Maribel es quien le da la buena nueva,
Lorena vuelve. Al parecer la joven no ha encontrado ningún trabajo lo
suficientemente interesante para quedarse en Gandía.
- ¡Gracias a Dios! – exclama Sergio -. Ahora podré hablar
con ella y disipar todos los malentendidos.
- No lo vas a tener fácil. Le he preguntado si pensaba
volver contigo y su respuesta ha sido que no y que no quiere verte ni en
pintura.
- No es posible, con lo que me quería – se lamenta un
desolado Sergio.
La muchacha le mira
y le ve tan consternado y desvalido que le mueve a compasión. Nunca le ha
contado las reales intenciones de su amiga y tampoco va a hacerlo ahora. Si
piensa que es una pena que un tío tan majo se haya enamorado tan perdidamente
de una arpía como Lorena. Decide ahondar más en la herida a ver si de una vez
se le cae la venda de los ojos:
- Me dijo más. Que ella no puede estar con un tipo como tú.
Que un tío que lo sea de verdad lo primero que ha de saber es que un hombre
tiene que ganarse el pan, buscar un techo en el que cobijar a los suyos,
protegerlos y cuidarlos. Y todo eso no lo consigue un aprendiz.
Lo que le cuenta
Maribel le ha escocido, por eso Sergio utiliza su tono más firme para darle un
mensaje dirigido a la mujer de su vida:
- Hazme un favor, cuando veas a Lorena dile dos cosas de mi
parte. La primera es que la sigo queriendo con toda mi alma. Y la segunda que
le voy a demostrar que sí soy capaz de ganarme la vida, de eso y de mucho más.
Ah, y que no trabajo de aprendiz sino de ayudante.
Para convertir en
realidad la declaración que ha hecho llegar a su amada, Sergio multiplica su
entrega en el trabajo. Pronto se convierte en el ayudante preferido por casi
todos los oficiales puesto que no sólo realiza sus cometidos específicos sino
que además siempre está dispuesto a llevar a cabo parte de las tareas propias
de los instaladores. A Dimas no se le ha escapado el cambio de actitud del
muchacho y un día le llama.
- Estudiante, si en otras ocasiones te he echado algún que
otro chorreo, ahora tengo que felicitarte porque estás arrimando el hombro a la
faena como el primero. Y como obras son amores y no buenas razones, hace un par
de días le dije al patrón que ya era hora de ascenderte. A partir del día uno
vas a pasar a oficial de tercera con la paga correspondiente y, naturalmente,
con las tareas propias de la oficialía. Que sea enhorabuena y espero que no me
defraudes.
- ¡Gracias, muchas gracias, Dimas, de corazón! – es la
respuesta al capataz de un emocionado Sergio -. Ten por seguro que no te voy a
defraudar.
Lorena, que conoce
al dedillo los avatares profesionales de Sergio gracias a su amiga Verónica, se
replantea que es hora de hacer las paces. Con lo que el chico va a ganar como
oficial sí podrán vivir, aunque sea modestamente, y alquilar un apartamento. Es la ocasión que esperaba para
independizarse de sus padres. Se hace la encontradiza y, dando la impresión de
que aunque a regañadientes, acepta que el joven le diga cuanto la sigue
queriendo. En cuanto la ve Sergio siente una desazón en todo el cuerpo que le
enerva y dispara su testosterona, es algo superior a sus fuerzas, algo que desata oleadas de pasión que clavan sus
garras en el joven y que le impiden pensar con lucidez, sólo mandan los
sentimientos y el sexo.
- Lorena, mi vida, no sabes lo que he sufrido con tu
ausencia. Creí que no podría soportarlo. Por unos días estuve tentado de irme a
Gandía para estar cerca de ti. Fue mi abuelo quien me hizo ver que era mejor
que me centrara en el trabajo para lograr una situación profesional con la que
pudiera ofrecerte lo que ahora estoy en condiciones de hacer. Si me aceptas,
gano lo suficiente para alquilar un piso y poder vivir juntos. No puedo seguir
sin tenerte a mi lado.
