"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de julio de 2021

Libro II. Episodio 103. Resaca

   A medida que transcurre la noche de fin de año, Julia se va sintiendo como si fuera la protagonista del cuento de La Cenicienta, está viviendo un sueño. Solo falta que llegue un príncipe y se enamore de ella. Y tiene claro que ese príncipe no es Antonio Jesús, que ha bailado varias piezas con ella pero, tras presentarla a los Sotomayor, la ha dejado en manos de los amigos de los chicos de la familia, que desde entonces revolotean a su alrededor y le piden un baile tras otro sin darle respiro. Llega un momento en que la jovencita no puede más, se sienta y pide que le traigan algo de beber. Uno le trae una copa de champán y otro un vaso de ponche al que ha añadido un buen chorro de anís dulce. La mezcla acaba subiéndosele a la cabeza y provoca que la joven se desinhiba y se convierta en la debutante más alegre, jaranera y divertida del cotillón. Pasa de unos brazos a otros y nadie es más feliz que la chinata. Pasadas las cuatro de la madrugada, Granados que, pese al número de jovencitas encantadoras que hay esperando que alguien las saque a bailar no se ha acercado a ninguna de ellas, le indica que es hora de recogerse.

   En el viaje de vuelta Julia, que está bastante piripi, se echa en brazos de su acompañante y tras unos arrumacos acaba besándole. Beso al que no responde Antonio Jesús que, delicadamente pero con firmeza, se la quita de encima. Cuando llegan a casa de doña Pilar y, mientras el joven abre la puerta pues Julia no ha atinado a meter la llave en la cerradura, la muchacha vuelve a abrazar a Granados y esta vez le planta un beso en la boca. En un segundo de lucidez, Julia se percata que el beso le ha sabido como si hubiese besado a un pez, ha sentido una sensación fría y húmeda. Pero como el alcohol sigue produciendo sus efectos despide a su caballero con una aparatosa reverencia. Pilar, que se ha despertado al oír el ruido del carruaje que los ha traído de vuelta, ha seguido la escena desde la ventana de su dormitorio. Vaya con Julina, se dice, o se ha prendado del mozo o ha cogido una pítima que no se la salta un galgo…, y si es lo primero es un afecto no correspondido, él no ha movido un músculo. En efecto, Antonio Jesús lo que ha hecho ha sido volver a quitarse de encima a la joven, empujarla suavemente hacia el interior de la casa y cerrar la puerta tras ella. Ni siquiera se ha despedido, ha vuelto a meterse en el carruaje y se ha ido.

   -Esto tiene toda la pinta de que ha sido flor de un día o, mejor, de una noche –dice en alta voz la maestra.

   Julia, apoyándose en las paredes para no caerse, llega a su dormitorio y tal como está, sin siquiera descalzarse, se echa encima de la cama y a los pocos segundos se queda dormida.

   A media mañana del día de Año Nuevo, llegan a casa de Pilar la señora Soledad, Consuelo y un poco más tarde Etelvina. Todas ansiosas por escuchar de labios de la joven como ha sido su debut en el baile de las doce uvas.

   -Julia está dormida –les informa Pilar-. Ha debido llegar de madrugada porque estuve esperándola hasta cerca de las tres y me quedé traspuesta sin llegar a verla. He entrado en su habitación hace poco y continúa durmiendo. Creo que ahora lo mejor es dejarla descansar y esta tarde volvéis y podrá contarnos como fue el baile –Las tres mujeres no pueden ocultar su decepción, pero hacen caso de la sugerencia de Pilar y abandonan la casa.

   Lo que realmente ha pretendido la maestra es que no vean despertar a su pupila con la resaca que a buen seguro lleva encima. Cerca de mediodía, Pilar oye rebullir a la joven en su habitación. Se acerca y da unos golpecitos en la puerta.

   -¿Se puede? –Ante la ausencia de respuesta, entreabre la puerta. Julia está sentada en la cama con la cabeza entre las manos. El maquillaje se le ha corrido y el traje parece una pasa.

   -¿Estás bien? –pregunta Pilar acercándose a la cama. En ese momento es cuando parece que Julia se da cuenta de su presencia.

   -Me duele la cabeza –De pronto la joven se pone en pie, sufre un espasmo y se tapa la boca. Pilar reacciona rápida y le pone la jofaina para que pueda vomitar sin mancharse. Luego la sienta en una silla y le limpia la cara con una toalla, después le hace beber un poco de agua.

   -¿Estás mejor?

   Julia asiente. A medida que se le pasan las vascas se va dando cuenta del numerito que está montando, aunque no sea esa su intención.

   -Que vergüenza, doña Pilar. Que vergüenza y que mal me siento.

   -No debes avergonzarte de nada. Es lo natural después de una noche de ajetreo y en la que supongo que habrás tomado una copa de más. Ahora lo que vas a hacer es quitarte el traje y la enagua, descalzarte y echarte en la cama hasta que te encuentres mejor. ¿Puedes hacerlo sola o quieres que te ayude?

   -Puedo, doña Pilar pero, por favor, no se lo cuente a mi madre ni a mi hermana. No sé qué pensarían de mí.

   -Tranquila, hija. Han estado aquí esta mañana y les he dicho que estabas durmiendo. Si vuelven les diré que sigues dormida. Antes de acostarte lávate un poco y ponte algo de colonia así no olerás a vómito. Y duerme todo lo que quieras, ya me encargo de las visitantes. Si necesitas algo dame una voz.

