En cuanto Grandal termina la conversación
con el Chato de Trebujena se reúne con Ponte.
-¿Qué tal ha
ido? –pregunta el decano de la pandilla.
-Bien. De un
plumazo he descartado a dos de los sospechosos de ser los actores activos de la
muerte de Salazar.
-¿Cómo has
llegado a esa conclusión?
El excomisario le cuenta a su viejo amigo el
contenido de la conversación con el antiguo púgil sin dejarse nada en el
tintero, sabe que Ponte es muy discreto y que no revelará nada de lo que le
cuente.
-Entonces,
¿solamente queda Pacheco como sospechoso? –deduce Ponte.
-De momento,
solo Pacheco…, aunque no debemos descartar a su mujer pues estoy convencido de
que también estuvo en la habitación de Salazar, probablemente acompañando a su
marido, y de la que seguimos sin saber nada. Tampoco hay que descartar a otra u
otras personas que pudieron haber entrado en la habitación del gaditano antes
de que lo hicieran los Pacheco. Si lo que hubiese ocurrido fuera esto último,
todo lo investigado hasta ahora no valdría ni un céntimo. Habría que recomenzar
de cero.
-Pues si
fuera así haríamos un pan como unas hostias –se lamenta Ponte.
-Bueno, en
una investigación como esta hay que estar a las duras y a las maduras. Las
cosas no siempre son como uno las había imaginado, ni mucho menos.
-¿Pero tu
olfato qué te dice sobre quién fue el artífice de que Salazar pasara de estar
como un pincel a que se pusiera en estado comatoso?
-Mi olfato
me decía que quien probablemente puso en marcha ese cambio que resultó letal podía
ser Sierra, del que solo sé lo que declaró ante la jueza del Valle, declaración
en la que por cierto mostró ser más escurridizo que una anguila, pero me debo
haber hecho viejo y he debido quedarme anósmico.
-¡Vaya
palabreja!, es la primera vez que la oigo, ¿qué quiere decir?
-La anosmia
es no tener sentido del olfato y anósmico el que no es capaz de oler. Algo que,
por lo que parece, me está sucediendo.
-¿Entonces…?
-Entonces…,
seguimos en las mismas. Por tanto, no queda más que wait and see, como dicen los británicos.
-Esperar y
ver –traduce Ponte-, ¿pero y qué?
-Manolo, eres
la caraba, ¿no te cansas de preguntar?
-Perdona,
Jacinto. Tienes toda la razón, me estoy volviendo un cotilla, pero es que
resulta todo tan apasionante… Es como una de esas películas de intriga en la
que nunca llegas a imaginar cual va a ser el desenlace y en la que el asesino
nunca es quien crees, sino el que parece más inofensivo o improbable y solo lo
descubres en las últimas escenas.
Grandal se acaba de acordar de algo. En vez
de proseguir el viaje, y antes de meterse en la AP-7, aparca en un lateral de
la nacional 340 y se detiene.
-Me había
olvidado de que tengo que contarle a Bellido mi charla con el Chato, a ver si la
jueza del Valle puede mañana apretarle las clavijas al bueno de Pepillo Jiménez.
A ver si ella es capaz de sacarle quien fue la persona o personas que le
pagaron para que le moliera las costillas al difunto Salazar.
-Si tú no
has podido, ¿crees que una jueza novata será capaz?
-Lo dudo,
pero ¿quién sabe?, a lo mejor el escenario de los juzgados le intimida y canta.
-Podría ser
como aquello que decía Jorge Valdano sobre el miedo escénico que produce jugar
en el Santiago Bernabeu.
-¿Valdano no
es un tío que comenta partidos por la tele? –pregunta Grandal que siempre fue
más taurino que futbolero.
-Sí, y antes
fue jugador y entrenador. Al inventar esa frase se refería a que jugar en el
estadio del Real Madrid impone a los equipos rivales.
Mientras Ponte sigue pensando en lo que
intimida jugar en el Bernabeu, Grandal está llamando al sargento de la Guardia
Civil de Torreblanca.
-Bellido,
¿puedes hablar?
-Sí,
comisario. Lo que son las cosas, en cinco minutos pensaba llamarle. Tengo
noticias que contarle y son sabrosonas.
-Bien,
comienzo yo porque dada la hora que es te vendrá muy justito para informar a la
Jueza Instructora. Hace un rato he descubierto que fue el Chato de Trebujena
quien el pasado 9 de agosto le pegó a Salazar. Y también te confirmo que el 15
estuvo en la habitación del exsindicalista y que le dio unos cuantos puñetazos,
aunque el gaditano ya estaba grogui. Lo que quiere decir que el estado comatoso
de Salazar fue provocado antes de las 17,30 que es la hora aproximada en que el
de Trebujena entró en su habitación –En ese mismo momento, decide ocultar por
ahora lo que sabe de Sierra, en su lugar habla de los actores encubiertos que
forzosamente han de estar detrás del exboxeador-. Debes poner en tu informe que
es del todo improbable que lo que el Chato le hizo a Salazar lo realizara por
su cuenta. Para mí no hay ninguna duda de que fue un trabajo de encargo. La
jueza debería presionarle para que el Chato revele quien o quienes fueron los
que le pagaron para llevar a cabo lo que hizo. Los autores intelectuales de los
que hablamos el otro día.
-A esta hora
la juez ha debido de marcharse a casa y el Chato está citado a primera hora
para declarar –explica el sargento.
-Envíale el
informe por vía de urgencia. Le pones un fax y también se lo envías por mail.
