"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de diciembre de 2018

84. ¡Cómo en los viejos tiempos!


   Grandal está pensado visitar los tres campos de golf que el sargento Bellido le ha dicho que están operativos en la provincia de Castellón para investigar si en alguno de ellos estuvo Carlos Espinosa y en que fechas, pero para ello tiene que desplazarse a las localidades en las que están ubicados. Lo de viajar le da pereza y además tendría que emplear un tiempo que comienza a faltarle. Lo del factor tiempo no le había preocupado hasta que recordó que el 31 de agosto tienen que dejar el apartamento de Marina d´Or que la amiga de Chelo les cedió. O sea, que solamente le quedan once días para descubrir el misterio del fallecimiento de Curro Salazar. Tras meditarlo se dice que no puede llegar a todo. No va a tener más remedio que recurrir a sus inseparables amigos del dominó para investigar todas las pistas relativas al fallecimiento del exsindicalista. Ya formaron equipo cuando el caso del robo del Tesoro Quimbaya (*) y funcionaron como un reloj suizo de los caros.
   Antes de la cotidiana partida en la que el cuarto jugador va a ser Ramo cuando llegue, Grandal habla con Álvarez y Ponte y les informa de lo que le ha pedido el sargento Bellido y de que va a necesitar de ellos pues son varias las pistas a seguir en el caso Pradera. Los vejetes se ponen más contentos que unas castañuelas. Ponte, como suele ocurrir, es el primero en mostrar su alegría.
-¡Cómo en los viejos tiempos! No sabes la ilusión que me hace y supongo que lo mismo le pasa a Luis.
-A mí me hace más que ilusión. Al fin podré usar mi placa de policía honorario –apunta Álvarez.
-Nada de placas. El trabajo tiene que hacerse con la mayor discreción. Le he dado mi palabra al sargento Bellido de que así actuaría y así se hará o no contaré con vosotros. Oficialmente no estoy investigando el caso, no puedo hacerlo, estoy jubilado. Con los guardias de la comandancia local no habrá problema, pero hay dos agentes de la UCO venidos de Madrid que si se enteran de que vamos metiendo las narices en el caso le puede costar un serio disgusto a Bellido. O sea, que punto en boca y mucho cuidadito con lo que se dice y hasta con lo que no. Y estoy hablando muy en serio –Grandal ha puesto énfasis en su última frase.
-Tranquilo, Jacinto, nada de placas y te prometemos que seremos unas tumbas. ¿De acuerdo, Luis? –le dice Ponte a Álvarez que hace con los dedos una cruz en señal de promesa.
-Otra cosa. De todo esto no vamos a hablar delante de Ramo, no sea que comience a largarlo por ahí y hacemos un pan como unas hostias –les pide Grandal.
-Pedro es un tipo muy reservado y discreto, solo te diré que no me contó nada de su vida hasta que llevábamos unas cuantas semanas juntándonos para pasear a nuestros nietos –replica Ponte.
-No dudo de su discreción, pero como es de aquí se puede ir fácilmente de la mui para darse pisto –recela Grandal.
-Creo que te equivocas, Jacinto -insiste Ponte-, Pedro no solo es de los que no se va de la lengua sino que también es de los que no le gusta fardar. Y el hecho de que sea de aquí nos puede ayudar y mucho. ¿De qué manera?, ten en cuenta que la mayoría de los lugareños hablan en valenciano y él es el único de nosotros que lo chamulla. Otra cuestión es que como conoce a la gente del pueblo por medio de él podremos acceder a personas que nosotros ni sabemos que existen.
   Tras debatirlo, Ponte termina convenciendo al excomisario de que Pedro Ramo puede ser el reemplazo de Amadeo Ballarín que completaba el cuarteto cuando el caso Quimbaya y que sigue en Lérida con su familia. Al final de las partidas de dominó, hoy solo han hecho dos y no las tres habituales, Grandal hace una sucinta explicación dirigida especialmente a Ramo para ponerle al día en lo que se refiere a su posible participación en el caso del fallecimiento de Curro Salazar. Le pide que se una a ellos y en contrapartida le exige la mayor discreción y su promesa que de todo lo que se hable en adelante sobre el caso no dirá una sola palabra, ni siquiera a su familia. Ramo, que nunca se había visto en una así, da su palabra de que será una tumba y que pueden contar con él para lo que quieran.
-Gracias, Pedro, ya me había dicho Manolo que eres de los que se visten por los pies, de los nuestros, vamos. Y mira, lo primero en lo que nos puedes ayudar es que, dado que conoces bien a tus paisanos, te enteres de los rumores, bulos y chismorreos que corren por el pueblo sobre la muerte de Salazar. A veces, de las patrañas se pueden sacar verdades.
-Entendido, y ya sé a quién tengo que preguntar.
-¿Nos puedes decir a quién, si no es indiscreción? –quiere saber Álvarez.
-A la hija mayor de una señora a la que conocía bien y a quien llamaban Teresita la Maicalles, que en valenciano significa la que nunca calla. La persona de la que hablo ha sacado la inclinación materna de enterarse de todos los chismes que circulan por el pueblo. Todos los rumores que pueda haber sobre la muerte de Salazar a buen seguro que los sabe ella.
-¿Y cómo llaman a la hija, la Maicalles bis? –pregunta Álvarez con sorna.
-No, la llaman Julieta la Espardenyera, la alpargatera en español, porque durante muchos años regentó una alpargatería, pero es igual de cotilla que lo fue su madre.
-Bien. Y ahora lo de las visitas a los campos de golf de la provincia que yo no voy a poder hacer. Hay que ir a Borriol, El Grao, y San Jorge –y dirigiéndose a Álvarez y a Ponte les pregunta-. ¿Os repartís esas visitas o preferís hacerlas en comandita?
-Tendrá que ser en pareja, Jacinto, solo tenemos el coche de Luis –precisa Ponte.
-Tienes razón, lo había olvidado. Pedro, ¿tú conduces?
-Podría porque mi carné de conducir no caduca hasta el 2021, pero mis hijos no me dejan, dicen que estoy muy mayor para conducir sobre todo en carreteras con mucho tráfico.
-¡Coño –exclama Ponte -, y yo que creía que eso solo me pasaba a mí! El mío también es válido hasta ese año, pero mi hija Clara se pone como una pantera en celo cuando hablo de coger el coche.
-Vale, vale –Grandal corta los lamentos de los abuelos en ejercicio y se centra otra vez en las visitas a los campos de golf-. Os voy a dar una descripción de Carlos Espinosa Valgrande y vais a preguntar si ha estado jugando en alguno de esos campos, las fechas, las horas y cuantos datos podáis recopilar.
-¿Y cómo nos presentamos, quiénes decimos que somos? –le interpela Álvarez.
-Lo he estado pensando y no se me ha ocurrido nada mejor que esto: vais a decir que sois los representantes de un club de jubilados de Madrid, empedernidos jugadores de golf, que pasan largas temporadas en la Costa de Azahar y que estáis buscando un campo que se adapte a vuestras condiciones de gente mayor. En cada campo diréis que os lo ha recomendado un amigo vuestro, Carlos Espinosa, y hablando de él tiráis de la lengua a quien os atienda y a ver lo qué sacáis.
-Hombre, para eso nos pueden servir las tarjetas acreditativas de socios del Centro de Mayores de Moncloa –comenta Álvarez.
-Perdón, pero acabo de recordar algo que puede interferir en las investigaciones, sobre todo en lo que atañe a interrogatorios –dice Ramo dirigiéndose a Grandal-. Me refiero a las fiestas del pueblo.
-¿Qué fiestas? –pregunta Grandal.
-Las que se celebran en honor del patrono del pueblo, San Bartolomé –explica Ramo-. Este año las fiestas comienzan mañana y duran hasta el 31 de agosto y durante esos diez días la gente solo piensa en divertirse y pasárselo bien. La gente de Torreblanca que veranea en la playa se sube al pueblo y ya no suelen volver. Por otra parte localizar a la gente joven se puede convertir en un problema porque están de jarana por las noches hasta las tantas y duermen durante el día. Cuento esto porque si piensas interrogar a gente del pueblo conviene que lo hagas cuanto antes porque luego te resultará más complicado.
-Gracias por la información, lo tendré en cuenta –agradece Grandal.
-Oye, Pedro, recuerdo que mi nuera que es muy de salir solía traer traía una revistilla en la que se recogía la programación de las fiestas, ¿este año también la hay? –pregunta Álvarez.
-Por supuesto, la hay todos los años. Mañana, cuando suba a la compra, me acercaré a la oficina de turismo del Ayuntamiento y compraré la de este año.
   En esas, suena el móvil de Grandal. Mira, es la joven rumana.
-Dime, Anca.
-Señor Grandal, le he pedido a Vicente que me lleve a visitar el Hotel Balneario Marina d´Or. Hemos quedado en ir mañana sobre las doce y luego igual nos bañamos. Como estoy sin trabajo tengo todo el día para mí. ¿Le viene bien la hora?
-Perfecto. Sobre las doce estaré en el bar que hay entrando a la izquierda y nos haremos los encontradizos. Cuando llegue el momento le tendrás que insistir en que estoy retirado y por tanto puede hablar conmigo con total tranquilidad y que lo que pueda contar allí se quedará. ¿De acuerdo? Pues hasta mañana y gracias por tu colaboración.
   Mientras el excomisario ha estado hablando con la joven rumana, Ramo ha acudido a una llamada de la patrona del hostal que le ha contado, medio entre lágrimas y visiblemente alterada, que los agentes de la UCO siguen acosándola con la excusa de que no ha contado todo cuanto sabe sobre la estancia en su establecimiento de Salazar. Se ha quejado al sargento Bellido, pero éste le ha dicho que poco puede hacer al respecto y que tenga paciencia que más pronto que tarde los investigadores de la Unidad Central Operativa se volverán a Madrid. A la patrona lo de la paciencia no le sirve porque ya la ha agotado y la pareja de agentes sigue atosigándola a todas horas. Si se lo cuenta a Pedro es porque sabe de su amistad, aunque reciente, con un compañero de partida de dominó que es o fue comisario. Y piensa que un señor que tuvo un cargo tan importante en la policía quizá pueda hacer algo para quitarle de encima a los molestos enviados de la UCO. Ramo no le promete nada, pero le dice que se lo comentará a Grandal a ver qué puede hacer al respecto.

PD.- Hasta el próximo viernes y feliz 2019. Salud, paz y felicidad.
(*) La novela “El robo del Tesoro Quimbaya” está publicada en este blog.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Capítulo 20. Grandal ya tiene quien le ayude.- 83. El que algo quiere algo le cuesta


   En la reunión que Grandal tiene con Rocío y Anca para que le cuenten cuanto saben sobre la muerte de Curro Salazar, la andaluza omite que vio al Chato de Trebujena en la habitación del exsindicalista la tarde del 15. Sigue pensando que algún día podrá obtener beneficios a cambio de revelar que vio al exboxeador. La omisión, aunque no sabe sobre qué, no le pasa por alto a
Grandal que tiene muchas horas de interrogatorios en su haber, por eso ha puesto a la andaluza entre la espada y la pared, la ha instado a que cuente cuanto sabe y que no le vaya con cuentos chinos.
-Rocío, te repregunto y es la última oportunidad que te doy: has dicho que viste a un individuo que tenía mala jeta y a esa conclusión no se llega con una sola ojeada. Me has descrito su cuerpo, haz lo mismo con su cara.
   La andaluza se ve derrotada, pero no arroja del todo la toalla. Le describirá el rostro pero no le dirá a quien pertenece.
-Pue, verá usté, don Jasinto, argo si recuerdo: tenía una cara ancha, labios gruesos, ojos chicos y lo más destacado era que tenía la narís aplastá, como si se la hubiesen planchao.
-Muy bien, Rocío. Te felicito porque para una ojeada te fijaste en muchos rasgos. ¿Y no sabrás a quién pertenece ese rostro que tan bien has descrito?
   Ante la pregunta directa que no esperaba, Rocío duda una milésima de segundo, tiempo suficiente para que la entrenada mente del expolicía se haya percatado. “Esta fulana sabe quién es el tipo, pero no lo va a decir. Se lo tendré que sacar por otras vías” se dice Grandal.
-Pue no lo sé, pero le aseguro que no hago más que darle vuertas a la cabesa porque me parese que esa cara la he visto en arguna parte, pero no recuerdo dónde. En cuantito m´acuerde se lo digo volando, por estas que son cruces –dice la andaluza cruzando los índices.
-Así lo espero –Grandal piensa que no es momento de presionar más a Rocío y lo deja correr-. Bien, y ahora vamos con el guiri que, al parecer, entró para ayudar a Salazar –pasa a otra página del rotafolios y rotula- 19.10 h., mas menos, Rocío, Anca y Vicentín entran en la habitación 16 y ven a un extranjero inclinado sobre Salazar-. Habladme de ese extranjero, suponiendo que lo fuera. Empieza tú, Rocío.
-Pue verá usté, don Jasinto –la andaluza ya se ha hecho con una muletilla para darse tiempo a pensar lo que debe y lo que no debe contar-. Ma o meno, a la hora que ha dicho entramos los tres y vimos a un guiri poniendo la armohada bajo la cabesa der pobre Curro. Nos quedamos tos paraos en la puerta porque lo que menos esperábamos era encontrarnos allí a un forastero. Recuerdo que Anca le preguntó qué hasía allí y nos echó una parrafá, en ese españó que hablan los guiris que no hay cristiano que los entienda. Lo que le entendimos es que pasaba por er pasillo y que ar escuchar quejios entró por si podía ayudar.
-Fue así, señor Grandal, como lo cuenta Rocío –reafirma Anca-. Recuerdo que le pregunté: ¿quién es usted, qué hace aquí? Y entonces se volvió y nos contestó en un castellano difícil de entender como ha dicho Rocío.
-Bien. Describidlo.
    Ambas mujeres se miran, Rocío hace un gesto dándole la palabra a la rumana.
-Lo que mejor recuerdo es que era muy grande y muy fuerte, como un armario ropero, vamos. Tenía el pelo negro y unos ojos oscuros con una mirada como muy dura. Los demás rasgos de la cara eran normales, quiero decir que no tenía nada que destacara. Ah, también tenía unas manos más grandes que la pala de un tractor.
-Otra cosa, don Jasinto –explica Rocío-. Cuando le pregunté que cómo había oío ayes si er pobre Curro no había dicho ni pio hasta entonses, no me respondió, se limitó a encogerse de hombros. A mí aquello si me paresió raro, pero como nuestra preocupasion era er estao de Currito pues lo pasamos por arto.
-Vale. ¿Y cuándo se marchó?
   Otra vez las dos mujeres vuelven a consultarse con la mirada. Es Anca la que habla:
-De seguro no lo sé, pero calculo que estaría con nosotros como diez o quince minutos aproximadamente.
-¿Se despidió o se fue a la francesa?
-Dijo argo de que como allí ya no hasía farta que se iba –explica Rocío.
-¿Seríais capaz de reconocerle en una foto?
   Ambas jóvenes asienten.
-Bien. Por el momento es todo, pero seguiremos hablando. Vuestros recuerdos son fundamentales para descubrir lo que ocurrió en la habitación 16 –Grandal sabe por experiencia que se cazan más moscas con miel que con hiel, por eso halaga a las mujeres-. Ahora –dice dirigiéndose a Anca-, necesito dialogar con tu novio, me refiero a Vicente Fabregat, ¿cómo puedo ponerme en contacto con él?
-Huy, va a ser difícil. Su padre le ha mandado que no diga ni una palabra del suceso sino es en presencia de su abogado y que mejor que se olvide de todo lo ocurrido.
-Bueno, eso será para cuando sea interrogado de manera oficial, pero no es el caso. Yo no voy a interrogarle, solo quiero charlar con él tal como lo estoy haciendo con vosotras, de una manera informal y sin que tenga ninguna repercusión legal.
