Cuando Maximino le contó la cruda verdad de
su relación con Lorena y la opinión que se tenía de ella en el pueblo, un
torrente de sentimientos invadió a Sergio: rabia, frustración, desconcierto,
vergüenza, celos. Más que por el hecho de que no era virgen cuando se le
entregó, lo que más le desasosiega es que lo haya engañado. La sigue queriendo,
pero la impoluta imagen que tenía de ella se ha hecho añicos. Después de mucho
pensarlo ha optado por no decirle ni una palabra, más que nada porque sospecha
que podría seguir mintiéndole.
A Lorena no le ha gustado que a su chico se
le haya terminado el chollo de liderar la banda de los “pepes”. Aparte de que
ganaba un pastón, el que Sergio fuera considerado como alguien importante en el
pueblo, aunque no todos opinasen positivamente, era motivo de orgullo para
ella.
- ¿Y
por qué te han dado la boleta?
-
Porque ya no necesitan más la asociación y, por tanto, también sobramos los que
estábamos allí – ha utilizado el circunloquio para no aludir a Maximino.
- ¡Qué
plastas! ¿Y ahora qué vas a hacer, volver a currar con el Francisco?
- Eso
será dentro de un mes. De momento, nos han ordenado que desaparezcamos durante
ese tiempo del pueblo.
-
¿Irnos del pueblo, y para qué?
- Para
que si vienen periodistas a entrevistarnos no nos encuentren. Podríamos hacer
un viaje, me han dado un buen dinero. ¿A dónde te gustaría ir?
En cuanto Lorena oye lo del viaje, se le
olvidan todos los resquemores sobre el cese de su chico.
- ¿De
verdad podemos ir dónde queramos?
-
Iremos donde tú quieras, reina. Ya te he dicho que me han dado una buena prima.
Podríamos hacer como una especie de viaje de luna de miel, es algo que me
apetece mucho.
-
¿Sabes adónde muchas veces soñé viajar? A Ibiza. Siempre quise conocer la isla
desde que, en la peluquería en la que trabajé, leía en las revistas del corazón
los reportajes de las estancias de los famosos.
- Pues
eso está hecho. Mañana mismo voy a comprar los billetes. Imagino que preferirás
que vayamos en avión.
-
Espera, has dicho antes que te han dado mucho dinero. ¿Es así? – ante el gesto
afirmativo de Sergio, la joven formula una pregunta -. Antes de irnos, ¿podrías
hacerme un pequeño regalo?
El obsequio que pretende Lorena no es tan
insignificante. Quiere cambiar el Ford Fiesta por un BMW, que es otro de sus
sueños incumplidos. Sergio, como hace siempre, está a punto de decirle que sí,
pero al pronto recuerda las risotadas de Maximino cuando contaba las guarradas
que le hacía a Lorena y decide castigarla.
- ¿Tú
sabes lo que cuesta ese coche? Ni hablar, con el Fiesta nos apañamos.
La pelea está servida. Lorena no está
habituada a que Sergio le niegue ninguno de sus caprichos y se coge una rabieta
de época. El chico no cede, hasta que la joven le da un ultimátum:
- Pues
si no hay BMW, tampoco habrá viaje. Me quedo en el pueblo. Tú puedes irte dónde
quieras y si no vuelves, mejor.
Cuando Lorena tensa la cuerda hasta el
extremo de casi romperla, ocurre lo de siempre, Sergio cede. No sabe si por
cobardía, por costumbre o por el miedo de perderla definitivamente, pero cede.
Unos días después, la pareja llega a Denia,
con su flamante sedán, donde cogen el transbordador que les conducirá hasta San
Antonio, el puerto más próximo a la península de la mayor de las Pitiusas. Han
desechado el viaje aéreo pues Lorena quiere recorrer la isla en el coche de sus
sueños. Se hospedan en un hotel de cuatro estrellas de la Playa d´en Bossa. Ha
sido toda una concesión de la joven. Sergio quería llevarla a un cinco
estrellas, pero ella se negó, tenían que ahorrar para poder afrontar las letras
del BMW que suben un pico.
