Julio está decidido a romper la adictiva
relación que le tiene atado a Dolors, pero hasta ahora lo ha ido posponiendo, lo
que ha hecho ha sido darle esquinazo a la moza. La mallorquina piensa que si el
extremeño le rehúye tendrá que ser ella quien le busque, y va a esperarle a la
salida de la bisutería.
-¿Te ha pasado algo, rei meu? Te he estado esperando en vano. ¿Qué pasó, te arrestaron?
El mañego lleva días preparando este momento,
pero cuando se encuentra cara a cara con la joven toda su entereza se viene
abajo. En cuanto Dolors le hace un arrumaco y siente el roce de su mano sobre
la piel sus buenas intenciones se disuelven como un copo de nieve al
acariciarlo el sol. Como estaba convencido de que resistiría la atracción de la
joven no tiene pensada ninguna excusa, por lo que se acoge a la percha que le
ha brindado la muchacha.
-Pues sí, me arrestaron. Cosas del sargento
Fernández que a veces te sale por donde menos esperas. Se empeñó en que había
redactado mal un escrito y me metió un puro de una semana de arresto en la
compañía. Ni siquiera he podido ir a dormir al piso. Y la verdad es que quería
avisarte, pero como esos días no vi a Agustín no pude mandarte recado.
La muchacha sabe, precisamente por Agustín,
que no es verdad lo que cuenta Julio, que no le han arrestado, pero se hace la
desentendida y acepta como buena la disculpa. Lo que importa es que le tiene
otra vez a su vera. Dolors ha tenido tiempo estos días en los que no ha visto
al mañego para reflexionar qué es lo que siente por Julio, y no acaba de tener
claros sus sentimientos. No sabe si está enamorada, pero de lo que no tiene
ninguna duda es que Julio le gusta a rabiar y piensa que con el paso del tiempo
igual acaba enamorándose de él. De momento, vuelve a tenerlo consigo y, como
sabe lo que le gusta, está dispuesta a seguir dispensándole sus favores para mantenerlo
a su lado como un corderito.
Días después de
su vuelta con Dolors, Julio recibe la carta semanal de su madre en la que le
cuenta la victoria alcanzada en su enfrentamiento con el tío Bronchales por el
controvertido asunto de la subida de su salario, así como por la pelea del
medio punto de beneficios. Impensadamente, el escrito le sienta como una bomba
al veleidoso mañego. Una vez más, piensa que su madre está en Plasencia
peleando como una jabata para ayudarle en el futuro, mientras él continúa
gastándose los cuartos en invitar y comprarle chucherías a la mallorquina. Y
hay algo que puede ser mucho peor, pues como la deje embarazada será el fin de
todos los sueños compartidos con Consuelo. Y otra vez, y van unas cuantas,
decide que ha de cortar la relación con Dolors que a la larga puede traerle
problemas que quizá no tengan solución o que sean dolorosamente costosos. Tomada
la decisión, esta vez no hace lo que en la ocasión anterior, sino que coge el
toro por los cuernos como se dice coloquialmente. Han quedado en verse el
domingo por la tarde, y Julio acude a la cita pertrechado con toda clase de
argumentos y resuelto a no dejarse enredar por las artimañas de la muchacha.
-Dolors, tenemos que hablar –le dice nada
más verla.
-Huy, huy, huy, no me gusta na el tono con
que lo has dicho, mi cabo –La joven maneja la tecla de tomarse a broma el
comienzo de la charla.
-Sin cachondeos, que no está el horno para
bollos. Como sabes perfectamente, porque nunca te lo he ocultado, tengo novia
formal en mi tierra, y formal quiere decir que pienso casarme con ella en
cuanto termine la mili. Le prometí que guardaría su ausencia y tú sabes mejor
que nadie que no lo estoy haciendo. Y no lo hago porque me gustas a rabiar, porque
contigo me lo paso fenomenal y porque eres la chica más guapa y maravillosa de
todas las Baleares –El mañego utiliza la táctica de darle coba a la muchacha
para que el golpe duela menos-…, pero no estoy siendo justo, ni con mi novia ni
mucho menos contigo. La realidad es que os estoy engañando a las dos. Y eso no
es de un hombre que se vista por los pies. A Consuelo la engaño porque no
cumplo nada de lo que le prometí. Y a ti te engaño porque, aunque me gustas un
montón, nunca me casaré contigo. Tú vales demasiado para que lleves al lado a
un tipo que lo único que pretende es pasarlo bien contigo, pero que más pronto
que tarde te dejará. Tenemos que romper la relación, Dolors. Continuarla no
será bueno para mí, y mucho menos para ti porque…
El mañego se ha quedado sin saliva, tal es
la pasión con la que habla y el subidón de adrenalina que está experimentando.
La joven le ha escuchado con suma atención y no le ha interrumpido en ningún
momento. Julio aguarda la reacción de Dolors que no se produce, sigue callada,…
hasta que la muchacha rompe en un llanto inconsolable. Eso no se lo esperaba el
extremeño y su reacción instintiva es coger a la joven entre sus brazos para
consolarla…, pero se retiene, sabe que como vuelva a rozar el cuerpo de la
chica toda su entereza saltará por los aires. Deja que la mallorquina se
desfogue con el llanto, pero no la toca ni le dice nada. Cuando el caudal de
lágrimas de la joven parece haberse agotado y, tras un rosario de suspiros,
Dolors comienza a hablar y lo hace en su lengua materna.
