Sergio vuelve a trabajar en la empresa de
instalaciones eléctricas del señor Francisco, solo que no de capataz pues su
puesto fue asignado a otro. Haber perdido su estatus profesional es algo que
lleva mal, pero el capataz jefe Dimas se muestra inflexible, por lo que recurre
al patrón para recobrar su antiguo empleo:
-
Señor Francisco, cuando me pidió que me fuera a trabajar a la asociación que
montaron los de BACHSA, me aseguró que solo sería por una temporada y que
cuando acabara volvería con usted. Yo supuse que quedaba sobreentendido que en
mi anterior empleo, pero ahora Dimas dice que nanay, que todos los puestos de
capataz están ocupados.
-
Sergio, ya sabes que en los asuntos de personal yo no me meto, bastantes
preocupaciones tengo como para añadir una más al cacao que llevo entre manos.
Eso se lo dejo a Dimas.
-
Pero…
-
Paciencia, Estudiante, paciencia. Al paso que va el incremento del número de obras
seguro que necesitaré más gente y entonces hablaremos. De momento, lo que has
de hacer es esforzarte, como hacías antes, y procurar tener contento al Dimas.
La predicción de Francisco se revela cierta,
aunque las obras de urbanización en el PAI de la Marina se han parado debido a
la medida cautelar tomada por el tribunal que juzga el contencioso contra el
mismo, las construcciones se han acelerado en otras zonas del municipio, como
si los constructores temieran por su futuro ante un posible efecto contagio.
Francisco amplía el número de sus contratas y ha de montar una nueva cuadrilla.
-
Dimas, para dirigir la nueva brigada había pensado en el Sergio, ya le tuvimos
de capataz y tú estabas satisfecho de cómo se desenvolvía.
- Tú
lo has dicho, jefe, estaba satisfecho, pero ese chico ha cambiado. Desde que
estuvo al frente de esa asociación de esquiroles que crearon los jefes de
BACHSA no es el mismo. Parece como si le hubiesen comido el coco. Además, creo
que se ha aficionado a la botella, algunos días llega con un tufo capaz de marear
al más templado y tengo mis sospechas de que el alcohol no es lo peor que se
mete entre pecho y espalda.
- No
creo que sea para tanto, hombre. Y luego está lo de cumplir con la palabra
dada. Yo quedé con los tíos del marketing de BACHSA que en cuanto el chico dejara
la asociación volvería a admitirle en la empresa. Cierto es que nunca se habló
de en qué condiciones. En fin, tú verás, lo del personal es cosa tuya.
Dimas conoce demasiado bien al zorro de su
patrón para ignorar el mensaje que encierra su última parrafada. Llama a Sergio
y le dice que lo ha pensado mejor y que la próxima cuadrilla que vayan a
contratar quedará a su cargo.
La ansiada recuperación de su antiguo puesto
es un empujón para la autoestima de Sergio y, sobre todo, es decisiva para
ayudarle a moderar el abuso de la bebida y dejar de consumir estupefacientes. Solo
los fines de semana se permite fumar algún que otro porro o esnifar medio gramo
de coca cuando anda algo más sobrado de dinero. Si ha de mandar a un nuevo
equipo tendrá que estar en condiciones de hacerlo de la mejor forma posible, y
ello está reñido con el tipo de vida al que se encaminaba sin remedio, una vida
en la que el alcohol y la droga marcaban el rumbo.
Lorena, en cambio, ha ido dando bandazos sin
encontrar un trabajo que le guste y le motive. Termina aceptando un curro de
camarera en un bar de copas donde, aunque el salario es ínfimo, gana buenas
propinas. Otro motivo que la ha llevado a coger el trabajo es que el local
tiene fama de que en su entorno abunda el trapicheo de drogas y la joven, al contrario
que su pareja, no encuentra alicientes para cambiar el derrotero que ha tomado
su vida. Cada vez necesita más estimulantes externos para afrontar el día a
día.
