Como Maripili es la
referencia que Sergio tiene más cercana sobre su relación con las mujeres,
trata a Lorena de manera similar. Apenas si se atreve a tocarla, y no es por
falta de ganas. Los vestidos de la joven son los típicos veraniegos, lo que supone
que esconden poco e insinúan mucho, y cada vez que en la playa la muchacha se
desabrocha el sujetador para broncearse la espalda al chico está a punto de
darle un sofocón cuando ella le pide muy modosamente que se lo abroche,
mientras se sujeta la parte delantera, acción que a veces le lleva a enseñar una buena porción de sus adorables
pechos. La sexualidad de Sergio, que si no ha estado dormida si al menos
adormilada, despierta y de qué manera. El joven comienza a tener sueños
húmedos. La figura central de los mismos es siempre la misma: Lorena. Recurre
al onanismo como única salida para desfogarse. En el terreno de los amoríos,
Sergio está muy verde. Su carácter más bien retraído, su formación cristiana,
una vida familiar muy reglada y un miedo cerval a coger alguna enfermedad de
transmisión sexual son algunos de los factores que explican que Sergio, a sus
diecinueve años, sea todavía virgen.
En contraposición, la biografía de
Lorena no puede ser más dispar, casi está en las antípodas de la de Sergio.
Siendo apenas una adolescente puso sus ojos en ella un chico del pueblo tres
años mayor, Maximino es su nombre aunque todo el mundo le llama Maxi. Al poco
tiempo de salir juntos, una tarde, en una confusa mescolanza entre el
romanticismo de la entrega y la rudeza de la violación, Maxi la hizo mujer.
Desde entonces fueron novios y amantes en una relación en la que el sexo, con
toda suerte de fantasías, fue determinante. La relación prosiguió sin mayores
contratiempos hasta que Lorena cumplió los diecisiete y el amor propio, con la
impagable ayuda de los celos, se impuso al sexo.
- Me lo contaron y no quise creerlo, pero ayer volvieron a
decirme que te lo estás montando con la gilipollas de la Merche.
- No digas bobadas, churri. ¿Cómo voy a perder el tiempo con
una tía que no pasa de chóped del malo cuando tengo en mis brazos a un jabugo
cinco estrellas?
- No te quedes conmigo, Maxi, que te conozco. Estoy hasta
los moños de que vayas por ahí tratando de ligarte a la primera piba que se te
cruza por delante. Y lo de la Merche ya es demasié.
- Que no, cara bonita, que no. Que para mí no hay otro
chochito más que tú. ¿Dónde voy a encontrar un pastelito de cabello de ángel
como el que ya tengo?
Lorena duda, pero
se siente incapaz de romper definitivamente con Maxi, se encuentra presa del bronco
y viril atractivo del joven que en la cama es un tigre y, acaso, porque ha sido
su primer y único hombre. La relación con su novio se convierte en una suerte
de montaña rusa en la que tan pronto parece tocar las estrellas como hundirse
en la sima de los celos. Hasta que una de sus amigas le rompe el corazón al
confirmarle lo que temía.
- Loren, si no fueras mi mejor amiga no te lo diría, pero
creo que tengo la obligación de contártelo – No está muy claro si Mariasun está
pasando un mal rato o se está regodeando de antemano.
- ¿De qué va el cotilleo? – Lorena pretende imprimir a su
pregunta un tono entre irónico y despectivo, pero teme lo peor.
- De cotilleo nada. Lo vi ayer con mis propios ojos. ¿Sabes
quién iba de paquete en la burra de Maxi? – Dejar un espacio en silencio
después una pegunta así es poco menos que obligado. Como Lorena no pregunta,
Mariasun prosigue -. Pues el putón de la Merche.
- ¿Y? – es la lacónica pregunta de Lorena.
- Me lo habían dicho, pero como hay tan malas pécoras, que
más parecen víboras que otra cosa, no hice mucho caso. La semana pasada también
se lo contaron a Anabelén y a Verónica. Estuvimos discutiendo sí decírtelo,
pero no nos atrevimos, ¡cómo estás tan encoñada con ese chulo!, pero lo de ayer
fue lo que me decidió. Perdona que sea tan directa, si lo hago es por nuestra
amistad, pero llevas unos cuernos más grandes que el Micalet. Eres muy dueña de
hacer lo que te salga del chumino, pero desde luego si estuviera en tu pellejo
ese fantasmón no me volvía a tocar ni un pelo.
Demasiadas
evidencias, pero con todo Lorena aún mantenía la leve esperanza de que lo de
Maxi con la Merche no fuera más que un calentón pasajero, sospechaba que algo
así ya había pasado otras veces, pero al final el joven siempre volvía a sus
brazos.
La situación terminó por quebrarse la tarde en
la que estuvo esperándole pues le había prometido darle un paseo en moto. Al
ver que no llegaba, se acercó al cobertizo en el que guardaba la burra, como
solía llamar el mozo a su moto, para ver si estaba allí. Y estaba. Tendido en
una mugrienta colchoneta y con los pantalones por los tobillos. Y aquello no
era lo peor pues entre el magro colchón y Maxi estaba Merche, con la falda por
la cintura, lanzando unos gemidos que se
podían escuchar desde una legua de distancia. Aquello fue el the end de la película, mitad romance
mitad porno, de Lorena y Maxi.
En el año que
siguió a la ruptura con su ya ex novio, Lorena pasó por varias relaciones que
siempre fueron cortas pero intensas. Sabe lo que les gusta a los hombres y no
duda en complacerles. También a ella le encanta divertirse. Lo que no consigue
es una relación estable. Unas veces son ellos los que, en cuanto han catado y
recatado a la joven, se alejan. En otras, es la propia Lorena la que los aparta
de su lado.
Con unas vidas
sexuales tan distantes y distintas la relación entre Lorena y Sergio podía
discurrir por las sendas más insospechadas. Ha sido la joven quien ha marcado
el terreno y lo ha hecho de forma que no se corresponde con su biografía. Desde
el primer día, y no sabe muy bien por qué, decidió tener al muchacho encelado
pero sin dejar que se propasara ni un pelo. La joven le incita sutilmente a que
contemple y admire sus encantos que son muchos, pero no le deja ir más allá.
Con lo que Sergio vive un sinvivir.