Lo que pueda pasar con los resultados de las próximas elecciones
municipales no sólo preocupa a los grandes partidos, también las formaciones
minoritarias trabajan para que el desenlace de los comicios sea lo más
favorable posible para sus siglas. Son conscientes de que si consiguen algún
concejal puede ser el que haga decantar el fiel de la balanza a uno u otro
lado. Por eso el comité ejecutivo del UNES, acrónimo de Unió Nacionalista
dEsquerres Senillenques, bajo la batuta de su secretario general Guillem
Armengol, está ocupado en diseñar la estrategia sobre los posibles pactos poselectorales
si el resultado de las urnas les es tan propicio como esperan.
La habitación está cargada de humo, tanto que algunas volutas
blanquecinas han quedado encalladas en un rincón del desordenado habitáculo
lleno de cajas de bebidas. El debate, en el seno del comité, ha sido movido,
pero por el momento reina un espeso silencio. El mutismo lo rompe Armengol:
- Insisto. Mi opinión es que de
ninguna manera deberíamos pactar con los socialistas antes de las elecciones.
Eso sería tanto como pegarnos un tiro en el pie. No creo necesario recordar que
si en esta legislatura hemos gobernado juntos fue porque vinieron a pedir
nuestro voto cuando no alcanzaron la mayoría absoluta. Y a día de hoy no es
seguro, ni mucho menos, que el PSOE gane los próximos comicios.
- Pues yo no creo que Aznar
consiga ganar. Hoy por hoy, a nivel del estado español, hay más progresistas
que fachas – sentencia otro asistente, todo un peso pluma por su falta de envergadura
y hasta de pelo.
- A mí me parece que la postura
de Guillem es la más cauta. El hecho de que seamos un partido de izquierdas no debería
condicionar en ningún modo las posibles alianzas del mañana – afirma un
tercero.
- A lo que acabas de decir yo le
pondría algunos peros. Si somos de izquierdas es por algo y no deberíamos
meternos en la cama con ningún partido del facherío. Antes que juntarnos con
cualquier formación que huela a derechona propongo que nos quedemos en la
oposición – insiste el pequeñajo.
- No jodas, Arcadi. ¿Tú sabes que
frío hace fuera del poder? Además, ya hemos estado demasiados años en la
oposición, justo todos los que tú ocupaste la secretaría general.
Arcadi Ibáñez acusa el rehilete que acaba de clavarle Armengol donde más
duele y protesta airadamente:
- Hice lo que debía de hacer, no
como otros. Y podría estar de acuerdo contigo en que para convertir en realidad
nuestro programa es imprescindible conseguir el poder, pero no a cualquier
precio. Si para estar en el gobierno hemos de prostituir nuestras ideas no
cuentes conmigo.
- Vamos a ver, compañeros –
Armengol prefiere dirigirse a todo el comité en vez de enzarzarse en un cara a
cara con Ibáñez, sabe que dialécticamente puede ser un rival peligroso -, estoy
de acuerdo en que si estamos en política es para, junto con el resto de fuerzas
nacionalistas, hacer país e implantar nuestro programa y, en el nivel municipal,
sólo podremos hacerlo si manejamos alguna cuota de poder. Y para conseguirlo
tenemos que jugar duro y no andarnos con gaitas. No podemos contentarnos con
ser un partido de nacionalistas de izquierdas más puros y progresistas que
nadie, pero que a la hora de la verdad no nos comemos una rosca. Tenemos que
aprender de los socialistas. ¿A cuántos de sus postulados marxistas han tenido
que renunciar para alcanzar el poder? A todos cuantos han sido necesarios. ¿Y
cuáles han sido los resultados de esas renuncias; mejor dicho, de su
pragmatismo? Pues que llevan trece años en el gobierno del estado español y de
la autonomía.
- Lo que hayan hecho o vayan a
hacer los socialistas me importa un carajo – protesta airado Ibáñez -, lo que
aquí estamos ventilando es lo que nosotros vayamos a hacer.
- Naturalmente, Arcadi. Por eso
me permito recordaros que en la legislatura que está dando sus últimas boqueadas
hemos tocado poder por primera vez, gracias a que una mayoría del partido,
ajustada pero mayoría al fin y al cabo, votó a favor de que firmáramos el pacto
de progreso con el PSOE. Sabéis tan bien como yo las ventajas que nos ha
reportado tener en nuestras manos la concejalía de urbanismo, máxime con la
cascada de obras que hay en marcha o proyectadas. ¿Podéis imaginaros cuánto puede
suponer eso para las arcas del partido?
