Francisco y Lisardo, la pareja de jubilados
que un día invitaron a Sergio a bocata y caña, están sentados en su bar de
siempre, tomando las cervezas de costumbre y llevando la charla a su querencia
habitual: los años, para ellos dorados, en los que trabajaron en la
construcción.
- ¿Te acuerdas de en qué año quebró BACHSA?
- ¡Cómo no me voy a acordar! - exclama Francisco -. En el dos mil nueve.
Echaron a toda la plantilla y dejaron a un montón de proveedores y de
subcontratistas con el culo al aire, entre ellos al menda. Tuve que hacer el
primer ERE y despedir a la mitad de la gente. A partir de ese momento no
levanté cabeza. ¡Cabrones!
- A buen seguro que los de la constructora ya habían hecho su paquete.
- Pon la mano en el fuego a que fue así. Esos sinvergüenzas seguro que
tienen millones apalancados en esas islas donde se esconde el dinero de los
negocios sucios.
- A los que trincaron fue a los del Ayuntamiento por poner el cazo.
- Es que sólo cogen a los que se dejan untar, en cambio a los untadores
ni tocarles un pelo. De todas maneras, me parece bien que los politicastros
pasen por el banquillo. A ver si así aprenden y dejan de meter la mano en el
cajón del pan.
- Antes las ranas criarán pelo que lo veremos - apostilla un escéptico
Lisardo - Aunque ¿sabes qué te
digo? Que me alegro de que todos los que entonces se pringaron de alguna manera
o se aprovecharon para esconder por esos mundos los millones que aquí ganaron
lo paguen y, si necesario fuera, que lo paguen con cárcel.
- ¡Virgen del Amor Hermoso, hay que ver lo bravo que vienes hoy!
A pesar de que el comentario
de Francisco está teñido de ironía, Lisardo no se molesta por ello. Son muchos
años de amistad y muchos los trances pasados durante los esplendorosos años del
boom peleando codo a codo con los ejecutivos de las grandes constructoras para
lograr las mejores contratas posibles.
- ¡Vaya, mira quien viene por ahí! - exclama Lisardo señalando al hombre
que se está acercando.
Sergio, intencionadamente, ha
pasado cerca del bar. No se engaña, sabe que si lo hace no es tanto por charlar
con su antiguo patrón, sino para ver si le vuelven a invitar. Un bocadillo o un
buen pincho a media mañana, cuando sólo se ha tomado una taza de café aguado,
no es algo para despreciar.
- A los buenos días, señor Francisco y señor Lisardo - Sergio presenta hoy
un aspecto algo mejor, va como más arreglado.
- Buenos días, Sergio, ¿dónde vas? - se interesa Francisco.
- Tengo una entrevista con el encargado de Mercadona a ver si me cogen
como reponedor.
- Enhorabuena. Al fin, encontraste trabajo.
- Yo no diría tanto, señor Francisco. De momento es sólo una entrevista
de trabajo, a la una.
- Bueno, principio requieren las cosas. ¿Dices que a la una? Tienes
tiempo suficiente para tomarte una caña - Y sin esperar respuesta llama -.
Pepe, pincho de tortilla y caña. Oye, el pincho que sea para hombres y no una
de esas raciones que sirves que hay que buscarlas con lupa.
Lisardo se toma un chupito de
su cerveza, que a estas horas ya debe de estar caliente, luego se encara con
Sergio.
- Oye, Sergio, antes hablábamos
de BACHSA y le preguntaba a Francisco si sabía porque se llamaba así. Tú que
tienes estudios igual lo sabes.
- Creo que eras las iniciales de los apellidos de los cuatro socios que
crearon la compañía. Recuerdo que una vez vino uno a ver el edificio que estábamos
instalando. ¿Se acuerda señor Francisco?
- Sí, uno llamado Cardona, pero ni siquiera llegué a hablar con él. A
quien sí me presentaron un día fue a otro, un tal Oriol Bricart, un catalán más
chulo que un ocho. También oí decir que había otros dos, uno de Bilbao que
tenía un apellido vasco de esos que no hay quien lo pronuncie y el cuarto que
era de Valencia, creo que se apellidaba Huguet, por cierto que lo atropellaron
el año pasado. Lo leí en Las Provincias.
- Oí comentar a otros subcontratistas que si había unos macarronis que
también eran socios - apunta Lisardo.
- Ahora que lo dice - rememora Sergio -, recuerdo que un día el profesor
Tormo, el que daba las charlas dónde los jubilados, me comentó que se rumoreaba
que si parte del capital de la empresa provenía de dinero negro de la ndrangeta
– inmediatamente traduce -. Es la mafia de Calabria - Y antes de que le
repregunten aclara -. Una región que está en el sur de Italia.
- Pues en las obras nunca vi a un solo espagueti - asegura Lisardo.
- ¡Nos ha jodido mayo! Como para dejarse ver si eran mafiosos - se burla
Francisco – Esos tipos son como las avenidas del riu Sec, que sólo las sientes cuando se te lleva la corriente. Oye,
Sergio, tú que eres hombre de letras, ¿te crees eso de que era dinero de la
mafia?
- La verdad es que ya no sé qué creer. Entre lo que mienten, engañan y
nos ocultan me parece que los ciudadanos de a pie sólo sabemos lo que quieren
que sepamos que debe ser la mitad de la mitad.
- Hijo, no he entendido ni papa – se lamenta Francisco.
- Pues ayer oí en la tele a un ministro que decía que todo va muy bien –
interviene Lisardo sin que su comentario venga muy a cuento.
- Y no mentía, Lisardo, no mentía, va muy bien… para algunos, incluido el
ministro que decía eso – sentencia Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario