Los
dos factores de la RENFE que asisten a la tertulia de El Porvenir no han
contado todo lo que saben sobre el estraperlo y no lo han hecho porque ni
pueden ni quieren. Se ganan sus buenos duros haciendo la vista gorda al facturar
vagones que en el manifiesto de carga
solo llevan algarrobas o boniatos, y mirar a otro lado cuando se meten de
matute otras mercancías que luego se venderán a precios astronómicos en la
ciudad. Esos estraperlistas son los que se están haciendo de oro. Las mujeres
que viajan con un par de cestas se limitan a ganar su jornal y poco más.
La
combinación de la hambruna, el estraperlo y la asfixiante política
intervencionista que atenaza al país es la principal causa de un sorprendente
cambio en muchas comarcas agrarias: los tradicionalmente empobrecidos
agricultores se están enriqueciendo. Todo producto que pueda convertirse en
comestible alcanza precios inimaginables en el mercado negro. Senillar no es
zona cerealista y tiene una producción oleícola bastante limitada por lo que no
puede competir en el mercado de los dos productos preferidos por el estraperlo:
la harina de trigo y el aceite de oliva. Pero el pueblo ha encontrado un filón inesperado
en un cultivo tan modesto como el del boniato o batata. De antaño ese
tubérculo, que ya se cultivaba en la marjalería en pequeñas plantaciones, se
consumía en el pueblo de muy variadas maneras: crudo, asado, hervido y para
fabricar la confitura de uno de los postres más típicos de Senillar, el dulce
de boniato. Ahora se facturan
vagones, con miles de toneladas, cuyo destino es paliar el hambre en las
grandes urbes. El boniato se ha convertido en uno de tantos sucedáneos del pan
y dado que es muy barato su comercialización ha experimentado un espectacular
incremento. El fenómeno está produciendo un río de dinero para los modestos
labriegos locales, nunca ganaron tantos duros ni siquiera en las mejores
campañas naranjeras de antaño llegaron a tener tantos ingresos.
De
alguna forma, ese imprevisto alud de dinero ha dado un vuelco espectacular a la
valoración de los estamentos que conformaban la pirámide social y económica del
pueblo cuya composición era simple. En la cúspide estaba la docena escasa de
las familias ricas de cuna y los contados titulados superiores destinados en la
localidad. Después los dueños de los modestos negocios locales: panaderías,
ultramarinos, carnicerías y demás tiendas del más variado pelaje. Luego los
funcionarios por aquello del sueldo seguro. Tras ellos la gente de los oficios: albañiles, carpinteros, herreros,
hojalateros… Casi en la base de la pirámide los propietarios de los minifundios
agrícolas que formaban el grueso de la población, y en la cola aquéllos que se
tenían que emplear de braceros. Ahora, los labriegos se han convertido en los
nuevos ricos del pueblo, pese a que continúan teniendo algún que otro problema.
Uno de ellos es que sigue manteniéndose la ancestral costumbre de que los
comerciantes apalabren las cosechas a los campesinos y se las paguen cuando
cobran de los mayoristas. Esa arcaica modalidad comercial, en la que la palabra
y la buena fama personal son las que cuentan, origina que en alguna ocasión los
agricultores vendan sus cosechas, pero no lleguen a cobrarlas porque el
comerciante de turno se ha arruinado o ha desaparecido dejando tras sí una
legión de impagados.
De
la inusitada actividad comercial que registra el pueblo y de cómo corre
alegremente el dinero pueden dar fe los establecimientos comerciales de
Senillar. Hasta la modesta tienda de modas de la madre de Lolita se beneficia
de esa inesperada época de vacas gordas. Nunca había vendido tantos modelitos y,
especialmente, tanta lencería. Un día, que estaba atendiendo a un par de
jovencitas que dudaban ante los sujetadores que Lolita había puesto encima del
mostrador, entró Gimeno. Fue verle y una sonrisa pícara cruzó el agraciado
rostro de la joven encargada. Vamos a ver cómo reacciona este mequetrefe, se
dice:
- Señor Gimeno, si espera un momento
enseguida le atiendo. Aunque viene usted al pelo, ¿nos podría hacer un favor?
- Faltaría más.
- Verá, es que aquí – señalando a las dos
muchachas – no acaban de decidirse entre estos dos modelos de suje. Usted que
es hombre de mundo sabrá que las mujeres compramos la ropa interior pensando
más en los varones que en nosotras mismas. Entonces, desde un punto de vista
masculino, ¿usted por cuál se decidiría?, ¿por este que recoge el pecho y lo
levanta? o ¿por este otro que al contrario no es tan provocativo?
