"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de enero de 2019

88. Una cajera lenguaraz


   Grandal, que continúa en el apartamento del hijo de Álvarez, sigue poniendo al día a Ballarín sobre el misterio de la muerte de Salazar. Cuando están a punto de marcharse aparecen Álvarez y Ponte. Si les hubiera tocado la lotería no se les vería tan contentos. El primero va directamente al frigorífico y saca varios botellines de cerveza.
-Amigos, camaradas de armas, somos más grandes que el que inventó los calzoncillos largos.
-Vamos a tomarnos unas cervezas que nos las hemos ganado –secunda Ponte pese a que no es muy proclive a esa clase de manifestaciones.
-Bueno, nos tomamos las birras y mientras nos contáis a que viene tanto jolgorio –pide Grandal.
   La exultante alegría de la pareja Álvarez-Ponte proviene de que su viaje al supermercado de Mercadona, próximo al hotel en el que estuvo hospedado Carlos Espinosa, ha sido como descubrir un filón aurífero. En el súper han tenido que hacer muchas preguntas porque solo tenían dos referencias a las que agarrarse: una compra que hizo un cliente que tenía acento andaluz y que la hizo la festividad de la Asunción. Cuando estaban a punto de tirar la toalla, se han tropezado con una cajera amiga de darle a la sin hueso que estuvo de servicio en dicha fecha y que no ha olvidado tres cosas que le pasaron en un día tan señalado y que es festivo en media Europa: una, que estaba de muy mala leche porque en una fecha tan señalada el súper debería estar cerrado y allí estaba ella y otros compañeros dando el callo; otra, que ese día, como no podía ser de otro modo, hubo contados compradores con lo que el público demostraba tener más sentido común que la empresa; la tercera, que recuerda a un cliente más elegante que un tipo de los que anuncian modelos de marca, al que nunca había visto, y que hablaba al modo de los pijos andaluces. Y lo recuerda porque hizo una compra de lo más extravagante: se llevó una botella de coñac francés, no recordaba la marca, unos paquetes de Kleenex y, ¡pásmense!, un raticida. ¿Para qué podría querer el matarratas un figurín como aquel? fue el último comentario de la lenguaraz cajera.
-¡Bingo! –grita Grandal-. A esa cajera la vamos a proponer como policía honoraria. Su pregunta no puede ser más aguda: ¿para qué podía querer un raticida un tipo como Carlos Espinosa?
-¿Estáis seguro de que se trataba de Espinosa? –pregunta Ballarín ya metido de lleno en el caso.
-Seguro al cien por cien, no –aclara Grandal-, pero apostaría la paga extra de Navidad que era él. Los datos que aporta la cajera le retratan: bien vestido, andaluz y comprando en el súper más cercano al Hotel del Golf en el que sabemos que se hospedó Espinosa. Y seguramente la botella de coñac francés que adquirió debió ser con casi seguridad el coñac que el malagueño le dio a beber a Curro.
-Si os soy sincero, a mí lo del matarratas me ha dejado de piedra –confiesa Álvarez- . ¿A quién querría envenenar ese fulano, porque a los ratones seguro que no?
-A Salazar –afirma Grandal con contundencia-. Ese se quería cargar a Salazar. Posiblemente lo intentó. Hay un análisis toxicológico pendiente de resultado que podrá aportar pruebas de si en el cuerpo de Salazar hay restos de raticida. Si es así tenemos al malagueño cogido de los huevos. Como diría un economista hablando de la crisis: comenzamos a ver luz al final del túnel.
   Mientras los jubilados festejan sus descubrimientos, la instrucción del caso Pradera sigue el proceso habitual. Por las declaraciones de la terna del maletín la Juez Instructora sabe que, además de dichos testigos, otras personas estuvieron en la habitación 16 el día de autos, uno de ellos es Carlos Espinosa Valgrande. Asimismo, de la deposición de otros testigos iniciales, especialmente de las del hijo y de la exnovia de Salazar, se sabe que conocían y habían visitado varias veces a Salazar, Alfonso Pacheco Ruiz y Jaime Sierra Ortigosa. Todos ellos, una vez localizados sus respectivos domicilios por las Fuerzas de Seguridad del Estado, han recibido la citación del Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia Provincial de Castellón para comparecer ante el mismo con el fin de declarar como testigos sobre el supuesto fallecimiento violento de Francisco Salazar Jiménez. Las citaciones oficiales contienen la expresión de la jueza ante la que deberán acudir, el número del procedimiento y la fecha y clase de resolución en la que se acuerda la citación, el motivo de la misma que consistirá en la necesidad de declarar en calidad de testigos sobre el caso precitado, el lugar, día y hora en que tendrán que concurrir al juzgado y, finalmente, la advertencia de que tienen obligación de comparecer y la prevención de las sanciones que se pudiesen derivar en el supuesto de no acudir. 
