"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 22 de abril de 2022

Libro III. Episodio 141. La abuela Pilar víctima de la gripe española

 

   La gripe española ha vuelto a percutir en la familia Carreño. La abuela Pilar y su nieta Pili han recaído y ambas están postradas en cama intentando superar la letal pandemia. El matrimonio Carreño se vuelve a plantear si llevar a doña Pilar a su casa, pero la abuela se resiste.

   -Me ha dicho que ya la cuida Etelvina –refiere Julia.

   Lo que temían los Carreño ocurre y la abuela empeora, su respiración se hace trabajosa y se la ve agotada. Cuando Julio consulta al doctor Lavilla de si no será mejor llevarla a su casa donde estará cuidada las veinticuatro horas, la respuesta del galeno es desesperanzadora.

   -En las condiciones en que está es mejor no moverla. Como se produzca un empeoramiento y retenga más líquido pulmonar puede ocurrir cualquier cosa. Además, su corazón debe estar sufriendo mucho… Preparaos para lo peor.

   Y en menos de cuarenta y ocho horas lo peor ocurre. El letal virus cierra los ojos de doña Pilar Lahoz que, en un último momento de lucidez, todavía tiene arrestos para preguntar por su nieta.

   -¿Y Pili, cómo está? –Y sin dar tiempo a que le contesten agrega-. Decidle que luche, que no se rinda…, alguna Pilar ha de quedar en la familia…

   Para el matrimonio Carreño el fallecimiento de la abuela Pilar es un mazazo. Se va la persona que, si es la madre biológica de Julio, también es la madre espiritual de Julia; ambos sienten que se han quedado huérfanos. Los niños lloran igualmente a su abuela, pero ahora por quien la familia está verdaderamente preocupada es por Pili, que sigue peleando contra un virus, cuya malignidad es tan letal, que algunos medios calculan que en solo un año ha matado alrededor de treinta millones de personas. La niña llega a estar al borde de lo irremediable, pero al final su granítica naturaleza, los designios divinos, las oraciones de la familia o una mezcla de todo ello, logran que venza al virus y regrese al mundo de los vivos, pues el doctor Lavilla llegó a darla por irrecuperable.

   -Afortunadamente, la medicina no es una ciencia exacta –comenta Julia, que trata de animar a su abatido marido, y duda en proseguir porque no sabe si se va a alegrar con lo que le va a contar, pero acaba dándole la noticia-. Lo que más siento es que tu madre no va a conocer a nuestro próximo hijo, el que sería su séptimo nieto –Y ante la mirada sorprendida de Julio se explica-. Vas a ser nuevamente padre. Sospecho que cuando llegaste de tu último viaje nos pudo los casi doce días que llevábamos de ayuno conyugal.

   A pesar de que Pilar Lahoz no lleva muchos años viviendo en Plasencia su entierro concita la asistencia de más gente de la que esperaban sus deudos. No falta ni uno de los exdiscípulos de la maestra y Julio ve con agrado que también hay una nutrida representación del comercio local. Asimismo, ha venido un grupo de vecinos de San Martín de Trevejo al que acompaña una representación oficial del pueblo encarnada por el señor alcalde. Incluso el párroco de San Martín ha logrado que el obispado le dé el plácet para que sea él quien oficie las honras fúnebres.

   Tras la misa de réquiem, el ataúd, que hasta ahora ha sido llevado a hombros por exalumnos de doña Pilar, es colocado en el furgón fúnebre. Tras él se forma una comitiva encabezada por el sacerdote y dos monaguillos. Detrás del clérigo se coloca Julio al que acompañan sus hijos varones. Julia, sus hermanas, Paca y las niñas, como señala la costumbre y tras asistir a la misa de difuntos, se han vuelto a casa. Los adultos de la familia van vestidos rigurosamente de negro, y hasta los niños llevan un brazalete negro en la manga izquierda de sus chaquetas.

  La comitiva del entierro, siguiendo al furgón, se encamina al camposanto de la ciudad. En cuanto llegan, el sacerdote reza las últimas preces y luego los sepultureros introducen el ataúd en el nicho. Después, todas las personas que han acompañado a la difunta en su postrer viaje se alinean para dar el pésame a la familia. Antes de que comience el ritual, se adelanta el tío Silvanio, alcalde de San Martín y, sacando del bolsillo de su blusa un papel doblado, se dirige a Julio.

   -Julino, quería decir unas palabras sobre doña Pilar, ¿puedo?

   En Plasencia no existe la costumbre de hablar de los difuntos en su enterramiento, por lo que Julio vacila pero, al ver lo decidido que parece el alcalde, asiente.

   El alcalde desdobla el papel y lee: Como representante que soy de los vecinos de San Martín de Trevejo, tengo que decir que doña Pilar, que en paz descanse, fue para todos los mañegos mucho más que una maestra. Porque además de lo mucho que nos enseñó, nos daba diariamente ejemplo de cómo hay que vivir y respetar a los demás. No solo tenía una buena chinostra, como decimos en mañegu, sino también un gran corazón. Que sepan todos, y sobre todo su hijo y demás familiares, que nunca la olvidaremos –y doblando el papel añade-. Tenía que decirlo y dicho está.

