Una vez terminado el
interrogatorio de Ponte por parte del trío de inspectores que llevan el Caso
Inca, un policía lleva al viejo al despacho del comisario jefe, allí le está
esperando Grandal, también está Bermúdez que le saluda y le pregunta por su
hija:
- ¿Qué tal señor Ponte? Espero que todo haya ido como la seda. ¿Cómo está
su hija Clara? Me pareció una mujer muy animosa y resuelta. Salúdela de mi
parte.
Tras despedirse de Bermúdez y salir
de la comisaría, ambos jubilados entran en el Café de Viena, que está en la cercana
calle de Luisa Fernanda, para tomarse algo.
- ¿Qué vas a tomar? – pregunta Ponte.
- Un café con leche. Y tú deberías tomarte un copazo de coñac – responde
Grandal.
- ¿Tanto se me nota que todavía estoy nervioso? – inquiere con aire un
tanto socarrón Ponte.
- Es natural que lo estés. Las comisarías suelen producir ese efecto en la
gente que no está habituada a frecuentarlas. En cambio, la chusma y gente de
mal vivir entra en ellas como si lo hiciera en su casa. Por tanto, si estás
nervioso es porque no perteneces a ese grupo.
- ¿Tu amigo te ha contado algo sobre el caso? Me refiero al comisario jefe
– quiere saber Ponte.
- Apenas si hemos hablado sobre ello. En una investigación en marcha la
discreción es obligada. Lo que sí hemos hecho es recordar viejos tiempos. Pero
más por lo que se ha callado Anselmo que por lo que ha dicho me da en la
pituitaria que están más pegados que un sello.
- ¿Pegados?
- Que no tienen ninguna pista que sea medianamente prometedora. Creo que
están dando más palos de ciego que otra cosa, a ver si suena la flauta por
casualidad. Estas nuevas hornadas de colegas tienen muchos títulos, han hecho
una pila de masters y hasta hablan idiomas, pero lo que se dice olfato policial
tienen más bien poco.
- Oye, Jacinto, ¿y por qué hay un poli francés?
- ¿Qué han traído un gabacho? Eso no lo sabía.
- Bueno, nadie me ha dicho que sea francés, pero en cuanto ha empezado a
preguntarme se lo he notado y eso que habla un español de lo más correcto,
juraría que hasta tiene un ligero acento como andaluz, extremeño o de por esos
andurriales.
- ¿El franchute te ha interrogado? – se asombra Grandal.
- Sí, pero solamente me ha hecho una pregunta – y Ponte le cuenta lo que
quería saber el policía galo.
- Mira sí están pegados que hasta han tenido que pedir ayuda a los
gabachos. Aunque bien mirado es natural. El furgón venía de París donde había
estado expuesto el tesoro. Pero ya te digo, con franchutes y todo los
Sacapuntas andan más perdidos que un pulpo en un garaje. Y ya ves lo reservado
que es el bueno de Anselmo, no me había dicho nada.
- En tus tiempos en activo, ¿lo habríais solucionado antes? – pregunta,
curioso, Ponte.
- No lo sé. Ahora tienen muchos más medios y en cierto modo están más
preparados, pero de olfato, de intuición andan escasitos. Lo que hacen ahora es
ponerse delante de un ordenador y poco menos que esperan que la máquina les
solucione los casos.
- No te andes por la tangente que no eres gallego, con Rajoy tenemos
suficiente. Lo que te pregunto es si serías capaz de solucionarlo.
- Ya te he dicho que no sé, pero estoy convencido de que a estas alturas
sería bastante probable que hubiera conseguido dos informaciones importantes
para resolver el caso. Una, habría encontrado el furgón de marras que, por lo
que se cuenta entre los colegas, es casi seguro que está oculto en algún lugar
de Madrid. Y dos y algo fundamental para esclarecer el robo, habría
desenmascarado al compinche que se encargó de silenciar las cámaras de
seguridad.
De pronto a Ponte se le ilumina el
rostro como si se le hubiese ocurrido una idea luminosa.
- ¿Y por qué no lo investigas de manera particular? Como si se tratara de
un divertimento.
