"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de diciembre de 2017

29. Vas a quedar más suave que una malva



   Anca ha dicho en el hostal que le ha venido la regla, que es muy dolorosa y que no está en condiciones de trabajar. Tras abandonar el trabajo, Curro la recoge para llevarla a El Pinar de Alcossebre, que es otro de los restoranes al que su novio nunca ha querido invitarla. Desde Torrenostra toman el Camí del Campàs en dirección norte, un camino rural que va paralelo al mar y que finaliza en Alcossebre. Anca, que parece conocer bien el terreno, le va explicando los lugares más significativos del recorrido.
-A estos dos chalés se les conoce en el pueblo como los de Cardona, aunque ese señor solo es propietario de uno, el otro es de un italiano que se apellida Bergonzoni.
   A continuación pasan ante una pequeña colonia en cuya entrada  se ve un palmeral medio seco.
-¿Ves cómo esas palmeras se están muriendo? Pues así están en el resto del pueblo. El culpable es un insecto que se llama el picudo rojo que penetra en su interior y que termina matándolas. Ah, la miniurbanización se llama Els Margallons y solo tiene cuatro villas.
   A poco más de un quilómetro aparece a su derecha un viejo y destartalado caserón.
-Esta es la casona de El Campás, como ves es muy antigua. Aquí, según cuentan, es donde querían instalar la casa social del campo de golf “Doña Blanca” que estaba proyectado construir en estos terrenos.
-¿Un campo de golf en estos terrenos?. ¿Y cuándo van a construirlo?
-No se sabe. Desde hace unos ocho años está todo parado. Es una historia enrevesada de la que solo conozco trozos sueltos. Quien se la sabe al dedillo es mi padre. Si algún día llegas a conocerle pídele que te la cuente, le encanta contar esas batallitas.
   A unos pocos cientos de metros tras dejar la finca de El Campàs entran en una riera de la que la joven rumana le ilustra:
-Esta es la desembocadura del río San Miguel o Cuevas, que de río solo tiene el nombre pues está casi siempre seco. Y se me ha olvidado señalarte que en uno de los recodos que hemos pasado antes comienza el término municipal de Alcalà de Xivert que es el pueblo al que pertenece Alcossebre.
-O sea, que Alcossebre es a Alcalà lo que Torrenostra es a Torreblanca.
-Sí, pero ahí se acaban los parecidos. Alcossebre es quince o veinte veces más grande que Torrenostra y tiene muchos más veraneantes. Y así como en Torrenostra solo hay el hostal en el que estás alojado, en Alcossebre hay un montón de hoteles, hostales y residencias.
   En cuanto llegan al núcleo urbano, Anca le va dirigiendo por las estrechas calles. Rodean la Plaza de las Fuentes toman una calle de doble dirección, festoneada por palmeras que, como explica la joven rumana, se llama la Avenida Manila que termina en la Plaza Tanduay, allí giran a la izquierda para coger la calle Malentivet que sube haciendo eses por la ladera de la Sierra de Irta hasta que desemboca en la calle Isla Mancolibre donde está ubicado el restaurante. El establecimiento, sito a unos trescientos metros sobre el nivel del mal, tiene unas vistas espectaculares pues se ve toda la llanura que está al sur de la Sierra d´Irta.
   De entrantes han pedido carpaccio de gambas con un aliño muy suave que han servido con rebanaditas de pan tostado, mantequilla y un pequeño cuenco con un sucedáneo de caviar. Luego esgarraet, un típico plato valenciano hecho con pimientos rojos asados, bacalao en salazón, ajo y aceite de oliva. Por cortesía de la casa les invitan a erizo de mar gratinado que a Anca le encanta porque no lo había probado nunca, aunque en opinión de Curro, que se les da de gourmet, quizás tiene un exceso de bechamel. Como plato fuerte han pedido arroz con cigalas y almejas que Curro encuentra francamente exquisito.
   Después del sabroso almuerzo, Anca se empeña en que tiene que enseñarle el paraje de la Ermita de Santa Llúcia i San Benet que está a unos cientos de metros del restaurante y desde la cual se avistan las Islas Columbretes, el Prat de Cabanes-Torreblanca, el Desierto de Las Palmas y, en los días claros, hasta el Cabo de San Antonio en Alicante. La muchacha le explica que la iglesia, toda blanca, es de estilo barroco valenciano y su parte posterior pudo ser una torre más de la red de atalayas de vigilancia costera para prevenir los ataques de los piratas berberiscos durante los siglos XV y XVI. La ermita tiene adosado un edificio, antiguo hostal con habitaciones para peregrinos, establos para caballerías y dos pozos para calmar la sed de caminantes y romeros.
-¿Y cómo sabes tú tantas cosas de este paraje, chiquilla? –pregunta Curro sorprendido.
