"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de julio de 2021

Libro II. Episodio 103. Resaca

   A medida que transcurre la noche de fin de año, Julia se va sintiendo como si fuera la protagonista del cuento de La Cenicienta, está viviendo un sueño. Solo falta que llegue un príncipe y se enamore de ella. Y tiene claro que ese príncipe no es Antonio Jesús, que ha bailado varias piezas con ella pero, tras presentarla a los Sotomayor, la ha dejado en manos de los amigos de los chicos de la familia, que desde entonces revolotean a su alrededor y le piden un baile tras otro sin darle respiro. Llega un momento en que la jovencita no puede más, se sienta y pide que le traigan algo de beber. Uno le trae una copa de champán y otro un vaso de ponche al que ha añadido un buen chorro de anís dulce. La mezcla acaba subiéndosele a la cabeza y provoca que la joven se desinhiba y se convierta en la debutante más alegre, jaranera y divertida del cotillón. Pasa de unos brazos a otros y nadie es más feliz que la chinata. Pasadas las cuatro de la madrugada, Granados que, pese al número de jovencitas encantadoras que hay esperando que alguien las saque a bailar no se ha acercado a ninguna de ellas, le indica que es hora de recogerse.

   En el viaje de vuelta Julia, que está bastante piripi, se echa en brazos de su acompañante y tras unos arrumacos acaba besándole. Beso al que no responde Antonio Jesús que, delicadamente pero con firmeza, se la quita de encima. Cuando llegan a casa de doña Pilar y, mientras el joven abre la puerta pues Julia no ha atinado a meter la llave en la cerradura, la muchacha vuelve a abrazar a Granados y esta vez le planta un beso en la boca. En un segundo de lucidez, Julia se percata que el beso le ha sabido como si hubiese besado a un pez, ha sentido una sensación fría y húmeda. Pero como el alcohol sigue produciendo sus efectos despide a su caballero con una aparatosa reverencia. Pilar, que se ha despertado al oír el ruido del carruaje que los ha traído de vuelta, ha seguido la escena desde la ventana de su dormitorio. Vaya con Julina, se dice, o se ha prendado del mozo o ha cogido una pítima que no se la salta un galgo…, y si es lo primero es un afecto no correspondido, él no ha movido un músculo. En efecto, Antonio Jesús lo que ha hecho ha sido volver a quitarse de encima a la joven, empujarla suavemente hacia el interior de la casa y cerrar la puerta tras ella. Ni siquiera se ha despedido, ha vuelto a meterse en el carruaje y se ha ido.

   -Esto tiene toda la pinta de que ha sido flor de un día o, mejor, de una noche –dice en alta voz la maestra.

   Julia, apoyándose en las paredes para no caerse, llega a su dormitorio y tal como está, sin siquiera descalzarse, se echa encima de la cama y a los pocos segundos se queda dormida.

   A media mañana del día de Año Nuevo, llegan a casa de Pilar la señora Soledad, Consuelo y un poco más tarde Etelvina. Todas ansiosas por escuchar de labios de la joven como ha sido su debut en el baile de las doce uvas.

   -Julia está dormida –les informa Pilar-. Ha debido llegar de madrugada porque estuve esperándola hasta cerca de las tres y me quedé traspuesta sin llegar a verla. He entrado en su habitación hace poco y continúa durmiendo. Creo que ahora lo mejor es dejarla descansar y esta tarde volvéis y podrá contarnos como fue el baile –Las tres mujeres no pueden ocultar su decepción, pero hacen caso de la sugerencia de Pilar y abandonan la casa.

   Lo que realmente ha pretendido la maestra es que no vean despertar a su pupila con la resaca que a buen seguro lleva encima. Cerca de mediodía, Pilar oye rebullir a la joven en su habitación. Se acerca y da unos golpecitos en la puerta.

   -¿Se puede? –Ante la ausencia de respuesta, entreabre la puerta. Julia está sentada en la cama con la cabeza entre las manos. El maquillaje se le ha corrido y el traje parece una pasa.

   -¿Estás bien? –pregunta Pilar acercándose a la cama. En ese momento es cuando parece que Julia se da cuenta de su presencia.

   -Me duele la cabeza –De pronto la joven se pone en pie, sufre un espasmo y se tapa la boca. Pilar reacciona rápida y le pone la jofaina para que pueda vomitar sin mancharse. Luego la sienta en una silla y le limpia la cara con una toalla, después le hace beber un poco de agua.

   -¿Estás mejor?

   Julia asiente. A medida que se le pasan las vascas se va dando cuenta del numerito que está montando, aunque no sea esa su intención.

   -Que vergüenza, doña Pilar. Que vergüenza y que mal me siento.

   -No debes avergonzarte de nada. Es lo natural después de una noche de ajetreo y en la que supongo que habrás tomado una copa de más. Ahora lo que vas a hacer es quitarte el traje y la enagua, descalzarte y echarte en la cama hasta que te encuentres mejor. ¿Puedes hacerlo sola o quieres que te ayude?

   -Puedo, doña Pilar pero, por favor, no se lo cuente a mi madre ni a mi hermana. No sé qué pensarían de mí.

   -Tranquila, hija. Han estado aquí esta mañana y les he dicho que estabas durmiendo. Si vuelven les diré que sigues dormida. Antes de acostarte lávate un poco y ponte algo de colonia así no olerás a vómito. Y duerme todo lo que quieras, ya me encargo de las visitantes. Si necesitas algo dame una voz.