-Lo intentaré, señor Grandal, pero ya le digo que como se entere su padre se puede montar un cirio de narices. No sabe el mal genio que se gasta el viejo Fabregat y las buenas relaciones que tiene con todos los que mandan en el pueblo.
-Mira, Anca, vamos a hacer una cosa. ¿Conoces el Hotel Balneario de Marina d´Or?, ¿qué no has estado nunca? Bueno, pues le cuentas que tienes el capricho de conocerlo y me dices el día y la hora en que vais a ir, y por casualidad me toparé allí con vosotros. Me lo presentas y tendremos una agradable conversación entre los tres. Y, por supuesto, de esto que no se entere su padre ni nadie. Será nuestro secreto.
-Es que… -A la joven rumana la propuesta del excomisario no parece hacerle demasiada gracia y se resiste-, verá, señor Grandal, prácticamente hemos roto y se me hace muy cuesta arriba pedirle nada.
-¿Cómo que habéis roto si estuvisteis todo el tiempo juntos cuando la odisea del maletín?
-Ya habíamos roto; mejor dicho, yo le había dejado porque estaba harta de sus ataques de cuernos, fue Rocío la que lo metió en lo del maletín y yo no me opuse, pero desde entonces no hemos vuelto a hablar. Además, me da que su familia le ha prohibido que vuelva conmigo y yo estoy como unas pascuas de contenta que sea así porque en los últimos tiempos la relación se había vuelto un sinvivir.
-Anca, el que algo quiere, algo le cuesta. Te pregunto lo mismo que le pregunté a Rocío: ¿quieres que te ayude a no entrar en el trullo o prefieres pasar en él una temporada?
-¡Ay, don Jacinto, que duro es usted! –Se lamenta Anca-. Bueno, tendré que hacer de tripas corazón y volver a ponerle buena cara a ese membrillo. ¿Cuándo quiere que nos encontremos en ese hotel que ha dicho?
-Mañana mejor que pasado. En cuanto lo sepas llámame a este número.
   Grandal se despide por el momento de ambas mujeres y se pone en contacto con el sargento Bellido para que le cuente si hay alguna novedad sobre el caso Pradera.
-Pues las hay, comisario –el suboficial no le apea el tratamiento de su antiguo rango por mucho que Grandal le haya recordado que ahora solo es un jubilado-. Mis compañeros de la comandancia de Málaga han localizado al llamado Carlos Espinosa Valgrande, que ese es el nombre completo del individuo en cuestión. Es el director de uno de los hoteles de cinco estrellas más importantes de la Costa del Sol. Se le ha mandado por vía urgente la citación para que comparezca como testigo del caso ante la jueza del Valle. Creo que declarará mañana o pasado. También se ha localizado a Alfonso Pacheco Ruiz, en este caso han sido los compañeros de la comandancia sevillana. El tal Pacheco fue quien salvó al fallecido Salazar el día que un fulano, aún no identificado, le dio una paliza y el que al día siguiente le llevó a una clínica de Castellón para que lo reconocieran los médicos. Se trata de un ingeniero forestal que trabaja para la Junta de Andalucía. También ha sido citado a declarar, en principio como testigo, y se espera que lo haga igualmente un día de estos.
-Vale. Tenme al corriente de las declaraciones. ¿Y qué se sabe del extranjero al que el trío de pichones del maletín encontró en la habitación 16 tratando, al parecer, de ayudar a Salazar?
-De momento, nada. De localizar a ese tipo se ha encargado la UCO.
-Hablando de la UCO, ¿has vuelto a tener problemas con los dos pájaros de Madrid?
-Ninguno, comisario. No sé qué es lo que hizo usted, pero desde que la juez del Valle les tiró de las orejas están más suaves que la seda.
   Grandal piensa en cómo sonsacarle al sargento si sabe algo del tipo que también estuvo en la habitación 16 el día del fallecimiento de Salazar y al que Rocío ha definido como un fulano que tenía muy mala jeta. Sabe que dicho individuo no aparece en las declaraciones que los distintos testigos han hecho hasta el momento en el juzgado que lleva el caso. Tras pensarlo decide guardarse esa baza, pero por si acaso pregunta:
-¿Habéis investigado si hubo más personas que entraron en la habitación de Salazar el día de autos?