   Pilar se lleva la ropa de Julia y antes de ponerla en remojo la olisquea, huele a sudor y alcohol. Lo que se figuraba, su pupila estuvo bebiendo y parece que terminó el baile pasada de copas, lo que quizá explica la despedida que le montó a Granados. Poco después de acostarse la muchacha, aparece Etelvina a quien Pilar le cuenta lo que está ocurriendo.

   -… y te pido, por favor, que te quedes para que me eches una mano cuando vengan su madre y su hermana pues supongo que querrán verla. Voy a decirles que continúa durmiendo y que es mejor no molestarla. Que ha prometido que mañana nos lo contará todo.

   -No te preocupes, Pilar, yo me encargo de ayudarte a convencerlas.

   -Ah, y de esto ni una palabra.

   -Por favor.

   Poco después de mediodía vuelven Soledad y Consuelo, siguen ansiosas por saber cómo le ha ido a la debutante.

   -Lo siento. Julia se ha despertado, se ha puesto el camisón y se ha vuelto a meter en la cama. Solo me ha dicho que está tronzada y que se divirtió horrores. Ah, y que el joven Granados se portó como un caballero. Que mañana nos lo contará todo con pelos y señales.

   -¿Por qué no la despertamos? –apunta Soledad.

   -Es una mala idea –replica Etelvina-. Después de toda la noche bailando y alternando tiene que estar hecha polvo. Yo me muero de ganas de oírla y que nos cuente como es el baile de las doce uvas y que tal se lo pasó, pero creo que lo más prudente es hacerle caso y dejarlo para mañana. Pilar, ¿que hora será la más indicada para venir mañana?

   Tras la intervención de la comadrona, Soledad y Consuelo, aunque evidentemente frustradas, se despiden hasta el día siguiente. Cuando se van, Pilar cuenta a su amiga la escena de la madrugada cuando la pareja llegó a su puerta. El estado de embriaguez en el que estaba Julia y la reacción tan caballerosa de Antonio Jesús.

   -¡Vaya debut! Si se cogió una buena trompa espero que no haya montado ningún numerito en el baile –comenta Etelvina.

   -Tengo el mismo miedo. Ojalá no se haya propasado y a estas horas sea pasto de los cotilleos de todas las chafarderas de la ciudad.

   -Se me ocurre una cosa. Como aquí no hago nada, voy a acercarme adonde la tía Edelmira la González, que siempre está al tanto de todos los chismorreos que corren por los mentideros. Si tu pupila cometió en el baile algo incorrecto Edelmira lo sabrá. Vuelvo luego.

   Es bien avanzada la tarde cuando Pilar vuelve a oír ruidos en el dormitorio de la muchacha. Cuando se acerca, Julia ya está abriendo la puerta.

   -¿Cómo te encuentras, hija?

   -Mucho mejor, gracias, ya casi no me duele la cabeza. Lo que tengo es hambre.

   -Buena señal. Aséate un poco y mientras te preparo algo para matar el gusanillo.

    Julia baja con mejor cara a la cocina, donde Pilar le ha preparado una merienda-cena a base de un puchero de café bien cargado, un plato de panceta con huevos y mucha agua.

   -¿Y este menú tan raro?

   -Me lo enseñó Julio que lo aprendió cuando se iba de juerga en la Raya. Al parecer es un eficaz revulsivo contra el alcohol. Si no te gusta te preparo otra cosa.

   -Me comería un ternero vivo. ¿Y sabe, Pilar? –Julia ha apeado el doña, señal de que se va recomponiendo-, no me explico como he podido emborracharme. No bebí tanto. Me tomé un par de copas de champán cuando lo de las uvas y hasta mucho después no volví a beber, no sé si es que al mezclar bebidas o tomarlas con el estómago vacío me produjeron un efecto como si hubiese tomado unas botellas de pitarra.

   -No le des más vueltas, eso es agua pasada. Lo que importa es si te lo pasaste bien.

   Julia le cuenta con todo detalle su debut en el cotillón de las doce uvas. Cuando entró estaba nerviosísima porque todo el mundo, especialmente las mujeres, la observaba detenidamente, pero poco a poco se fue serenando. Antonio Jesús le presentó a la familia que los había invitado, los Sotomayor, que estuvieron amables con ella, pero guardando las distancias. En eso que llega Etelvina. Disimuladamente le hace un gesto negativo a Pilar, parece que no hay rumores de un comportamiento incorrecto de la muchacha.

   -¿Y bailaste mucho? –quiere sabe la partera.

   -Con Antonio Jesús las dos primeras piezas, pero luego me presentó a varios amigos de uno de los chicos Sotomayor y no volví a verle el pelo hasta que vino a por mí a tomar las uvas.

   -¡Qué raro!, es quien te lleva al baile y luego no se aprovecha de ello –apostilla Etelvina.

   -Tampoco le vi bailando con nadie. Bueno, una vez bailó con la señora de Sotomayor, pero el resto de la velada se la pasó fumando y charlando con varios chicos. A uno de ellos le conocía de la tienda pues encarga con frecuencia cremas y perfumes, es uno de los Ruiz de Alba y del que Lupe, que es una deslenguada, dice que tiene fama de mariquita.

   -¿Y Antonio Jesús no te dijo nada de por qué te había invitado? –inquiere Pilar, tan desconcertada como Etelvina por la conducta de Granados.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 104. La gente de alto copete suele ser mu suya

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