ponte no le queda más remedio que claudicar, aunque cuando ve el modesto restaurante de barrio al que les han llevado se dice que los polis además de unos prepotentes son unos rácanos. Pese a las apariencias el menú que les sirven está bien preparado y hasta alguno de los platos podría calificarse de excelente. Cuando están terminando el plato fuerte, unas alubias con oreja muy sustanciosas, los policías comienzan a contarles las penúltimas secuencias del caso. Inicia la narración Atienza:
- Cuando nos hicisteis llegar a través de Blanchard la identificación positiva de Efraím Gomes como uno de los participantes en el tiroteo de Fuenlabrada y en el secuestro de Zaragoza, de entrada tuvimos la sensación de que alguien nos había puesto un cartucho de dinamita en la mano y con la mecha encendida. Tuvimos una acalorada discusión sobre qué hacer y en algún momento hasta acusamos al bueno de Michel de traidor, de doble juego y de no sé cuántas cosas más. Nos debatíamos entre la orden de nuestros superiores de no hacer nada respecto al caso y la importancia de la pista que acababais de facilitarnos. Al final, pudo más el instinto policial y nos dirigimos al polideportivo de La Elipa, cuando llegamos resultó que ya no quedaba nadie. Nos tirábamos de los pelos hasta que Michel sacó a relucir las otras fotos que habíais hecho, las de las matrículas de los vehículos estacionados alrededor del recinto deportivo. Tras debatirlo llegamos a la conclusión de que una pista que podía ser trascendental no podíamos dejarla pudrir. Estuvimos de acuerdo en que el mando que mejor podía comprender que nos hubiéramos saltado la orden de stand by era el Jefe de mi Brigada. Le llamé y le pedí si podía recibirnos en su casa aquella misma noche. Ante mi sorpresa no puso ningún inconveniente. Nos escuchó con suma atención y no se extrañó demasiado ante lo que le contábamos. Curiosamente no nos preguntó cómo habíamos conseguido la identificación del sujeto. Solo quiso saber si le habíamos contado a alguien la información. Le dijimos una verdad a medias: que solo lo sabíamos los tres. Nos ordenó que no se lo comentáramos a nadie y que al día siguiente estuviéramos en nuestro despacho, que ya nos llamaría – Atienza hace una pausa y ante su plato de alubias todavía a medias pide-. Eusebio, sigue tú, por favor, porque o hablo o como.
- Pasamos una mañana de pena, transcurrían las horas y nadie llamaba. Debimos dejar seca la máquina del café. Hasta que cerca de las dos nos llamó Ramos, es el jefe de Juan Carlos – aclara Bernal a los vejetes -. Ante nuestra sorpresa y júbilo nos dijo que el Director General Adjunto acababa de levantar la orden de stand by sobre el Caso Inca y que volvíamos a estar operativos. Que ya hablaríamos sobre como habíamos conseguido la pista, pero que por el momento lo prioritario era localizar al colombiano, pero sin detenerle. Michel – pide Bernal -, ponle la guinda al informe.
- Ahí es cuando se reveló la importancia de las fotos que hicisteis en los alrededores de La Elipa. Las matrículas de los coches que fotografiasteis nos permitieron que en menos de cuarenta y ocho horas localizáramos a Efraím Gomes y a varios de sus amigos, algunos de los cuales también eran colombianos involucrados en el mundo de la droga. En cuanto dimos con él nos ordenaron montar una red de vigilancia de manera que no pudiera ni ir a mear sin que lo supiéramos. Al día siguiente de tener identificado al individuo y haber puesto en funcionamiento un triple equipo para su seguimiento y vigilancia, nos convocaron a una reunión en la Dirección General de la Policía en la que solo faltaba una representación del Vaticano. Estaban todos: la Policía Judicial, los de Extranjería y Fronteras, de Cooperación Internacional, los de Seguridad Ciudadana, del CNI, la Interpol, de la DEA, la CIA, un representante de la División Internacional de mis colegas parisinos y posiblemente me olvide de alguien. Aquello más que una reunión policial parecía la ONU. Y… - el francés mira a Atienza – remata tú la faena Juan Carlos.
- Y hasta aquí podemos contaros – es cuanto dice Atienza.
- ¡Qué cabrones – exclama Álvarez que, como el más temperamental de todos, no ha podido contenerse -, a eso se le llama dejarnos con un palmo de narices!