Lorena ha recortado de varias revistas del cuore varios reportajes de algunas de
las playas de Ibiza que suelen frecuentar los personajes famosos. Las visitan
todas: Ses Salines y Cala Jondal son las primeras y luego siguen Es Cavallet, Cala
Tarida, Es Canar… En Formentera viajan a Es Racó da S´Alga, Ses Illetes y
también se relajan en playas donde encuentran a bastantes nudistas como Cala
Saona y Es Migjorn. Dejan de broncearse cuando descubren la movida de muchas de
las discotecas isleñas y el intenso tráfico de toda clase de drogas que
circulan en su entorno. Aquello para Lorena es una suerte de paraíso. Quiere
probarlas todas, pues hay muchas que desconoce, y arrastra a ello a su chico.
- ¿No
estaremos pasándonos, churri? – pregunta un Sergio que comienza a sentirse
desbordado.
- Hay
que probarlo todo ahora que somos jóvenes, mi vida. Ya tendremos tiempo de
tomar solamente sopitas y buen vino, que es lo que hacen los viejos.
- Lo
malo no es probar, sino el mal cuerpo que se te queda. Hay mañanas que no estoy
para nada.
- Eso
te pasa porque eres un antiguo. ¿A quién se le ocurre querer levantarse a la
hora que tú lo haces, cómo si tuvieras que ir al tajo? ¡Qué no te enteras,
Contreras! Que estamos de vacaciones y lo que has de hacer es lo que yo, dormir
hasta que cae la tarde, luego darte un chapuzón en la piscina, tomar algo en la
cafetería para entonar el cuerpo y a conocer otra disco para mover el esqueleto
hasta que cierren y pillar todo lo que se pueda. Que esta vida son cuatro días.
Así transcurren las jornadas, casi mejor se
podría decir las noches pues están dormitando casi todo el día, hasta que una
tarde, en uno de esos despertares en los que parece que han regresado de otra
galaxia y con un cuerpo como si se hubiese pasado la noche cavando acequias,
cuando Lorena, tras un gran esfuerzo, logra salir del cuarto de baño
medianamente decorada, se sorprende al encontrarse a Sergio vestido solo con el
slip.
-
¿Pero todavía estás así, tío? Anda, date prisa que si no cuando lleguemos ya
habrán pillado todo lo bueno.
- Hoy
no vamos a ninguna parte. Tendrás que conformarte con que nos quedemos aquí.
- ¿Y
eso por qué? ¿Te encuentras mal? Ten, toma una de las pastillas de las que
pillamos anoche. Esta morada es la mejor. Ya verás cómo te pone a mil.
- Si
tomo una sola pastilla más puedo echar hasta la merienda de mi primera
comunión. Y no vamos a salir hoy ni ningún día más porque no nos queda una
lata.
-
¿Cómo que no queda pasta? ¿Y qué has hecho con toda la talegada que te soltaron
los tíos del ladrillo?
- Nos
la hemos fundido.
- Pero
algo quedará, ¿no?
- Ni
un puñetero duro.
-
Entonces, ¿cómo vamos a pagar el hotel?
- La
semana pasada, vista la prisa que nos dábamos – ha estado en un tris de no
pluralizar el verbo, pero ha pensado que no sería justo, él también ha
contribuido lo suyo - en quemar el dinero, tuve la precaución de abonar el
hotel hasta el día de hoy. O sea, que mañana tenemos que volvernos. Y menos mal
que saqué billete de ida y vuelta, si no tendríamos que habernos vuelto nadando
– concluye dando a su frase una nota de humor negro.
La pareja vuelve de Ibiza de muy distinta
forma a la del viaje de ida. Han recorrido los cuatro puntos cardinales de la
isla, se han bañado en muchas de sus playas, han comido en varios de los
restoranes escondidos en sus paradisíacas calas y han bailado hasta el alba en
algunas de las discotecas cuya fama trasciende los escuetos límites insulares.
También han gastado el dinero a manos llenas hasta no quedarles, literalmente,
ni una peseta. Tan es así que a Sergio no le salen las cuentan de cómo podrán
afrontar los pagos de la hipoteca del apartamento de Los Arrayanes y las letras
del BMW. Aunque para Lorena lo más importante es que la estancia en la isla ha
supuesto para ella el descubrimiento de un nuevo mundo en el que la droga de
diseño es el centro del universo. En el viaje de vuelta, Sergio ve a la joven
tan absorta en sus pensamientos que le pica la curiosidad:
- En
qué piensas que se te ve esa cara de felicidad.
- En
Ibiza, mon amour. Tenemos que volver.