En Madrid, Pilar intenta llevar una vida lo más normal posible y pasa, en la medida de lo posible, de las noticias sobre la guerra, porque casi siempre son informaciones, si no trágicas, sí tristes. Por lo que, más allá del trabajo cotidiano en la farmacia, se entrega en cuerpo y alma a aquellas actividades que no le hagan pensar en el conflicto. Ahora, junto con su inseparable Luis Verdú, está tratando de contestar la carta de Mr. Boris Wourky. Realmente, la carta la redacta el notario que es quien se defiende en inglés, aunque la joven boticaria no cesa de indicarle cómo debe hacerlo, qué tiene que poner, cómo preguntar, si también ha escrito a los de Suances…, hasta que Luis se cansa y echa los pies por delante.
-Bueno, Pilar, hasta aquí llegaron las aguas de la última riada, como dicen los huertanos de mi tierra; me tienes hasta el mismísimo bigote por tus continuas exigencias, aunque mejor sería decir órdenes. ¿Nunca te han dicho que eres una marimandona? Y además, crees que lo sabes todo y que nadie puede hacer lo que fuere mejor que tú. Estás hecha una doña perfecta y cuando te pones así resultas de lo más cargante. Comprendo porque sigues soltera y, si continúas así, te quedarás para vestir santos. Ahí te quedas con la carta y apáñatelas como puedas, que ya no te soporto ni un minuto más –Todo eso lo ha dicho el murciano sin alterarse lo más mínimo ni levantar la voz.
Pilar se queda atónita ante el arranque de Luis, le tenía conceptuado de otra forma, jamás pudo imaginar que fuese capaz de poner pie en pared. Y en lugar de enfadarse, mira al murciano de otra manera y cambia de actitud. La mujer que responde al exabrupto del notario es otra Pilar, amable, sumisa y complaciente.
-Tienes razón, Luis, sé que tengo mal carácter, la abuela Pilar siempre lo decía, procuro contenerme pero a veces me propaso. Te ruego que me perdones y te prometo que no volverá a suceder. Y, por favor, no te vayas, me resultas imprescindible pues sabes que no sé inglés como para escribir una carta. A partir de ahora estaré calladita y te dejaré hacer y, si en algún momento, te sugiero algo lo haré educadamente y no en plan de ordeno y mando.
A partir del incidente, la relación entre ambos cambia. A ojos de Pilar, el murciano ha dejado de ser una especie de sombra sospechosa y se convierte en el compañero ameno, divertido e ingenioso cuya sola presencia le hace más llevadera la vida. Ajenos a la escalada de la guerra fratricida, Pilar y Luis comienzan a vivir una nueva etapa en la que intentan evadirse de los horrores bélicos y empiezan a ser algo más que amigos.
-En abril estrenaron en el Teatro Español, Bodas de Sangre, de García Lorca y está causando furor. Me ha costado lo mío pero he conseguido unas entradas, ¿te apetece verla? –pregunta Luis.
-Lorca es una de mis debilidades.
Terminando abril, los bombardeos de localidades vizcaínas se acentúan y un mal día la Legión Cóndor bombardea Guernica quedando la villa reducida a escombros. El pueblo no era un nudo geoestratégico ni tenía asentamientos militares ni fábricas, por lo que nadie entiende el porqué del atroz bombardeo. Cuando se conoce el suceso, se produce un enorme revuelo internacional, casi tanto como cuando fue fusilado García Lorca. Periódicos como el británico The Times o el norteamericano The New York Times censuran agriamente el hecho y hasta la Sociedad de Naciones condena el bombardeo. En la tertulia de la perfumería las condenas caen mal, pero hay una voz que pone algo de lucidez.
-Lo que ha hecho el mando nacional, por acción u omisión, ha sido una cagada y no de pájaro. Es un ejemplo perfecto de lo que es tirar piedras a tu propio tejado –sentencia Valdés.
En la siguiente ocasión que van a tener la tertulia, ya entrado el mes de las flores, y aprovechando que aún no ha llegado Valdés, pero sí Infantes, Ramírez se le queja.
-No me gustó nada lo que dijo Valdés de que los nuestros la habían cagado con lo del bombardeo de Guernica, ya que parece que fue una decisión unilateral de la Legión Cóndor que ni siquiera informaron a Mola. ¿Estás seguro de que tu compañero no es rojo?
-Lo estoy, ya os lo dije en su día que es más de derechas que San Isidro, lo que ocurre es que Lisardo también es masón y los masones siempre van a su aire.
Una vez reunidos los cuatro, se ponen a repasar las noticias más destacadas de lo que va de mayo.
-En la anterior reunión se nos pasó por alto una noticia no sé si interesante o curiosa –recuerda Infantes-. Que la Junta Técnica del Estado de Burgos, ha establecido el saludo romano como saludo nacional.
-Entrando en la actualidad, hay una noticia que hace bueno el dicho de que la risa va por barrios; lo digo porque si hace unos días los nuestros tenían problemas internos con las refriegas entre diversas facciones falangistas, ahora quienes los tienen son los republicanos con la sublevación de los anarcosindicalistas en Barcelona. Lo que comenzó como un simple disturbio se ha convertido en un enfrentamiento armado –informa Valdés que agrega-. El edificio de la Telefónica, controlado por la CNT, fue asaltado por guardias enviados por la Generalidad, aunque los anarquistas siguen dominando los suburbios obreros.
-¿Los enfrentamientos se han limitado a Barcelona?
-¡Qué va!, se han extendido a otros puntos de Cataluña controlados por ERC y el PSUC. La CNT y la FAI han aceptado participar en el nuevo Gobierno de la Generalidad, pero aun así siguen los problemas, el último es que la anarquista Federica Montseny ha sido detenida en un control del PSUC cuando viajaba a Barcelona.
-¿Y el gobierno republicano no ha hecho nada?
-Ha enviado al puerto de Barcelona algunos barcos de guerra y unos miles de guardias de asalto, lo que ha generado una nueva reunión de las facciones enfrentadas para tratar de poner freno a la violencia. La Generalidad ha aceptado las demandas presentadas por CNT-FAI, se han liberado los rehenes y se descartan represalias –remata su explicación Valdés.
En la provincia santanderina, las aguas no están tan revueltas como en Cataluña, pero comienzan a encresparse porque desde finales de marzo las fuerzas republicanas y vascas se retiran de Vizcaya ante el avance de las tropas de Mola. Ante la descomposición del ejército, el lehendakari, José Antonio Aguirre, se proclama jefe supremo del Ejército vasco y lo desagrega del Ejército del norte. Todo ese cúmulo de noticias repercute directamente en la familia Carreño de Suances que, desde la marcha de los Bermejillo a Santander, está más sola que nunca. Todo ello afecta a Julia que cada día que pasa está más intranquila y nerviosa, solo le ha faltado ver que Andrés últimamente luce la insignia del Socorro Rojo consistente en una ese detrás de las rejas de una prisión. Julia calla porque los paquetes de comestibles del Socorro no son para desdeñar, pero no deja de temerse que su hijo acabe siendo comunista. Esta tarde, cuando llega de la cooperativa, encuentra a su casero esperándola. ¿Qué querrá?, se pregunta Julia. Se lava las manos, porque en la cooperativa todo huele a pescado, y va al comedor.
-Señor Fulgencio, ¿cómo usted por aquí?, le veo tan bien como siempre… -Tras unas frases de cumplido el casero entra en faena.
-Verá, señora Julia, usted; bueno, usted y toda su familia me cayeron bien desde que nuestra común amiga la señora Ramírez me los recomendó. Y desde entonces nada de lo que han hecho o dicho me ha hecho cambiar de opinión. Por eso estoy aquí, para avisarla. Pasados los tres primeros meses del comienzo de la guerra, la gente del Comité Antifascista del pueblo parece que se calmó y no han vuelto a molestar a la gente de bien, pero con las noticias de que los fachas están a punto de tomar Bilbao, las aguas bajan bravas y los del Comité han vuelto a reactivarse. Este es un pueblo pequeñuco y todos nos conocemos y, claro, todo el mundo sabe quiénes son ustedes y de que pie cojean. Ni a mí ni a la mayoría de vecinos nos importa, pero en el Comité hay dos o tres cabezas locas que son capaces de cualquier barbaridad. Bueno, me estoy alargando demasiado… Lo que he venido a decirle es que aquí no están ustedes seguros y, como les aprecio y sé que son buena gente, he creído que debía advertirles de que corren peligro. Mi consejo es que se vayan a Santander, en la ciudad podrán pasar desapercibidos, algo que aquí es imposible. Ya comprendo que es una faena, pero es lo que hay…
A Julia el cielo le cae sobre la cabeza; lo que le faltaba, ahora que parecía que iba capeando los problemas del yantar, ahora viene este hombre aconsejando que deben irse. El agobio es tal que no puede contenerse, unos lagrimones como el puño le resbalan por las mejillas.
-Por favor, señora Julia no me llore. Los años me enseñaron que en la vida, menos la muerte, casi todo tiene solución. Y este no es momento de lloros sino de tomar decisiones. Piense en lo que le he dicho y decídase, pero le adelanto que le queda poco tiempo. Para mí sería un cargo de conciencia, que nunca me perdonaría, que a una familia de bien como la suya le pasara algo. Yo no tengo más que decirle, pero algo tendrá que hacer…
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 54. ¿Qué te parece?