"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 4 de noviembre de 2016

76. Un funeral gitano



    La portada online de El País del veintiséis de enero tiene como titular central: Iglesias tendrá que consultar a las bases y Sánchez a la dirección. ¿Cómo harán eso de consultar a las bases?, ¿los afiliados irán a votar a las sedes del partido?, se pregunta Ponte. Claro que ahora con esto de internet también pueden hacerlo a través de la red. ¿Y por qué el del PSOE no consulta también a las bases? En cualquier caso, estoy convencido de que lo que vayan a hacer ya lo tiene decidido la cúpula del partido, digan lo que digan los cándidos tipos de las puñeteras bases. En la columna de salida un titular, más pequeño que el anterior, dice: La UE considera tomar medidas drásticas para el problema de los refugiados. Y debajo un subtitular que explica: Varios países quieren prolongar dos años la suspensión del acuerdo de libre circulación. No, si al final van a rehacer las fronteras de siempre y cada uno en su casa y Dios en la de todos, pero los pobres refugiados continuarán encerrados en esos campamentos de vergüenza. Y concluye la lectura.
   Está llegando al extremo de que ni siquiera suele terminar las portadas. Además, tiene que prepararse, esta mañana tiene cita con el Tío Josefo y no puede llevar un atuendo de brocha gorda para ver al viejo gitano, sabe que este irá hecho un pincel, un pincel calé, pero pincel al fin y al cabo. Ponte no le ha contado de antemano lo que pretende, solo le ha dicho que tiene ganas de echar unas parrafadas. Han quedado en un bar de Móstoles cerca de donde vive el patriarca. Lo que le lleva a pensar que se han visto muchas veces, pero ninguno de ambos ha invitado al otro a visitar su casa. Igual es cierto eso que dice Ballarín, de que siempre hay una especie de barrera entre payos y gitanos.
   La entrevista es tan cordial como de costumbre. Lo primero que pregunta Ponte, como está mandado, es si el pequeño Frasquito, uno de los nietos del Tío Josefo, ya está completamente restablecido. Afortunadamente es así. Luego viene lo de contarse como está el resto de la parentela. Ponte sabe lo importante que es la familia para los calés. A lo largo de la charla van pasando de un tema a otro hasta que terminan conversando de cómo le van las cosas a Ponte.
- Pues ahí estamos, pero hasta que no se resuelva lo del robo del tesoro no dormiré tranquilo porque sigo siendo el único testigo ocular del caso. Hay noches que todavía tengo pesadillas con el atracador que me apuntó con una pistola.
- Hombre, don Manué, es que tener un hierro apuntándote a las napias es mu duro, no solo pa un payo, también pa un gitano.
- Por cierto – Ponte decide que ha llegado el momento -, hablando de su gente, he leído en los papeles que los Corrochanos tuvieron una buena refriega en el Cobo Calleja con unos chinos.
- Pues así parese. Y uno de los chaveas del Tío Rafaé lo pagó con su piel, que la palmao, vamos. Presisamente en unos días, cuando el jues de instrusión dé la orden, lo van a enterrar. Me han contao que va a venir casi toa la familia que anda esparsia por esos mundos de Dios.
- ¿Los funerales gitanos son como los de los payos o son diferentes? – quiere saber Ponte.
- Bueno, pues má o meno. Cuando un andoba la diña, lo mismo da que sea una cosa u otra. L´a palmao y hay que echarle tierra ensima.
- ¿Era muy joven el muerto?
- Casi un chavea, seguramente por eso palmó, porque le faltaba esperiensia y arriesgó demasiao el pellejo. Y no vale la pena que le peguen a uno cuatro tiros por unos duros, sean muchos o pocos – al Tío Josefo lo del euro, al menos en su forma de hablar, le trae al fresco.
   Ponte registra en su memoria lo de que le peguen a uno cuatro tiros por unos duros. Ya tiene un dato que contarle a Grandal: el motivo de la pelea o, al menos, uno de ellos parece que fue el dinero. Habrá que seguir tirando de la lengua al Tío Josefo a ver si suelta más información.
- Así que van a venir más parientes de los Corrochanos al funeral…
- Naturá, nosotros tenemo mucho respeto a los muertos. Vendrán a mostrar al fallesio su considerasión y el respeto debio al patriarca de la familia.
- Y esa consideración y respeto ¿de qué manera se demuestra?
