El 24 de agosto se celebra la festividad del
patrono de Torreblanca, San Bartolomé. Ramo ha contado a sus amigos madrileños
que antaño esa fecha marcaba el inicio de las fiestas patronales que se
esperaban con ansia, especialmente por la gente joven. Este año, según reza el programa
de festejos, los actos más relevantes son la solemne misa en honor del santo, una
ofrenda floral al Santísimo Cristo del Calvario, un campeonato de parchís, una
gran gincana popular y rematando la jornada la indispensable verbena seguida de
un disco-móvil.
Ajeno a ello, Grandal ha madrugado pues ha
quedado en ir a las once al apartamento del hijo de Álvarez para verse con sus
amigos, y que le cuenten como han ido las investigaciones llevadas a cabo el
día anterior. Antes les ha explicado lo que le contó la tarde anterior la amiga
de Francisco José sobre un extranjero que podría ser el mismo que estuvo en la
habitación de Salazar. Luego les hace un resumen de lo tratado con el sargento
de la Guardia Civil de Torreblanca. Después, Álvarez y Ballarín cuentan que
estuvieron en el restorán El Marítim donde la dueña les dio escasa información
sobre la joven que acompañaba al guiri que estuvo comiendo el 15, por lo que no
va a ser posible la elaboración de un retrato robot de la misma. En cuanto al
dato que le interesa saber a Grandal de cómo se desenvolvía en español dicho
extranjero, la respuesta fue tajante.
-Nos dijo
que francamente bien. Hasta recordó que pidió vino y estuvo discutiendo sobre
cuál acompañaría mejor a la mariscada, como si entendiera de caldos –cuenta
Álvarez.
-Ese dato
coincide con lo que me contó Vero –Al ver la cara de ignorancia de sus amigos,
Grandal se apresura a explicarse-. Es la novieta del joven Salazar. Ella
también dijo que el guiri que iba con su amiga hablaba bien el castellano.
-Lo que está
en contradicción con lo que han declarado los pichones –afirma Álvarez que
también se ha aprendido el mote que Grandal les ha puesto al trío del episodio
del maletín.
-Efectivamente.
Claro que… es posible que el extranjero de la habitación de Salazar falseara su
conocimiento de nuestra lengua como forma de no hablar demasiado para no
cometer errores –conjetura Grandal.
-Es posible
y hasta probable –afirma Ponte-. El modo de hablar se puede modificar fácilmente,
pero la talla, la corpulencia y el color de la piel no se cambian con tanta
facilidad. Y esos tres últimos rasgos los tenía el extranjero descrito por los
pichones, también los tenía el guiri que comió en El Marítim, así como el que
describió la tal Vero.
-Manolo,
chapó. En pocas palabras acabas de dar todo un curso de técnica investigadora.
Estoy orgulloso de ti –le alaba Grandal, que a continuación pregunta
dirigiéndose a Ramo y Ponte- ¿Y a vosotros cómo os ha ido la investigación
sobre el Chato de Trebujena?
-Pues mejor
de lo que esperábamos –contesta Ramo-. El dibujo que hizo mi hermano ha sido
reconocido por dos personas: una camarera de un bar llamado Vintage y un
camarero de un restorán, el Pica-Pica. La chica no estaba muy segura de que
fuera el Chato, pero el camarero del restorán sí; hasta ha recordado que pidió
una fritura doble lo que al parecer es una comanda poco corriente.
-Fenomenal.
Esos testimonios confirman lo que ya sabíamos por los taxistas que le trajeron
y le devolvieron a Alcossebre, que el Chato estuvo en Torrenostra el día de
autos. Cuando se lo cuente a Bellido se va a poner como un crio con zapatos
nuevos. Y no me salgas –añade Grandal mirando a Álvarez- con tu eterna
cantinela de que unos cardan la lana y otros crían fama.
-Bien, ¿y
ahora qué? –pregunta Ballarín que hoy está muy callado.
-Pues
vosotros tenéis el día libre, al menos por ahora. Podéis ir a ver los toros
pues creo que es lo más popular de las fiestas que deben estar en su apogeo.
-Los toros
no empiezan hasta mañana –le corrige Ramo.
-Bueno, pues
podéis pasaros el día en la playa o donde os pete. Yo me voy a ver que le saco
a la chica que estuvo acompañando al extranjero del que me habló ayer la
amiguita de Francisco José. A ver si es capaz de contarme algo más sobre él y
de que tal hablaba nuestra lengua.
-¿Quieres
que te acompañemos alguno? –ofrece Ponte.
-No,
gracias. Igual si vamos dos se pone a la defensiva y no le sacamos palabra. Si
os necesitase os llamaré.
Grandal se pone en camino hacia Las Villas
de Benicàssim donde con la ayuda del GPS que ha instalado en su viejo coche
localiza fácilmente el bar en el que trabaja la tal Elvi. Durante el camino ha
pensado en la forma de entrarle a la mujer, quizá presentándose como policía
pero lo desecha, dejará que la propia charla marque el camino de cómo llevar el
diálogo. Antes de sentarse en una de las mesas de la terraza, el excomisario
observa a las dos camareras que atienden a la clientela. En seguida ve que cada
una de las empleadas se encarga de una zona. Tras estudiarlas se decanta por la
más aparente, que no guapa. Se sienta en una de sus mesas y no la llama, espera
que se le acerque, algo que tarda unos minutos en hacer pues hay muchos
clientes.
-¿Qué va a
tomar?
-Un doble y
algo para picar que no sean patatas fritas.