Como los pagos de la hipoteca y de la letra
del coche se llevan la mayor parte de los ingresos de la pareja, a Lorena no le
queda suficiente dinero para costearse el pillar coca, pastillas o, en su
defecto, hachís con que apaciguar su adicción. Todo ello no hace más que
profundizar la brecha que se ha abierto en la relación de la pareja. Sergio no
se ha repuesto de la sospecha sobre las mentiras y la presunta infidelidad de
Lorena. Ella acusa a su hombre de que no es capaz volver a ganar lo suficiente
para mantener su anterior tren de vida y de que no le acompaña, con la
asiduidad que le gustaría, en sus cada vez más frecuentes momentos de éxtasis
producidos por la droga.
- ¿Esta
mierda de sobre es lo que te da ahora el chupasangre del Francisco? – cuestiona
una alterada Lorena agitando el sobre que contiene el salario de Sergio - ¿Pero
no habías dicho que iban a volver a nombrarte capataz?
- Y lo
harán, me lo ha prometido Dimas, pero cuando organice una nueva brigada.
- Con
esto ¿cómo voy a pillar farlopa con lo cara que se ha puesto?
- Es
que tendrías que esnifar menos coca, reina. Entre los dos no ganamos lo
suficiente para poder mercar todo lo que eres capaz de meterte.
El joven ha preparado un cuadro de doble
entrada en el que aparecen los ingresos y los gastos fijos que tiene la pareja
entre los que se llevan la palma las deudas contraídas: la hipoteca del
apartamento, los plazos de los electrodomésticos, de parte del mobiliario y las
letras del BMW. El saldo final es irrisorio y es cuanto tienen para los gastos cotidianos.
Lorena apenas si echa un vistazo al cuadro, le suelta un papirotazo al papel y
sale de la casa dando un portazo que hace vibrar la cristalería que hay en el
aparador del comedor y que nunca han usado.
Pasan los días. Sergio intenta seguir el
consejo que le dio el señor Francisco y se esfuerza en el trabajo al tiempo que
hace cuánto le es posible para tener contento a Dimas, que es de quien depende
que recupere el puesto de capataz. A su vez, Lorena no deja de pensar en cómo
conseguir más dinero o lo que es lo mismo, más coca o lo que pueda pillar. En
más de un momento ha tenido la tentación de hacerle caso a algún cliente que le
ha ofrecido hacer un viaje juntos a
cambio de sexo, pero no ha llegado a dar el paso, todavía respeta su unión con
Sergio y lo que ello conlleva. Ya tuvo una experiencia anterior con Maximino,
pero no quiere generalizarla. Hasta que un buen día eso también cambia. Se
encuentra en el bar donde trabaja con Tony, un antiguo amigo, que la aborda:
- Un
colega me sopló que estabas aquí y no le creí, pero veo que es la fetén.
- ¿Es
que tiene algo de malo que curre aquí? – responde desabridamente Lorena.
- No,
guapita de cara, de malo no tiene nada. Lo que pasa es que creía que tu chorbo
te tenía como una reina y no iba a dejarte caer tan bajo como para poner copas
en un antro de colgados.
- Aquí
entran tíos de toda clase, colgados y sin colgar, ¿tú en qué grupo estás?
- Ni
en uno ni en otro. De estar en alguno, estaría entre los que se pirran por una
potranca con un cuerpazo como el tuyo, paloma, y por la que sería capaz de
currar hasta las tantas con tal de que solo fueras para mí y te olvidaras de
ese hatajo de babosos que se te comen con la vista.
- No,
si verborrea no te falta, Tony, pero luego fallas más que la carabina de
Ambrosio. Y ya que te veo tan amaromado, ¿tienes material?
- No,
bonita, pero ahora mismo salgo a la esquina y veo de pillar algo, ¿qué
prefieres perico o hierba?
- Si
tienen perico mejor, sí no un canuto puede pasar.
- Para
ti siempre lo mejor. Ahora, eso sí, nos lo hacemos en casa – al ver el inicial
gesto de rechazo, Tony plantea - ¿Voy o no, potranca? Tú decides.
Lorena piensa que otra vez está en las
mismas: sexo a cambio de unas rayas. Duda, pero la vacilación es corta. Gana la
coca. Su bajada de ojos es señal suficiente para que el hombre salga
escopeteado en busca del camello de la esquina.
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