"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de octubre de 2017

Capítulo 6. En pos de Curro Salazar.- 22. El mundo es un pañuelo



   El almuerzo que han degustado Curro y Anca en Can Roig puede traer cola porque, ¡quién lo iba a decir!, uno de los comensales que estaba almorzando en el interior del restaurante, y al que Salazar no pudo ver porque él y la chica lo hicieron en el jardín, es un subdirector general de la Junta de Andalucía. Cristóbal Diéguez, así se llama el funcionario, no tiene cuentas pendientes con el exsindicalista, pero conoce a alguien que si las tiene, Felipe Muñoz, un viceconsejero del gobierno andaluz, al que el caso ERE se ha llevado por delante y ahora está en la lista de los ex. Desde el mismo restaurante llama a su antiguo superior de quien sabe que daría cualquier cosa por mantener un careo con Curro.
-¿Felipe?, soy Cristóbal Diéguez, ¿tienes un minuto? Verás, tengo una información que te va a interesar. Estoy pasando unos días en la provincia de Castellón, concretamente en Benicàssim, invitado por uno de mis hermanos. Pues bien, hoy hemos ido a comer a un restorán que nos habían recomendado. Y lo que son las casualidades, ¿a qué no puedes imaginar quién estaba almorzando allí? Tu amigo Curro Salazar, por cierto, acompañado de una real hembra.
-¡Coño, Cristóbal!, ¿qué me cuentas? Si me interesa la notisia. ¿Y sabes dónde está viviendo ese impresentable?
-No, pero dado el emplazamiento del restorán supongo que estará residiendo en alguno de los pueblos costeros más o menos cercanos. ¿Quieres que lo localice?
-Me harías un gran favor.
-Creo que sé cómo dar con él. He visto que el maitre le daba mucho palique. Todo será cuestión de trabajarlo y seguro que alguna información me facilitará. Déjalo de mi cuenta.
   El subdirector tiene una breve charla con el maitre quien al principio se resiste a informar sobre sus clientes, pero un billete de cien euros diluye su discreción profesional y le cuenta a Diéguez todo cuanto sabe del rumboso comensal que ha estado almorzando con una joven. Aunque lo que sabe es bien poco: que el individuo es de los que tienen mano izquierda para conseguir una mesa sin haberla reservado previamente, que dice apellidarse Martínez y que le ha dicho que venía de Torrenostra. Diéguez se informa sobre dicha población y cuando descubre que solo tiene un establecimiento hotelero supone que posiblemente Curro resida en el mismo. Al día siguiente envía a su esposa a Torrenostra, a él le conoce el exsindicalista, a investigar el paradero del fugitivo. La mujer se da buena maña, y se presenta en el hostal como una madre de familia que está buscando un hotel tranquilo al lado del mar. En un determinado momento de la conversación con la dueña deja caer que el hostal se lo ha recomendado un amigo de su marido que se llama Francisco Salazar, aunque todo el mundo le conoce como Curro.
-Pues lo siento por partida doble, señora. El hostal está lleno hasta el veinticinco de agosto y no tenemos ningún cliente que se apellide Salazar, aunque fíjese lo que son las casualidades, tenemos un huésped, don Francisco Martínez, a quien he oído que sus amigos de partida le suelen llamar Curro.
   La esposa del subdirector vuelve a Benicàssim con la información que buscaba su marido: ha localizado a Curro Salazar y hasta sabe el falso nombre que ahora utiliza. Diéguez llama inmediatamente al exviceconsejero y le cuenta lo que ha descubierto su esposa.
-Grasias, Cristóbal. Te debo una. Oye, y tú que estás ahí, ¿dónde se podría hospedar uno serquita de esa playa de Torrenostra?
-Hay cuatro sitios que están cerca y que cuentan con muchos hoteles: Oropesa del Mar Alcossebre, Benicàssim y Peñíscola. ¿Piensas venir?
-No, no lo creo, tengo que hablarlo con algunos compañeros. En cualquier caso, muchas grasias. Esto no lo voy a olvidar.
   Ajeno a que su anonimato ha dejado de serlo, Curro sigue con su vida de fugitivo que en estos momentos pivota alrededor de Anca pues se ha encoñado con la joven rumana. Al día siguiente de su apasionado encuentro en la Sierra de Irta el exsindicalista no se mueve de su habitación hasta que la muchacha llama a la puerta para arreglar la estancia. En cuanto le abre toma a la joven en brazos y comienza a comérsela a besos. La muchacha al principio se deja acariciar, pero cuando Salazar hace un desmañado intento de desnudarla se deshace del abrazo.