-Hoy tenemos
gambas al ajillo, sepia en salsa verde, mejillones al vapor, patatas bravas, caragòls punxents y lo habitual –recita de carrerilla la joven.
-¿Qué me
recomiendas?
-Tanto las
gambas como la sepia están buenísimas.
-Me voy a
fiar de ti, tienes carita de no contar mentiras. Tráeme una ración de cada.
-No se fíe.
A los tíos que se ponen pesados les suelto cada trola de a kilo, pero se nota
que usted es un caballero. Atendiendo a tanto personal como pasa por aquí
acabas aprendiendo a calar a la gente. Enseguida le traigo el doble, las
raciones tardarán algo más.
Como dijo la muchacha, en menos de un minuto
volvía a estar allí con la cerveza, hecho que provoca el enfado de unos
clientes, al parecer habituales, sentados en una mesa contigua y que gritan:
-¡Elvi!,
¿qué pasa?, ¿porque sirves a ese carroza primero cuándo nosotros hemos llegado
antes?, ¿es qué ahora te van los vejestorios?
-Podrá ser
mayor, pero podéis estar seguros que os da una y mil vueltas en cuanto a
modales. Y no os pongáis bordes que ahora os atiendo –les responde la camarera,
y dirigiéndose a Grandal disculpa el comportamiento del grupito-. No se lo
tenga en cuenta, señor, son así de groseros porque no dan más de sí.
-No te
preocupes, Elvi, por cierto si esa es tu gracia, como decían los antiguos, sepas
que en mi opinión tienes un nombre precioso y para mí muy querido. Tengo una
hija algo mayor que tú que también se llama Elvira –Grandal no tiene ninguna
hija, pero suele utilizar esos trucos.
-Pues fíjese
lo que son las cosas, a mí no me gusta, por eso prefiero que me llamen Elvi. Me
parece que es un nombre que suena como antiguo.
-No estoy de
acuerdo contigo, jovencita. Perdona que te llame así, pero es que podrías ser
perfectamente otra de mis hijas. No sé si sabes que Elvira es un nombre de
origen germánico que significa aquella que es una noble consejera, y en la
antigüedad solo se lo ponían a las damas y a las mujeres de la nobleza.
-No solo es
educado sino que tiene la labia de un donjuán, pero le tengo que dejar porque
si no esos bordes pueden seguir dando la tabarra. Luego le traigo las tapas.
Pasan unos minutos y Elvi está de vuelta
portando la comanda de Grandal.
-Aquí tiene
las gambas y la sepia. Cómase primero ésta porque si se enfría no vale ni la
mitad, en cambio la cazuelita de gambas guarda mejor el calor.
-Gracias,
Elvi. Ah, una cosa. Desde que me has atendido no hago más que preguntarme
¿dónde he visto esa cara?, y al final he encontrado la respuesta. Juraría que
hace unos días te vi en Torrenostra. Si no eras tú, desde luego era tu doble.
-¡Vaya, el
mundo es un pañuelo! Pues sí, estuve en Torrenostra justamente el día de la Virgen
de Agosto; es decir, el quince.
-Te voy a
ser sincero, posiblemente haya mujeres mucho más bonitas, pero tú tienes una
cara que no se olvida fácilmente, tienes como una especie de toque, como una
luz singular que te da un encanto especial.
-Huy, huy,
huy, que peligro tiene usted. De joven debió hacer estragos. La gente mayor sabe
decir cosas a una mujer que los jóvenes de ahora desconocen.
-Por cierto,
y no me llames cotilla, pero tienes un novio que parece un levantador de pesas,
¡menudo tiarrón!
-¿Quién,
Pako?, no es mi novio, por no ser ni es amigo mío, solo un cliente de la casa
que ese día, que el jefe me dio fiesta, me invitó a pasarlo en Torrenostra.
-Tenía pinta
de extranjero.
-Y lo es, no
sé exactamente de dónde, yo creo que ruso o de por ahí.
-Pues para
ser ruso o lo que sea, me pareció que hablaba el castellano bastante bien.
-Y así es,
si no fuera por el acento podría pasar por alguien de aquí. ¿Y usted dónde
estaba, cómo pudo darse cuenta de hasta cómo habla Pako?
-Muy
cerquita de vosotros. Yo y tres amigos, tan carcamales como el que te habla,
estábamos en la sombrilla de al lado donde os pusisteis vosotros en la arena,
cerca de donde hay un recinto con palmeras. Lo que ocurre es que en la playa
los viejos nos volvemos invisibles para la gente joven. Así que tu conocido se
llama Paco.
-Eso dice
él, que se llama Pako pero con ka, aunque me da que no debe ser su verdadero
nombre.
-¿Veranea
también aquí?
-Creo que
estaba en un apartamento yendo hacia el Grao, pero se fue. Lo debió hacer el
mismo día que estuvimos en Torrenostra porque ya no le he vuelto a ver.
-¡Elvi,
mueve el culo que hay clientes esperando que les atiendas! –brama más que habla
un tipo cetrino que ha aparecido en la puerta del bar.
A Elvi todavía le da tiempo a contarle que
Pako es un grosero pues en Torrenostra se fue a pasear y la dejó sola en la
playa un buen rato, y que cree que vive por la Costa del Sol. Tras despedirse,
Grandal deja una generosa propina y al irse, sin saber por qué, se le viene a
la mente algo que le dijo la joven camarera: De joven debió hacer estragos.
¡Qué lástima que no fuera así!, se dice con melancolía.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré el episodio 101. Una paella trastocada en
metáfora.
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