   Pilar se lleva la ropa de Julia y antes de ponerla en remojo la olisquea, huele a sudor y alcohol. Lo que se figuraba, su pupila estuvo bebiendo y parece que terminó el baile pasada de copas, lo que quizá explica la despedida que le montó a Granados. Poco después de acostarse la muchacha, aparece Etelvina a quien Pilar le cuenta lo que está ocurriendo.

   -… y te pido, por favor, que te quedes para que me eches una mano cuando vengan su madre y su hermana pues supongo que querrán verla. Voy a decirles que continúa durmiendo y que es mejor no molestarla. Que ha prometido que mañana nos lo contará todo.

   -No te preocupes, Pilar, yo me encargo de ayudarte a convencerlas.

   -Ah, y de esto ni una palabra.

   -Por favor.

   Poco después de mediodía vuelven Soledad y Consuelo, siguen ansiosas por saber cómo le ha ido a la debutante.

   -Lo siento. Julia se ha despertado, se ha puesto el camisón y se ha vuelto a meter en la cama. Solo me ha dicho que está tronzada y que se divirtió horrores. Ah, y que el joven Granados se portó como un caballero. Que mañana nos lo contará todo con pelos y señales.

   -¿Por qué no la despertamos? –apunta Soledad.

   -Es una mala idea –replica Etelvina-. Después de toda la noche bailando y alternando tiene que estar hecha polvo. Yo me muero de ganas de oírla y que nos cuente como es el baile de las doce uvas y que tal se lo pasó, pero creo que lo más prudente es hacerle caso y dejarlo para mañana. Pilar, ¿que hora será la más indicada para venir mañana?

   Tras la intervención de la comadrona, Soledad y Consuelo, aunque evidentemente frustradas, se despiden hasta el día siguiente. Cuando se van, Pilar cuenta a su amiga la escena de la madrugada cuando la pareja llegó a su puerta. El estado de embriaguez en el que estaba Julia y la reacción tan caballerosa de Antonio Jesús.

   -¡Vaya debut! Si se cogió una buena trompa espero que no haya montado ningún numerito en el baile –comenta Etelvina.

   -Tengo el mismo miedo. Ojalá no se haya propasado y a estas horas sea pasto de los cotilleos de todas las chafarderas de la ciudad.

   -Se me ocurre una cosa. Como aquí no hago nada, voy a acercarme adonde la tía Edelmira la González, que siempre está al tanto de todos los chismorreos que corren por los mentideros. Si tu pupila cometió en el baile algo incorrecto Edelmira lo sabrá. Vuelvo luego.

   Es bien avanzada la tarde cuando Pilar vuelve a oír ruidos en el dormitorio de la muchacha. Cuando se acerca, Julia ya está abriendo la puerta.

   -¿Cómo te encuentras, hija?

   -Mucho mejor, gracias, ya casi no me duele la cabeza. Lo que tengo es hambre.

   -Buena señal. Aséate un poco y mientras te preparo algo para matar el gusanillo.

    Julia baja con mejor cara a la cocina, donde Pilar le ha preparado una merienda-cena a base de un puchero de café bien cargado, un plato de panceta con huevos y mucha agua.

   -¿Y este menú tan raro?

   -Me lo enseñó Julio que lo aprendió cuando se iba de juerga en la Raya. Al parecer es un eficaz revulsivo contra el alcohol. Si no te gusta te preparo otra cosa.

   -Me comería un ternero vivo. ¿Y sabe, Pilar? –Julia ha apeado el doña, señal de que se va recomponiendo-, no me explico como he podido emborracharme. No bebí tanto. Me tomé un par de copas de champán cuando lo de las uvas y hasta mucho después no volví a beber, no sé si es que al mezclar bebidas o tomarlas con el estómago vacío me produjeron un efecto como si hubiese tomado unas botellas de pitarra.

   -No le des más vueltas, eso es agua pasada. Lo que importa es si te lo pasaste bien.

   Julia le cuenta con todo detalle su debut en el cotillón de las doce uvas. Cuando entró estaba nerviosísima porque todo el mundo, especialmente las mujeres, la observaba detenidamente, pero poco a poco se fue serenando. Antonio Jesús le presentó a la familia que los había invitado, los Sotomayor, que estuvieron amables con ella, pero guardando las distancias. En eso que llega Etelvina. Disimuladamente le hace un gesto negativo a Pilar, parece que no hay rumores de un comportamiento incorrecto de la muchacha.

   -¿Y bailaste mucho? –quiere sabe la partera.

   -Con Antonio Jesús las dos primeras piezas, pero luego me presentó a varios amigos de uno de los chicos Sotomayor y no volví a verle el pelo hasta que vino a por mí a tomar las uvas.

   -¡Qué raro!, es quien te lleva al baile y luego no se aprovecha de ello –apostilla Etelvina.

   -Tampoco le vi bailando con nadie. Bueno, una vez bailó con la señora de Sotomayor, pero el resto de la velada se la pasó fumando y charlando con varios chicos. A uno de ellos le conocía de la tienda pues encarga con frecuencia cremas y perfumes, es uno de los Ruiz de Alba y del que Lupe, que es una deslenguada, dice que tiene fama de mariquita.

