"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 20 de abril de 2018

49. Un ataque de cuernos que trae cola


   El trío de jubilados ha dejado a Salazar reposando en su habitación y bajan a la terraza para echar su cotidiana partida.
-A las buenas tardes –les saluda Ramo que les está esperando en compañía de Vicentín que al llegar el trío ve la oportunidad de dejar la molesta, para él, compañía del viejo torreblanquí.
-Te dejo, Pedro. Voy a buscar a mi novia.
-Tú eres el novio de Anca, ¿verdad? –pregunta Álvarez-. Pues la encontrarás en la habitación de Martínez. Cuando nosotros salíamos entraba ella otra vez.
   Lo de que su novia volvía a entrar en la habitación del andaluz quiere decir que antes también estaba. Cuando procesa ese encadenamiento de hechos el rostro del hereu se transforma en una máscara de rabia. Sin decir ni media palabra entra en el hostal y se dirige directamente a la habitación en la que sigue postrado Curro. No llama, da un empujón a la puerta que se abre violentamente. Se encuentra a Anca que está doblando el embozo de la sábana, lo hace en una posición en la que la falda, ya de por sí corta, se le sube muslos arriba hasta dejar ver el tanga. Curro, sentado en un sillón, está mirando embelesado el rotundo trasero de la joven. La escena encalabrina todavía más a Vicentín que se dirige de forma airada al exsindicalista:
-¡Viejo baboso!, ¿te gusta lo que estás viendo? Pues lo verás, pero no lo catarás. Y tú –dice dirigiéndose a su novia-, ahora mismo deja lo que estás haciendo y te vienes conmigo. Ya está bien de recrearle la vista a este viejo chocho. Y bájate la falda de una puta vez.
-Baboso, chocho –comenta irónico Salazar sin perder la calma-, vaya vocabulario que te gastas jovencito. No sé si seré todo eso, lo que sí sé es que tú eres un gilipolla integral y si no lo eres más es porque no entrenas. Y esa no es manera de tratar a Anca, se merece un respeto.
-Como trate a mi novia es asunto mío, vejestorio –replica Vicentín que coge por el brazo a su novia y tira de ella hacia la puerta.
   Anca, que hasta el momento no ha dicho nada, se desprende de la mano de su novio y le planta cara.
-Me tienes hasta los ovarios con tus celos. Estoy haciendo mi trabajo y vienes tú a desbaratarlo todo. Y no te consiento que trates así al mejor cliente que tiene la casa. Como se entere la patrona ya verás la que me monta. Vas a conseguir que me despidan. Haz el favor de irte y déjame trabajar.
-¿Le llamas trabajar a ir enseñando el culo a este viejo verde para que se ponga cachondo? O sales por las buenas o te saco a guantazo limpio.
   Es oír la amenaza y Salazar se levanta del sillón interponiéndose entre la pareja.
-Como le pongas un dedo encima el que va a recibir una jartá de hostias vas a ser tú –y el gaditano levanta la mano en actitud amenazante.
   Vicentín no se lo piensa, da un empellón con ambas manos a Salazar que, sorprendido por el empujón, cae hacia atrás chocando contra uno de los brazos del sillón en el que estaba sentado. Un agudo ay de dolor del exsindicalista es señal de que la caída ha podido dañarle la fractura que tiene. Anca, asustada, se apresura a recogerlo del suelo y lo recuesta en la cama mientras Vicentín se queda sin saber qué hacer. Salazar sigue quejándose al tiempo que parece que tiene problemas para respirar. Ha comenzado a trasudar y su rostro muestra una palidez preocupante. A la joven lo único que se le ocurre es ponerle un almohadón bajo la cabeza para que pueda respirar mejor y ofrecerle un vaso de agua que el dolorido gaditano rechaza con un gesto.
-Don Francisco, voy a llamar al médico, no me gusta la cara que tiene –decide Anca que dirigiéndose a su novio le espeta-. ¿Ves lo que has conseguido con tus puñeteros celos? Como se entere de lo ocurrido la señora Eulalia me pone de patitas en la calle. Ya te estás marchando a toda leche que voy a llamar al médico. Y no se te ocurra contarle a nadie lo que ha pasado –y volviéndose a Salazar trata de tranquilizarle-. Don Francisco, le dejo pero solo el tiempo necesario para bajar y pedir que llamen al centro de salud para que venga un médico. Y le pido un favor: no cuente lo que ha pasado, si lo hace me despedirán. Diga simplemente que ha resbalado y se ha caído. Y le juro que esto no volverá a pasar.
   El exsindicalista, al que le cuesta articular palabra, asiente con un gesto.
