La tarde del diecinueve tal como habían quedado,
Grandal se dirige a la sede de la Brigada de Patrimonio donde le están
esperando los tres inspectores que dirigen el Caso Inca, pero no están solos, hay
alguien más: una mujer. Tiene un rostro de rasgos proporcionados y si no fuera
por una silueta un pelín redondeada y unas indiscretas arrugas en las comisuras
de ojos y labios, nadie diría que probablemente dobló el Cabo de Hornos de los
cincuenta. Va vestida con elegante sencillez lo que provoca que, como afirmaba
Coco Chanel, los hombres se fijen más en ella que en su indumentaria. Atienza se
la presenta al excomisario.
- Te
presento a María Victoria Martín-Rebollo, catedrática de Historia del Arte de
la Universidad de Zaragoza y una de las expertas de arte precolombino más reconocidas
mundialmente. Aprovechando que está en Madrid presidiendo un tribunal, ha
tenido la amabilidad de aceptar mi invitación para colaborar con nosotros en la
tormenta de ideas. Doctora – dice Atienza dirigiéndose a la profesora -,
Jacinto Grandal, comisario jubilado y quizá el hombre que más nos está ayudando,
junto a tres amigos suyos, para resolver el caso.
La profesora y el excomisario se estrechan
la mano y musitan el tópico encantado, una, y un placer conocerla, el otro.
- Bien –
retoma la palabra Atienza dirigiéndose al grupo -, ahora que ya estamos todos,
la señora Martín-Rebollo, que además de en arte es también experta en técnicas
grupales, será quien dirija la sesión de brainstorming
si no tenéis inconveniente. ¿De acuerdo? Una cuestión de intendencia: antes de comenzar
va a venir el chico del bar a preguntar lo que queráis tomar.
Como si hubiese oído a Atienza, aparece un
silencioso camarero que va tomando nota de las peticiones de los participantes.
Momento que aprovecha la catedrática para preguntar en voz queda a Grandal:
- ¿Es usted
el mismo Jacinto Grandal que resolvió el caso de la calle Leganitos?
- El mismo –
responde un sorprendido Grandal -, pero eso ocurrió hace más de veinte años.
¿Cómo es que se acuerda?
- Por
aquellos años estaba en Madrid preparando las oposiciones para profesora de
secundaria y el crimen tuvo mucho eco en el colegio mayor donde vivía. Una de
las residentes había conocido en una fiesta al estudiante de veterinaria que
resultó ser el asesino. Cuando se solucionó el crimen todavía recuerdo su foto
en la portada de El Caso. Y si me permite, añadiré que el tiempo ha sido
generoso con usted. Ha envejecido francamente bien. No todos podemos decir lo
mismo.
Grandal agradece la observación con una
sonrisa y piensa que esa cara le recuerda a alguien, pero que no localiza a
quién. Cuando va contestar a la docente,
Atienza llama al orden golpeando con su boli en uno de los vasos.
- Señora y
señores, atención por favor. Siéntanse donde prefieran que vamos a comenzar. Doctora
Martín-Rebollo, cuando quiera.
La citada se pone unas gafas que le dan un
vago aire profesoral y saca de un bolso de un tamaño más que respetable un bloc
de tapas negras y un mazo de fichas que deja encima de la mesa. A continuación se
dirige a un tablero portapapeles ubicado en el lado abierto de la u que forman
las mesas.
- Antes que
nada, dos cuestiones de procedimiento. Una, que durante mi presentación, que
procuraré sea lo más breve posible, podéis interrumpirme en cualquier momento.
La otra, que para que la atmósfera grupal sea más fluida y directa propongo que
nos olvidemos de los tratamientos y demás ringorrangos. Por favor, no me
llaméis doctora, ni señora Martín-Rebollo, ni siquiera María Victoria, con Mariví
es suficiente, aunque a mis años el diminutivo a veces me suena un tanto
ridículo. En definitiva, que nos tuteemos ¿De acuerdo?
Todo el mundo asiente y Grandal levanta la
mano.
- Estoy de
acuerdo en lo del tuteo, pero lo de a tus años sobraba. Desde mis sesenta bien
cumplidos te diré que, como repetía mi santa madre, te veo en la flor de la
vida – afirma el excomisario acompañando su galante y tópica frase con una
amable sonrisa.
- Gracias,
comisario. Se nota que eres de la vieja escuela, de los que lanzaban requiebros
a las damas.
- Bueno,
¿empezamos o vamos a pasarnos la mañana echándonos piropos? – Bernal, tan patán
como siempre, ha metido baza.
- Mi querido
amigo Eusebio, con el debido respeto te diré que tienes la sensibilidad de une brique.