   -¿Y Antonio Jesús no te dijo nada de por qué te había invitado? –inquiere Pilar, tan desconcertada como Etelvina por la conducta de Granados.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 104. La gente de alto copete suele ser mu suya

viernes, 23 de julio de 2021

Libro II. Episodio 102. El baile de las doce uvas

 

   En Palma de Mallorca, Julio está apurando sus últimos días de estancia en la isla. Chimo Puig ha mostrado ser un anfitrión magnífico y no ha regateado atenciones con su amigo. En los recorridos por los parajes isleños han mantenido largas conversaciones. Tres han sido los temas estrella de esas charlas: la angustiosa situación sentimental de Julio, la más plácida de Chimo y, finalmente, los negocios de ambos. El morellano, en la cuestión del mal de amores del mañego, insiste en lo que le aconsejó el primer día.

   -Debes de continuar peleando. No bajes los brazos, pase lo que pase. Hasta que Julia no se case has de considerar que mantienes tus opciones abiertas. Las personas damos muchas vueltas y no siempre pensamos de la misma forma. Y si hablamos de sentimientos los cambios son aún mayores. Cuando conocí a Laia me pareció una burguesita cargada de manías y de prejuicios y a ella debí parecerle un tipo que solo pensaba en los negocios. Y ahora, ya nos ves, en menos de doce meses pasaremos por la sacristía. Si te soy sincero lo que siento por ella no es un amor romántico y apasionado como el que pintan los novelistas, pero le tengo el suficiente cariño para hacerla feliz y también para ser un buen marido.

   -Te envidio, Chimo, pero yo no tengo tu suerte. No soy correspondido y eso es lo que me amarga la vida.

   -Parece mentira que seas tan poco realista. No sabes si eres correspondido, todavía no te ha contestado y tanto te puede decir que sí como que no. Lo que has de hacer, cuando llegues a Plasencia, es no agobiarla. Déjale que se tome su tiempo, ten en cuenta que es muy joven, aún no cumplió los veintiuno. Y trátala como hacías antes, pero afinando los detalles.

   -¿Qué quieres decir con lo de afinar los detalles?

   -Una media novia francesa que tuve; bueno, realmente fue un flirt de verano, solía repetir que para conquistar y retener a la persona amada hay que hacerle un regalo cada día. Vous devez lui donner un cadeau tous les jours, decía más o menos.

   -¿Y eso cómo se traduce?

   -No se refería a regalos materiales, sino a detalles, a gestos, a atenciones hacia la persona querida. En definitiva, tener el talante de darlo todo sin pedir nada a cambio. Demuéstrale que la quieres sin que te importe que ella, al menos por ahora, no te corresponda. Y si no funciona, pues que quieres que te diga. Las mujeres son como los tranvías, si pierdes uno a los pocos minutos llega otro -Los consejos de Chimo no acaban de convencer a Julio, pero se queda con la copla -Por cierto, se me olvidaba, estamos invitados por mis suegros a cenar con ellos en la Nochebuena y el fin de año. Habrá que ponerse de tiros largos porque estos burgueses mallorquines son muy dados a guardar la etiqueta.

    En Plasencia, la Nochevieja discurre por otros cauces. Una emocionada y nerviosa Julia, acompañada por su madre, recibe en el salón al joven Granados que espera pacientemente.

   -¡Caray, Julia, estás guapísima, vas a ser la sensación del baile! –El elogio del hombre parece tan espontáneo como sincero, pero enseguida se recompone-. Gracias por aceptar mi invitación. Buenas noches, señora Soledad.

   -Buenas noches don Antonio Jesús. Le entrego esta preciosidá, espero que me la devuelva como se la lleva –Soledad se ha puesto a la altura de las circunstancias.

   -No pase cuidado, señora. Soy un caballero y la trataré como lo que es, una damisela encantadora y bellísima –y dirigiéndose a Julia le entrega el pequeño envoltorio que lleva-. Me he permitido traerte una orquídea para que la prendas en tu vestido.

   -Gracias, Antonio Jesús. Mamá –Es la primera vez que Julia da ese tratamiento a su madre-, hazme el favor de traerme un imperdible para la orquídea.

   El resto de las mujeres que hay en la casa esperan impacientes que la joven pareja salga a la calle para atisbarlos desde una ventana. Solo pueden ver como el hombre abre galantemente la puerta del carruaje que está esperando y la joven desaparece dentro. Tras una breve charla, Soledad y Consuelo se despiden anunciando que volverán al día siguiente para que la benjamina de la familia les cuente que tal se lo pasó en el baile. Pilar y Etelvina se quedan charlando de lo que puede traer consigo la puesta de largo de la muchacha.

   -Nunca la había visto tan guapa –comenta Etelvina-. Hay que ver lo que hace un vestido de noche.

   -Y un maquillaje como el que le ha hecho su hermana, no lo olvides. Verdaderamente es un encanto de criatura y esta noche está radiante, parece una artista de las que salen en el Blanco y Negro.

