"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 2 de abril de 2021

Libro II. Episodio 86. ¿Por qué sigue soltero?


   Del diálogo con su hermana a Julia se le ha quedado en la mente una pregunta que Consuelo dejó sin contestar: ¿por qué sigue soltero? Aunque pensándolo bien se dice ¿y qué me importa que Julio esté soltero o casado? Pero se engaña, pues por la noche, antes de que el sueño cierre sus ojos, a veces la pregunta vuelve a rondar por su cabeza, ¿por qué sigue soltero? La tercera noche que eso ocurre, Julia se dice que es mejor salir de dudas. El problema es que no sabe quién le puede informar. Seguro que hay una persona que podría, doña Pilar, pero no ignora que si le pregunta corre el riesgo de que la maestra querrá saber el porqué, y no se conformará con cualquier respuesta, ¡pues menuda es su mentora! No es que tenga algo que ocultar, ni que tenga un interés especial en conocer la respuesta, pero siente curiosidad por conocer la causa de que Julio se haya convertido en un solterón. Descartada Pilar, ¿a quién preguntar entonces? Tendría que hacerlo a alguien que conociera lo suficientemente bien la vida del mañego como para saber el motivo. A fuerza de pensarlo un nombre acude a su mente: sí, podría ser ella, conoce a Julio desde que era un niño y ha seguido sus andanzas hasta verle convertido en un hombre.

   -Señora Etelvina, ¿cómo está?, pasaba por delante y me he dicho: voy a entrar un momento a ver como se encuentra pues el pasado domingo se quejó de que estaba algo pachucha.

   -Gracias, Julina, tú tan considerada como siempre. Que maja eres. Estoy algo mejor, pero los años comienzan a pesarme y los pequeños alifafes son una de las facturas que hay que pagar.

   La conversación discurre unos minutos por cauces triviales hasta que Julia, aprovechando que la comadrona le ha preguntado por Pilar, estima que es punto de plantear lo que quiere saber.

   -Hablando de Pilar, el otro día estuve charlando con mi hermana Consuelo y recordó los tiempos en los que fue novia de Julio y como acabó rompiendo el compromiso. Pero me quedé con la duda de si me lo contó todo. Por pura curiosidad le hice algunas preguntas, unas me las respondió, otras no. No sé si porque alguna respuesta le podía resultar incómoda o porque no quiso contestarme…

   Antes de que la muchacha pueda proseguir, Etelvina la interrumpe.

   -Tengo que decirte que tu hermana se portó muy mal con Julio. Él la quería con locura y creo que Consuelo le correspondía, por eso la ruptura nos dejó a todos de piedra. Tu hermana le prometió, nada menos que ante la patrona de vuestro pueblo, que le guardaría la ausencia, pero no mantuvo la promesa. En cuanto apareció su actual marido y le dijo cuatro cositas, la sacó a pasear y comenzó a divertirse, lo de guardar la ausencia se fue al cuerno y el pobre Julio se quedó más solo que un difunto. Una mujer de bien no debería hacer esas cochinadas.

   -Lo sé, y para que vea lo que es la vida, mi hermana me reconoció que no se comportó como debía y que luego se arrepintió, pero ya no pudo dar marcha atrás. Lo curioso es que Julio que, por lo que cuentan, tiene mucho éxito entre el mujerío pues planta y palabrería no le faltan, siga soltero a su edad, ¿por qué será? Supongo que todo es cuestión de que no ha encontrado una mujer que le pete.

   -La misma pregunta nos la hemos hecho Pilar y yo en muchas ocasiones. Y coincidimos en que tu hermana le rompió el corazón y le hizo tanto daño que desconfía de las mujeres. Y como no es cuestión de encontrar a una mujer cualquiera, posiblemente no se casará hasta que encuentre a una en la que pueda confiar.

   -¿Confiar, en qué sentido?

   -Como he dicho, antes de enamorarse deberá recuperar la confianza en las mujeres o, más bien dicho, en una mujer que le guste. El día que conozca a una moza, o mejor a una mujer hecha y derecha, que pueda depositar en ella su confianza, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de ella tenga, que pueda contarle sus secretos y sentimientos con la certeza de que los entiende y los respeta, ese día comenzará a enamorarse y si ella le corresponde, que es algo siempre incierto, dejará de ser un solterón. Algo que puede ocurrir o que no.

   Los comentarios de Etelvina dan pie a Julia para meditar lo complicado que puede llegar a ser la relación entre un hombre y una mujer. Y la receta que ha dado la comadrona no le parece mala, aunque no acaba de entenderla bien. Entonces, ¿primero confiar y luego enamorarse? Eso queda muy lejos de lo que siempre ha creído que debe ser el verdadero amor: un sentimiento hacia otra persona que nos atrae, nos completa y nos da fuerza para convivir y para superar los malos momentos. Y todavía más simple: te quiero porque te quiero, no hacen falta explicaciones ni darle vueltas. Un sentimiento puro, directo y arrollador. Es lo que quisiera sentir algún día, encontrar a un hombre que le acelerara el pulso simplemente con mirarle.