Piropear a una dama aussi charmante es
algo que honra a quien lo hace – Blanchard, que siempre se la tiene guardada a
Bernal, ha empleado su lengua paterna para que su frase no suene tan áspera
como en español, aparte de que cuenta con el nulo dominio del francés por parte
del policía de la Judicial.
-
Caballeros, por favor –interviene María Victoria -. Dejémonos de pullas – dice dirigiéndose
a Bernal y a Blanchard - y de requiebros – y le dirige a Grandal una mirada que
es mitad de reprimenda y mitad de complicidad – y ciñámonos a nuestra tarea.
Como os decía antes, en primer lugar voy a comenzar la presentación centrándome
en la cuestión de las réplicas de las piezas del Tesoro Quimbaya. Como sabéis,
el tesoro está compuesto por ciento veintidós piezas, de oro, plata y cobre… -
la moderadora se detiene, Bernal ha levantado la mano -. ¿Alguna pregunta?
- Perdona,
Mariví, pero siempre he creído que todas las piezas era de oro macizo.
- Es una
creencia generalizada, pero falsa. La composición metalográfica de las piezas del
tesoro incluye aleación de oro, plata y cobre en diferentes proporciones. Salvo
las cuentas de alguno de los collares ninguno de los objetos que integran el
tesoro es de oro macizo. Ello no le resta ni un ápice a su valor histórico,
arqueológico y hasta estético. Bien, sigo. El tesoro llegó a España para la
celebración del IV Centenario del Descubrimiento, y después de ser expuesto en
Sevilla fue guardado en el Banco de España. Dado el enorme valor de la
colección, todas las piezas fueron reproducidas en oro y cobre. De esa manera,
mientras las piezas originales han estado custodiadas en las cámaras acorazadas
del Banco de España, las piezas que se han mostrado en diversas exposiciones o
en el propio Museo de América eran réplicas de las auténticas. Esta situación
se mantuvo así hasta abril de mil novecientos ochenta y cinco, fecha en la que
tras la renovación del museo la colección original se trasladó desde el banco
al Museo de América donde permanecen desde entonces. Otra cuestión: las noventa
piezas que se cedieron al museo parisino du
Quai Branly para la muestra de arte indígena que se llevó a cabo el pasado
año y que posteriormente fueron robadas, ¿son las auténticas o meras réplicas?
Según la información que me ha llegado y que concuerda con la vuestra, son
copias. Bien, hasta aquí lo que podemos llamar la introducción del tema que
vamos a debatir. Preguntas, por favor.
Lo que ha expuesto la profesora es algo que
todos conocen por lo que nadie pide la palabra. Esa mínima pausa le sirve a
Grandal para recordar a quien se parece la doctora Martín-Rebollo: a la
psicóloga que trataba de sus depresiones al protagonista de la serie televisiva
Los Soprano, y por la que el mafioso se sentía atraído.
- Dado que
no hay preguntas, continúo – es la profesora quien vuelve a hablar -. Como el
material para la tormenta es amplio, si os parece, vamos a dejar por probados
aquellos ítems en los que haya unanimidad sobre su certeza. Son los siguientes:
Primero, las piezas robadas no son las auténticas sino meras réplicas. Segundo,
los ladrones no sabían que lo que estaban robando eran copias. Tercero, las
autoridades españolas ocultan a la opinión pública que las piezas robadas no
son las originales. Y cuarto, el caso parece haber llegado a un callejón sin
salida y algo ha de cambiar para solucionarlo. ¿Alguna pregunta, alguna opinión?
Nadie levanta la mano ni hace gesto alguno
de replicar a lo que acaba de exponer María Victoria, por lo que ésta se
dispone a continuar cuando Blanchard levanta la mano al tiempo que pide
disculpas.
- Excusez-moi, doctora…, quiero decir
Mariví, tengo una duda sobre la metodología que vamos a seguir en la lluvia de
ideas. Aunque sea interrumpir por unos minutos tu presentación, serías tan amable
de darnos unas pinceladas de cual va a ser el método que piensas emplear en el
debate.
- Por
supuesto, Michel. Pienso hacerlo de la forma más simple posible y sin sujetarme
a las reglas preceptuadas del brainstorming.
Escribiré en el portapapeles mural la pregunta de turno y a partir de ahí, cada
uno de vosotros podrá expresar sus opiniones, discrepancias o planteamientos.
Cualquier otro miembro de la mesa podrá rebatirle, apoyar su exposición o
replantear lo que se haya dicho. Y seguiremos así, pregunta a pregunta, hasta
que lleguemos a una conclusión que cuente, al menos, con tres votos a favor, lo
que supone la mayoría absoluta. ¿Entendido?
El inspector francés asiente por lo que la
doctora Martín-Rebollo se dispone a concluir su presentación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario