"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 23 de abril de 2021

Libro II. Episodio 89. ¿Te ha quedado claro?

   A pesar de lo que buen número de placentinos, incluidas las personas más allegadas, opinan de él, Julio no es un solterón a machamartillo; al contrario, ha pensado en más de una ocasión en echarse novia, casarse y formar una familia, pero hasta ahora no ha tenido ninguna prisa. Entre otros motivos porque la ruptura con Consuelo le dejó muy tocado y durante mucho tiempo no ha querido saber nada de volver a tener una relación formal; también porque ha empleado la mayor parte de su tiempo y energía en lograr una boyante situación económica y social, y luego está el asunto de que ha preferido gozar de los placeres de la carne saltando de cama en cama y no contentándose con una sola mujer. Mas los años no discurren en balde, hace ya doce que le dejó Consuelo y la herida parece haber cicatrizado, y en ese tiempo ha levantado, partiendo de cero, un negocio que va como un tiro y que le ha proporcionado estabilidad económica y social, pues salvo en el restringido círculo de la alta sociedad placentina, es bien recibido en todas partes, incluso se le considera un buen partido. Por todo ello ha pensado en más de una ocasión que debería echarse novia, pero en plan formal, nada de chicoleos ni aventuras sin pies ni cabeza, aunque suele dejar ese plan para un futuro sin fecha. Como su madre sigue recordándole, de vez en cuando, que a su edad todos sus amigos y conocidos han formado una familia, suele contestarle en clave irónica.

   -Madre, me has repetido mil veces lo de que casamiento y mortaja del cielo bajan. Pues bien, eso es lo que hago, esperar a que baje y eso puede ser mañana o el próximo año.

   -Pero también te he dicho otras mil veces que por la calle del mañana se llega a la plaza del nunca, como escribe el padre Coloma.

   A Julio no se le ha pasado por alto que desde hace tiempo, prácticamente desde que abrió la droguería, son muchas las jóvenes en edad de pasar por la sacristía que le ponen buena cara. No le extraña pues conoce el paño, en una ciudad donde lo que más abunda son los agricultores, sean propietarios o braceros, cualquier dueño de un establecimiento comercial es considerado un buen partido. Ha sido invitado a guateques, merendolas y reuniones en las que ha tenido ocasión de conocer a muchas jovencitas de la mesocracia placentina; ha encontrado de todo pero, aunque reconoce que abundan las chicas francamente guapas y simpáticas, ninguna ha hecho mella en su corazón y ni siquiera ha perdido un minuto en pensar en alguna. Con una excepción: hay una jovencita que le llama poderosamente la atención, y que cuando la tiene cerca hace despertar sus instintos viriles más primitivos, es Julia Manzano, aunque está convencido de que, dada la gran diferencia de edad que los separa, es una opción descartable.

   En la disyuntiva sobre cambiar de estado ha jugado un papel decisivo el pequeño incidente que ocurrió hace unas semanas en el casino. El tesorero de la institución, don Cristóbal el boticario, presentó su renuncia al puesto alegando que, como iba a ser padre, tendría que dedicar la mayor parte del tiempo a su mujer y su hijo. Al quedar vacante la tesorería, algunos socios hicieron correr la especie de que Julio Carreño podría ser un buen candidato al puesto. Al mañego la propuesta le llenó de orgullo pues suponía dar un salto en su ascenso social. Todo se fue al traste cuando el presidente del casino al oír el nombre del droguero para tesorero sentenció:

   -Es soltero y para un puesto de responsabilidad como ese merece más confianza un hombre casado y mejor si tiene hijos -A Julio la decisión le sentó como un estoconazo, pero en el fondo admitió que algo de cierto podía haber en ella.

   El suceso ha hecho que comience a plantearse en serio la posibilidad de casarse y lo analiza con la frialdad con la que podría efectuar un balance contable. Pasa revista a posibles candidatas a convertirse en su media naranja. La primera mirada la dirige a las herederas de las familias más acomodadas de la ciudad; el dinero siempre es un poderoso aliado, sobre todo para alguien que se lo ha de ganar peseta a peseta, tener el riñón bien cubierto proporciona tranquilidad y te da una mayor aura de respetabilidad. En esas reflexiones se le cuela una y otra vez la imagen atractiva e incitante de Julia, lo que le hace plantearse si no estará enamorado de ella. Tras analizar sus sentimientos llega a la conclusión de que no lo está, pero descubre un hecho sorprendente: la desea, ¡y de qué manera! Pese a su fama donjuanesca, nunca fue un hombre excesivamente apasionado, por eso no deja de sorprenderle los turbios deseos que le provoca la joven. Sus cavilaciones le llevan a una conclusión paradójica.

   -¿Y por qué antes de tomar una decisión que sea inamovible no intento seducirla? –se pregunta.

