El
último proyecto que ha puesto en marcha el emprendedor alcalde de Senillar es
pavimentar las principales calles del pueblo. En el pueblo, a excepción del
recorrido que hace por el interior de la villa la carretera de Cádiz a
Barcelona, calles de San Antonio y San Jaime más la Plaza Mayor, el resto de
viales son de tierra. Cuando llueve las calles se embarran y en épocas de
sequía se convierten en una fuente inagotable de polvo. Paco Vives ha decidido
que ha llegado el momento de terminar con ese estado de cosas. Hay que
modernizar el pueblo. El problema es, como casi siempre, la financiación,
¿quién pagará la obra? Vives intenta conseguir que la costeen las instituciones
provinciales, pero en Gobierno Civil le informan que no hay ninguna inversión
prevista para obras de esa clase y le remiten a la Diputación, cuyo
vicepresidente le da a Paco una respuesta parecida. Se las tendrán que arreglar
con financiación local y, como el Ayuntamiento también tiene las arcas vacías,
la única solución factible es que los vecinos paguen la obra a escote, porque
si solicitan un crédito bancario, al precio que están los intereses, la
pavimentación puede costar un pico.
Cuando el alcalde hizo circular la noticia de que se iban a arreglar las
calles a todo el mundo le pareció una gran idea, ya era hora de que el pueblo
tuviera calles asfaltadas como en la capital, pero cuando anuncian a los
vecinos que la obra la tendrán que costear ellos, en función de los metros de
fachada que tengan sus viviendas, el clamor es general: no hay derecho, no se
les puede exigir que paguen una obra que no han pedido y que Dios sabe para qué
va a servir. Además, ¿para qué pagan impuestos, qué se hace con los dineros de
las contribuciones? Los vecinos de las calles afectadas, que habían presumido
de lo bien que iban a quedar sus viales, tienen ahora que sufrir las burlas de
aquéllos cuyas calles no van a ser remodeladas. Las quejas contra la decisión
del alcalde son unánimes, pero no van más allá de ser proferidas en las
tertulias de los cafés y tabernas o en los corros que hacen las mujeres en el
lavadero municipal. Los comentarios que se oyen en la calle, interesados o no,
son de toda laya.
- Ya me dirás para qué sirve tener calles
asfaltadas. Toda la vida de Dios las calles han sido de tierra y así deberían
seguir. Es una obra arbitraria, inútil y carísima.
- Pues a mí no me parece mal. Yo creo que a
la larga nos beneficiará a todos, pero lo que no es de recibo es que la
tengamos que pagar los vecinos. Las obras municipales las ha de costear el
Ayuntamiento.
- Pero si el Ayuntamiento no tiene fondos,
alguien las tendrá que pagar.
- Para eso está el gobierno y los muchos impuestos
que nos sangran el bolsillo.
- La culpa de todo la tiene Paco Vives que se
ha empeñado en querer cambiar el pueblo, pero con el dinero de los demás. Si lo
tuviera que apoquinar de su bolsillo ya veríais como esa obra no se haría.
- Te recuerdo que Paco vive en el Rabal y
también tendrá que rascarse el bolsillo en la parte que le toque.
- Sí, pero él se lo puede permitir. Yo, no.
- La madre del cordero es saber quién se va a
beneficiar de esta obra.
- Yo te lo diré, se van a beneficiar los de
siempre, los ricos. Porque, vamos a ver, ¿a quiénes les interesa que las calles
estén asfaltadas? Pues a los que tienen coche. ¿Y quiénes tienen automóvil? Tú
mismo.
- La de tonterías que hay que oír, si aquí no
tienen coche ni los médicos.
En
la tertulia del café de El Porvenir también hay comentarios para todos los
gustos.
-¿Qué pasa con las obras de pavimentación de
las calles que casi todo el mundo echa pestes de ellas? – quiere saber Grau que
al ser forastero no acaba de entender la revolera que se ha montado.
Como
nadie parece darse por aludido, es Lapuerta quien contesta:
- Es propio de la mentalidad pueblerina, con
excepciones naturalmente. Quieren modernizarse, pero siempre que pague otro.