De ese modo cuando la jueza llegue por la mañana tendrá la información encima
de la mesa y en el ordenador. Y ahora, dime lo que querías contarme.
-Básicamente,
la declaración de Carlos Espinosa que ha resultado ser muy jugosa, por eso
prefiero contársela personalmente. ¿Quedamos para mañana a primera hora?
-Mañana
quiero ir a Castellón, todavía tengo que intentar hablar con Pacheco y Sierra.
-Vale,
¿dónde está ahora?
-A
trescientos metros de la entrada del peaje de Castellón-norte de la AP-7. Voy a
llevar a Torrenostra a un amigo que me acompaña y luego me vuelvo a Marina
d´Or.
-Entonces,
si no le parece mal, podemos quedar en el mismo sitio de siempre en Marina. Le
espero como dentro de una hora. Le prometo que seré lo más breve posible.
A Grandal maldita la gracia que le hace el
tener un cara a cara con el sargento a estas horas, pero agosto se está
terminando y no puede permitirse el lujo de desperdiciar ni una sola fecha por
lo que, aunque a regañadientes, accede a la propuesta del guardia civil.
-¿Qué cuenta
el del tricornio? –Efectivamente, Ponte se ha convertido en un fisgón.
-Que quiere
contarme personalmente la declaración de hoy de Carlos Espinosa pues dice que
es muy interesante. Te dejo en la playa, ¿no?
-Sí.
Mientras charlabas con el sargento me ha llegado un WhatsApp de Luis diciéndome
que están en la playa donde piensan cenar y luego subirse al pueblo porque
quieren empaparse de los festejos que se celebran por la noche. Me esperan en un
chiringuito que hay en la playa Norte que se llama La Tapilla.
-No sé dónde
está eso.
-Yo te guio,
de momento tira para Torreblanca.
Grandal abandona la AP-7 por la salida de
Torreblanca-Alcossebre e inmediatamente ingresa en una gran rotonda en la que
no llega a dar media vuelta pues coge la salida que indica Torrenostra. Salva por
un estrecho puente el tendido del ferrocarril y toma la amplia Carrassa de Mon
Rossí que, como de costumbre, está libre de vehículos. En cuanto llega a
Torrenostra atiende a las indicaciones de Ponte hasta que le deja donde le
espera el resto de la cuadrilla. El excomisario se da la vuelta para Marina
d´Or. El decano de los jubilados en cuanto ve a sus amigos piensa que deben de
haberse excedido en las cervezas pues le reciben con inusitado alborozo.
-Manolo,
majete, cuanto has tardado, ¿habéis echado un polvo? –Parece que Álvarez es el
líder en la carrera de ver quién se pone antes moña.
-No me
quiero meter en camisa de once varas, pero por lo que le conozco no creo que
Manolo esté para muchos polvos –puntualiza Ramo a quien solamente el colorete
de sus mejillas lo delata como otro de los que también ha empinado el codo.
-Manolo no
ha ido a la capital a echar ningún polvo, sino a ayudar a Jacinto –rebate el
siempre circunspecto Ballarín que parece ser el más sobrio.
-Ya lo sé,
sabihondo, pero siempre es buena hora para darle una alegría al pajarito –alega
Álvarez.
-Bueno, y
aparte de trasegar mosto, ¿qué plan tenéis para esta noche? –con su pregunta
Ponte intenta desviar la cantinela de Álvarez que suele tener un vino muy faltón.
-Esta noche
nos vamos de juerga a ver qué pescamos. Yo me pido una trucha con unas tetas
bien gordas –a Álvarez la semitrompa que lleva le ha dado en plan erótico.
-¿Cenamos o
picamos algo? –pregunta Ponte que no deja de sorprenderse de que ninguno le
haya preguntado cómo les ha ido en su conversación con el Chato.
-He
reservado mesa en el Mar Azul, el restorán de enfrente. Bueno, y estoy pensando
que igual podemos cenar aquí, es el mismo negocio –explica Ramo.
Cuando
llega la hora del toro embolado los
vejetes, que han seguido bebiendo incluso en el pueblo, están para todo menos
para subir a un cadafal y ser
espectadores de una fiesta tan sosa como
salvaje. Ramo se empeña en que, ya que han aguantado hasta la noche, tendrían
que ver, aunque solo fuera echar un vistazo, el penúltimo festejo de la
jornada: la verbena popular seguida de una fiesta ibicenca en la que los
asistentes han de ir vestidos de blanco. Según detalla el programa de fiestas,
el baile debería comenzar a las 00 horas, pero llegado y propasado con creces
ese tiempo en el patio de las escuelas donde se celebra el bailongo apenas sí
hay un grupito de personas, casi todas de mediana edad y hasta viejos como
ellos.
-Son las
doce, ¿por qué no comienza el baile? –pregunta Álvarez con su voz cada vez más
estropajosa.
-Porque en las
fiestas la puntualidad es la excepción y no la norma. No hay un solo festejo, a
excepción de la entrá, que comience
cuando debería. Y el baile no escapa a esa regla. Empezará a ponerse a tono a
partir de la una o una y media de la madrugada –explica Ramo.
-¿Y cuándo
acaba?
-Lo cierto
es que no lo sé, supongo que cuando la orquesta se canse de tocar –vuelve a ser
Ramo quien ofrece la repuesta.
-¡Virgen del
Amor Hermoso!, no sé si ser joven sale tan a cuenta –exclama Ballarín.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré, en el capítulo 27, Los últimos
testimonios, el episodio 113. Antes se coge al mentiroso que al cojo
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