"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 14 de febrero de 2014

3.2. Otra vez la burra al trigo

   Sergio sigue aplicándose en el trabajo. Sus estudios de electrónica, que hasta el momento parecía que de poco le habían servido, se van revelando paulatinamente como el fundamento teórico que le proporciona una creciente madurez profesional. Pronto se hace visible que esos saberes le hacen muy superior a la mayoría de compañeros de tareas en lo tocante no sólo a conocimientos sino también a aplicaciones.
  
   En cuanto Sergio cobra su primer sueldo como oficial, la joven pareja paga un mes adelantado del piso que ha alquilado en el barrio antiguo del pueblo. No es gran cosa, pero es su casa. El mobiliario es un muestrario de enseres de segunda mano, en unos casos desechados, en otros cedidos por amigos y familiares; es el caso de la cama, que es la que tenía Lorena en su casa paterna, o del modesto frigorífico, regalo del abuelo Andrés. Se consuelan diciéndose que no es más que un primer paso y que alquilarán otro apartamento con mejor facha en cuanto aumenten sus ingresos, algo que Lorena espera que pronto ocurra según le comenta su amiga Verónica sobre lo contento que está su tío con la progresión de Sergio.

   Una vez instalados en su nueva casa, Lorena decide organizar una fiesta en el primer fin de semana en que han conseguido dar al piso una mediana apariencia hogareña. Los invitados son los amigos de Lorena de toda la vida porque Sergio sigue sin haber intimado con nadie. Se bebe más que se come. Terminan casi todos ebrios y algunos bastante colgados después de fumar un canuto tras otro e ingerir un montón de pastillas. Al día siguiente, el apartamento parece un basurero: hay cascos de botellas, restos de confeti, chafados gorros de papel, matasuegras rotos, cucuruchos de pipas y un sin fin de sorprendentes objetos, como unas bragas que Sergio descubre tiradas debajo del sofá medio desvencijado que alguien les ha regalado. Las encuentra porque al levantarse y ver el panorama ha decidido que hay que adecentar la casa. Está acostumbrado al orden y la limpieza que siempre ha reinado en el pequeño piso de su familia, donde su madre lo tiene todo como los chorros del oro.
  
   Cuando Lorena despierta, descubre a Sergio que, fregona y recogedor en mano, intenta quitar la porquería que se ha acumulado en el apartamento. Su madre le ha inculcado que la limpieza de la casa es tan importante como la del cuerpo. En cambio, la joven no se acostumbra a que Sergio trate de mantener un mínimo de pulcritud en el piso que comparten, de ahí que le pregunte de malos modos:
- ¿Pero se puede saber qué estás haciendo?
- Tratando de poner un poco de orden, que lo han dejado todo hecho un asco.
- Anda, monín, deja esa fregona que eso es cosa de mujeres. Y si quieres hacer de cocinilla prepárame un café bien cargado que tengo la olla a punto de estallar. Luego aprovecharemos la mañana para ir a la playa, que es el único día que podemos. Cuando volvamos ya lo limpiaremos.
   La pareja pasa todo el día en la playa con los amigos de ella, algunos de los cuales todavía muestran señales de la moña del día anterior. Comen en un chiringuito y, ya con el sol ocultándose, regresan al apartamento. Sergio hace el amago de retomar los útiles de limpieza, pero en cuanto ve desnudarse a Lorena se lo piensa mejor. El aseo de la casa puede esperar un día más, su erección no.                                                            

