"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 2 de septiembre de 2016

58. ¡Lo que nos faltaba!


   Los coordinadores del Caso Inca, a pesar a las posibles restricciones legales, se han puesto de acuerdo en presionar al director de la agencia de detectives que está realizando el seguimiento aleatorio de Adolfo Martínez para que les informe por cuenta de quien lo están vigilando. Otro punto a dilucidar es si visitar la agencia o que sea su máximo responsable quien venga a ellos. Se ha impuesto la opción de jugar en campo propio.
   Bernal llama al director de la agencia y le ruega que si puede pasarse por la  Brigada de Patrimonio. Han de darle información de un hecho que, según como se resuelva, puede ser altamente interesante o catastrófico para su negocio. El director, y principal accionista de la empresa, insiste en saber de qué se trata, pero Bernal le reitera que el asunto es confidencial y no puede decirle más por teléfono. Planteada así la cuestión, el director resuelve visitar la Brigada con la que nunca ha colaborado. Lo primero que hace Bernal es presentarle a sus dos compañeros. El hecho de que haya un inspector francés en el grupo incrementa la curiosidad de Ernest Perarnau. Hechas las presentaciones, el inspector de la Policía Judicial explica al director de Método-5 de qué va el asunto.
- Ernest, como sé que eres hombre para quien el tiempo es oro, no voy a andar con rodeos. Hemos detectado que algunos de tus empleados están realizando el seguimiento de Adolfo Martínez, técnico de seguridad que vive en Majadahonda. Y los hemos descubierto porque también nuestra gente está vigilando a ese individuo. Lo hacen con la anuencia de la jueza que está instruyendo el sumario de un grave delito cometido hace un cierto tiempo. Y no te puedo facilitar más datos porque su señoría ha declarado el secreto del sumario.
- ¿Y se puede saber porque me lo cuentas? – es la lógica pregunta de Perarnau.
- Porque queremos pedirte dos favores. Uno, que retires a tus hombres de la vigilancia de Martínez. Con tanta gente siguiéndole los pasos terminará por darse cuenta de que le están vigilando y eso resultaría desastroso para el esclarecimiento del delito del que te hablaba. Otro, que necesitamos que nos digas el nombre del cliente que está interesado en conocer las andanzas del fulano de Majadahonda.
   La respuesta del director suena a frase de los Hermanos Marx:
- Y también dos huevos duros.                                                                 
- Ernest, te lo estamos pidiendo de la manera más correcta posible. Las chacotas sobran.
- Mi estimado Bernal, me lo tomo a broma porque si me tomase en serio tu petición lo que tendría que hacer sería plantarme ante el juzgado de guardia y presentar una denuncia contra vosotros. ¿Sabéis en cuántos tipos penales estáis incurriendo?
- Algo sabemos. Como tú también debes saber que en cuanto recurramos a la jueza que instruye el caso y libre el correspondiente mandamiento cantarás hasta la Internacional.
- Pues recurrir a la juez en cuestión. No tengo más que añadir. Bueno, sí. Que no pienso ordenar a mis hombres que dejen de vigilar a Martínez. Y como has dicho muy bien, amigo Bernal, soy hombre muy ocupado por lo que está conversación, por mi parte, ha terminado.
- Lo siento, pero no – Atienza interviene en la charla por primera vez -. No se terminará hasta que lo digamos nosotros y eso será cuando hagas lo que Eusebio te ha pedido.
- ¿Qué pasa, me vais a retener a la fuerza? – inquiere un incrédulo Perarnau -. ¿Qué vais a hacer, detenerme?
- Si fuera necesario… - admite Bernal.
- ¿Y qué vais a alegar, que os quería meter mano o que os he invitado a esnifar unas rayitas? – pregunta con sorna el de la agencia.
- Podemos alegar la tira de motivos, por ejemplo: resistencia a la autoridad, agresión, intento de cohecho y alguna cosilla más que se nos pueda ocurrir – aclara Atienza.
- ¿Pero es que os habéis vuelto completamente locos? – Perarnau aún no da crédito a lo que está pasando.
   Bernal cree que ha llegado el momento de soltarle algo más de información al de la agencia como forma de incrementar la presión.
- Mira, Ernest. Te vamos a dar un poco más de información que te aclarará por qué te estamos presionando. Has oído hablar del robo del Tesoro Quimbaya, ¿no es eso? Pues bien, el Martínez es más que presunto cómplice de los autores del robo. Por eso lo estamos siguiendo. Y, como bien has dicho, si le pedimos a su señoría que libre un mandato para que nos informes sobre tu cliente, lo hará sin rechistar, pero eso sí, tomándose su tiempo. Y ya sabes que el tempo de nuestra judicatura tiene la rapidez de la tortuga. De forma que cuando estemos en disposición legal de hacerte cantar hasta La Traviata, el tal Martínez lo mismo se ha percatado de que a su alrededor pulula un montón de gente y se esfuma la oportunidad de que se ponga en contacto con los que le sobornaron, que desaparezca o que se pegue un tiro. Por eso necesitamos con tanta urgencia que te avengas por las buenas a llevar a cabo lo que te pedimos.
   Antes de que Perarnau pueda rebatir los argumentos de Bernal, Atienza recuerda aquello de al hierro candente, batirlo de repente y pone otro pascal de presión:
- Te voy a dar otra migaja más de información para que te vayas poniendo en onda. Lo que te pedimos es algo que viene de arriba, de muy arriba, de mucho más allá del Jefe de la Brigada o de la Jefatura de la Policía o de la Secretaría de Estado de Seguridad. La proyección que tiene el robo del tesoro es inimaginable. Para que te hagas una idea: están interesados al menos tres ministros. El de Interior, pues el fallo de seguridad ha sido de campeonato; el de Hacienda, responsable de la custodia de un bien que es patrimonio nacional y el de Asuntos Exteriores, por la repercusión que está teniendo el robo en las relaciones hispano-colombianas. En otras palabras, que al Jefe de mi Brigada no hay día que no le llame un Secretario de Estado o un Subsecretario. De ahí para arriba.
- Todo lo que me cuentas son problemas vuestros, no míos – es la rotunda respuesta del director de la agencia.
- Es cierto – admite Bernal -, como también lo es que en cuanto salgas por esa puerta sin habernos prestado la colaboración que te pedimos, empezarán los tuyos. De entrada, en el Paseo de la Castellana revisarán con lupa tu actual autorización y a buen seguro que encontrarán docena y media de normas que incumples o las cumples a medias. De ahí a tener que cerrar tu chiringuito, aunque sea de forma cautelar, no mediará más que un suspiro. Y eso solo será el principio de tu calvario. Cuando lo que llamamos el Grupo de los Caimanes termine contigo, si te queda dinero para el Ave a Barcelona donde reside esa amiguita que espera un hijo tuyo y a la que le has montado un piso nada menos que en la Travesera de Gracia, será un milagro. O sea, que tú mismo.
   A estas alturas de la conversación, Perarnau ha pasado de la incredulidad a la preocupación. Ha tenido que lidiar con presiones de los cuerpos policiales en más de una ocasión, pero nunca había sufrido un acoso tan brutal y descarnado como ahora.
   Blanchard, que hasta el momento ha sido un observador silente de la pugna, decide que ha llegado el momento de rematar la faena. Como diría su difunta madre, insigne pacense de Herrera del Duque, ha llegado la hora del descabello.
- Si me permite, monsieur Perarnau – pronuncia el nombre a la manera francesa por lo que suena algo así como mesié Peganó -, no sabe cuánto lamento que esto ocurra en su país y no en el mío. Si usted trabajara en Francia y llevado a la Sureté, hoy Police Nationale, se negara a colaborar al esclarecimiento de un caso que afecta al prestigio, al orgullo y al honor de la nación, habría al menos un par de departamentos, que no figuran en ningún organigrama gubernamental, que se encargarían de que en menos de 24 horas su cuerpo estuviera flotando en el Sena después de haber contado toda su vida desde el día de su inscripción en el Registro Civil. No sabe usted la suerte que tiene.
   La parrafada del inspector galo resulta ser, en efecto, el estoconazo que le faltaba a Perarnau para que se viniera abajo. Todavía intenta jugar una postrera baza.
- Si os digo el nombre del cliente será con dos condiciones. Una, que esta conversación quedará entre nosotros. Otra, que estéis veinticuatro horas sin hacer ninguna operación para que pueda poner en antecedentes a mi cliente.
- ¡Ni condiciones, ni pollas en vinagre! – revienta Bernal que al fin ve acogotado al correoso director -. El nombre.
   Cuando Perarnau, vencido al fin, les facilita el nombre de su cliente, la reacción más sorprendente es la de Atienza:
- ¡La rehostia. Lo que nos faltaba!
   Quien queda más atónito es Blanchard. Desde que trabaja con el inspector de Patrimonio es la primera vez que le oye un exabrupto.