"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 11 de septiembre de 2018

*** La paella valenciana de ayer, de hoy y de siempre


   Hay una frase coloquial española que dice: lo prometido es deuda. La traigo a colación porque en un post anterior, el que describía cómo se celebraba en Torreblanca la festividad de la Mare de Deu d´Agost hace 75 años, prometía que algún día les hablaría de aquellas paellas que mis viejos paisanos cocinaban a la vera del cudolar (el cordón dunar de guijarros que bordea la mayor parte del litoral torreblanquino).
   La paella, posiblemente el plato español más conocido en el mundo, tiene un origen campesino, huertano para ser más exactos. Y es un plato de fortuna pues en su elaboración se utilizaban los productos que en un momento dado cada familia campesina tenía en casa. En aquellas paellas al lado del Mediterráneo, de hace setenta y tantos años, podías encontrar muchos de los productos que cultivaban los labradores de mi tierra o de los animales que tenían en sus corrales. En las paelleras ponían de todo. Carne: conejo, pollo, pato, cerdo, pavo, caracoles... Verduras: tomate, judías verdes, bajoca grande (bajocó o garrofó en valenciano), pimiento, alcachofa, ajo, ajetes, berenjena, calabacín, cebolla, garbanzos, azafrán, romero y, por supuesto, arroz.  La paellera lo admitía todo. Y se comía con delectación porque se consideraba una comida especial y que generalmente solo se preparaba para días señalados como el de la Virgen de Agosto.
   No se solía servir en platos sino que se comía de la misma paellera, el único cubierto era la cuchara y se utilizaba del modo que en Extremadura y en ambas Castillas se conoce como cucharada y paso atrás. Se regaba el arroz con tinto con gaseosa y con agua del botijo. Y el yantar se terminaba con un meló de tot l´any (melón de todo el año) o con meló d´Alger (melón de Argel o sandía), pero siempre sin mezclarlos.
   Viniendo a nuestros días, si nos atenemos a lo que dice el diccionario de la Real Academia Española la paella es “un plato de arroz seco con carne, pescado, mariscos, legumbres, etc. característico de la región valenciana, además de ser la sartén en la que se hace ésta”. En cambio, para los puristas de la paella, integrados en el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Arroz de Valencia, la genuina paella valenciana solo debe tener diez ingredientes básicos:
Un mineral: sal.
Dos líquidos: agua y aceite.
Dos carnes: pollo y conejo.
Cinco vegetales: judía verde, garrofón (o bajocó), tomate, azafrán y arroz.
Como excepción se admite que una de las dos carnes se sustituya por la de pato, que se pueden poner caracoles, uso muy extendido en la provincia de Castellón, y que además de los vegetales mencionados se le añadan otros ingredientes como alcachofa, pimentón y romero.
   Por consiguiente, todas las demás paellas que se elaboran con pescado, mariscos, chorizo y otros mil ingredientes son sucedáneos, más o menos afortunados, de la genuina paella valenciana. Reconozco que algunas de ellas son igual de buenas, y a veces hasta mejores, que las que podríamos denominar “paellas clásicas”. Entre los recuerdos gastronómicos que guardo está una paella de pescado y marisco que hacía un inolvidable amigo, Joaquín Pifarré, y que son las mejores que he probado en mi vida. No eran las genuinas, pero te chupabas los dedos con ella.
   Bueno, pues deuda saldada. Este es mi último post al lado del mar. Veremos si en Madrid encuentro los ánimos suficientes para seguir intercalando posts entre los episodios de la novela “Una playa demasiado tranquila” que precisamente discurre en Torrenostra. Para los que sigan de vacaciones mi enhorabuena y para los ya estén de vuelta al trabajo leña: al mono que es de goma.