   Al Tío Josefo la deriva que ha tomado la charla no le gusta ni pizca, el tema de la muerte no es algo que le haga feliz precisamente, pero en atención a su viejo amigo decide contarle algo más, a ver si así deja de preguntar.
- Verá, don Manué. Lo primero es que no dejamos que a nuestros muertos se les hagan autosias, aunque en este caso con jueses de por medio no habrá sio posible. Al fallesío, Antoñito era su grasia, se le va a velar durante tres días, si el estao del cadáver lo permite. Debajo de su ataúd se colocarán algunas de las cosas que más le gustaban como café, sigarros, vino… Esos días de velatorio, los familiares no usarán jabón ni se pondrán ropa nueva ni bailarán o cantarán. Los varones llevarán una sinta negra en la camisa como señá del luto. Acabados los días de vela se le enterrará tal y como la palmó, con toas las cosas que solía llevar ensima. Al cabo de unos días, el número depende si hay familias que tengan que viajar, se selebrará una comia en su memoria, donde se servirán los platos que más le gustaban y se dejará en la mesa una silla vasia para el difunto - Hasta ahí llega el patriarca en su explicación sobre los funerales gitanos. Espera que sea suficiente y que no haya más preguntas sobre la cuestión.
   Ponte no está para sutilezas y sigue tirando de la cuerda con peligro de romperla.
- Y después del funeral supongo que lo llevarán al cementerio, ¿al de los payos o hay cementerios aparte para los gitanos?
   El semblante del Tío Josefo no se altera un ápice, aunque está pensando que su viejo amigo se está pasando, ¿o acaso no se ha dado cuenta de cuánto le incomoda hablar de la muerte?, más fiel a su concepto de la amistad contesta:
- Si se nos enterrara aparte sería una muestra más del rasismo de la mayoría de payos, entre los que por descontao no le incluyo a usté. Si va a un gran sementerio como La Almudena o San Isidro comprobará que las sepulturas más cuidadas, con más flores y objetos del difunto pertenesen a familias gitanas. Un ejemplo: en el sementerio de Valladolid hay un sepulcro en el que está enterrao el Tío Borlas, que fue patriarca de uno de los clanes de la siudad. Pues se dise de ese mausoleo que es uno de los más hermosos y bien decoraos de to el país – y para dar fin a una conversación que no haría feliz a ningún calé la remata dando una pizca de información personal -. Justamente, con lo del funeral del Antoñito tengo mis más y mis menos. M´explico. Por un lao, debería asistir al funeral, cómo lo harán la mayoría de los patriarcas. Es una cuestión de respeto p´al muerto y pa el Tío Rafaé. Pero por otra, no m´apetese ná. Los Corrochanos siguen siendo unos malajes y cuanto más lejos de ellos, mejor. Y ya está bien hablar de muertos, no vayamos a tentar la bicha. De lo que hay que hablar es de los vivos.
   La última frase del gitano hace que Ponte se caiga del guindo por su falta de tacto. No más hablar de muertos, hay que cambiar de registro, pero quiere soltar un último mensaje sobre los entierros, pues le interesa que el patriarca acuda al funeral de los Corrochanos porque en los velatorios, para aliviar las muchas horas muertas, la gente habla de todo.
- Tiene toda la razón, Tío Josefo. Ni una palabra más sobre los muertos, habiendo tanto que contar sobre los vivos, pero no me resisto a darle un consejo, si usted me lo permite – ante el leve asentimiento del gitano, Ponte prosigue -. Dados mis muchos años, he tenido que asistir a muchos entierros, demasiados, y en ellos he aprendido que cuando los familiares del fallecido se quedan solos hacen el recuento de los que fueron y de los que no. Y quedan agradecidos a los que asistieron al entierro. Como también toman nota de aquellos que no estuvieron y lo tendrán en cuenta en el futuro. Usted, que no solo es viejo como yo, sino mucho más listo, sabrá sacar la moraleja – y aquí, Ponte da el quiebro que esperaba el Tío Josefo como agua de mayo -. Y hablando de vivos, como está su sobrino-nieto Bartolillo, el que encontré recogiendo naranja en Castellón, ¿sigue por allí?
   Cuando payo y gitano se despiden, Ponte deja caer que la próxima vez que se vean, que espera que sea pronto, la invitación corre por su cuenta. Hoy, como han estado en territorio del Tío Josefo, ha sido el patriarca el que ha pagado. El gitano a lo de la próxima vez no responde, lo que dice al marcharse es una antigua despedida que Ponte hacía años que no oía.
- Quede usté con Dios, don Manué.