-Sospechamos que sí, en eso hay testimonios que difieren. Estamos en proceso de confrontar a varios miembros del personal del hostal para ver si obtenemos datos fiables al respecto.
-Bien. Ah, Anca me ha contado que el tal Espinosa en una de las ocasiones que fue a visitar a Salazar dijo que se iba a jugar al golf. ¿Me podrías facilitar una relación de los campos de golf que hay en la provincia?
-Eso se lo digo ya mismo porque solo hay tres en funcionamiento, y digo esto porque creo que programados para construirlos en un próximo futuro hay hasta trece más. Los que funcionan son: el Club de Campo del Mediterráneo que está en Borriol, de ese es de donde salió el famoso Sergio García, el Club de Golf Costa de Azahar ubicado en El Grao y el Campo de Golf de Panorámica que radica en el pueblo de San Jorge.
-Gracias, Bellido, eres la eficacia personificada. En cuanto sepas algo de las declaraciones de Espinosa y de Pacheco me llamas para contarme. Nos vemos.

PD.- Hasta el próximo viernes y feliz Navidad
PD.- Hasta el próximo viernes

viernes, 14 de diciembre de 2018

82. El quid de la cuestión


   Grandal se ha ofrecido a Anca y Rocío para buscar pruebas y testimonios que las exculpen y de ese modo ayudarlas a salir del atolladero en el que están metidas pues han sido imputadas por la juez del caso Pradera de los cargos de omisión del deber de socorro y de hurto. Librarse de la acusación puede no ser tan fácil si se llega al juicio oral pues ambas tienen unos abogados nulos en materia penal. Anca le ha contado a Rocío que el excomisario, que sabe mucho de Derecho Penal, puede ayudarlas. La andaluza, que es muy suspicaz, al dudar de la capacidad del expolicía provoca que este la haya puesto en el dilema de: aceptáis mi ayuda o me voy por donde vine.
-No, no, don Jasinto, de ninguna manera. Es que me he expresao mal –Rocío se apresura a dar marcha atrás ante el órdago de Grandal.
-Bien, entonces prosigo. Os pueden acusar de que os marchasteis dejando a Salazar solo y sin que hubiese llegado ninguna ayuda médica, pero se puede alegar lo que ya dijisteis: que esperabais que de un momento a otro llegara el médico que iba a pedir Espinosa. Quizá os aprieten las clavijas de porqué dedicasteis tanto tiempo a abrir el maletín. Si os mantenéis en que creíais que Salazar podría necesitar su tarjeta sanitaria, por ahí podéis tener una vía de escape. Finalmente, respecto a la imputación de hurto les será difícil probarla. Tenéis que sostener que, naturalmente, pensabais devolver el maletín en cuanto encontrarais los documentos que andabais buscando.
-O sea, que no tenemos que preocuparnos de más na –resume Rocío.
-No, eso no es así. Debemos… –Grandal usa el plural de primera persona intencionadamente para dar a entender a ambas mujeres que él también se siente atañido por el problema-… estar preocupados mientras no se descubra la persona o personas que llevaron a Salazar al estado en que lo encontrasteis vosotras. Ese es el quid de la cuestión.
-No lo entiendo –se sincera Anca.
-Te lo explico de otra forma y verás cómo lo entiendes. Tú llevaste el almuerzo a Salazar alrededor de las catorce horas y estaba como un pimpollo, recuerdo que dijiste que hasta bromeó contigo. Bien, ¿y a que hora retiraste la bandeja?
-Serían las tres y media más o menos.
-¿Y cómo se encontraba Salazar en ese momento?
-Estaba muy enfrascado en lo que ponían en la tele por lo que apenas hablamos, pero estar estaba como una rosa.
-¿Y cómo se encontraba cuándo ambas entrasteis en su habitación?
-Como si le hubiera dado un patatús. No hablaba, casi ni se movía, muy malito, vamos.
