"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de mayo de 2013

1.2 Armarios vacíos


1.2 Armarios vacíos

   Lorena se da la vuelta, apenas si queda en la cama la huella caliente de otro cuerpo. Llama:
- ¡Sergio! - Ante la falta de respuesta, vuelve a gritar - ¡Churri!, ¿se puede saber dónde estás? - Otra vez responde sólo el silencio.

   Estira los miembros y vuelve a cerrar los ojos. Imposible volver a dormirse, la luz se cuela a raudales por los listones rotos de la contra ventana. No sólo no consigue dormir por la claridad, sino también porque por su mente discurre un turbión de pensamientos y casi ninguno parece grato. Con gesto malhumorado se sienta en la cama.

   Porta una camiseta que le llega a la cintura, ni siquiera lleva bragas. Revuelve la mesilla, pero no encuentra lo que busca. Se pone en pie de un salto y se dirige a la minúscula cocina del apartamento. Abre un par de cajones de uno de los escasos muebles hasta que encuentra lo que buscaba: un paquete de cigarrillos. Está arrugado y... vacío. Con ademán violento lanza el chafado envoltorio al suelo. Decide tomar un café a ver si le ataja el comienzo de migraña que comienza a insinuarse. Tampoco encuentra la cafetera. Insiste. La descubre tras una pila de platos sucios, está seca. Abre una de las alacenas donde guardan el bote del café molido, está limpio. Recuerda que en un estante parecido almacenaban los paquetes de café cuando en los buenos tiempos hacían la compra en Mercadona y llenaban el carro cada quince días. Ahora en el anaquel no hay café ni casi nada. Sólo queda un bote de Nesquik. Abre su tapa azulona, todavía contiene un poco. Calienta un cacito de agua y se prepara una taza, que antes ha tenido que poner bajo el grifo para aclararla.  

   Tras tomar el achocolatado desayuno prosigue la búsqueda de un cigarrillo. Sigue sin encontrarlo, pero sus pesquisas tienen premio, encuentra algo mejor. Dentro de una de las cajitas que hay en la pieza que hace de comedor, salón de estar y recibidor, y envuelto cuidadosamente en papel, queda una poco de hierba.
- ¡Sergio, tío, te has columpiado! - exclama para sí misma -. Me voy a liar un canuto que te cagas.

   Se tiende en el despanzurrado sofá y parsimoniosamente se va fumando el porro hasta que apenas puede coger la colilla con las uñas del índice y el pulgar. Sergio - piensa - se ha debido largar a ver si encuentra curro. Eso de ser basurero no mola nada, mejor sería que fuera donde el Perchas. Espero que se acuerde de hablar con los del buga a ver si nos dan algo más de margen.

   Al tiempo que Lorena se pierde en sus ensoñaciones, un hombre todavía joven, delgado, con barba de varios días, mirada vidriosa, y bastante desaliñado se acerca arrastrando los pies a la terraza de uno de los bares del pueblo dónde dos prójimos entrados en años están tomando unas cañas.
- ¿Me dais un cigarrito?

   Uno de los viejos saca un cigarrillo de la cajetilla y se lo tiende. Al mirarle suelta una exclamación:
- ¡Coño, pero si es el Sergio! Con las pintas que llevas no te había conocido.

   La sorpresa de Sergio es mucho mayor que la del viejo. En un primer momento se le ve vacilar y hasta hace un amago de dar media vuelta y marcharse. Tras unos instantes de duda opta por afrontar la realidad.