Al atardecer del sábado, trece de agosto,
Carlos Espinosa recibe una llamada de Francisco José Salazar quien le cuenta
que su padre ha sufrido una caída fortuita en su habitación y parece que se ha
resentido de la fractura de las costillas. Lo ha visto una doctora que ha
prescrito reposo absoluto durante cuarenta y ocho horas, volverá a visitarle
para ver su evolución. En esas condiciones, el chico argumenta que por el
momento no puede volver a insistirle que acepte la propuesta del CEO malagueño
de que lo mejor para él es huir al extranjero. Espinosa ahoga una maldición,
pero se contiene y responde que lamenta lo ocurrido, que espera que su padre se
recupere cuanto antes y que entiende la situación del joven. Al malagueño nadie
le ha puesto una fecha límite para lograr el éxito de su gestión, pero una
llamada desde Sevilla de Eduardo Gálvez, el líder de la camarilla de
empresarios que lo patrocinan, le ha recordado que cada día que pasa sin
conseguir que el exsindicalista se largue de España acrecienta el riesgo de que
la policía dé con el prófugo o de que acepte otra oferta. Todo lo cual provoca
que Espinosa se replantee la maquiavélica idea que más de una vez ha pasado por
su mente: tendría que pensar en un plan B. ¿Y cuál podría ser? Solo se le
ocurre el más simple, pero también el más definitivo: cargarse a Salazar. La
idea de asesinar al gaditano no le produce ninguna clase de desazón moral quizá
porque piensa en otro individuo como ejecutor del asesinato, pero también es
consciente de que mientras esté en Castellón encontrar a un sicario para tamaña
tarea es prácticamente imposible. Aquí no conoce a nadie de los bajos fondos y
no sabría a quién recurrir. Otra cosa distinta sería si estuviese en Málaga, en
la Costa del Sol si tiene contactos con el mundo del hampa. Se ha planteado si
recurrir a ellos, idea que enseguida desecha por lo complicado e inseguro que
podría ser realizar semejante encargo vía telefónica o telemática. Con el
añadido importante de que no tiene la plena seguridad de que sus mentores
aprobasen tal medida ni tampoco sabe si asumirían el sobrecoste que tal
operación supondría. El hecho de que esté fracasando en su misión le reconcome
pues lo considera una afrenta a su profesionalidad como ejecutivo. Y antes de
dejar de marcar una nueva muesca en el palmarés de su currículum profesional
está dispuesto a cualquier cosa. “¿Seré capaz de cargarme a Curro con tal de no
fracasar?”, se autopregunta. No tiene respuesta a ese interrogante, por ahora…
A Rocío Molina tampoco le ha puesto nadie
una fecha límite a su estancia en tierras castellonenses, al contrario que
Espinosa no tiene una camarilla detrás que la atosigue, pero el tope de su
permanencia se lo está poniendo su magra economía. Se está quedando sin fondos
para pagar el hotel. Cuando amenazó a Curro que le delataría si no le pagaba
todo o al menos parte de los dineros que según ella le debe se dio con un canto
en los dientes al haber logrado que su exnovio aceptara adelantarle una
cantidad aunque imprecisa, pero ahora se encuentra entre la espada y la pared.
Su examante se ha caído y se ha resentido de sus fracturas. Es lo que le ha
contado Anca, que es su conexión para enterarse de lo que pasa en el interior
del hostal donde se hospeda Curro puesto que desde que la patrona del
establecimiento le puso la proa no ha vuelto a asomar las narices por allí. Ha
sobornado a la camarera rumana para que la meta a escondidas en la habitación
de su examante, pero después del accidente Anca se muestra muy remisa a
semejante maniobra. Por cómo le ha contado la joven rumana que ocurrió la caída
a Rocío le da el pálpito de que hay algo turbio en esa historia, algo que no
encaja en el relato. “Con la ayuda de esa sorra de Anca o sin ella tengo que
conseguir meterme en er cuarto de Curro y sacarle los cuartos que nesesito, si
no tendré que vorverme a Sevilla con er rabo entre las piernas. Y no he hecho
un viaje tan cansino pa vorverme con las manos vasías”, se dice. Ella misma es
la que termina poniéndose la fecha límite: “er día de la Asunsión tengo que
haber resuerto er problema, por las buenas o por las malas…”
Otro de los que esperan ver como evoluciona
la salud de Curro es su hijo que se aburre más que una mona. Se ha cansado de
corretear por las carreteras provinciales con la Harley que le ha prestado
Espinosa. Por si faltaba poco hace un par de días la Guardia Civil le detuvo en
la carretera a Torrenostra por conducir excesivamente rápido. Le pusieron una
multa de trescientos euros y pérdida de dos puntos del carné de conducir por
una falta grave de exceso de velocidad. Según le explicó el agente que le
impuso la sanción, la velocidad máxima a la que puede circular una motocicleta
en una carretera convencional, como la CV-1430, es de noventa kilómetros y él
iba a ciento veinte. Piensa recurrir la multa en cuanto vuelva a Sevilla, pero
el cabreo que le ha producido el incidente no se lo quita nadie. Solo sigue
allí porque su padre no le ha dado los dineros prometidos, si lo hubiese hecho
ya se habría largado. Cada día que pasa añora más a la media novia que ha
dejado en la ciudad hispalense, una amiga con derecho a roce como dicen los
jóvenes de hoy. También echa de menos a sus colegas de juergas y de fumarse
algún que otro porro cuando tienen guita para comprar maría o cuando pillan
algo de farlopa, que eso ya es la rehostia. Había decidido darle un ultimátum
al malaje de su padre para que aflojara la bolsa, pero su caída lo ha
trastornado todo. “Er viejo está medio ido y yo bien jodío. Si no se repone
pronto voy a reventar. ¡Mala puñalá le den! Ese cabrón ha sío capas de caerse
solo pa darse er gustaso de no darme una lata. ¡Marditos sean sus muertos! Lo
que tendría que haser es sacarle los cuartos a hostias, seguro que tiene la
guita escondía en la habitasión. La próxima ves que me lo encuentre medio
traspuesto voy a registrar sus cosas”. Y ese pensamiento consigue que de
momento se olvide del mosqueo por la sanción viaria.
