"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de junio de 2019

110. Bous, bous, bous


   Grandal y Ponte han ido entrando y saliendo por tascas, bares y cafeterías de la ciudad en los que encontrar al Chato con resultado negativo. Dada la hora que es en una de las tabernas se toman un montadito de lomo y sendas cazuelitas de gambas regados con unas cervezas lo que les sirve de almuerzo. Después regresan al hotel en el que está alojado el Chato de Cazalla y vuelven a preguntar por él. Un malhumorado recepcionista les indica que el señor Jiménez ha dicho que se va a echar la siesta y que hasta las seis no se le moleste.
-¿Y si llamamos a su puerta por las bravas? –sugiere Ponte.
-Es mala idea, Manolo. Despertar a alguien en lo mejor de una siesta es garantizarte que vas a toparte con un sujeto malhumorado y hasta posiblemente irritado. Es mejor dejarle dormir todo lo que le apetezca.
-Pero una siesta de casi tres horas, como va hacer ese fulano, es una pasada.
-Como decía El Gallo hay gente pa tó. Recuerdo que en un seminario que hice en la Academia de Policía de Ávila compartí habitación con un compañero malagueño que se pegaba unas siestas de campeonato, y cuando le tomaba el pelo por ello se justificaba diciendo que solo puede llamarse siesta a las que van de telediario a telediario.
-¡La siesta como deporte nacional! –ironiza Ponte.
-Ya no tanto, las nuevas generaciones han de currar un montón para llegar a fin de mes y lo de la siesta se está quedando anticuado a marchas forzadas. Lo que vamos a hacer es sentarnos en alguna cafetería, armarnos de paciencia y esperar a que el Chato despierte.
   Encuentran un bar casi pegado al hotel y desde el que pueden controlar el acceso al mismo, Ponte se pide un café y Grandal un carajillo de ron al estilo de la tierra.
-¿Es que aquí el carajillo lo hacen de manera diferente? –pregunta Ponte al oír lo de al estilo de la tierra.
-Pues sí, en la provincia de Castellón hacen el carajillo de manera diferente al resto de España-Y el excomisario le explica a su amigo que en las tierras castellonenses hacen el carajillo empleando como ingredientes un centímetro más o menos de azúcar, una cucharadita de miel, un trocito de canela en rama y una corteza de limón. Luego ponen la bebida alcohólica que puede ser coñac, ron, María Brizard u otro licor hasta cubrir el azúcar. Después lo meten en el microondas unos diez segundos para que se caliente. Tras sacarlo se le prende fuego y se van dando vueltas hasta que se queme un poco el alcohol y se disuelva el azúcar. Luego se pone el vaso en la cafetera y se deja que el café caiga sobre una cucharilla para que no penetre directamente en el alcohol-. Y ya tienes el carajillo hecho al estilo castellonense.
-¡Qué complicado!, no creo que lo hagan así en todos los bares porque terminarían perdiendo dinero por el tiempo empleado o deberían cobrarlo como si fuera güisqui de importación –comenta Ponte que cambia de conversación y vuelve al tema de fondo que les ha llevado hasta allí-. ¿Tú crees que si consigues hablar con el Chato, Pacheco y Sierra tendrás los suficientes elementos para descubrir el misterio de la muerte de Salazar?
-Estoy convencido. Ten en cuenta que, como solía repetir Sherlock Holmes, cuando eliminas lo imposible y lo improbable el resto es la verdad.
-Pues eso lo diría Sherlock, pero yo me he quedado a verlas venir. Me lo tendrás que explicar con bolas de colores.
   Grandal le explica que en el caso Pradera hay varios hechos imposibles o improbables. Lo es que Salazar enfermara repentinamente y de forma tan grave sin que intervinieran elementos exógenos. No es imposible pero si improbable que el gaditano, diagnosticado de dos costillas fracturadas desde el 9 de agosto, pero de lo que se estaba recuperando favorablemente, hiciese algo para que una de dichas costillas le perforara la pleura lo que provocó un neumotórax traumático que, al no ser tratado a tiempo, puede situarse como causa remota del cuadro clínico que finalizó con su muerte diferida. Asimismo, es improbable que la agresión en el rostro de Salazar se la hiciera él mismo. Lo que no es imposible, pero también muy improbable, es que un tipo tan vital como el andaluz se tomara un raticida u otra sustancia tóxica.- Si eliminas ese conjunto de hechos imposibles o, en el mejor de los casos, improbables, ¿qué es lo que queda?, pues que una o varias personas, actuando de manera aislada u organizada, intervinieron para que se produjera el neumotórax que fue el desencadenante que terminó con la vida de Salazar… y quien sea esa o esas personas es lo que pretendo descubrir hablando con el Chato, Pacheco y Sierra –concluye Grandal.
-¿Es que a los demás sospechosos los descartas? –inquiere Ponte que por momentos está más que interesado en las explicaciones de su amigo.
-En cierto modo sí, con la salvedad del extranjero, sea Grigol Pakelia o cualquier otro puesto que no sabemos nada de él. Al trio del maletín; es decir –El excomisario ya se ha puesto en modo didáctico-, a Rocío, Anca y Vicentín hace tiempo que les he descartado como actores activos en el óbito de Salazar. Quizá fueran actores pasivos porque estoy persuadido de que se dejaron llevar por la codicia pues creían que en el maletín guardaba Salazar su dinero, algo que posteriormente se ha comprobado que era así.
