La
vida de la familia Gimeno-Sales sigue su curso habitual. José Vicente continúa
trabajando en la cooperativa y mangoneando en el pueblo. Lola está criando a Leito
y ha vuelto a hacerse cargo de la tienda de su madre, se gana unas pesetas que
siempre vienen bien y, además, tiene una estratégica atalaya desde la que otear
y tomar el pulso a lo que dice la grey femenina; de ahí obtiene buena parte de
las informaciones que sirven para orientar las políticas que luego aplica su
marido. Una vez dominados todos sus antagonistas, desactivado en buena medida
el clan Arbós y neutralizados aquellos elementos que podrían percibirse como
potenciales rivales, la vida política local se ha convertido, para los
Gimeno-Sales, en un oasis placentero y pacífico. A Lola dicha situación le
viene de perlas, puede dedicarse de lleno a criar a su hija sin tener que
preocuparse de posibles enemigos que pudiesen alterar esa idílica situación.
José Vicente también disfruta de ese estado de cosas. Si hace unos años le
hubiesen profetizado que llegaría a sentirse plenamente integrado en la vida y
la sociedad senillense jamás lo hubiera creído. Para él su empleo en la cooperativa
y su estancia en el pueblo no eran más que obligadas etapas en su camino hacia
mejores logros profesionales y personales. En cambio, ahora es feliz: tiene una
mujer maravillosa a quien ama apasionadamente, una niña preciosa a la que
adora, es el amo del pueblo y realiza un trabajo que sigue siendo poca cosa,
pero que tampoco le resta demasiado tiempo a sus otras actividades. Los
Gimeno-Sales son felices.
Un
hecho, aparentemente tan distante como distinto, podría alterar ese estado
idílico. En el último Consejo de Ministros, celebrado en el Palacio del Pardo,
se aprobó el cese y nombramiento de titulares de varios Gobiernos Civiles, el
de Valencia entre ellos. Francisco Javier Municio, gobernador en la ciudad del
Turia, ha sido nombrado gobernador de Sevilla y sustituido por un nuevo poncio,
Eliseo Díaz de la Torre que, al igual que su antecesor, viene del mundo del Derecho,
pero en su caso no de la abogacía del estado sino de la carrera fiscal.
Gimeno
se ha despedido de Municio, quien además de ofrecérsele en su nuevo puesto le
comenta que deja de él unas magníficas referencias a su sucesor. El día de la
toma de posesión del nuevo gobernador, José Vicente es uno más de los mandos
locales que llena el salón de actos del Gobierno Civil y que posteriormente
forman una larga fila para presentar sus respetos al nuevo jefe. Ahí termina su
contacto con el nuevo preboste. Tres semanas después, Gimeno recibe una llamada
de su amigo Germán, que ha sido confirmado en la secretaría de la Jefatura Provincial
del Movimiento.
- José Vicente, el nuevo jefe quiere verte.
Es un hombre bastante reservado y no ha comentado nada sobre el motivo de la
entrevista, pero me da en la nariz que piensa ofrecerte algún cargo.
- ¿Un cargo? ¿Cuál?
- No tengo ni idea, pero se están renovando
la mayoría de mandos sindicales. Por ahí podrían ir los tiros.
La
noticia supone una tremenda sorpresa para Gimeno. Tiempo atrás le hubiese
llenado de alegría y orgullo, por fin se habían fijado en él y su carrera
política comenzaba a soltar lastre. Ahora le produce incertidumbre y un montón
de dudas. Gimeno está hecho un lío, si se confirma lo que le acaba de soplar
Germán, ¿cuál debería ser su respuesta? Por una parte, el hecho de promocionar
en su carrera política, y posiblemente también profesional, le produce una
honda satisfacción. Por otra, es consciente de que si le nombran para un cargo
provincial tendrá que vivir en la capital y su vida y la de su familia
experimentará un profundo cambio. ¿Qué hacer? No está nada seguro de acertar.