Este sábado el Chato se encuentra algo
nostálgico, el motivo es que mañana, catorce de agosto, se celebra la festividad
de la Virgen de Palomares Coronada, patrona de su pueblo natal, Trebujena.
Recuerda que cuando chico le gustaba acompañar al recorrido procesional por las
calles del pueblo desde la Basílica hasta el fin de la procesión; no tanto por
devoción, sino por meter bulla con el resto de la chiquillería. Su morriña
desaparece de un plumazo cuando le llama su jefe, Juan Antonio Almagro, y lo
emplaza a que se vuelva a Sevilla como muy tarde el día de la patrona de la
ciudad hispalense, la Virgen de los Reyes. El Chato, poco ducho en asuntos
marianos, nada más colgar se da cuenta de que no sabe cuándo es la festividad
de esa Virgen. Cree recordar que es durante el mes de agosto, pero no tiene la
plena seguridad de que eso sea así. Su primera intención es llamar a su patrón,
pero no lo hace. “Qué pensará de mí er zeñor Almagro zi le digo que no zé cuándo
es er día de la patrona de Zevilla. Tendré que encontrar a argún zevillano que
lo zepa, zeguro que aquí hay andaluzes a porrillo”. Piensa que podría buscar a
su paisana Rocío, igual ella lo sabe, pero lo deja como última opción, antes
explorará otras vías. Hasta que se acuerda de algo que nunca faltó en la casa
de sus mayores: el Calendario Zaragozano, del que su padre era un devoto
creyente. Dicho calendario, el más famoso y profusamente usado por los
campesinos y pescadores españoles, no solo incluye una predicción meteorológica
no científica del tiempo para todo el año, sino que además recoge el santoral
completo y las ferias y mercados de toda España. Pregunta en el hotel donde se
aloja dónde podría comprar el susodicho almanaque.
-Ah, el calendario
de don Mariano Castillo y Ocsiero, ¿también usted es aficionado a consultarlo?
–le pregunta el viejo que hace de recepcionista.
-No zé quien
es er tal don Mariano, lo que quiero es er Calendario Zaragozano.
-Hablamos
del mismo calendario, del que es autor don Mariano Castillo que es la persona
que aparece en la portada de la publicación –le explica el vejete que añade-.
Aquí no sé dónde lo pueden tener, pruebe usted en la librería que hay en el
casco viejo, pero si no le corre demasiada prisa yo tengo el de este año en
casa. Se lo puedo traer más tarde, a la hora de la cena.
Así quedan. Y mientras el Chato se está
zampando la monótona pitanza que sirven por las noches ojea al mismo tiempo el renombrado
calendario con lo que se entera de que la Virgen de los Reyes, que preside el
retablo del altar mayor de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, es la
patrona de la ciudad de La Giralda y de su archidiócesis, y su festividad se
celebra el 15 de agosto. Debe de ser una de las vírgenes con más poderío de
España porque tiene honores de capitán general, es alcaldesa perpetua de la
ciudad de la que custodia las llaves y el bastón de mando, y patrona del Consejo
de Cofradías de Sevilla. “O zea que me quedan cuarenta y ocho horas pa dezirle
ar Curro que en boca zerrá no entran moscas. Mañana mismo busco a la camarera,
creo recordar que se llama Nicoleta, y que me meta en la habitazión der Curro cuanto
antes, er quinze es la fecha límite y eso es pasao mañana. Apretao lo tengo”.
PD.- Hasta
el próximo viernes
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