"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 8 de abril de 2016

16. ¿Investigar nosotros?, ¡menuda broma!



   Una vez terminado el interrogatorio de Ponte por parte del trío de inspectores que llevan el Caso Inca, un policía lleva al viejo al despacho del comisario jefe, allí le está esperando Grandal, también está Bermúdez que le saluda y le pregunta por su hija:
- ¿Qué tal señor Ponte? Espero que todo haya ido como la seda. ¿Cómo está su hija Clara? Me pareció una mujer muy animosa y resuelta. Salúdela de mi parte.
   Tras despedirse de Bermúdez y salir de la comisaría, ambos jubilados entran en el Café de Viena, que está en la cercana calle de Luisa Fernanda, para tomarse algo.
- ¿Qué vas a tomar? – pregunta Ponte.
- Un café con leche. Y tú deberías tomarte un copazo de coñac – responde Grandal.
- ¿Tanto se me nota que todavía estoy nervioso? – inquiere con aire un tanto socarrón Ponte.
- Es natural que lo estés. Las comisarías suelen producir ese efecto en la gente que no está habituada a frecuentarlas. En cambio, la chusma y gente de mal vivir entra en ellas como si lo hiciera en su casa. Por tanto, si estás nervioso es porque no perteneces a ese grupo.
- ¿Tu amigo te ha contado algo sobre el caso? Me refiero al comisario jefe – quiere saber Ponte.
- Apenas si hemos hablado sobre ello. En una investigación en marcha la discreción es obligada. Lo que sí hemos hecho es recordar viejos tiempos. Pero más por lo que se ha callado Anselmo que por lo que ha dicho me da en la pituitaria que están más pegados que un sello.
- ¿Pegados?
- Que no tienen ninguna pista que sea medianamente prometedora. Creo que están dando más palos de ciego que otra cosa, a ver si suena la flauta por casualidad. Estas nuevas hornadas de colegas tienen muchos títulos, han hecho una pila de masters y hasta hablan idiomas, pero lo que se dice olfato policial tienen más bien poco.
- Oye, Jacinto, ¿y por qué hay un poli francés?
- ¿Qué han traído un gabacho? Eso no lo sabía.
- Bueno, nadie me ha dicho que sea francés, pero en cuanto ha empezado a preguntarme se lo he notado y eso que habla un español de lo más correcto, juraría que hasta tiene un ligero acento como andaluz, extremeño o de por esos andurriales.
- ¿El franchute te ha interrogado? – se  asombra Grandal.
- Sí, pero solamente me ha hecho una pregunta – y Ponte le cuenta lo que quería saber el policía galo.
- Mira sí están pegados que hasta han tenido que pedir ayuda a los gabachos. Aunque bien mirado es natural. El furgón venía de París donde había estado expuesto el tesoro. Pero ya te digo, con franchutes y todo los Sacapuntas andan más perdidos que un pulpo en un garaje. Y ya ves lo reservado que es el bueno de Anselmo, no me había dicho nada.
- En tus tiempos en activo, ¿lo habríais solucionado antes? – pregunta, curioso, Ponte.
- No lo sé. Ahora tienen muchos más medios y en cierto modo están más preparados, pero de olfato, de intuición andan escasitos. Lo que hacen ahora es ponerse delante de un ordenador y poco menos que esperan que la máquina les solucione los casos.
- No te andes por la tangente que no eres gallego, con Rajoy tenemos suficiente. Lo que te pregunto es si serías capaz de solucionarlo.
- Ya te he dicho que no sé, pero estoy convencido de que a estas alturas sería bastante probable que hubiera conseguido dos informaciones importantes para resolver el caso. Una, habría encontrado el furgón de marras que, por lo que se cuenta entre los colegas, es casi seguro que está oculto en algún lugar de Madrid. Y dos y algo fundamental para esclarecer el robo, habría desenmascarado al compinche que se encargó de silenciar las cámaras de seguridad.
   De pronto a Ponte se le ilumina el rostro como si se le hubiese ocurrido una idea luminosa.