   Algo en lo que ambas mujeres piensan, pero no se atreven a formular, es lo que habría sentido Julio si la hubiese visto. A buen seguro que se hubiera muerto de pena, ver una preciosidad así, tenerla tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

   La entrada de Julia en el Círculo, siempre escoltada por el joven Granados, es todo un boom. Todas las miradas, especialmente las de las mujeres, se centran en ella, la diseccionan de arriba abajo evaluando desde su tocado a sus zapatos. Las matronas con más experiencia enseguida califican el vestido de la muchacha como una medianía de prêt-à-porter, pero valoran en mucho su maquillaje. Lo que sienten las más jóvenes se lee en sus miradas: envidia. Y lo que sienten los varones, sin importar la edad: deseo.

   -¿Quién es ese pimpollo? –se pregunta uno -. Está cómo para hacerle un favor.

   -¿Un favor?, y una docena si se terciara –secunda otro.

   -¿De dónde la habrá sacado el vaina de Granados?

   Antonio Jesús, tras dejar el abrigo así como el echarpe de Julia en el guardarropa, presenta a la joven al clan de los Sotomayor que son quienes les han invitado. La joven en los primeros momentos está nerviosa e insegura, pero en cuanto recobra el aplomo da muestras de su desparpajo y su saber estar. Se comporta como le ha aconsejado doña Pilar.

   -Sé tú misma y no te arrugues. Si te preguntan quién eres, di la verdad sin avergonzarte. Si alguien se burla o ironiza porque trabajas no se lo tengas en cuenta. Pregunten lo que pregunten, contesta sin achicarte, pero sin falsos aires de superioridad. Cuando algo no lo sepas, dilo tranquilamente. Y que nadie te amargue la noche porque tú vales mucho más que la inmensa mayoría de ellos. Diviértete, es tu gran noche.

   Y así lo hace la joven. Las primeras piezas las baila con Antonio Jesús que, pese a su oronda figura, es un bailarín aceptable. Luego Granados la presenta a otros jóvenes y en un abrir y cerrar de ojos el carnet de baile de Julia se llena. La chinata pasa de unos brazos a otros con los ojos entrecerrados para no perder el ritmo mientras siente que su corazón late alocadamente. En el primer intermedio de la orquesta que ameniza el baile, una de las jóvenes Sotomayor presenta a Julia a un grupo de amigas.

   -… y esta es Julia Manzano, pareja esta noche de un amigo de casa, Antonio Jesús de los Granados de Mérida.

   -A ti te tengo vista, ¿no trabajas en la vieja droguería? –pregunta una de las jóvenes a quien la naturaleza no le concedió excesivas gracias.

   -Sí, trabajo en la droguería del señor Elías. Realmente soy la encargada.

   -¿Y no es muy pesado trabajar todos los días? –quiere saber otra.

   -Pues no, es menos pesado que maquillarse todos los días y, desde luego, más entretenido.

   -¿Y de qué conoces a los Granados?

   Las debutantes acribillan a la joven chinata a preguntas que, con suma paciencia, va contestando una tras otra. Alguna ha pretendido humillarla por no ser de su clase, pero se ha topado con una Julia que con voz suave pero tono firme la ha puesto en su sitio. Pronto las jóvenes burguesas se desentienden de ella cuando intuyen que la presencia de Julia en el Círculo es algo ocasional y que posiblemente no vuelvan a verla.

   En cuanto se reanuda el baile, Julia es inmediatamente reclamada por el caballerete a quien ha otorgado la pieza. Unos minutos antes de las doce de la noche, Antonio Jesús la recupera, deben ir a la mesa de los Sotomayor para tomar las uvas y festejar el Año Nuevo. El director de la orquesta anuncia que a medianoche un golpe de gong marcará cada una de las doce campanadas que supondrán el final de 1902. Como señala la tradición, a cada campanada hay que comerse una uva y así hasta completar las doce, lo que es sinónimo de buena fortuna para el nuevo año. Así lo hacen los asistentes entre risas y bromas cuando alguien se atraganta con las uvas. Julia ha tomado la precaución de pelarlas y quitarles las pepitas con lo que no ha tenido ningún problema. Tras las uvas se brinda con champaña francés como mandan los cánones. Julia piensa en los suyos que lo estarán haciendo con sidra, pero con la misma alegría que los encopetados asistentes al baile.

   Terminadas las doce uvas, el baile se anima pues se han abierto toda clase de aditamentos propios del cotillón: confeti, matasuegras, antifaces, gorros, serpentinas… Julia se ha puesto un gorro cónico de payaso y lleva por los hombros una madeja de serpentinas. Da igual, se ponga lo que se ponga sigue estando guapísima y prueba de ello es que los jóvenes se arremolinan a su vera como moscones ante un plato de miel. Alguno más audaz le ha pedido si puede pasearle la calle a lo que la muchacha ha contestado con una carcajada como si hubiese oído algo realmente gracioso, con lo que el osado caballerete se ha quedado sin saber si debía entender la carcajada como un sí o como un no. En cambio, Antonio Jesús se ha comportado durante toda la noche como un perfecto caballero sin decir ni hacer nada que pudiera molestarla. Algo que la muchacha ha sabido agradecerle estando mucho más amable y atenta con él que con los demás. Cerca de las dos de la madrugada, el joven que es pareja de Julia en ese momento, pasado de copas, ha deslizado su mano derecha más abajo de la cintura. Julia no se ha inmutado, ha clavado un tacón en el pie del insolente, le ha pedido disculpas y se ha deshecho de él.

   -Este lechuguino no vuelve a por uvas –se dice Julia al par que esboza una sonrisa irónica.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 103. Resaca

viernes, 16 de julio de 2021

Libro II. Episodio 101. La puesta de largo

 

   La maestra no puede reprimir su sorpresa ante el relato que le hace Julia sobre los Granados y la posterior invitación al baile de fin de año del Círculo. Creía que la muchacha se lo contaba todo, pero no se enfada y reacciona positivamente, es mucho el cariño que tiene a su pupila.

   -Me dejas de piedra, Julia, no me habías dicho nada de la reunión con los Granados –En el tono de su mentora Julia intuye un cierto reproche, por lo que rápidamente se disculpa.

   -No le conté lo de los Granados porque no le di mayor importancia. Nunca creí que esa visita tuviese alguna consecuencia, pero lo que más me interesa es saber su opinión, ¿cree que debería asistir al baile?

   Pilar no tiene que pensárselo ni un instante.

   -Por supuesto que debes ir; si es que te place, claro. Verás…, las familias de alcurnia tienen por costumbre presentar en sociedad a sus hijas al cumplir quince o dieciséis años. La puesta de largo, llamada así porque las jóvenes lucen su primer vestido largo o de noche, además de una presentación en sociedad es una celebración del paso de la adolescencia a la juventud, y eso ocurre una sola vez en la vida. Este baile será para ti tu presentación a lo más granado de la sociedad placentina. Debes de ir, divertirte cuanto puedas y, desde luego, no perderte detalle porque quiero que luego me lo cuentes todo.

   -Tengo una duda, Pilar. Para serle sincera le diré que me apetece mucho asistir al baile, nunca he estado en una fiesta de esa categoría y posiblemente no se me presente otra oportunidad, pero… ¿qué hago si Antonio Jesús quiere algo más de mí que ser su ocasional compañera en el baile?, ¿qué hago?

   -Esa es otra historia, Julia. He opinado que debes asistir al baile para que conozcas como es una fiesta de esa clase y me reafirmo en ello, pero otra cuestión muy diferente es si ese joven habla de cortejarte. La respuesta a esa cuestión no la encontrarás en mí ni en nadie, la descubrirás en tu interior. Bucea dentro de ti y pregúntate: ¿me gusta Antonio Jesús cómo para que me corteje? Solo tú tienes la respuesta.

   -Ese es el problema, ya me lo he preguntado, pero sin encontrar respuesta. Y es natural, casi no conozco al chico, solo estuve con él durante el almuerzo en mi casa y apenas si abrió el pico. De hecho no intercambié una palabra con él, únicamente cuando nos presentaron y al despedirnos. No puedo saber si me gusta o me disgusta, lo más exacto sería decir que me resulta indiferente.

   -Comprendo, en ese caso lo que tendrías que hacer es…

   -Ya sé, esperar y ver, ¿verdad? –se adelanta Julia con una sonrisa a lo que posiblemente vaya a decir Pilar.

   -Compruebo una vez más que mis enseñanzas no han caído en saco roto. Lo que en mi opinión deberías hacer es comportarte correctamente con el chico, ser afable sin pasarte y dejar que sea él quien hable y que diga lo que tenga que decir. Luego tendrás tiempo para pensar lo que vayas a responderle.

   -A propósito de lo que acaba de decir, tengo otra duda todavía mayor, mejor dicho más importante. ¿Cómo le sentará a Julio que vaya al baile con un prácticamente desconocido?

Aunque aún no tengo del todo claro una respuesta a su petición, por nada del mundo quisiera herirle.

   -Ya lo había pensado, Julia, pero sigo reafirmándome en que deberías ir al baile, lo de menos es con quien vayas. Tu respuesta a Julio deberás meditarla detenidamente, ya tendremos tiempo de hablar de ello, pero ahora estamos hablando del baile. Y lo dicho: ve, pásatelo bien, y disfruta como nunca. Vas a ser una de las debutantes del baile, ¿qué tal el vestido que te ha comprado Consuelo, te sienta bien?

   -Me sienta como un guante. Me gustaría que esa noche me ayudara a vestirme y a maquillarme. ¿Puedo contar con usted?

   El día treinta y uno Julia sale de la droguería a media tarde, tiene mucho que hacer. En casa le esperan Pilar y Etelvina, y al poco aparecen la señora Soledad y Consuelo que no quieren perderse el arreglo de la benjamina de la familia Manzano. Las mujeres que rodean a la muchacha parecen estar más nerviosas que la interesada, como si fueran ellas las que tuviesen que a asistir al baile. Lo primero que hacen es someter a la joven a un concienzudo lavoteo en el pilón que hay en el patiecillo de la casa. De ello se han encargado Etelvina y Consuelo, mientras las que pudieron ser consuegras charlan distendidamente sobre el baile y su entorno. Pilar está más interesada en sonsacar a Soledad si hay algo más, algo que no le haya contado a Julia, sobre la visita que les hicieron los Granados. Aunque la matriarca de los Manzano se cierra como una ostra, sí revela algo de lo que piensa sobre una posible unión de su pequeña con el heredero de los Granados.