-Ets
un malparit, un fill de puta i un cagabandúrries.
Julio sigue sin hablar el mallorquín, pero
ya entiende lo suficiente para saber que lo que acaba de soltarle Dolors no son
flores precisamente. Está en un tris de pedirle que no le insulte pues él no lo
ha hecho, pero piensa que no podía esperar mucho más de la joven después de lo
que le ha dicho, por lo que sigue callado.
-¿Te crees muy listo, verdad?, pues eres un tros de quòniam i un pelacanyes –Por
lo que se ve, a la inquera se le dan mejor los insultos en su lengua materna
que en castellano.
El
mañego, que tampoco sabe lo que acaba de endilgarle la mallorquina, se dice que
lo mejor que puede hacer es continuar callado.
-Ni
ets home ni vals res, fill de puta.
¡Qué te den por saco! –remata, airadamente, Dolors.
Y de forma tan abrupta e intempestiva
termina la relación entre la mallorquina y el extremeño. En el futuro,
únicamente se verán ocasionalmente de lejos y ambos eludirán cualquier
aproximación. La ruptura para Julio es doble, pues su paisano Agustín García se
ha posicionado a favor de Dolors y ha roto los lazos con el mañego. Para Julio
la disolución de su aventura con la joven insular ha supuesto deshacerse de una
carga que lo estaba ahogando. Vuelve a centrarse en su trabajo, tanto en la
Secretaría de Justicia como en la bisutería, en las cartas a Consuelo y, de vez
en cuando, en salir con otros compañeros de Capitanía. Hasta ha hecho un último
intento para encontrar a un profesor que le enseñe lo que todavía no sabe de
contabilidad, pero no encuentra a nadie y cuando sabe de alguien no puede pagar
lo que le piden. Cuando le cuenta a Carbonero lo que le pasa con los estudios,
el brigada lo consuela y le hace ver el futuro desde otra perspectiva.
-No te empeñes en aprender más contabilidad
de la que sabes, Carreño. Es posible que te falten conocimientos para llevar
los libros de una gran empresa, pero por lo que me has contado eso no forma
parte de tus proyectos para cuando vuelvas a tu tierra. Sabes más que
suficiente para llevar un negocio del tamaño del mío, que es a lo que podrás
aspirar. En lugar de partirte los cuernos con los números lo que tendrías que
hacer es intentar convertirte en un buen vendedor. Porque al final de todo
negocio, ¿quiénes son los que lo sacan adelante?, pues los vendedores. Sin
gente que venda lo que produces, lo que distribuyes o lo que revendes no hay
negocio que se mantenga. Esta verdad, tan simple como valiosa, me ha costado
más de una década aprenderla, pues nadie me la explicó, la he tenido que
deducir por mi cuenta. Tú vas a contar con la ventaja impagable de que tienes
alguien que te la enseña. Conviértete en un buen vendedor, aprende los trucos
del oficio, profundiza en lo de captar la psicología de los compradores y te
aseguro, muchacho, que vas a tener el futuro asegurado, sea lo que sea que
hagas.
Las reflexiones del brigada calan hondo en
la mente del mañego. Cuanto más piensa en ellas, más convencido está de que
Carbonero tiene razón. Si uno domina el arte de vender y todas sus técnicas
anejas puede ser capaz de vender cualquier cosa y, por consiguiente, se puede
manejar en cualquier clase de negocio. Lo que hace Julio, además de tomarse muy
a pecho el consejo del brigada, es comenzar a pensar en la clase de comercio
que podrían montar, y lo piensa en plural porque siempre asocia a Consuelo a
sus maquinaciones. Tendría que ser un comercio cuyo montaje no costase
demasiado porque el dinero que van a disponer al principio no será mucho. Y un
negocio que pueda establecerse en alguno de sus pueblos. Excluye de entrada a
San Martín, es demasiado pequeño, y piensa en Malpartida sin desechar a
Plasencia que es la capital natural de la zona norte cacereña y la ciudad más
populosa de la misma. Va pasando revista a todos los comercios y tiendas que
recuerda de ambos pueblos, pues lo ideal sería establecer un negocio que no
tuviera competidores. Tras pensarlo detenidamente se dice que lo tendrá que
comentar con Consuelo que, como está al pie del cañón, quizá se le ocurran
mejores ideas que a él.
En los siguientes días ya tiene tema para meditar,
algo que hace en cada momento de la jornada en que el trabajo no agobia. Sus
compañeros de la Secretaría, al verle tan absorto, le toman el pelo. Se ponen
tan pesados en sus burlas que al final Julio revienta.
-¡Bueno, ya está bien de coñas! Un respeto
que al fin y al cabo soy vuestro cabo.
-Amos, anda –replica Medrano-, por mucho
galón que lleves para nosotros siempre serás el recluta.
-Lo que te pasa es que aún no se te ha
quitado el cabreo porque te has quedado sin moza que llevarte al catre –apunta
Beltrán con toda la mala baba de que es capaz.
Julio se dice que algo de eso puede ser
verdad. Echa de menos a Dolors, aunque todavía resuena en su mente lo de ¡Qué
te den por saco!
PD.- Hasta
el próximo martes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
40. Aquí hay de todo, como en botica
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