- ¿Y por qué no lo investigas de manera particular? Como si se tratara de un divertimento.
   La carcajada que suelta Grandal al oír la proposición de Ponte es tan estentórea que los parroquianos más cercanos se vuelven a mirarles. El excomisario reprime un tanto su risa para no seguir llamando la atención.
- Manolo, majo, hasta hace un segundo creía que eras el amigo que tenía la azotea mejor amueblada, pero veo que no es así. De pronto te has convertido en un viejo chocho. ¿Sabes lo qué estás diciendo? ¿Crees que esto lo puede solucionar un jubilado por muy policía que haya sido?
- En la tele…
- No me hables de la tele – le corta Grandal -. Todas esas series policíacas que echan en la tele, y a las que tan aficionados sois,  no son más que ficción. Son el producto de la imaginación de unos guionistas que solo han pisado una comisaria cuando han ido a pedir información o ayuda técnica para el rodaje. Un caso de la complejidad de éste no puede resolverlo un aficionado, tienen que hacerlo los profesionales.
- No solo la tele, la literatura, el cine y hasta los comics, como llaman ahora a los tebeos, están llenos de ejemplos de gente corriente y moliente que descubren los casos más enrevesados y misteriosos y que la policía ha sido incapaz de solucionar. Desde Sherlock Holmes hasta nuestros días hay toda una larga lista de personajes de ese tipo que no eran polis profesionales y que triunfaban donde la policía había fracasado – insiste tercamente Ponte.
- Manolo, majo, esas películas o las series que ves en la tele son solo ficción, son historias para entretener al personal. ¿O acaso crees que son historias reales?
- Supongo que lo que cuentan la mayor parte de esas series es de ficción, pero recuerdo que en más de una se dice que la historia está basada en un hecho real – Ponte sigue sin dar su brazo a torcer.
- Aun así. Una cosa es la realidad y otra lo que ponen en la tele – replica Gandal.
- Pues, para que veas. No creas que soy el único que piensa así. Tanto Luis como Amadeo piensan lo mismo que yo.
   El rostro de desconcierto de Grandal evidencia que no termina de creerse lo que le está contando su amigo.
- Vamos a ver, Manolo, que me estoy haciendo un lío. ¿Qué es eso de que nuestros compañeros de partida piensan lo mismo que tú?
   Ponte le cuenta que, desde que ocurrió el robo, los tres amigos han hablado mucho sobre el mismo y en más de una ocasión han fantaseado en ser ellos quienes descubrían la identidad de los autores y hasta que recuperaban el tesoro. Paulatinamente, han ido abandonando los sueños para quedarse con la estricta realidad y han acabado siendo conscientes de que investigar el robo es algo que les queda grande y…
   Grandal interrumpe a su amigo:
- Perdón, ¿pero me estás contando que habláis de ello a mis espaldas?
- Bueno, a tus espaldas, no, pero ya sabes que la mayoría de los días después de terminar la partida solemos quedarnos un rato de charleta y como tú sueles ser el primero que se va… - se justifica Ponte.
- Y en esos conciliábulos es donde habéis decidido dedicaros a la investigación policial, no me digas más – Grandal no puede estar más socarrón.
- Todo ha sucedido por sus pasos contados. Verás, un día mi hijo David, con el que hablo todas las semanas a través de Skype, me aconsejó que debería ver una peli que aseguró que me gustaría. Se llama Arrugas y trata de la amistad, en una residencia de viejos, entre dos hombres de edad avanzada, uno de ellos en las primeras etapas de Alzheimer, y que se hacen polis aficionados. Creo que fue Amadeo el que, cuando les conté la trama de la peli, dijo que ahora teníamos la oportunidad de hacer nosotros lo mismo antes de que las facultades comenzaran a abandonarnos. A Luis le pareció de perlas la propuesta y fue el que sugirió que tendríamos que contar contigo, puesto que además de formar parte de la pandilla eres el único que tiene experiencia policial.
- Manolo, no me sigas contando más. Veo que lo de la senilidad se ha convertido en epidemia. ¿Investigar nosotros?, ¡menuda broma!