-Lo que quiere decir que entre las quince treinta, hora en que recogiste la bandeja del almuerzo, y las dieciocho quince, aproximadamente, en que entraste en la habitación en compañía de Rocío algo pasó que provocó que Salazar se pusiera tan mal que al final del día una parada cardiorrespiratoria terminó con él. Hay que descubrir que fue ese algo que pasó y si una o varias personas lo pudieron provocar. Ese es el quid del caso. Si descubrimos quien o quienes fueron esas personas opino que los cargos contra vosotras decaerán automáticamente o quedarán en muy poca cosa. Por consiguiente, hemos de repasar con detalle todo lo que recordéis y sepáis de esas aproximadamente cinco horas de la tarde de autos.
   Grandal ha puesto en el disparadero a ambas mujeres para que se lo cuenten todo, lo que han declarado ante la jueza del caso y lo que se hayan podido guardar para ellas. No es el caso de Anca que ha contado casi todo lo que recuerda de esa maldita tarde, lo único que sigue ocultando son los dos episodios en los que se entregó a Salazar, que Rocío la sobornó y otro hecho del que no sabe muy bien por qué cree que haría mal contándolo. En cambio, la petición del excomisario sí ha supuesto un dilema para Rocío pues sigue guardando para sí el secreto de que vio al Chato de Trebujena en la habitación de Salazar, aunque no sabe lo que pudo pasar entre ambos. Duda de sí contárselo a Grandal, pero al fin vence su recelo y una vez más decide no revelar la participación de su paisano. Sigue creyendo que algún día podrá negociar con ese secreto.
-Estamos a su disposisión, señor comisario –dice Rocío.
-Por favor, no me llames así, lo fui pero ya no lo soy. Llámame por mi nombre o por mi apellido, como prefieras. Y ahora con vuestra ayuda, vamos a resumir lo que sabemos de la tarde de marras –y Grandal que se ha hecho con un rotafolio, cortesía del sargento Bellido, escribe en el primer folio-. 15.30 h. Anca retira la bandeja del almuerzo. Salazar está bien de salud –y en la siguiente línea anota-. 18.15 h. Rocío y Anca entran en habitación 16 donde encuentran a…
-Perdone don Jacinto –Es Anca quien ha interrumpido al excomisario-. Antes de esa hora Rocío vino a buscarme para decirme que quiso entrar en la habitación de Salazar, pero que no lo hizo porque dentro había un hombre que le dio muy mala espina. Anda, Rocío cuéntaselo tú.
   Si las miradas matasen, la rumana habría caído fulminada en ese mismo momento, tal es la venenosa mirada que le echa la andaluza. “Mira por dónde por curpa de esta idiota mi secreto sobre la existensia der Chato se ha ido por er desagüe” piensa Rocío. Aun así, se resiste a revelar todo lo que sabe.
-Verá, don Jasinto, como ha dicho Anca, cuando fui la primera ves a ver a mi novio no llegué a entrar porque había un tío con mu mala jeta que me dio mu mala espina. Por eso en lugar de entrar me fui a buscarla para que me acompañara.
   A Grandal no le pasan por alto dos hechos: uno, que ese dato no figura en la declaración que ambas mujeres han hecho ante la juez del Valle; la segunda es la mirada asesina que la andaluza ha echado a la rumana. “A la Rocío tendré que atarla corta, no es de las que cuentan toda la verdad a las primeras de cambio”.
-¿A qué hora fue eso? –pregunta Grandal a la andaluza.
-Sobre la seis menos veinte, ma o meno.
-¿Y a qué le llamas tú ser un tío con muy mala jeta?
-Pue eso, ser un jetudo, arguien que tiene una cara como de ser mala gente.
-¿Y a qué le llamas que alguien te dé mala espina? –insiste Grandal.
-Pue un tío que no te parese de fiar.
-Si volvieras a ver a ese individuo, aunque fuera en fotografía, ¿lo reconocerías?
-No sé desirle, lo vi solo un segundo desde er quisio de la puerta.
-¿Y eso por qué no se lo contasteis a la jueza? -pregunta Grandal a ambas mujeres.
-La verdad es que a mí se me olvidó –responde presta Anca.
-A mí me pasó lo mismo –dice Rocío al rebufo de la respuesta de la rumana.