Gimeno mira fijamente los sujetadores, de blonda y encajes, que Lolita
exhibe y no se le escapan las miradas entre curiosas y un tanto burlonas de las
dos compradoras. Tres pares de oídos curiosos aguardan la respuesta del
interpelado; ésta no deja de sorprenderles pues es más propia de un
adolescente, incómodo ante una pregunta atrevida, que de un hombre hecho y
derecho:
- Entiendo menos de sujes que de corbatas. Ya
vendré en otro momento – y salió disparado de la tienda. Por unas décimas de
segundo no llegó a escuchar la carcajada de las dos clientas ni pudo ver la maliciosa
sonrisa que floreció en el rostro de Lolita.
De
los efectos que produce el filón del boniato está dando más datos Martín
Esteller que, haciendo honor a su profesión de barbero, está al día de la
mayoría de chismes que circulan por el pueblo:
- … y cualquier muerto de hambre que tenga un
par de marjales o un huerto, del que antes solo malvivía, ahora se está
forrando. Apalean tantos duros que no saben qué hacer con ellos.
- Quién lo iba a decir – se lamenta Bonet -,
antes los pobres eran ellos y ahora lo somos nosotros.
- Hombre, pobres, lo que se dice pobres,
tampoco – le corrige Clavé.
- En términos absolutos, posiblemente no,
pero desde un punto de vista relativo creo que tiene razón Bonet – interviene
Lastra -. Todos los que tienen ingresos fijos seguro que a fin de año van a
ganar menos que cualquiera que tenga algo que vender de estraperlo. Yo lo estoy
viendo en mi trabajo. Antes cuando un labriego pedía que fuera a ver uno de sus
animales era porque estaba muriéndose, ahora en cuanto un mulo da un mal paso
ya está el dueño llamándome para que le haga una revisión a fondo.
- Lo mismo puedo contar yo, pero de las
instalaciones – apunta el encargado de la luz, que es otro de la partida. Piñana
explica a sus compañeros como una de las primeras inversiones que hacen los
nuevos ricos locales es echar abajo sus modestas viviendas y sobre el mismo
angosto solar construir su nueva casa. Suelen ser oscuros y estrechos edificios
de dos o tres alturas, pero de los que generalmente solo se remata la planta
baja, las restantes quedan para cuando el calcetín vuelva a engordar. Se gana
sus buenos duros montando las instalaciones eléctricas de las nuevas
construcciones.
- Si el dinero se mueve siempre hay la
posibilidad de que algo te toque – filosofa Ballesta.
- No a todos – asevera rotundo Clavé que,
como telegrafista, no tiene fácil lo de conseguir otros ingresos.
- Cambiando de tema: ¿qué sabéis de la
División Azul? – pregunta Lastra a quien lo del estraperlo ya le aburre.
- Parece que los han destinado al frente Norte.
- ¿Y eso adónde para?, porque con lo grande
que es Rusia… - interroga uno de los contertulios cuyos conocimientos
geográficos son justitos.
Tras
un breve repaso a la situación bélica, en la que los alemanes siguen arrasando
desde el inicio de la guerra, terminan hablando de fútbol. Bonet, que es muy
futbolero, sostiene que este año volverá a ganar la liga el Atlético de
Aviación que ya lleva dos años seguidos proclamándose campeón.
Al
deshacerse la tertulia, Bonet piensa que, cuando hablaron de la guerra, le
hubiese gustado comentar con sus contertulios las informaciones de la contienda
bélica que escucha en su radio, pero se ha contenido. Sintonizar determinadas
emisoras como la clandestina Radio España Independiente, más conocida como la Pirenaica,
está rigurosamente prohibido puesto que es una vía de información y propaganda
del proscrito partido comunista y las condenas por saltarse la prohibición
pueden ser muy duras. No es cuestión de andarse con bromas. En la soledad de su
minúscula salita de estar es cuando más echa de menos a sus antiguos compañeros
de tertulia. Ha estado sondeando, con mucho tiento, a algún que otro conocido
para que le acompañe en las audiciones radiofónicas nocturnas, pero no ha
encontrado contestación. O no se han enterado de a qué les invitaba o se han
enterado demasiado bien y le han dado la callada por respuesta. Hasta que quién
menos imaginaba acepta encantado la velada invitación: su compañero de trabajo,
Alfredo Ballesta. Resulta que también es un represaliado político, aunque lo
oculta celosamente.
La
primera noticia de la que se enteran, y que no trae ningún periódico, es que en
enero se firmó en Washington, por varios importantes países, una declaración de
las Naciones Unidas para garantizar la libertad y preservar los derechos
humanos y de la justicia; fuera del acuerdo quedan las llamadas potencias del
Eje y los estados afines y entre ellos se cita a España.
- Y eso de que dejen fuera a España, ¿tú
crees que repercutirá en el gobierno?
- Cualquiera sabe, pero una cosa sí tengo
clara, si por casualidad los aliados ganan la guerra, Franco las va a pasar más
putas que San Amaro.
- ¿Franco o el resto de los españoles?
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