   Julio da las gracias al alcalde y comienza el acto de dar el pésame a la familia. Uno tras otro, los que se han acercado al cementerio, van dándole la mano a Julio al tiempo que musitan las proverbiales frases de condolencia empleando el tuteo o el usted según el grado de amistad con el hijo de la difunta.

   -Te acompaño el sentimiento.

   -Le doy mi más sentido pésame.

   -Era una gran mujer, nunca la olvidaremos.

   -Mis más sinceras condolencias…

   Julio, acepta los pésames estrechando las manos de los que desfilan. Cuando terminan las condolencias, la gente se dispersa y Julio, con los niños y algún que otro amigo más allegado, regresa a la ciudad.

   Por fin, 1918 se despide con la buena nueva de que la Gran Guerra ha terminado, pero dejando tras sí unas secuelas inasumibles que pueden convertirse en semilla de futuras contiendas. Sin embargo, para los Carreño será el año en que perdieron a una mujer irrepetible. Hasta los niños lo lamentan.

   -Nos hemos quedao sin abuela –se lamenta Jesús.

   -Que si te hubiese oído te diría que no se dice quedao sino quedado –puntualiza Pili.

   -La abuela ha muerto, pero a falta de ella ya tenemos a Pili para regañarnos si hablamos mal; te deberíamos llamar como a ella, Pilar y no Pili –La sugerencia de Álvaro acaba prendiendo en sus hermanos y a partir de la desaparición de la abuela, Pili pasa a ser llamada Pilar y seguirá así en el futuro. Es el último legado que deja Pilar Lahoz.

   Las navidades del 18 son tristes para los Carreño, aunque los adultos hacen de tripa corazón y procuran poner buena cara y remontar el ánimo para que los niños no se contagien de la tristeza en la que les ha sumido la ausencia de la abuela Pilar. Y para conseguirlo, a Julia se le ocurre que, después del día de Navidad y hasta la víspera de Reyes, podían pasar esos días en Pinkety. La propuesta es recibida con alborozo por la grey infantil, aunque a Julio no parece convencerle.

   -No sé si es buena idea, Julia. ¿No vais a pasar frío en aquel caserón?

   -Es posible que no estemos tan cómodos como aquí, pero a los niños les gusta tanto Pinkety que van a dar por bien empleado pasar algo de frío. Además, antes de ir podrías enviarle recado al Venancio para que vaya caldeando la casa y yo me ocupo de coger ropa de abrigo. Creo que ir allí será la mejor manera de que el recuerdo de la abuela Pilar esté menos presente que si nos quedamos en casa.

   Tras discutirlo deciden ir, aunque volverán la víspera de Reyes para preparar mejor los regalos que los Reyes Magos de Oriente traen a los niños españoles. Bien arrebujados en sus abrigos y bufandas, la familia Carreño se desplaza a Pinkety. El tío Venancio ha cumplido con el encargo que le hizo Julio y los Carreño encuentran la casa con una temperatura bastante agradable. Y como explica el mediero:

   -Aquí los inviernos suelen ser fríos, mojaos y con muchos días nublaos, pero el agua de la balsa casi nunca llega a helarse. A lo mejor usté –comenta Venancio dirigiéndose a Julia-, si no está acostumbrá a la sierra, pase algún rato de frío, pero lo que son las criaturicas no se preocupe por ellos. Mis críos, ya los ve, sin abrigo ni bufanda ni na, y bien calenticos que están. Con los de usté pasará lo mesmo.

   Los días le dan la razón al bueno del Venancio. La chiquillería se pasa la mayor parte del día corriendo por los campos sin abrigos ni bufandas y solo se refugian en casa en un par de ocasiones en los que la lluvia hace su aparición. Los ratos pasados al calor de la lumbre, antes y después de las cenas, sirven a Julia para contar a sus hijos historias de cuando la abuela Pilar y Julio vivían en San Martín.

   -¿Y la abuela era la maestra del pueblo? –pregunta Álvaro.

   -Yo, cuando sea mayor, quiero ser maestra como la abuela –anuncia Pilar sin dar tiempo a que su madre conteste a su hermano.

   -Pues yo me pasaré al otro lado de la Raya y traeré cosas de Portugal, como hacía papá–declara Julián.

   -¿Papá iba al otro lado de la Raya? –Pregunta, sorprendido, Álvaro, que agrega-. ¿Y para qué?

    Julia va respondiendo a las preguntas de sus hijos procurando eludir el carácter al margen de la ley que suponían los viajes más allá del otro lado de la Raya. Aunque la curiosidad le lleva a preguntr a Julián.

   -¿Y tú cómo sabes que el papá hacía viajes al otro lado de la Raya?

   -Porque se lo oí decir a Paca que se lo contaba a una amiga -Tendré que decirle a Paca qué cosas se deben contar y qué otras no, piensa Julia.

     El año 1919 comienza bien para los pequeños Carreño porque, como al parecer han sido buenos, los Reyes Magos les han colmado de juguetes para alegría de los más chicos. Para los adultos el año también parece comenzar bien pues tanto las ventas de las tiendas como los encargos que recibe Interplás parecen remontar, pero pronto el ambiente social se deteriora y, aunque los conflictos que generan malestar en amplias capas de la sociedad española se desarrollan lejos de Extremadura, sus repercusiones llegan hasta allí. ¿Hasta qué punto?, se pregunta Julio.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 142.

Un Carreño al que le sobran padrinos