-No tiene ningún misterio. Varios amigos de mi novio son aficionados al cicloturismo y frecuentan esta ruta regularmente porque la ascensión cuenta con pendientes del 20 por ciento de desnivel. Vicentín me ha traído montones de veces.
-Así que tu noviete le da a la bici.
-¡Quia!, subimos en el coche. ¡Pues no es cómodo ni nada Vicentín como para darle a los pedales! Ahora, vamos a bajar y te enseñaré el puerto de Alcossebre, verás que mono que es.
   Salazar piensa “que aplicarle el adjetivo mono a un puerto tiene su guasa, pero vamos a ver que entiende esta criatura por un puerto mono”.
   El puerto deportivo de Alcossebre, le explica Anca, se denomina de Las Fuentes por los manantiales de agua dulce que manan en la orilla y en su interior. A Salazar, que conoce bien la mayoría de los puertos de la Costa del Sol, tanto los atracaderos como los barcos que están amarrados le parecen poca cosa, pero visto el interés que muestra la muchacha se deshace en elogios sobre las instalaciones portuarias que en realidad son más bien modestas, aunque sí funcionales. El puerto está configurado en dos zonas distintas: la primera, exterior, abierta al uso general, y la segunda, interior y orientada al este con amarres vinculados a los apartamentos edificados a la vera de los muelles. El puerto está resguardado del levante, viento dominante en la zona, por un rompeolas con la bocana mirando al sur. El número de pantalanes no debe llegar a los trescientos y el calado de la dársena, por lo que calcula Salazar a ojo, debe de estar en los tres metros por lo que no hay amarrados yates de gran porte.
   Durante el paseo han ido cogidos de la mano y en un determinado momento, Curro la ha cogido por la cintura sin que la joven le haya puesto impedimento alguno. Cuando el hombre desliza la mano más abajo, Anca le para los pies.
-No seas tan lanzado, Curro, compórtate. Parece que eres un chaval de quince años. Te recuerdo que tengo novio.
   Curro, que a medida que pasan las horas se ha ido excitando más, pretende que vuelvan al parador de la nacional 340 en el que se acostaron el día que comieron en Can Roig, pero Anca se niega en redondo. Le repite una y otra vez que está comprometida, que una flor no hace primavera y que aquel día es que se le fue la olla. Y, por si faltaba poco, como Vicentín se llegase a enterar de que se le ha entregado, con lo celoso que es sería capaz de hacer cualquier locura. El hombre no se da por vencido e insiste una y otra vez. Como machista que es, está convencido de que las mujeres tan fogosas como Anca cuando dicen no puede ser una negativa, pero en algunas ocasiones quizá pueda entenderse como un ya veremos. Lo que hace Curro, que se las sabe todas, es cambiar de registro e implorar sus favores a la joven. Esta lo ve tan derrotado, parece sentirse tan necesitado y presenta un estado tan lastimoso que decide hacerle un último favor.
-Bueno, Curro, está bien. Razón tiene mi patrona cuando dice que el que la sigue la consigue, pero tendrá que ser uno rapidito. Llevarás preservativo, ¿no?
-No te preocupes, controlo muy bien. Me retiraré a tiempo.
-De eso nada. De las llamadas retiradas a tiempo está el mundo lleno de críos. Mira, no vamos a follar, pero vas a quedar más suave que una malva. –Y sin más le baja la cremallera del vaquero.
   Casi anocheciendo se presenta Vicentín en casa de Anca hecho un basilisco. Una chica del pueblo le ha contado que ha visto a su novia paseando con un foraster por el puerto de Alcossebre. Tienen una bronca descomunal. Vicentín le dice que como se entere de que le está poniendo los cuernos es capaz de cometer una barbaridad, que es de él y solo de él. Como se pone muy pesado e insiste una y otra vez en que le diga con quién paseaba, Anca tiene que contarle la verdad; más bien media verdad. Paseaba con un huésped del hostal, un hombre muy mayor, recalca, que es muy buena persona y que al ver lo mal que se sentía la ha invitado a almorzar y la ha llevado a Can Roig, donde han comido de categoría. Después, como ha manifestado que le gustaría conocer el puerto se han acercado y han estado paseando por el mismo. No ha pasado nada más.
- No tienes motivos para estar celoso -concluye Anca.
   Vano intento, el joven está inmerso en el infierno de los celos y cuando te hundes en el mismo es harto difícil escapar de él. La bronca termina con una admonición de Vicentín que es tanto una advertencia como una intimidación.
-Nada de paseos con otro hombre, por muy viejo que sea -e insiste entre enérgico y amenazante-. ¡Recuérdalo, eres mía y solo mía!

PD.- Hasta el próximo viernes