   Dado que es hombre de acción, la respuesta no puede ser otra: decide probarlo. Un día que ha ido a Cáceres, en compañía de Julia, para hablar con uno de los proveedores comunes sobre nuevas tarifas de descuentos, la invita a comer a un restaurante con fama de tener una excelente cocina. En la sobremesa, animado por la botella de Ribera del Duero que ha trasegado, flirtea descaradamente con la joven a la que no parece importarle su comportamiento. En un determinado momento, le coge una mano y deposita un beso en su palma. Como Julia, aunque se ha ruborizado como una colegiala, no lo ha rechazado, el hombre da un paso más: le coge la barbilla y adelanta su boca para besarla, ahí es cuando la joven reacciona como si le hubiese mordido una víbora. Aparta la mano del hombre y se queda mirándole con unos ojos que brillan como los de una pantera herida, aquella mirada, dura como el pedernal, dice más que mil palabras. Julio se da cuenta al instante de que ha cometido un error, la joven no solo no es una presa fácil, sino que parece que no tiene nada qué hacer con ella. Por si tenía alguna duda, la muchacha, que no ha perdido la calma, se lo hace saber de forma tajante.

   -Que sea la última vez que te comportas así. Como algo parecido lo repitas no volveré a dirigirte la palabra. Eres mi amigo y el hijo de la persona a quien quiero como a una madre. En todo lo demás, no eres nadie ni vas a serlo nunca. ¿Te ha quedado claro?

   Tras el patinazo con Julia en el que la joven le dejó claro que ni se le ocurriera el menor atisbo de coquetear con ella, Julio piensa que ha llegado la hora de dejar de mariposear y de soñar con relaciones que quizá puedan ser excitantes, pero que no conducen  a nada. Después de no pocas vacilaciones y de pensárselo detenidamente, se decide: se va a echar novia, pero en plan serio. Vuelve a pasar revista a las mejores opciones que tiene en el ámbito local y, como ya hizo anteriormente, su mirada se posa en las futuras herederas de las familias con mayor poderío económico. Como si se tratara de adquirir algún bien material: discrimina y compara, y una tras otra va descartando posibles candidatas pues descubre que el hecho de tener fortuna no lo es todo. Cuando ha terminado con la lista de herederas de familias con posibles, pasa a la relación de familias con menos dinero, pero que tienen un reconocido prestigio social, y en esa lista encuentra la que puede ser la mujer que da el perfil que anda buscando; cuando le pone nombre a la elegida no puede por menos que exclamar:

   -¡Y encima le voy a dar un alegrón a mi madre!

   La joven escogida, aunque ella todavía no lo sabe, es Amparo, una de las hijas del doctor Lavilla que, pese a que no lleva mucho tiempo en la ciudad, se ha granjeado gran prestigio profesional y social. Precisamente, Amparo es a quien Pilar le tenía echado el ojo como la mejor candidata para emparejarse con su hijo, aunque a la madre de la joven, hija de una distinguida familia zaragozana venida a menos, el chico de la maestra nunca le pareció un buen partido para su hija; cuando así se lo comentó la respuesta de Amparo fue contundente:

   -¿Conoces a alguien que sea su propio jefe y que además esté soltero y sin compromiso?

   A Julio siempre le pareció Amparo una joven maja, pero sin que sintiera nada especial por ella, en cambio sí le atrajo la más chica de las cuatro hermanas Lavilla, Cristina. Flirteó con ella, pero cuando intentó cortejarla la jovencita se sinceró: estaba enamorada de un estudiante de Zaragoza, a punto de terminar la carrera de medicina, que le había prometido que en cuanto acabara y tuviese su primer trabajo pediría su mano. Y paradójicamente le insinuó que lo intentase con otra de sus hermanas.

   -A Amparo le caes bien, te encuentra interesante y un tanto bronco y eso es algo que a las mujeres nos pone.

   Amparo Lavilla, veinticinco años la adornan, es bien parecida, con buen tipo y fama de simpática y amable. Cristina le ha contado que no tiene novio, pese a que no le faltan pretendientes. Aunque las cualidades de la joven que más valora Julio son dos: que es hija de uno de los médicos que tiene más prestigio y reconocimiento social de la ciudad pues incluso es admitido en los círculos más restringidos, y que es una mujer culta y distinguida que podría respaldarle en su ascenso a lo más granado de la sociedad placentina. Dentro de lo que ofrece el panorama local es una de las mejores opciones que ha encontrado. Ahora es cuestión de pasar a la acción, aunque por lo que le contó Cristina parece que no va a tener grandes problemas para conquistarla, pues para una joven de sus características tampoco abundan los pretendientes, ya que circula la especie de que no llevará gran dote al matrimonio, por lo que eso la descarta para los cazadotes y es demasiado distinguida para los candidatos de medio pelo.

   Julio, que quiere atar todos los cabos antes de dar el paso, se cita con uno de sus contados amigos íntimos, Pascual López, que trabaja en la sucursal de la Caja de Ahorros de Badajoz en la ciudad.

   -Pascual, ¿podrías indagar si los ingresos del doctor Lavilla proceden solo de su consulta o tiene otros bienes? Por descontado que esto va a quedar entre nosotros.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 90. Quién no se arriesga, no pasa el río