   -A don Juan José he debido parecerle tontorrona, pero de tonta tengo lo que de novicia, na. Estaba empeñao en conocer, aunque fuera aproximadamente, la dote que llevará Julina el día que pase por el altar. Le di una larga cambiá, como dicen los toreros, y se fue con el rabo entre las piernas. Como si me la dieran con queso. Es que sabe usté, de los dineros que me dejó mi segundo marido, que Dios tenga en su gloria, todavía no hice cuentas. Quiero repartirlos entre tos los hijos pero, teniendo en cuenta que el chico es quien se ha hecho cargo de la hacienda familiar, debo reforzar su parte pa ser justos. Entonces, no tengo que hacer cuatro partes sino cinco o seis, aún no lo sé y pa decir la verdá estoy hecha un lío.

   -Puede aprovechar lo mucho que sabe de cuentas Julia. Ella se lo puede calcular en un pispás.

   En cuanto Julia termina el aseo, viene la parte más prolija del arreglo, el maquillaje. Antes se ha producido un desencuentro entre Pilar y Consuelo sobre como maquillarla. La hermana quiere pintarla a fondo, Pilar sostiene que el mejor maquillaje es el que no se nota, que si la pintan demasiado alterará su natural belleza y convertirá su rostro en una especie de máscara. Al final llegan a un acuerdo y, siguiendo las indicaciones de Julia, es Consuelo quien se encarga del farragoso trabajo. Con un jabón neutro elimina la suciedad del cutis, luego le embadurna la tez con una crema hidratante y después con una brocha aplica una base ligera y satinada que termina en el cuello. Tras lo cual dice de aplicarle un corrector a lo que vuelve a oponerse Pilar.

   -Eso es para las que tengan algo que corregir, disimular o camuflar, pero con esa cara que tiene de Madonna renacentista, Julia no lo necesita.

   Consuelo continúa y le aplica con una brocha gorda unos polvos translúcidos que sirven para fijar el maquillaje y reducir los incómodos brillos de la frente. Cuando Consuelo toma el lápiz de cejas, al ver el gesto de desaprobación de Pilar, se limita a darles unos pequeños toques para definir mejor su forma. Luego le aplica en el rostro un colorete en polvo para ayudarle a potenciar los pómulos y darle un poco más de vida a la cara. Comienza en la mitad del rostro y lo extiende hacia la sien difuminando bien los bordes para evitar manchas. Después llega el maquillaje de los ojos. Empieza aplicándole la sombra sobre el pliegue del párpado con un pincel pequeño, utilizando un tono más claro para la zona central y superior. Acabada la sombra, llega la hora del rímel. Antes Consuelo riza ligeramente las pestañas sin hacer demasiada presión, luego usa un rímel marrón oscuro para resaltar los ojos. Finalmente le llega el turno a los labios. Primero los exfolia y luego los hidrata con cacao, después aplica un lápiz labial, comenzando por el centro del labio y extendiéndolo hacia los bordes. Puesto que Julia tiene la piel clara, Consuelo ha utilizado una barra de labios de un rojo fuerte.

   Cuando Consuelo termina la meticulosa tarea del maquillaje, Julia parece otra. Es como una princesa de cuento, como una diva de las que cantan ópera en el Teatro Real. Hasta Pilar, reacia a todo lo que no sea agua y jabón, tiene que reconocerlo.

   -Estás guapísima –y volviéndose a Consuelo pregunta-. ¿Y tú dónde aprendiste a maquillar de esa manera?, lo digo porque has hecho una obra de arte.

   -No he hecho más que seguir las indicaciones de Julia. Ahora, hermanita, date un par de vueltas para ver el conjunto -De pronto Consuelo se apercibe de que falta algo-. Acabo de darme cuenta que no he pensado en comprar una prenda de abrigo para que Julia pueda taparse los brazos y la espalda porque en la calle hace frío.

   Pilar sale de la habitación y regresa al instante exhibiendo un precioso echarpe de seda.

   -Es un regalo de mi hijo. Póntelo en los hombros y te servirá como abrigo y al mismo tiempo como adorno.

   Llega el mágico momento de enfundarse el vestido de noche. Dejan solas a Julia y a Consuelo para que, tras deshacerse del albornoz, se ponga la lencería: el sostén, las braguitas a juego y el liguero que sujeta unas medias de seda casi transparentes. Luego viene la enagua que cumple una doble función: ayudar al vestido a colgar suavemente y proteger la tela fina del traje de la transpiración corporal. Finalmente Consuelo le pone el vestido de noche que le sienta como si lo hubiesen confeccionado a medida. El resultado es espectacular.

   -Hija, pareces una estrella de las que trae el Blanco y Negro –se admira Pilar al verla.

   -Preciosa, estás preciosa –asevera Etelvina.

   -¡Ay, Julina, lo que diría tu padre, que en gloria esté, si pudiera verte! Vas a ser la más guapa y más bien plantá de todo el sarao. Se van a enterar los estreñidos de los placentinos de lo que es una Manzano.

   En eso se oyen unos discretos golpes en la puerta. Etelvina se encarga de abrir.

   -Buenas noches. Soy Antonio Jesús Granados y vengo a escoltar a la señorita Julia Manzano al baile del Círculo Recreativo -El mozo lleva un abrigo cruzado negro, guantes de piel, sombrero de fieltro y ala ancha y calza unos zapatos acharolados. Porta un pequeño paquete envuelto en papel de seda. Detrás de él hay un carruaje esperando.