   Aproximadamente una hora más tarde llega la asistencia sanitaria, es una joven médica que está haciendo las consabidas sustituciones veraniegas y que no anda sobrada de experiencia. Salazar algo se ha repuesto aunque sigue respirando con cierta dificultad. La galena tras auscultar al gaditano, y después de las explicaciones que le da la patrona sobre la fractura de dos costillas y la caída que acaba de tener, según le ha contado Anca, opta por el diagnóstico más pesimista. Habla de que podría tratarse de un neumotórax producido por el traumatismo sufrido puesto que los síntomas que muestra el paciente de dificultades para respirar y de que se queja de dolor en la zona del tórax así lo indican. Lo del posible neumotórax preocupa a la patrona, aunque no tiene ni idea de lo que es, porque es consciente de que no hay peor propaganda para un establecimiento hotelero de que se te muera un huésped.
-¿Y lo que ha dicho del neumo… -se atranca con la palabreja-… ese es muy grave doctora? ¿Habría que llevarlo a un hospital?
   La médica echa marcha atrás. Quizá ser alarmista no sea la mejor forma de conseguir que le vuelvan a contratar para otras sustituciones.
-Bueno, es una posibilidad, pero en veinticuatro horas podremos saberlo. ¿Ha sangrado al toser? –pregunta a Salazar que ya ha recuperado el habla.
-No, solo dolor en el pecho y alguna dificultad para respirar.
-Entonces creo que podemos descartar una perforación en los pulmones que es la etiología del neumotórax. Posiblemente sea que se ha resentido de la fractura. Deberá guardar un riguroso reposo durante al menos cuarenta y ocho horas y el martes volveré a verle. Si le duele mucho tómese un calmante.
   A todo esto, Vicentín ha salido del hostal echando leches y con un cabreo monumental. Cruza la terraza donde están jugando los jubilados y cegado por la ira tropieza con una de las camareras a quien no llega a derribar, pero la bandeja que lleva sale disparada con la consiguiente rotura del servicio que llevaba. En vez de disculparse, el hereu increpa ásperamente a la chica.
-¡Quítate de en medio, patosa de mierda!
   La joven no se arredra pues conoce bien al interfecto y piensa que probablemente su cabreo se deba a un ataque de cuernos. No es la primera vez que lo ve en tal estado.
-Patosa lo será tu novia y te aviso que tendrás que pagar lo que has roto y, por supuesto, se lo voy a decir a la señora Eulalia.
-A mi novia ni nombrarla o te parto la cara de un guantazo.
   Los jubilados, que han vuelto la cara al oír el estrépito, afean su conducta al joven. Quien primero lo hace es Grandal.
-Oye, jovenzuelo, si se te ocurre ponerle la mano encima a la chica te prometo que esta noche vas a dormir en el cuartelillo. Palabra de comisario.
-Vicentín, anda, no la líes y vete en paz –le aconseja Ramo.
   El joven no se ha arredrado ante las críticas a su comportamiento, al contrario se pone más farruco.
-Vosotros, carcamales, no os metáis en camisa de once varas o me voy a cagar en vuestros muertos.
   Grandal por un momento está por levantarse y encararse con el irascible jovenzuelo, pero se lo piensa mejor y opta por meterle miedo, conoce bien a esos falsos bravucones.
-Mira, guapín, te doy diez segundos para que te largues. Si tardas un segundo más juro por la constitución búlgara que llamo a la Guardia Civil y está noche la pasas en la trena.
   Vicentín hace un intento de contestar, pero algo en el semblante de su interlocutor le avisa de que no está hablando en vano. Se da media vuelta, se mete en su coche y se va. El suceso ha provocado un parón en la partida pues un hecho así no es algo que pase todos los días en una playa tan tranquila.
-Tus jóvenes paisanos ¿son todos de esa calaña? –pregunta Ponte a Ramo.
-Ni mucho menos. No conozco muy bien a la juventud actual, pero apostaría doble contra sencillo que aquí hay de todo, como en botica. A ese chaval le conozco desde que nació porque de jovencito fui amigo de su padre y sé cómo ha sido educado. Mejor sería decir cómo ha sido maleducado –Ramo ahonda más su explicación-. Sus padres lo tuvieron cuando ya no creían que fueran a tener hijos y lo criaron con todo el mimo del mundo, de tal forma que en aquella casa solo se hacía lo que al crío le petaba. Cuando quisieron recular y enmendarle la plana ya era demasiado tarde. Como estudiante fue un fracaso y no tiene oficio ni beneficio, como suele decirse. Y puesto que sus padres tienen una fortuna de pueblo, sobre todo en tierras, el niño nunca le ha dado un palo al agua. Y ahí le tenéis creyéndose que es el rey del mambo, cuando en realidad es un paleto ignorante que nunca hará nada de provecho y que terminará puliéndose todo el capital que va a heredar. En resumen, no es nadie, solo un chaval creído, malcriado y estúpido.
-Vaya joya que se va a llevar Anca –sentencia Álvarez.

PD.- Hasta el próximo viernes