Ibáñez está en un tris de contestar: ¿para las arcas del partido o para las
tuyas?, pero no se atreve a verbalizar su reflexión. Lo que si hace es
proseguir con su oposición a los planteamientos del secretario general:
- Entonces, Guillem, si te he
entendido bien, lo que propones es que no acordemos nada con el PSOE antes de los
comicios, pero que luego sigamos a su rebufo y volvamos a pactar con ellos. Pues
bien, ese planteamiento nos lleva a un escenario en el que tendremos menos
fuerza que si pactamos antes. Si hacemos lo que propones dudo mucho que los
socialistas, si son la minoría mayoritaria, acepten incluir en el programa de
gobierno de la coalición nuestras históricas reivindicaciones.
- Te recuerdo, Arcadi, que nuestras
reivindicaciones las vamos consiguiendo pasito a paso. Por sólo citar algunas:
en esta legislatura la banda municipal no ha tocado ni una vez el himno de
Serrano, no se han vuelto a instalar banderolas blaveras en las fiestas y hemos celebrado con gran éxito los correllenguas anuales.
- Tal como lo cuentas hasta parece que todo eso es una
hazaña descomunal, pero no son más que migajas. Y la verdad es que nos estamos
olvidando del contenido de la doctrina fusteriana – se lamenta Arcadi.
Armengol no entra
al trapo de la denuncia de Ibáñez y expone una nueva información:
- Hace unos días invité a unas cañas a Chimo el Saurí, le
tiré de la lengua y me contó que le da en la nariz que podríamos obtener el
mejor resultado de nuestra joven historia. Eso supone que…
Ibáñez interrumpe la exposición de Armengol:
- Si basas toda tu estrategia
electoral en lo que te haya podido contar el Saurí, apañados estamos. ¿Acaso no
sabes que ese viejo chocho le dice a cada uno lo que quiere oír?
- No sólo es el Saurí quien dice
eso, Ibáñez – asegura otro -. Mi cuñado Alberto, que como cartero habla con
todo el mundo, también cree que esta vez podemos sacar tajada.
- A mí lo que diga tu cuñado, el
Saurí o Perico de los Palotes me la trae al fresco – brama Ibáñez -, lo
importante es que, en el poder o en la oposición, no deberíamos abandonar jamás
nuestros postulados de ayudar, en la medida de nuestra fuerza, a conseguir un País Valencià libre e independiente y,
en su día, miembro de la confederación dels
Paisos Catalans.
- Todo eso me parece muy bien,
Arcadi. No voy a discutir que es nuestro gran reto, pero para llegar a esa meta
todavía tiene que llover mucho. De momento tendremos que conformarnos con lo
que hay.
- Tampoco yo niego que tengas
razón en pretender buscar solución a los problemas inmediatos, a las
contingencias del aquí y ahora, pero lo que no debemos consentir de ninguna de
las maneras – e Ibáñez eleva la voz – es prostituir nuestro credo y pactar con
cualquier partido que no sea de izquierdas o, en su defecto, que no asuma
íntegramente nuestros postulados.
Ante los mudos asentimientos de algunos de sus correligionarios,
Armengol opta, una vez más, por la diplomacia:
- Por supuesto. Eso no está en
cuestión.
- Guillem, ¿y tú has tanteado a
los del PSOE? ¿Qué estarían dispuestos a ofrecernos si les damos nuestro apoyo?
– indaga otro con la intención de enfriar el debate.
- De entrada casi puedo
aseguraros que retendríamos urbanismo y todo lo que conlleva. También podríamos
volver a colocar a algunos de los nuestros en la brigada municipal de
mantenimiento y en el servicio de limpieza. Mirar, llevamos la tira dándole
vueltas al asunto y empiezo a estar hasta la coronilla. Al final, encima de la
mesa sólo hay dos propuestas. La de Arcadi, que en definitiva es forzar al PSOE
a pactar antes de las elecciones, y la mía, esperar y ver qué pasa. Como no hay
más cera que la que arde, propongo que dejemos de seguir dándole a la sin hueso
y votemos. ¿De acuerdo? – ante el mudo asentimiento de los demás, Armengol
prosigue - ¿Votos a favor de la propuesta de Arcadi?
El aludido levanta la mano. Otro dirigente está a punto de secundarle,
pero lo piensa mejor y deja su mano donde estaba.
- ¿Votos a favor de la mía? –
continúa Armengol.
Se alzan tres manos. Armengol, con cierta sorna añade:
- Como secretario general del partido
me abstengo. Se aprueba la propuesta de esperar a las elecciones y ver qué pasa
por tres a votos a favor, uno en contra y una abstención. Se levanta la sesión.
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