Lo primero que se le pasa por la cabeza es comentárselo a Lola pero, tras
pensarlo detenidamente, decide que será más prudente oír lo que vaya a
proponerle el poncio, igual todo queda en agua de borrajas.
Días
después, Juan Ignacio Herrero, subjefe provincial del Movimiento, recibe al
camarada José Vicente Gimeno. Le comunica que el nuevo jefe provincial, que
tiene unas excelentes referencias suyas, quiere aprovechar sus cualidades para
que dirija la Obra Sindical de Educación y Descanso. Confían en él plenamente
y, aunque dan por descontado su aceptación del puesto, tienen la deferencia de
darle cuarenta y ocho horas para que pueda informar a su familia antes de que
se publique el nombramiento. Sale de la Jefatura Provincial pensando que, tal y
como se lo ha planteado el subjefe, no le queda otra que aceptar el
nombramiento. En el fondo le produce una íntima satisfacción.
Gimeno no sabe por qué, pero es un tanto renuente a contarle a Lola la
buena nueva. Tiene la corazonada de que para su mujer quizá no sea una nueva
tan buena. Está casi un día entero dándole vueltas a como presentarle la
noticia. Tras muchas vacilaciones se dice que no tiene sentido lo que está
haciendo. La propuesta que le han hecho es magnífica. Vivirán en una gran
ciudad como Valencia, donde a buen seguro Lola se sentirá como pez en el agua y
Leito podrá ser escolarizada en un buen colegio, lo que le posibilitará
adquirir una completa formación para dentro de unos años ingresar en la
universidad. En cuanto a él tendrá la oportunidad de codearse con los demás mandos
provinciales y tendrá acceso directo a la gente de la Jefatura Provincial, lo
que quizá a la larga le depare la oportunidad de promocionar más en su carrera
política. En todo caso, está claro que tiene que contárselo a Lola. No puede
aceptar el cargo sin el apoyo de su mujer. Y lo hace, pero con la vieja y
conocida táctica de la aproximación indirecta.
- Desde luego, como está cambiando Valencia.
Es una ciudad que está mejorando día a día. Qué de cines, qué de teatros, cuantos
centros culturales hay. Y no veas la de cafeterías, restaurantes y bares de lo
más chic. No me extraña nada lo que leí hace unos días en una encuesta, decía
que una de las ciudades españolas donde mejor se vive es Valencia.
- Sí, desde luego, ya no es la Valencia que
pintaba Blasco Ibáñez en sus novelas. Ha mejorado mucho, aunque al lado de
Madrid o Barcelona sigue teniendo un aire ciertamente provinciano. Y no digamos
si la comparamos con París.
- Pero, Lola, ¿cuándo has estado tú en París?
– pregunta sorprendido Gimeno.
- No he estado nunca, pero he leído mucho
sobre la Ciudad de la Luz y Valencia está a mil leguas. Por poner un par de
ejemplos: ¿crees que en Valencia puede haber un cabaret como el Moulin Rouge? ¿O piensas que algún día
pueda existir una sala donde se haga estriptis? Ni de broma.
- Ya que tocas el tema del espectáculo, tenga
una noticia formidable que darte.
José
Vicente le cuenta a Lola la propuesta de la Jefatura Provincial resaltando las
facetas más interesantes y atractivas que puede conllevar el nuevo puesto,
especialmente para ella y, sobre todo, para Leito. La respuesta de su mujer,
como no, vuelve a sorprenderle.
- Antes de darte mi opinión sobre esa oferta explícame
que es eso de Educación y Descanso.
- Es una institución encuadrada en los sindicatos
verticales para aprovechar el tiempo libre de los trabajadores. Cuando se creó
se llamaba Obra Nacional Alegría y Descanso y se basa en la Declaración II del
Fuero del Trabajo...
- No me des una teórica, Gimeno – le
interrumpe Lola con gesto agrio y tono desabrido-. Ve al grano.
José
Vicente siente un extraño frío en la espalda, desde que se casaron es la
primera vez que su mujer le llama por el apellido.