   Las visitas dominicales de Julio a casa de su madre se han convertido en algo habitual y, sin proponérselo de manera consciente, cada vez son más amplias y gratas. Ahora, los domingos también las acompaña a misa de doce, lo que hace que el mañego, que se había apartado de la práctica religiosa, retorne al seno de la Iglesia. Vuelve a confesar y comulgar lo que supone un conflicto moral con su vida licenciosa de aventuras extramaritales. El paso por el confesonario resulta ser una batalla entre la carne y la moral. Ha probado cambiar de confesor, pero los resultados son los mismos: para que le perdonen los pecados debe arrepentirse y guardar el sexto mandamiento. Acaba planteándose muy en serio que tendrá que dejar de frecuentar a su última conquista, Aurora, una esposa veinteañera casada con un sexagenario y con quien se acuesta una y en ocasiones hasta dos veces por semana. No le va a quedar otra para aplacar las exigencias de la carne que volver a las mancebías…, aunque eso también va contra el sexto, pero parece menos inmoral. Para romper la relación, sin que sea traumática pues Aurora también es cliente, le cuenta que le han venido con el soplo de que su marido comienza a sospechar de ellos y antes de que la sospecha se materialice no van a tener más remedio que dejar de verse. La infiel se lleva un gran disgusto pues se divertía mucho con el mañego, pero también siente alivio al cortar la relación porque había intuido que, en efecto, su esposo comenzaba a recelar de ella.

   El programa dominical de Julio, Pilar y Julia, comienza a hacerse rutinario porque apenas si cambia de uno a otro domingo. El trío, al que a veces acompaña Etelvina, va a misa de doce, luego toman un aperitivo en el café Las Vegas, el más moderno de la ciudad, y después comen en casa de Pilar. Julio insiste que sería más práctico comer fuera, así Pilar podría descansar, pero pocas veces lo consigue. Su madre es partidaria de que como en casa no se come en ninguna parte, y además le sirve de lección práctica a Julia, pues está empeñada en que aprenda a cocinar para cuando sea ama de casa.

   -Si su futuro marido gana lo suficiente podrán tener cocinera –objeta Julio.

   -Aunque así fuera, para mandar a la cocinera antes tendrá que saber lo que es una cocina. Y eso no se aprende en los libros, hay que aprenderlo en la práctica. Por otra parte, la vida da muchas vueltas y lo que le puede deparar el futuro no está escrito.

   Tras la sobremesa, en la que siguen hablando de todo, la pareja aprovecha la siesta que suele echarse la anfitriona para hablar de temas que aburren a Pilar, como de los libros que han leído, lo que cuenta la prensa o los últimos chismes que circulan por los mentideros. Luego juegan al parchís en el que Julia disfruta como una colegiala cuando mata la ficha de un rival o logra ganar la partida. Incluso la mayoría de noches, Pilar, ayudada por Julia, improvisa la cena. El resultado es que Julio termina pasando prácticamente todo el domingo con ambas mujeres, y eso le cambia su rutina dominical. Apenas si aparece por el casino, solo acude la noche de los sábados a una partida de monte en la que se cruzan apuestas que en ocasiones alcanzan cifras respetables. La antigua pasión por el juego de Julio tiene su válvula de escape en esas veladas en las que, como ocurre con los juegos de azar, hay noches que le salen redondas y otras en las que sale esquilmado.

   A quien no le hace ni pizca de gracia que su encargada pase los domingos con su competidor, pues así continúa considerando a Julio, es al Bisojo. Ese recelo lo alimenta Lupe, la anterior encargada, que siempre que tiene ocasión le calienta la cabeza insinuándole que Julia le está haciendo la cama.

   -El día menos pensao, señor Elías, se va a quedar compuesto y sin encargá porque la Julia va a terminar yéndose con el judas de Carreño.

   El Bisojo ya ha tenido algunos rifirrafes con Julia sobre su excesiva amistad con Julio, pero la joven ha sido expedita.

   -Mire, señor Elías, a ver si se lo dejo claro: dedico al negocio diez horas al día, seis días a la semana, y el único día que tengo libre me junto con quien me peta, me quedo en casa o salgo por ahí con quien me apetece. ¡Faltaría más! Soy su empleada, no su esclava. Y no vuelva a darme la lata con quejas como esa. Si no está contento conmigo, la solución la tiene en su mano: me da el finiquito y se busca otra encargada –La propia Julia se asombra de su osadía, hace tan solo unos meses no se hubiera atrevido a soltarle a su patrón semejante diatriba, en cambio ahora se siente tan segura y tiene tal aplomo que lo ha hecho sin darle mayor importancia.

   A Julio le bullen otros pensamientos aunque un tanto erráticos. Como quien no quiere la cosa, un día pregunta a Argimiro si trece años son mucha diferencia entre marido y esposa.

   -Depende de muchas cosas. De si la pareja se aviene, de si se quieren o lo suyo ha sido un arreglo familiar; en fin, de muchas cosas, incluso del destino porque ya conoces lo que dice el refrán: casamiento y mortaja del cielo bajan.

   No le vuelvo a preguntar a este badulaque, tendré que buscar a alguien con más seso, se dice Julio, decepcionado por la respuesta.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 87. El merendero