En el mes de
abril, según el refranero español, aguas mil. Claro que ese aforismo servía
antes del cambio climático, en cambio este año los días abrileños han dejado
poca agua en las resecas tierras de la península ibérica. No sé a santo de qué
traigo aquí abril, lluvia y clima. Quizá sea porque a finales de mes,
exactamente el 28, colgaré en el blog el último episodio de “El robo del Tesoro
Quimbaya”. Han pasado algo más de catorce meses desde que inicié el novelesco
relato del supuesto robo de una de las más preciadas muestras del arte indígena
sudamericano que se exponen en el madrileño Museo de América.
No me
despido de mis lectores. Tengo en el taller de mi imaginación el embrión de una
nueva novela, muy distinta y distante de la sustracción de las joyas
precolombinas. Solo tienen un nexo que las une: los protagonistas son los
cuatro jubilados que tanto hicieron para acelerar el desenlace del robo del
tesoro. Nos seguiremos viendo o, mejor dicho, leyendo si los lectores tienen a
bien hacerlo. En cualquier caso, y una vez más, gracias a los que abren el
blog.