La muchacha se hace
la remolona, no le dice ni que sí ni que no, en cambio le sale por dónde sabe
que le causará más impacto:
- ¡Qué poco me conoces, Sergio! Únicamente me hablas de lo
mucho que ganas ahora en tu trabajo, de que puedes alquilar un apartamento y
bla, bla, bla. Sólo cuestiones materiales. ¿Esa es la opinión que tienes de mí?
¿Crees que sólo me interesa el dinero? Lo que ganes o dejes de ganar me lo paso
por el forro. Lo único que me interesa de todo corazón es saber si me sigues
queriendo.
- ¿Cómo puedes dudarlo?, sí eres mi amor, mi vida, mi razón
de ser. Te quiero más que nunca. Sólo pienso en ti, en estar a tu lado, en
respirar el aire que respiras, en vivir la vida que tú vivas, en ser tu pareja,
tu marido si me aceptas, en ser el hombre de tu vida.
La muchacha se hace
la dura y hace penar al chico que no sabe qué decir ni qué hacer para que le
crea. Después de varios días de hacerle pasar un calvario, Lorena parece
ablandarse ante las tiernas y apasionadas palabras de Sergio. A ello, además de
los renovados juramentos de amor del joven, ha influido poderosamente la
noticia que le ha facilitado Verónica de que su tío, visto el acelerado
crecimiento profesional de Sergio, está convencido de que en poco tiempo estará
en condiciones de promocionarlo a oficial instalador de primera con lo que va a
ganar un buen dinero.
La reconciliación
llega por su propio pie. Sergio pone el romanticismo y la emoción. Lorena el
realismo y la concreción. Tienen mucho qué hacer por delante. Lo primero es
buscar un sitio donde vivir.
- Mi cielo, ¿dónde te gustaría vivir?
- Me gustaría tener un apartamento con vistas al mar –
responde Lorena.
- ¿Tendremos dinero para alquilar una vivienda así? – duda
el chico.
- ¡Ojalá!, pero creo que no nos va a llegar. Anabelén me ha
dicho que conoce un piso que se alquila en el barrio viejo, es un bajo y en
cuanto al precio parece que lo podríamos pagar. No tiene mucha luz y es un poco
cutre, pero es lo que hay.
Lorena cambia de
tema pues hay algo que la sigue preocupando: la familia de Sergio.
- ¿Les has contado a tus padres que vamos a vivir
juntos?
- Todavía no. Siguen enfadados conmigo, aún no han asumido
que haya dejado los estudios y que me haya quedado en el pueblo. Y tú, ¿se los
has dicho a los tuyos?
- Tampoco. Se lo diré el mismo día que haga el traslado de
mis cosas a nuestra casa. No es que me lo vayan a impedir, pero prefiero que lo
tengamos todo bien atado. De todos modos, la bronca no me la va a quitar nadie,
pero no pasará de ahí. Y a tu abuelo, ¿se lo has dicho?
- Sí, se lo conté hace unos días.
- ¿Y qué te dijo?
- Que era un paso muy serio y que me lo pensara bien. Es lo
que me suele decir casi siempre, pero no puso ningún reparo. Sólo añadió que
tuviera en cuenta que tener un hogar propio es muy caro y que tendría que
echarle muchos riñones al trabajo para salir adelante.
- No te preocupes, cariño, saldremos. Tú vales mucho y en
cuanto el Francisco se dé cuenta de tu valía ya verás cómo te aumenta la paga o
de te da un curro donde puedas ganar más pasta. Y yo ayudaré en lo que pueda.
- A mí me gustaría que no tuvieses que trabajar, que fueses
como mi madre, un ama de casa, que bastante trabajo tienen por cierto.
- Me parece muy bien, mi vida, pero para eso tendrías que
ganar bastante más. No creas que me vuelve loca lo de seguir sirviendo birras
en la mierda del chiringuito, pero para llegar a fin de mes el miserable sueldo
que gano más las propinillas nos vendrán ni que pintados. De todas maneras me
quedo con tu copla, lo de ser solamente la señora de la casa me parece de lo
más guay. A ver si algún día lo consigues.
La deseada
reconciliación supone para Sergio el inicio de una nueva etapa de su vida, de
una fase de esplendor y plenitud.
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