"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 11 de marzo de 2014

3.9. ¿Qué hacemos con el negro?

    Los cuatro socios principales de BACHSA están reunidos, han de solucionar un problema que les preocupa hace tiempo y que tiene su origen en el dinero negro que, cada vez en mayores cantidades, llega a sus arcas. Es una práctica habitual que muchos compradores abonen parte de la cantidad que dan como entrada del precio de los apartamentos en dinero be, operación con la que ambas partes se benefician. El vendedor puede ocultar un porcentaje de sus ingresos a la hacienda pública, lo que se traduce en menores impuestos. El comprador escritura su vivienda por menos dinero del que le ha costado con lo que también tributará menos. Todo el mundo conoce tales prácticas, pero también todos simulan que la ignoran. Es la España de los pícaros de siempre, solo que ahora con la ingente cantidad de dinero que mueve el ladrillo la economía sumergida se ha convertido en un filón de oro para unos pocos.

   El problema no es tanto la existencia de ese dinero opaco al fisco, ni siquiera como blanquearlo, sino como conseguirlo al menor coste posible. Dadas las enormes magnitudes monetarias que manejan los constructores el problema se complica. Por ello, las entidades encargadas de convertirlo en dinero lícito les están apretando las tuercas y periódicamente les cobran mayores comisiones. Y de eso se lamentan los señores del ladrillo.
- Os he convocado – informa Bricart a sus socios – porque desde Cajaeuropa me han comunicado que, sintiéndolo mucho, han de volver a incrementar los aranceles que nos cobran por el blanqueo.
- ¿Cómo qué aranceles? – inquiere Cardona poniéndose en plan sarcástico -. Si no recuerdo mal un arancel es el tributo que se aplica a los bienes que son objeto de importación o exportación. Habrán querido decir la comisión o el corretaje que nos cobran por sus servicios ad hoc.
- Naturalmente que se refiere a las comisiones, pero ese capullo de Moltó si no utiliza un eufemismo no queda satisfecho. ¡La leche que le dieron!
- Que lo llame como le salga de los mismísimos, eso me la suda, lo que sí me jode es que cada vez exigen mayores primas y eso empieza a no tener ni medio pase pues – apostilla un cabreado Arechabaleta.
- También yo estoy hasta los huevos de esas sanguijuelas de Cajaeuropa. Al ritmo que nos sangran vamos a terminar trabajando para ellos – se queja un igualmente irritado Bricart.
- Y eso que el mamón de Moltó asegura que nos dispensan un trato de favor, que para eso somos clientes vip. ¡Pues que no les cobrarán a los demás! – se lamenta irónicamente Rodrigo Huguet.
- Lo que tenemos que hacer es lamentarnos menos y buscar soluciones. Intermediarios que blanqueen los hay a puñaos y a buen seguro que con menos pretensiones que los buitres de la caja pues – asegura Iñigo Arechabaleta.

   Juan Antonio Cardona, el más placeado de los socios en el ámbito internacional, echa su cuarto a espadas:
- Ya os he comentado en más de una ocasión que podemos prescindir de la caja en cuanto queramos. Como dice Íñigo hay otros canales para el lavado cuyo coste puede ser menor, pero que presentan o pueden presentar otros tipos de problemas.
- A mí no me importa que haya problemas siempre que los porcentajes que se lleven sean asumibles – apunta Bricart.
- ¿A qué clase de problemas te refieres, Juan Antonio? – quiere saber Huguet.
- Hay, principalmente, dos. Uno es la fiabilidad que puede tener el operador. El otro, que algunos de esos intermediarios, en determinadas situaciones, pueden ser potencialmente peligrosos.
- A ver, lumbrera, habla en cristiano que, cuando te pones en plan de universitario yanqui, no te entiende ni Dios – exige Arechabaleta, de forma tan abrupta como acostumbra -. Explícanos que hay que entender por fiabilidad y en qué pueden consistir los potenciales peligros pues.
- En esta clase de operaciones, como sabéis bien, hay escaso papeleo porque un dato fundamental es dejar el menor rastro posible. En consecuencia, lo más importante es el grado de confianza que te merezca la entidad o las personas que llevan a cabo el lavado. En definitiva, su fiabilidad. Todos conocemos a algún que otro colega a quien le han metido un pufo del carajo en una operación de este tipo por fiarse de quien no debía. De ese riesgo cierto es del que se aprovechan entidades como la caja, que cobran a precio de oro su probada fiabilidad al ser consideradas sociedades digamos respetables.
- Eso ya lo sabíamos, lo que quiero que nos aclares es lo de los potenciales peligros – insiste Arechabaleta.
- Como tampoco desconocéis existen redes que se dedican a blanquear en paraísos fiscales y a costes que podríamos calificar como razonables. Algunas de esas redes están en manos o conectadas con distintas mafias, especialmente con las italianas y las rusas. Tratar con esa clase de socios, sobre todo en el supuesto de que, en algún momento, crean o simplemente sospechen que les has engañado, es jugar con fuego. Como te pasen factura no es que te envíen al cobrador del frac precisamente, sino a alguno de sus sicarios. Y si consideran que has jugado sucio con ellos o, peor aún, que les has engañado no se limitan a partirte las piernas o algo parecido, sino que te liquidan. ¿Ha quedado claro lo de los peligros? – pregunta un sardónico Cardona.
- Yo tengo otra duda sobre el tema –plantea Huguet -, ¿qué pasará con todo esto cuándo entremos en el euro? Porque, como aquel que dice, estamos ya a la vuelta de la esquina de entrar en la moneda común y las normas comunitarias supongo que algo tendrán establecido sobre la cuestión. Y si me apuras más que las resoluciones europeas lo que quiero saber es que puede suponer el euro para la economía sumergida.
- Esa es la pregunta del millón, pero de momento no hay una respuesta clara o, al menos unívoca – al ver la mueca de Bricart, Cardona se apresura a clarificar -. Quiero decir que los economistas no se ponen de acuerdo en lo que podrá suponer el euro para la economía sumergida y todos sus derivados. Unos opinan que Bruselas se encargará de yugularla, otros que será más fácil eludir el dogal de las leyes comunitarias y hay quienes afirman que todo seguirá igual.
- ¡Joder, con los economistas de los cojones! – exclama Bricart -. Esos tíos son como la Parrala, unos decían que sí, otros decían que no. ¿Y para eso se han pasado la tira de años estudiando?
- Bueno, ¿pues entonces qué hacemos, seguimos con los chupasangres de la caja o buscamos otras salidas? – quiere saber Arechabaleta.

   La discusión es ardua pues hay posturas enfrentadas. Huguet es partidario de continuar el blanqueo con la caja por aquello de que más vale malo conocido que bueno por conocer. Bricart y Arechabaleta se muestran hartos de la prepotencia de los banqueros y prefieren probar nuevos caminos. Cardona duda. Al final, llegan a una componenda: continuarán con la caja, pero renegociando una sensible rebaja de la intermediación; si la caja no accediera entonces sería la hora de buscar nuevos canales.  
   Días después vuelven a reunirse. Gaspar Moltó, el vicepresidente ejecutivo de Cajaeuropa ha comunicado que la dirección se niega a rebajar los costes de intermediación, que la entidad también corre sus riesgos y eso exige una comisión congruente. Vista la negativa deciden tantear el nebuloso mundo de la ingeniería financiera para encontrar nuevos socios para el lavado. Cardona, dado su dominio del inglés, es el encargado de la búsqueda. En mitad de sus averiguaciones, Bricart les informa que ha encontrado un posible intermediario.