- No lo entiendo, Manolo. La obra será
beneficiosa para todos los vecinos, para los actuales y hasta para los que no
han nacido. Todas las ciudades y pueblos que quieren progresar tienen las
calles asfaltadas desde hace tropecientos años. Si la pavimentación beneficiara
únicamente a algunas personas, a los que piensan así o asá, entendería las
protestas, pero es una obra para todos, ricos o pobres, azules o rojos. No
entiendo por qué se quejan.
- Así es este pueblo, Alfonso. Quieren que se
hagan cosas, pero con el dinero de los demás. En cuanto les rascas el bolsillo
se acabó la fiesta. ¿Sabes cuál será el resultado de la obra? Que el pueblo
tendrá unas preciosas calles pavimentadas y Vives perderá el favor de muchos de
sus convecinos. No es la mejor receta para mantenerse de alcalde muchos años.
- Y según usted, ¿cuál es la receta adecuada?
– quiere saber Ballesta.
- No hacer nada. Mantener el statu quo, es decir que se queden las
cosas como estaban.
- Eso es muy triste. Si no se hace nada, si
se mantienen las cosas como están los pueblos no prosperan – insiste Grau.
- Totalmente de acuerdo, de ahí lo que decía
antes. En muchos pueblos, y éste no es la excepción, ocurre que si uno quiere
mantener muchos años la alcaldía, la fórmula consiste en molestar al vecindario
lo menos posible, y una forma muy eficaz es no hacer nada y entonces no has de
pedir dinero a la gente. Ah, se me olvidaba, y organizar muchas fiestas. En
cambio, el alcalde que se mete en obras, lo recordarán con nostalgia dentro de
años, pero en el presente concitará contra sí la mala leche de buena parte de
sus convecinos.
- Perdona, Manolo, pero no estoy de acuerdo
con tu teoría. La considero muy negativa. Todo el mundo quiere progresar –
afirma Grau de manera rotunda.
- Sí, pero muchos quieren progresar tirando con
pólvora del rey que, en principio, es gratis, pero que a la postre sale muy
cara porque al final hay que pagarla con intereses.
Las
obras de pavimentación siguen. Las murmuraciones también, casi al mismo ritmo
que los trabajos. Y algo nunca visto en el pueblo: se forma una comisión de
tenderos de algunas de las calles que se están asfaltando. Los comisionados han
ido a hablar con el alcalde para manifestarle sus quejas y su preocupación por
que las obras se están demorando mucho y las ventas se están resintiendo. Los
comerciantes alegan que hay muchos clientes que han dejado de acudir a sus
tiendas para no tener que sortear calles levantadas, evitar apestosas calderas
para calentar el alquitrán y un sin fin de ruidos y molestias. Vives, que ya ha
tenido que soportar muchas críticas, explota:
- Es totalmente falso que las obras vayan con
retraso. Todo lo contrario. El contratista me ha asegurado que posiblemente
terminarán unos quince días antes de lo que estaba programado. Si todas las
reclamaciones que traéis están tan fundamentadas como ésta os tengo que decir
que os habéis columpiado de mala manera.
- Lo importante no es si terminan antes o
después, sino que las calles están hechas una porquería, casi parecen más un
frente de batalla que otra cosa. Y por ese motivo los clientes vienen menos a
las tiendas. ¿Quién nos compensará las ventas que no efectuemos?
- No se hace una tortilla sin cascar huevos.
Al principio, cuando se habló de pavimentar las calles a muchos de los que
estáis aquí la obra os pareció de perlas – al ver los gestos negativos de
algunos tenderos, Paco añade con su tono más duro - , y no me tiréis de la
lengua que comienzo a dar nombres. ¿De qué os quejáis ahora?
Gimeno está encantado con las protestas contra las obras de
pavimentación patrocinadas por la alcaldía, protestas de las que, bajo cuerda,
él ha sido uno de los principales impulsores. No es que la remodelación de las
calles le parezca mal, lo que realmente le interesa es que se incremente el
número de vecinos descontentos con la gestión de Paco Vives. Está maniobrando a
medio y largo plazo. En todo este tinglado, algo que le ha sorprendido es que
Lolita no estuviera entre los dueños de establecimientos que fueron a protestar;
es más, sabe que se lo pidieron y se negó a participar. Se dice que tendrá que
preguntarle el por qué.