-Eso no nos lo habías contado, ¿cuándo te lo confesaron?
-No me lo han dicho, pero de todo cuanto me han contado he llegado a deducirlo y creo que no estoy muy equivocado. Cierto es que los pichones no hicieron nada para salvaguardar a Salazar, de eso se les puede acusar y quizá la jueza lo haga, pero como digo estoy convencido de que no fueron los causantes del neumotórax porque cuando entraron en la habitación 16 el gaditano ya estaba muy jodido. La declaración de Espinosa confirma ese extremo.
-Y el propio Espinosa, ¿qué?, desconocemos como se encontraba Salazar cuando entró en su habitación.
-Es cierto pero, según el testimonio de Rocío que le vio subir a la primera planta, el tiempo que estuvo solo en la habitación no fue suficiente para lograr que Salazar se pusiera en estado comatoso. Y no creo que los sorbos que le pudo dar del coñac, presuntamente manipulado, fueran los desencadenantes del neumotórax. Por eso también descarto a Espinosa, aunque no me sorprendería que se le pudiera acusar de intento de asesinato.
-¿Y al Chato dónde lo dejas?
-Pues al Chato le dejo donde está. Creo que es bastante probable que el día de autos golpeara a Salazar en el rostro. ¿Por qué lo creo? Porque ya lo hizo seis días antes cuando le pegó la paliza y porque un boxeador, aunque esté retirado como es el caso, tiene la irrefrenable tendencia de hacer lo que mejor sabe: golpear. Ahora bien, ¿esos golpes en la cara pudieron desencadenar el neumotórax?, aunque no soy médico lo dudo; diría más, lo descarto. Quizá pueda ser acusado de agresión y de omisión del deber de socorro, pero no de asesinato.
-Quedan Pacheco y Sierra –precisa Ponte.
-Y la mujer del primero que en esta historia juega el papel del Guadiana, tan pronto aparece como desaparece. Tengo gran curiosidad por saber si estuvo en la habitación de Salazar, supongo que en compañía de su marido, y qué papel desempeñó. En cuanto a Pacheco y Sierra juegan el rol del factor integrante solo en función de la equis que se busca en una ecuación diferencial.
-¡Cuántas matemáticas sabes! –se admira falsamente Ponte que realmente no ha entendido lo que Grandal ha querido decir.
-Ya sabes, aprendiz de mucho, maestro de nada.
-Si te he entendido bien, ¿tus sospechosos más cualificados son Pacheco y Sierra?
-Si has llegado a esa deducción es que me he explicado mal. No son mis principales sospechosos, no sin que haya hablado antes con ellos y, a ser posible, con la mujer de Pacheco. Aunque dudo de la culpabilidad del ingeniero. ¿Por qué?, porque fue quien salvó a Salazar de que el Chato siguiera arreándole cera y quien le llevó a la ciudad para que los médicos le exploraran y curaran. En fin, que la madeja continúa liada.
   Entretanto Grandal discursea sobre cómo encontrar a los autores materiales del fallecimiento de Salazar y Ponte le escucha cada vez más interesado, en Torreblanca el resto de la pandilla de jubilados ha decidido quedarse en el pueblo y ver en directo la embolà del bou cerril. Algo para lo que han de esperar a las 23,30, hora en que según reza el programa de fiestas tendrá lugar. Ballarín, que como buen ferretero es de acostarse pronto para despertarse a primeras horas, se queja de un horario así.
-Aquí los horarios son un tanto disparatados. ¿Cómo se hace lo del toro embolado tan tarde?
-Ten en cuenta –lo justifica Ramo- que para que el festejo sea más espectacular ha de hacerse de noche porque es cuando más destacan las bolas encendidas de los cuernos.
-Bueno, eso puede ser una explicación válida, pero que me dices lo de alargar hasta tres horas y media un festejo en que todo consiste en decir ¡eh, toro! y luego correr a ponerse a salvo. Y una y otra vez lo mismo. Para eso los toros podrían quedar reducidos a un par de horitas como mucho, si dura más tiempo termina aburriendo hasta las ovejas.
-Pues será así, pero la mayoría de los que acuden a la plaza aguantan impertérritos las tres horas y media y a muchos les deben parecer cortas y es que los toros aquí gustan mucho. Solo te diré que es una tradición que el último día de fiestas, después de enchiquerar al último animal la plaza se llena de gente, sobre todo jóvenes, que comienzan a gritar bous, bous, bous. Hay años que si a la corporación municipal le interesa ganarse el favor del público, o en algunos casos la reina de las fiestas se muestra generosa, se ha guardado en la manga del presupuesto el dinero suficiente para que haya ese otro día más de toros que pide el mocerío. Y tendrías que ver los aplausos que se lleva el concejal de fiestas cuando saca un pañuelo blanco que es la señal de que se concede la petición. Y al revés, los abucheos que tiene que aguantar cuando no lo saca –explica Ramo.
-Aunque parece obvio, supongo que bous quiere decir toros, ¿verdad? –pregunta Ballarín.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 111. El Chato se suelta la lengua