"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de abril de 2018

48. ¡No, per niente!


   En El Grao de Castellón Carlos Espinosa se entretiene jugando al golf a la espera de la respuesta de Salazar a su propuesta. No es que sea Tiger Wood o Phil Mickelson, pero para ser un aficionado tiene un hándicap decoroso. Se defiende mejor con las maderas que con los hierros, aunque su talón de Aquiles es el putt como ocurre a menudo. Ya no juega en el pequeño campo del Grao, ahora lo hace en el Club de Campo del Mediterráneo, campo de dieciocho hoyos sito en el municipio de Borriol y a pocos quilómetros de su hotel. Como buen aficionado ha recordado que es el campo en el que se forjó Sergio García, el tercer jugador español que, tras Seve Ballesteros y Chema Olazábal, ha ganado un major, el Masters de Augusta. Salvo darle a la pelotita no hace mucho más por lo que le queda tiempo para pensar. Se ha ganado al hijo de Curro, al que ha prestado una Harley que alquiló en Castellón, pero le está sirviendo de poco porque el exsindicalista no le responde. Francisco José le ha asegurado que cada vez que visita a su padre le insiste en que la mejor salida a sus problemas es marcharse al extranjero, pero la respuesta de Curro es el silencio o que lo está estudiando. Por eso un pensamiento que le ronda insistentemente es que quizá la solución ideal sería eliminar físicamente al gaditano, “Muerto el perro se acabó la rabia”, se dice. Cuando lo piensa se acusa de que tendría que habérselo planteado antes de iniciar su viaje pues en la Costa del Sol conoce a gente que se dedica, entre otros turbios asuntos, al macabro negocio de la desaparición de personas. Se dice que siempre puede encargarlo por vía telefónica, pero no da ese paso porque un asunto así es problemático negociarlo a distancia y además costaría bastante más dinero y no sabe si sus patrocinadores lo aprobarían. Ante la duda, lo deja todo como está, lo que va contra su carácter y formación.
   Lo que desconoce Espinosa es que quien tiene el encargo con el que a veces sueña sigue sesteando en la vecina población de Las Villas de Benicàssim. Grigol Pakelia se lo está pasando en grande con unas vacaciones pagadas que le han caído como llovidas del cielo. Este sábado, y a sugerencia de su última conquista playera, una italiana de treintaañera tan sexi como coqueta llamada Alessia, ha alquilado una lancha fuera borda para darse un paseo por las playas cercanas. Ha planificado una ruta que les lleve a les Platgetes de Bellver, luego a la plancha de la Concha de Orpesa y, finalmente, a las playas de Torrenostra. El viaje ha resultado más movido de lo que esperaba pues hoy el mar está algo picado como muestran las olas blancas y espumosas que se levantan, las popularmente conocidas como cabrillas. Debido a ello eliminan la parada de la Concha y al final de la ruta amarra la motora en la dársena de fortuna sita en la playa más meridional de Torrenostra. Vadean a pie hasta la costa y se toman un tentempié en el chiringuito más cercano. Lo que nunca podría imaginar el sicario georgiano es que el objetivo de su encargo, en el supuesto de que su diaria llamada telefónica tuviera como respuesta un sí, está a menos de treinta metros donde está trabajándose a la voluble Alessia que a veces da la impresión de ser una pieza fácil de cobrar y en otras tratarse de una mujer de armas tomar. Cuando llega un momento en que la italiana parece estar dispuesta a darle algo más que apasionados besos, el georgiano se ve en la imperiosa necesidad de encontrar una habitación. Al ver el rótulo de hostal en el edificio de enfrente, se acerca a recepción para alquilar un dormitorio. La señora que le atiende contesta molesta a su petición:
-Este es un establecimiento serio y no alquilamos habitaciones por horas.
-La alquilo para todo el día.
-Lo siento, pero lo tenemos todo ocupado –es la seca respuesta.
   Pakelia pone un billete encima del tablero y dice que cien euros por una hora es una bicoca. La patrona poco menos que lo despide con cajas destempladas. El georgiano, que no está dispuesto a darse por vencido, pregunta donde podría alquilar una habitación.
-Vaya a la 340, allí encontrará algún parador de carretera que alquila habitaciones por horas.
   El sicario, con un calentón en la entrepierna de campeonato, tiene que retomar su fuera borda jurando en arameo. Una vez a bordo, y a falta de un lugar más adecuado, intenta hacerle el amor a la italiana. En principio, Alessia consiente las ardientes manifestaciones del georgiano, pero cuando este intenta quitarle la braguita del bikini se lo saca de encima de un empellón al tiempo que le grita muy airada:
- ¡No, per niente!
   Pakelia sabe poco italiano, pero después de haberse visto toda la filmografía de Vittorio De Sica no ignora que no, per niente es una expresión que entiende todo el mundo aunque no se sepa una palabra de la lengua de Dante. Debido al calenturón por un momento le pasa por la cabeza la idea de forzarla, no será la primera vez que viola a una mujer, pero la italiana da la impresión de ser una ragazza dura de pelar por lo que desecha la idea. “Mientras no acabe de ejecutar el encargo no es cuestión de meterse en líos. Además, si hoy me ha dicho que no otro día puede decirme que sí”, se dice. Hace de la necesidad virtud y en el trayecto de vuelta a Las Villas saca sus mejores mañas de casanova. Alessia, que se había puesto hosca ante la tentativa de Grigol, distiende su ceño y termina aceptando las atenciones de su atlético ruso, porque esa es la nacionalidad que le ha dado el sicario.
-Dobbiamo tornare indietro –sugiere Alessia.
   Mientras la lancha de la pareja se pierde de vista en dirección a Las Villas, esa misma tarde los viejos van a visitar a su postrado excompañero de dominó. Le encuentran en animada charla con Anca que al verles les saluda festivamente.
-Mira quienes están aquí, mis mejores clientes. Pasen, pasen. Le estaba dando charleta a don Francisco para que no se aburra, pero ahora que han llegado ustedes me retiro, ya tiene con quien hablar.
-Bueno, Martínez, ¿qué tal, cómo te encuentras? –pregunta Álvarez.
-Bastante mejor, aunque todavía me duelen las costillas y por la noche no duermo todo lo que quisiera, cada vez que cambio de posición el dolor me despierta.
-Tú aquí jodido y el cabrón que te hizo eso se ha ido de rositas –afirma Grandal que sigue empecinado en que el andaluz debería denunciar la agresión.
   Salazar da la callada por respuesta y desvía la charla hacia otros derroteros.
-¿Cómo os las arregláis para completar el cuarteto ahora que se ha ido Amadeo y yo todavía no estoy en condiciones de suplirlo?
-De momento no tenemos problema. Un vecino mío de Madrid, que resulta que nació aquí, es el cuarto que completa la partida –explica Ponte.
-Buena enfermera te has echado con la Anca. Con sanitarias así no me importaría estar unos días en la cama. Debe ser mejor que un reconstituyente –bromea Álvarez.
-No creáis –explica el enfermo-, pero tengo que ir con pies de plomo con esa muchacha. Tiene un novio que es más celoso que el Otelo ese de la ópera y si el fulano os hubiera escuchado ya estaría armando la de Dios es Cristo.
   El aludido está precisamente en la terraza del hostal tomándose la enésima cerveza del día. Va allí frecuentemente, lo que le sirve de excusa para controlar a su novia y se desespera al comprobar que Anca pasa cada vez más tiempo en la habitación de Martínez. Se da la circunstancia de que la joven rumana cuenta para ello con la anuencia de la propia patrona que tiene dos motivos para tal actitud. Por un lado, es la primera vez que uno de sus huéspedes es agredido tan brutalmente a menos de cien metros del hostal, lo que le provoca un sentimiento de culpabilidad. Por otra, es uno de los contados pupilos que piensa quedarse con ellos tras el final del verano y a un huésped así hay que bailarle el agua. El resultado de ello es que Anca dedica buena parte de su tiempo a atender las necesidades del exsindicalista. En todo eso está meditando el hereu cuando alguien se sienta en su mesa.
-Buenas tardes, Vicentín. ¿Cómo va la vida?, ¿y tus padres qué tal están?
-Buenas tardes Pedro. Están como siempre, unos días mejor que otros. A los viejos os pasa eso.
   Pedro Ramo reprime un gesto de desagrado. Pertenece a una generación que fue educada en el respeto a los mayores en edad, dignidad y gobierno como rezaba el catecismo lo que suponía, entre otros aspectos, que los jóvenes trataran de usted a los ancianos. Y que alguien como ese jovenzuelo, que bien podría ser su nieto, le tutee es algo que le repatea, pero como es consciente de que esas son las actuales costumbres y no es quien para cambiarlas oculta su fastidio, aunque no puede por menos que contar algo que sabe que va a irritar al nini pues  Vicentín ni estudia ni trabaja.
-¿Qué tal tu novia? Por cierto, ayer mismo llamé la atención a uno de mis sobrinos-nietos que se refirió a ella como Anca la Potranca. Me contestó que así la llaman en el pueblo. Le reprendí y le dije que eso era una ordinariez que no quería volver a oírsela.
-Dile que si se lo oigo repetir le partiré la cara- replica amenazadoramente Vicentín.

PD.- Hasta el próximo viernes