   En unos meses, Sergio ha pasado de ser ayudante de instalador a todo un electricista profesional. Es inteligente, preparado y no escurre el bulto a la hora de arrimar el hombro como el que más. A los ojos de su jefe, el señor Francisco y de Dimas el capataz, su papel se consolida cada día que pasa. De hecho le han ascendido directamente a oficial de primera. Como las construcciones siguen creciendo, Francisco opta a más contratas, necesita más personal y que éste amplíe su jornada para poder cumplir los compromisos contraídos.   
   Precisamente el trabajo es el origen de una de las primeras peleas de la pareja. Francisco ofrece a Sergio realizar horas extras que se pagan mucho mejor. El chico le agradece la oferta, al par que la rechaza. Piensa que todo el tiempo que esté de más en el tajo, es tiempo que estará de menos con Lorena. Cuando se lo cuenta, la joven se revuelve hecha una furia.
- ¿Estás majara, cómo le has dicho que no? ¿Tú sabes a cómo se pagan las horas extras?
- Mi vida, con lo que gano tenemos más que suficiente. Un profe de mi cole solía repetir que no hay que vivir para trabajar sino trabajar para vivir.
- Déjate de monsergas de colegio de curas. Hay que estar al loro y ocasiones, como las que te ha ofrecido el Francisco, hay que cogerlas al vuelo.
- Dije que no pensando en ti. Si estoy más horas fuera de casa, menos tiempo estaremos juntos.
- Mira, guapito de cara, para estar juntos tendremos todo el tiempo del mundo. Hasta nos aburriremos. Ahora lo que toca es ir adónde el Francisco, decirle que te pasaste veinte pueblos cuando rechazaste su oferta, que te lo has pensado mejor y que vas a hacer todas las horas extras que hagan falta.
- Mi amor, no te comprendo. Gano lo suficiente para vivir.
- No seas berza, Sergio. ¿Cómo quieres que te lo repita, cantando? Eso de que ganas lo suficiente es según se mire. Si vamos a conformarnos con vivir en esta mierda de piso, entonces sí, pero si queremos tener un apartamento molón y amueblado como debe de ser no te queda otra que currar más.

   El día de paga Sergio recibe un cheque barrado con el salario estipulado como oficial electricista, y un sobre con dinero en metálico. Como le explica Irene, una más de las sobrinas del señor Francisco que hace las veces de pagadora, los billetes del sobre corresponden a las horas extras que se pagan en negro puesto que no se declaran al fisco. Sergio se lo comenta a su abuelo a quien sigue visitando con asiduidad.
- ¿No te parece abuelo que esto del dinero negro de algún modo es una especie de estafa?
- ¿Estafa, a quién? – pregunta con extrañeza el señor Andrés.
- Pues a Hacienda, a la Seguridad Social y si me apuras al resto de los ciudadanos. Es algo que debería de estar mucho más perseguido y castigado de lo que está.
- La verdad es que no lo había pensado, pero vamos a ver alma de cántaro, ¿en qué clase de mundo crees que vives? Lo que dices está muy bien y lo estaría mejor si todo el mundo cumpliera las leyes, pero en este puñetero país las leyes no las cumple nadie empezando por los que las hacen.
- Empiezo a darme cuenta de que es así, pero no por eso deja de estar mal hecho. Si todos cumpliéramos a rajatabla lo que está dispuesto en leyes y reglamentos otro gallo nos cantara.
- Seguro que la razón está de tu parte, pero así son las cosas. Lo de las horas extras pagadas en negro no es más que un pequeño ejemplo de cómo funciona el país. Como me has hecho ver, tu patrón, al no declarar esos pagos, se ahorra la correspondiente cotización a la Seguridad Social y a Hacienda. De acuerdo, pero así baja sus costes y puede ajustar más el precio de las contratas. Los constructores también rebajan sus costes y ganan más dinero por lo que pueden construir más viviendas con lo que dan trabajo a más obreros. A más casas, más trabajo, más gente ocupada y más mercancías que van y vienen con lo que el gobierno recauda más impuestos. Y sigue la bola.
- Abuelo, ¿pero se puede saber dónde estudiaste economía? – pegunta socarronamente Sergio.
- Menos coñas, hijo. Sabes muy bien que tu abuelo no pasó de la escuela del pueblo, pero he vivido mucho y algo he leído.
- De todas formas, abuelo, tus explicaciones sobre economía capitalista dejan mucho que desear y tienen muchos puntos que podría rebatir fácilmente, pero  en este momento no es eso lo que estamos debatiendo, sobre lo que quiero saber tu opinión es ¿lo del dinero negro, mejor dicho, lo de la economía sumergida te parece bien?
- Ni bien ni mal, pero si no existiera eso que llamas economía sumergida más de una familia y más de dos las iban a pasar canutas. Ahora, si te parece tan mal lo de cobrar en negro las horas extras, cosa que entiendo, lo tienes fácil: pide que te las paguen en blanco o renuncia a hacerlas.
- Abuelo, si hiciera eso lo más probable es que el señor Francisco me pusiera en la calle y, por otra parte y con toda seguridad, Lorena me sacaría los ojos.
- Pues ya sabes, hijo, otra vez la burra al trigo.