   -Buenas noches, sígame, por favor –Etelvina lo conduce a la salita de estar-. Espere aquí, Julia viene enseguida.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 102. El baile de las doce uvas

viernes, 9 de julio de 2021

Libro II. Episodio 100. El vestido de noche

   Terminada la Navidad, Julia vuelve a Plasencia en compañía de su hermana y su marido. Durante el viaje Consuelo le cuenta más historias de los Granados de las que se ha ido enterando.

   -Cuentan que don Juan José ha sido un mujeriego y un viva la virgen, y si ahora no lo es tanto es porque no tiene con qué. De soltero era el que cerraba todos los garitos de mala nota de media Extremadura, tanto tablaos flamencos como casas de mala reputación. Vamos, que no tiene desperdicio. Cuando se casó con la heredera de los del Valle, una de las familias más ricas de Badajoz, se recogió algo pero al poco volvió a las andadas. Las malas lenguas aseguran que media región la tiene sembrada de bastardos suyos, aunque hijo legítimo solo tiene a Antonio Jesús. Su madre murió al poco de dar a luz y el crío se educó entre niñeras e institutrices. A los diez años lo metió en un internao de Sevilla y allí estuvo la criaturita hasta que cumplió los dieciocho.

   -¿Estudió algo?

   -Creo que el bachillerato.

   -Madre me contó que vinieron para conocerme, pues don Juan José anda buscando una mujer culta y educada para su hijo.

   -Madre, como siempre, dorando la píldora. Lo que está buscando el juerguista del padre es alguien con buena dote. Parece que están a dos velas y don Juan se ve que ha pensao que la única forma de volver a dar brillo a los blasones familiares es que su hijo se case con una heredera que apuntale su menguante hacienda. Julina, no te hagas ilusiones, no han venido por tu educación ni por tu palmito, sino a darle un zarpazo a los dineros que ha atesorao madre de los que saldrá tu dote. Y si encuentran a alguien con más cuartos lo más probable es que no vuelvas a verles.

   -Me quitas un peso de encima, Consuelo. Porque el chico no me pareció gran cosa. Apenas si dijo palabra y en una ocasión le pillé bostezando. Para mí que se estaba aburriendo.

   Días antes del fin de año, Julia recibe en la tienda la visita inesperada de su hermana mayor.

   -¿Dónde puedo hablar contigo a solas?

   -Sígueme –y Julia la lleva a la trastienda.

   -Tengo un encargo de madre. Ha mandao dinero para que te compre un traje de noche y lo que haga falta.

   -¡Qué me dices! ¿Y para qué quiero un traje de noche?

   -Ya te lo explicaré cuando vuelva de Cáceres. Voy allí a comprarlo porque aquí todo lo que he encontrao son vestidos pasaos de moda. Mañana estaré de vuelta y te lo cuento todo. Ahora dame tus medidas y qué número de zapatos calzas. Ah, y ve haciendo una selección de las cremas, coloretes y perfumes que más te gusten. No te preocupes por lo que cuesten, todo corre a cuenta de madre que está que lo tira, nunca la vi así de generosa.

   -Pero Consuelo, no puedes irte sin contarme lo que pasa.

   -No tengo tiempo o perderé el tren, voy muy justita de tiempo. Te prometo que mañana te lo cuento todo de pe a pa.

   Julia despide a su hermana, intrigada y hecha un mar de interrogantes. ¿Para que puede necesitar ella un vestido de noche? Nunca tuvo ninguno y no le hizo falta. ¿Qué estará tramando su madre para que de pronto se haya vuelto tan espléndida? Un vestido de gala, ¿para qué?, para ir a una fiesta o a un acto social de alto copete o quizá…; de pronto recuerda que en este final de año están vendiendo muchos artículos de la sección Pour la femme,  especialmente para la clientela de la alta burguesía y de las familias aristocráticas de la ciudad. Eso le proporciona una pista y cuando uno no sabe lo más rápido para salir de la ignorancia es preguntar.

   -Lupe, tú que eres de aquí, ¿se va a celebrar en los próximos días alguna fiesta o acto importante en el que las señoras deban ir con trajes de noche?

   -Naturaca –Lupe a veces se pone en plan de chulapa madrileña-, el día de Nochevieja, como todos los años, el Círculo Recreativo celebra su fiesta de fin de año y la entrá del Año Nuevo. Y los invitaos a la fiesta han de ponerse de tiros largos. ¿No te has dao cuenta la cantidad de potingues, coloretes y esencias que estamos despachando? Es pa el baile del Círculo.

   -¿Hay un baile? –Julia algo ha oído comentar a sus amigas sobre el cotillón de fin de año o baile de las doce uvas como también se lo conoce, pero prefiere que Lupe le dé más detalles.

   -Julina, sabrás mucho de cuentas, pero de la vida social de la ciudad no sabes na. En cosas como esta se nota que todavía no se te ha caído el pelo de la dehesa. Sigues siendo una pueblerina.

   Julia pasa por alto el comentario despectivo de su compañera y continúa preguntando, necesita más información para saber si el traje de noche que le va a comprar Consuelo es para el baile de marras.

   -¿Y cómo es la fiesta y el baile de fin de año?

   -Pos es uno de los actos que el mocerío de la gente bien de la ciudad espera con más ansia. Tos los asistentes se ponen de tiros largos y es costumbre que las jóvenes que asisten por primera vez al baile estrenen traje…

   -¿Un traje de noche?

   -Pos claro, no va a ser un traje pa ir de romería. Se cuenta que muchas familias que quieren lucir a sus hijas se desplazan a Cáceres, Badajoz y algunas hasta Madrid pa comprarles el vestido que lucirán esa noche. En el fondo se trata de dar la campaná y epatar a los demás.

   -¿Y quiénes asisten al baile, todos lo que quieren?

   -¡Quia! Na más pueden ir los socios del Círculo y un invitao o invitá más por socio. Y los que son socios de número pueden invitar hasta una familia completa, es decir padres e hijos. Hay puñalás pa que te inviten. Conozco gente de medio pelo que ha hecho mil diabluras pa ser invitaos y no han podido conseguirlo. En Plasencia solo eres alguien cuando puedes ir tos los años al cotillón de la Nochevieja.

   -No me digas. Entonces nosotras no somos nadie –comenta irónicamente Julia, con lo que da fin al interrogatorio.

   Bueno, se dice la joven, ya sé para que debe ser el traje de noche que me va a comprar Consuelo. Y si es así, ¿quién será el socio o la familia que me va a invitar? ¿Tendrá eso algo que ver con la visita que nos hicieron hace unos días los Granados? Aunque no lo creo, dudo que viviendo en Mérida sean socios del Círculo. Entonces, ¿quién puede ser el que pretende que vaya a ese baile? Y piensa: y digo pretende porque hasta ahora nadie ha pedido mi opinión sobre si me gustaría asistir al cotillón de fin de año, aunque parece que madre lo da por sentado, algo muy propio de ella.

   Al día siguiente, y antes de que Julia marche a la droguería, aparece Consuelo en casa de doña Pilar con unos paquetes.

   -Vengo a que te pruebes el vestido y los zapatos que te he comprao.

   -Consuelo, tengo que irme a la tienda, soy yo la que abro.

   -No sin antes probarte el traje. No sabes lo que me costó encontrar uno de tu talla. Y tuvieron que entrarlo un poco, ¡eres tan delgada! Le voy a decir a madre que una y no más santo Tomás; es la primera y última vez que me presto a uno de sus enjuagues. Conque vamos a tu habitación a ver cómo te sienta el maldito vestido y los puñeteros zapatitos.

  En el dormitorio de Julia, su hermana abre el paquete más grande. De una caja saca un vestido largo y asimétrico con volantes, sin mangas, con el cuerpo bordado con lentejuelas y parte de la espalda al aire. Nada más verlo, Julia se enamora del traje. Nunca ha tenido algo tan fascinante y chic. Y le da la impresión que el color de melocotón del vestido le sentará de maravilla a su blanca piel. El complemento perfecto son unos zapatos de tacón a juego con el color del traje. Mientras la joven se prueba el vestido y los zapatos, Consuelo le explica el motivo de todo ello. Resulta que al heredero de los Granados parece que Julia le hizo tilín y una manera de comenzar a conocerse es invitándola al cotillón del Círculo. Don Juan José ha tirado de los hilos oportunos para que, una de las familias más nobles, los Sotomayor, con los que está lejanamente emparentado y que son socios del Círculo inviten al baile a Antonio Jesús y a Julia. Más tarde recibirá un billete de los Sotomayor invitándola formalmente al baile y una nota del Granados joven indicándole que el treinta y uno sobre las nueve y media de la noche pasará a recogerla para acompañarla al Círculo. Que esté preparada.

   -¿Y a todo esto, alguien me ha preguntado si me gustaría ir al dichoso baile? –pregunta Julia, más por mantener el tipo que otra cosa.

   -Si no te peta no vayas, pero te anticipo que le darás a madre el mayor disgusto de su vida y, si me apuras, a todos los Manzano y Barrado. No veas lo ilusionados que están con que podamos emparentar con una de las familias de mayor alcurnia de toda Extremadura. Y por mi parte te diré que no sabes cómo te envidio, me hubiera chiflado que me invitaran al baile, pero a una vaquera no la invita nadie. Además, ten en cuenta que el hecho de que aceptes la invitación no te obliga a nada. Lo peor que te puede ocurrir es que Antonio Jesús sea un patoso bailando y te pise alguna que otra vez, pero si el rubito no te dice na, pues adiós muy buenas.

   No es el posible disgusto de su madre ni las razones alegadas por su hermana las que convencen a Julia, es el traje, le chifla. Sabe que posiblemente no tendrá otra oportunidad de lucir un vestido así y quiere experimentar que se siente enfundada en un vestido que le sienta como un guante que, por cierto, son otros de los complementos que Consuelo le ha traído de Cáceres. Por lo que le dice a su hermana que acepta la invitación, más por la familia que porque le haga la más mínima ilusión asistir al baile. Guarda los paquetes y se va a la droguería donde pasa la mañana sin prestar demasiada atención al trabajo. En cuanto llega a casa a mediodía y se junta con Pilar piensa que debe contarle lo que le ocurre, e incluso pedirle consejo.

   -Pilar, no puede imaginarse lo que acaba de pasarme –Y Julia le cuenta la invitación recibida para asistir al cotillón del Círculo, lo que también la obliga a explicarle el encuentro con los Granados y el motivo por el qué comieron con su familia el día después de Navidad, y termina pidiéndole consejo-: ¿Qué cree que debería hacer?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 101. Maquillaje