-Bien, prosigamos –Gandal vuelve al rotafolio y escribe-. Son las 18,15, Rocío y Anca entran en la habitación 16 y encuentran al llamado Carlos Espinosa dándole de beber de una botella de brandy a Salazar, quién ya estaba muy enfermo. ¿No es así? -Ambas mujeres asienten.
-Vamos con el tal Carlos Espinosa –y Grandal comienza un nuevo folio que ha encabezado con ese nombre-. Veamos que sabemos de él. ¿Físicamente cómo es?
   Las dos mujeres se ponen de acuerdo en definirlo como de 1.80, de complexión media, cara de rasgos regulares, ojos claros tirando a grisáceos; un hombre bien parecido en su conjunto. Y en lo que también están de acuerdo es que iba muy bien vestido, muy entonado en cuanto los colores y que daba la impresión de ser un hombre que sabía desenvolverse muy bien. Y Rocío, que tiene mucho más mundo que Anca, añade dos detalles más sobre la vestimenta de Espinosa.
-La primera ves que le vi llevaba un liviano pantalón de Armani de lino color canela, con un polo a juego de Ralph Lauren, mocasines Callaghan y en su muñeca lusía un Cartier de oro.
Todo un señorito como los que pasean a caballo por er Real de la Feria, ¡ea!
-Rocío, serías una excelente policía, eres una magnífica observadora –la halaga Grandal-. Habéis dicho que le estaba dando de beber de una botella de coñac, ¿qué se ha hecho de esa botella?
   Ambas mujeres se miran. La respuesta es que no lo saben, pero Anca que también suele ser buena observadora añade un dato:
-La botella la guardó en una bolsa de Mercadona, de eso si me fijé.
-¿Y no os pareció raro que estando Salazar tan enfermo le diera de beber coñac?
   Las dos mujeres vuelven a mirarse. En esta ocasión es Rocío quien responde:
-La verdá, don Jasinto, es que nos pusimos tan nerviosas ar ver cómo estaba er pobre Curro que no pensamos en más na. Y ahora que usté lo dise sí que es un rato raro que le diera coñá, pero en aquellos momentos estábamos atosinás.
-¿Sabéis dónde se hospedaba Espinosa?
   Rocío niega, Anca también, pero agrega un dato nuevo.
-Yo tampoco lo sé, pero uno de los días que vino para intentar hablar con el señor Mar…, perdón, Salazar, dijo al marcharse que se iba a jugar al golf.
   “Jugar al golf, esa puede ser una buena pista. En la provincia no debe haber muchos campos. Habrá que tirar de ese hilo” se dice Grandal.
-Bien, volvamos al tipo con mala jeta –dice el excomisario dirigiéndose a Rocío-. Descríbeme cómo era.
-Ya le dije, don Jasinto, que solo lo vi un momento de na –la andaluza se resiste a dar más información sobre el Chato.
-Esa respuesta no me sirve, Rocío. Algún detalle recordarás: si era alto o bajo, gordo o delgado, si tenía pelo y de qué color o era calvo…
-Bueno, arto no lo era mucho, argo meno que usté. Y no era gordo, pero si mu resio y pelo tenía poco.
-Bien, muy bien, Rocío. Y ahora su cara…
-Ya le conté, don Jasinto, que apenas si le eché una ojeá.
-Rocío, ¿tú quieres que te ayude a no entrar en el trullo o prefieres pasar en él una temporada?
-Don Jasinto, le juro por mis muertos…
-No me jures nada y dime lo que escondes, porque sabes mucho más de lo que cuentas. ¿Qué
cómo lo sé? Porque he sido policía casi cuarenta años y tengo los huevos pelados –Grandal decide jugar el papel del policía bronco y sin pelos en la lengua- de interrogar a titis como tú y con muchas más tablas que tú. Lo primero que dijiste sobre ese individuo es que tenía muy mala jeta, a esa conclusión no se llega con una sola ojeada, para eso tuviste que verlo muy bien. Por tanto, canta todo lo que sabes y no me vengas con cuentos chinos.

PD.- Hasta el próximo viernes