-Para el carro, majete, que no todos los días son domingo. Ayer me lo pasé muy bien, pero eso no debe volver a repetirse. No veas la que me montó Vicentín con lo celoso que es. Le tuve que contar un montón de trolas que como algún día las descubra puede hacer cualquier barbaridad. No digo que en otro momento no podamos volver a divertirnos, pero hasta que no se le pasee el cabreo al moro que tengo de novio olvídate de mí. Por ahora, aquí en el hostal, tú eres un cliente y yo una camarera. Tú en tu sitio y yo en el mío. Y ahora o sales de la habitación para que pueda arreglarla o la que se va soy yo. Tú decides.
   Curro, de mal humor, sale de la estancia dando un portazo. Él que creía que tenía a la joven en sus manos y resulta que no es así. Se le pasa pronto el enfado, sabe que con las mujeres la paciencia es una regla de oro. Habrá que darle tiempo a Anca para que compruebe que entre un bobalicón celoso como el tal Vicentín y un hombre hecho y derecho como él hay todo un mundo de diferencia.
   Mientras Anca le pone las peras a cuarto al exsindicalista, a unos  seiscientos veintitrés kilómetros de Torrenostra, en la capital hispalense, Felipe Muñoz, el exviceconsejero de la Junta de Andalucía a quien un antiguo subordinado le ha soplado el paradero de Curro, no hace más que darle vueltas a la información recibida. Ha mantenido conversaciones con otros imputados en el caso ERE sobre la bomba de relojería que puede ser Salazar, sobre el que pesa una orden de busca y captura. Si Curro fuera apresado, y se viera presionado hasta el extremo de tener que contar todo lo que sabe y empezara a soltar nombres, podría involucrar a muchas personas que, por el momento, se han librado de comparecer ante la justicia. Y como parece que posee abundante documentación podría presentar pruebas de muchos de los delitos de los que están acusados diversos imputados que, hasta ahora, solo son presuntos culpables. Y lo peor sería si hiciera un pacto con la fiscalía para rebajar su condena y tirara de la manta, entonces se podría montar un lio procesal del carajo. Muñoz se dice que tiene que ponerse en contacto con algunos de sus amigos que, como él, están inmersos en el caso para ver como gestionan la información sobre el paradero de Salazar. El problema es ¿a quiénes? Han de ser tipos de confianza y, en principio, no demasiados. Es consciente de que hay opiniones muy diversas y hasta encontradas sobre el modo de conseguir que el exsindicalista no declare ante la juez instructora o, en su caso, lo haga de la forma más conveniente para los imputados. Tras muchos descartes, al final se queda con media docena de compañeros, todos ellos pringados en el caso ERE, a los que invita a un almuerzo. Sabe perfectamente que alrededor de un mantel y con buenas viandas por medio las relaciones son más acomodaticias y llevaderas. Asimismo, opta por no revelarles el verdadero motivo de la reunión, se limita a indicarles que van a tratar de un asunto que les interesa a todos, lo hace porque no quiere que la noticia del paradero de Curro comience a circular por los cenáculos sevillanos antes de que él y sus amigos tomen una decisión sobre ello.
   Muñoz elige un discreto restaurante en el barrio de Santa Cruz. Alrededor de la mesa se sientan una colección de políticos involucrados en el caso ERE hasta la coronilla: un exconsejero de la Junta de Andalucía, uno de los socios de un bufete de abogados, un exdirector general de la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía (IDEA), el exdirector de una empresa aseguradora, un exsecretario general técnico y una exdelegada de empleo. Los políticos todos son ex porque el tsunami del caso ERE se los ha llevado por delante. Antes de organizar la reunión, Muñoz se ha atrevido a sondear a los dos últimos expresidentes de la Junta, pero desde los gabinetes de ambos políticos le han informado que declinan su asistencia.
   La conversación entre los siete comensales es distendida al principio. Son viejos conocidos y tienen muchos nexos comunes, el último estar imputados en el caso ERE y haber tenido que declarar ante la juez instructora del caso o ante el Tribunal Supremo en el caso de los aforados. Algunos de ellos incluso han sufrido prisión condicional. Los delitos que se les imputan comprenden un amplio abanico, los más recurrentes son malversación de fondos públicos, fraude en subvenciones, cohecho y falsedad documental, blanqueo de capitales, asociación ilícita, prevaricación, delito contra la Hacienda Pública, omisión del deber de denunciar delitos, infidelidad en la custodia de documentos, negociación prohibida a funcionario, obtención fraudulenta de ayudas, etcétera.
   Cuando está organizando la reunión y al recordar como su amigo Diéguez ha dado con el paradero de Salazar, Muñoz se dice:
-Desde luego, el mundo es un pañuelo.

PD.- Hasta el próximo viernes