La carcajada que suelta Grandal al
oír la proposición de Ponte es tan estentórea que los parroquianos más cercanos
se vuelven a mirarles. El excomisario reprime un tanto su risa para no seguir
llamando la atención.
- Manolo, majo, hasta hace un segundo creía que eras el amigo que tenía la
azotea mejor amueblada, pero veo que no es así. De pronto te has convertido en
un viejo chocho. ¿Sabes lo qué estás diciendo? ¿Crees que esto lo puede solucionar
un jubilado por muy policía que haya sido?
- En la tele…
- No me hables de la tele – le corta Grandal -. Todas esas series
policíacas que echan en la tele, y a las que tan aficionados sois, no son más que ficción. Son el producto de la
imaginación de unos guionistas que solo han pisado una comisaria cuando han ido
a pedir información o ayuda técnica para el rodaje. Un caso de la complejidad de
éste no puede resolverlo un aficionado, tienen que hacerlo los profesionales.
- No solo la tele, la literatura, el cine y hasta los comics, como llaman
ahora a los tebeos, están llenos de ejemplos de gente corriente y moliente que
descubren los casos más enrevesados y misteriosos y que la policía ha sido
incapaz de solucionar. Desde Sherlock Holmes hasta nuestros días hay toda una
larga lista de personajes de ese tipo que no eran polis profesionales y que
triunfaban donde la policía había fracasado – insiste tercamente Ponte.
- Manolo, majo, esas películas o las series que ves en la tele son solo
ficción, son historias para entretener al personal. ¿O acaso crees que son
historias reales?
- Supongo que lo que cuentan la mayor parte de esas series es de ficción,
pero recuerdo que en más de una se dice que la historia está basada en un hecho
real – Ponte sigue sin dar su brazo a torcer.
- Aun así. Una cosa es la realidad y otra lo que ponen en la tele – replica
Gandal.
- Pues, para que veas. No creas que soy el único que piensa así. Tanto Luis
como Amadeo piensan lo mismo que yo.
El rostro de desconcierto de
Grandal evidencia que no termina de creerse lo que le está contando su amigo.
- Vamos a ver, Manolo, que me estoy haciendo un lío. ¿Qué es eso de que
nuestros compañeros de partida piensan lo mismo que tú?
Ponte le cuenta que, desde que
ocurrió el robo, los tres amigos han hablado mucho sobre el mismo y en más de
una ocasión han fantaseado en ser ellos quienes descubrían la identidad de los
autores y hasta que recuperaban el tesoro. Paulatinamente, han ido abandonando
los sueños para quedarse con la estricta realidad y han acabado siendo
conscientes de que investigar el robo es algo que les queda grande y…
Grandal interrumpe a su amigo:
- Perdón, ¿pero me estás contando que habláis de ello a mis espaldas?
- Bueno, a tus espaldas, no, pero ya sabes que la mayoría de los días
después de terminar la partida solemos quedarnos un rato de charleta y como tú
sueles ser el primero que se va… - se justifica Ponte.
- Y en esos conciliábulos es donde habéis decidido dedicaros a la
investigación policial, no me digas más – Grandal no puede estar más socarrón.
-
Todo ha sucedido por sus pasos contados. Verás, un día mi hijo David, con el
que hablo todas las semanas a través de Skype, me aconsejó que debería ver una
peli que aseguró que me gustaría. Se llama Arrugas
y trata de la amistad, en una residencia de viejos, entre dos hombres de edad
avanzada, uno de ellos en las primeras etapas de Alzheimer, y que se
hacen polis aficionados. Creo que fue Amadeo el que, cuando les conté la trama
de la peli, dijo que ahora teníamos la oportunidad de hacer nosotros lo mismo
antes de que las facultades comenzaran a abandonarnos. A Luis le pareció de
perlas la propuesta y fue el que sugirió que tendríamos que contar contigo, puesto
que además de formar parte de la pandilla eres el único que tiene experiencia
policial.
- Manolo, no me sigas contando más. Veo que lo de la senilidad se ha
convertido en epidemia. ¿Investigar nosotros?, ¡menuda broma!