   Puesto que el matrimonio Pacheco-Hernández estaba convencido de que nadie les había visto entrar ni salir de la habitación de Salazar la fatídica tarde del 15 de agosto, la citación para declarar les ha sentado como un mazazo. Pasado el susto inicial han respirado cuando se han dado cuenta de que la citación solo es para Alfonso y no menciona para nada a Macarena. Después de darle mil vueltas, la pareja toma tres determinaciones. Una, no mencionar en ningún momento su visita a Salazar el quince de agosto; dos, ocultar que Macarena acompañó a su marido; y tres, pedir ayuda al padre de ella para que el bufete que lleva el asesoramiento jurídico de sus negocios ayude a Alfonso a preparar su declaración; eso sí, ocultándole también lo que realmente sucedió. Se mantendrán en la historia de que el ingeniero fue a ver a su paisano varias veces a raíz de que le salvara el día que un desconocido le agredió.
   Cuando el matrimonio casi tiene su plan ultimado les sorprende una llamada de Jaime Sierra, el antiguo director de la Agencia IDEA necesita hablar con ambos a la mayor brevedad. Desde que se fueron de la Costa de Azahar no se han vuelto a ver, ni siquiera han hablado por teléfono. Lo que quiere informarles Sierra es que también ha sido citado para declarar como testigo ante el Juzgado de Instrucción de Castellón que lleva el caso Pradera.
-¿Cómo se habrán enterado de que estuvimos en un lugar cómo aquel que ni siquiera aparese en la mayoría de mapas? –pregunta Macarena.
-Elemental, querida –Sierra enmascara todo lo posible la antipatía que siente hacia la mujer-, debieron ser muchas las personas que nos vieron visitando a Curro y, aunque no supieran nuestros nombres, en cuanto la policía ha comenzado a tirar del hilo les ha debido resultar fácil localizarnos. Pero ahora esa no es la cuestión, ya estamos citados y hay que comparecer.
-Y si no compareséis, ¿qué pasa, os pondrán una multa o algo así?
-No digas sandeces, Macarena –como le parece que está siendo demasiado desconsiderado con la mujer, Sierra hace una concesión-, aunque en parte llevas razón. En efecto, si no compareces a declarar sin causa justificada te pueden multar de 200 a 5.000 euros en el primer llamamiento, pero si tampoco lo haces en la segunda citación el Juez Instructor puede mandar a la fuerza pública detenerte y ser conducido ante él. Es más, puede abrirte una causa penal por delito de desobediencia a la autoridad. Y no querrás que a tu señor marido y al que suscribe los conduzcan a Castellón entre dos guardias civiles.
-Entonces, Jaime, ¿qué hacemos? Como estudiaste derecho algo se te habrá ocurrido –sugiere Pacheco.
-Antes que nada una pregunta, Alfonso: ¿tienes idea de por qué no ha sido citada Macarena dado que estuvo contigo en el viaje a Castellón?
-Pues no, pero en cierto modo me parece lógico. Macarena en ningún momento estuvo en contacto con Curro –Pacheco también le oculta a su colega la participación de su esposa.
-Bien. Ahora deberíamos de ponernos de acuerdo sobre las declaraciones que vayamos a realizar. Lo peor que nos puede pasar es que nuestras informaciones se contradigan. Y antes, otra pregunta: el día 15 quedamos por teléfono en hablar conjuntamente con Curro esa tarde. Yo os estuve esperando delante del hostal, pero no aparecisteis. ¿Llegasteis a visitar a Curro?
-No, ni siquiera fuimos a Torrenostra –miente Pacheco-. Ya sabes que a Macarena nuestro amigo Curro le caía como a un Santocristo un par de pistolas y cuando le dije que debíamos verle se puso como una fiera. Tuvimos tal bronca que al final desistí de ir. La verdad es que la pelotera me puso de tan mala leche que se me olvidó llamarte para contarte que no iba a ir. Y como ese mismo día por la noche me llamo mi director instándome a que tenía que volver a Sevilla sin demora, nos volvimos y se me fue de la cabeza todo lo referente a Curro.
   Sierra, que no es ningún badulaque, no se cree la historia que acaba de contarle Pacheco, pero decide pasar a lo que ahora urge: ponerse de acuerdo para que sus respectivas declaraciones no se contradigan. El paralelismo entre lo que van a contar a la instructora lo alcanzan con bastante rapidez, pero hay un punto en el que difieren: el motivo por el que se encontraban en la provincia de Castellón. Pacheco tiene una buena justificación de porqué estaba en la provincia: estudiar el plan de prevención de incendios forestales en el Maestrazgo. Sierra, en cambio, no tiene coartada alguna en la que apoyar su estancia en tierras de La Plana. Alfonso, en un arranque de generosidad auspiciado por su mala conciencia, le ofrece que pueden declarar que pensaban pasar unos días juntos él y su mujer con Jaime y su pareja, aunque en el último momento la pareja de Jaime no pudo ir. Por eso estaban en sendos hoteles de la misma localidad, Orpesa del Mar. En eso quedan. Antes de dar por terminado el encuentro, Pacheco le hace una pregunta a Sierra que le está quemando la lengua desde el principio de la charla:
-Oye, Jaime, ¿y tú la tarde del 15 si viste a Curro?
   “Vas listo si pretendes sacarme la verdad, te voy a dar tu misma medicina: mentiras a tutiplén” se dice Sierra.

PD.- Hasta el próximo viernes