Pilar y Luis se citan en la cafetería del Hotel Gaylord de la calle Alfonso XI. Cuando llega Pilar, encuentra a Luis charlando animadamente con una rubia larguirucha, de la que el murciano se despide con un cálido apretón de manos en cuanto la divisa.
-Y esa rubia con unas piernas que parece que le nacen de los hombros, ¿dónde te la has ligado? –pregunta una sorprendida Pilar, no tanto por la rubia sino porque acaba de descubrir que se siente celosa.
-¡Qué va!, es una corresponsal de guerra. Se llama Martha Gellhorn y escribe para la revista Collier's, una publicación femenina estadounidense. Le he tenido que hacer de intérprete para que el camarero la entendiera. ¿Tú sabías que Madrid está lleno de periodistas de medio mundo venidos a informar de la guerra? Y entre ellos hay algunos que son escritores consagrados de los que posiblemente hayas leído alguna obra. ¿Te suenen nombres como Hemingway, John Dos Passos, Antoine de Saint-Exupéry, George Orwell, André Malraux o Neruda…? Todos ellos, y más que ahora no recuerdo, están escribiendo reportajes para los principales rotativos de medio mundo –Pilar piensa que por detalles así le gusta Luis. No solo tiene una gran cultura, de la que no suele hacer gala, sino que es muy ameno describiendo cualquier situación, pero lo que le pregunta es algo trivial.
-¿Y están todos alojados en el hotel?
-Supongo que todos no, creo que también hay muchos en el Hotel Florida y también se juntan muchos en Chicote.
-Aunque está en mi calle nunca estuve en Chicote, ¿me llevarás algún día?
-Te llevaré a donde quieras, hasta a la luna si me lo pides –contesta, con voz firme, el hombre.
Pilar le mira amorosamente, por eso le ha cogido cariño, es evidente que Luis está perdidamente enamorado de ella y que no encontrará a un hombre que esté dispuesto a hacer lo imposible para complacerla.
Lisardo Valdés lleva a la tertulia una propuesta que parece descabellada: un compañero de su logia le ha invitado a participar en una tertulia en la que comentan las noticias más destacadas del momento. El problema reside en que la mayoría de participantes son del PSOE y de la UGT, y hay un par que si no tienen carné del PC les debe de faltar poco.
-Hombre, Lisardo eso es un disparate, ¿pero tú no dices que eres de derechas y ahora pretendes meterte en un grupo de rojos? No te entiendo –le reprocha Ramírez.
-Había pensado en que si voy de vez en cuando, más a escuchar que a opinar, podría enterarme de noticias que, de otra forma, no llegaremos a saber y también sería una manera de conocer cómo ven el desarrollo de la guerra desde la perspectiva republicana –se explica Valdés.
-Lo que apunta Lisardo está bien traído, sería como tener una fuente directa de lo que opinan nuestros enemigos. Siempre y cuando, amigo mío, no te vayas de la lengua, metas la pata y descubran que eres del otro bando –opina Infantes.
-Yo no sé si sería capaz de tener la sangre fría para estar en medio de una panda de rojos y no soltarles cuatro frescas –dice Julio con cierto candor.
-¿Qué me decís, voy o no voy?
-Bueno, por probar que no quede, pero ve con tiento –le aconseja Julio.
En su primera presencia en la tertulia del café Gijón, Valdés se entera de cómo se desarrolla el ataque en la zona noroeste de la provincia madrileña.
-Camaradas -cuenta un tertuliano-, dos grandes noticias: las tropas de Líster han ocupado Brunete y Villanueva de la Cañada y las de El Campesino mantienen un duro cerco sobre Quijorna. El resto de divisiones continúan su asedio a Villanueva del Pardillo y Boadilla del Monte.
-Carlos, te has olvidado contar que los nuestros también han tomado Albarracín. Espero que se hayan cargado a todos los meapilas y fachas que encuentren –desea otro tertuliano.
Noticias que al día siguiente repite Valdés a sus amigos de la trastienda y a las que Infantes pone reparos.
-Esos rojos lo ven todo de color rosa, pero se han olvidado añadir que en el flanco sur de Madrid están fracasando en su intento de alcanzar Alcorcón y que, al tiempo, llegan reservas por tierra y aire, entre ellas parte de la Legión Cóndor. Y les van a dar p´al pelo –Infantes se ha puesto castizo.
En el Canarias se celebran unas exequias marineras en recuerdo de los más de trescientos marineros del acorazado republicano Jaime I, hundido en junio tras una explosión en la base naval de Cartagena. Pese a que el buque y su dotación ahora son enemigos, no dejan de formar parte de la Armada española y son muchos los tripulantes del crucero que conocieron e incluso fueron amigos de algunos de los fallecidos. Al terminar el acto religioso, Álvaro habla con su superior orgánico, el teniente de navío jefe de la dirección de tiro del Canarias, sobre una idea a la que lleva dando vueltas hace tiempo. Como está al corriente del avance en el norte del Ejército nacional es consciente de que la liberación de Santander no puede tardar y, cuando eso ocurra, está decidido a pedir permiso para desplazarse a la provincia cántabra y buscar a su madre y hermanos, si es que están vivos y siguen allí. La respuesta de su superior es la que esperaba.
-Hazlo, Carreño, avalaré tu petición y, si puedo, moveré algunos hilos para que te la concedan, siempre que las necesidades del servicio no lo impidan. Si los encuentras, ¿qué piensas hacer con ellos?
-Llevármelos a Cádiz. En previsión he alquilado una casa en el barrio de La Viña.
-¿Y si el buque cambia de base, también te los llevarás contigo?
-Por supuesto, allí donde
tenga la base el crucero, allí estará mi familia.
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 57. Álvaro teniente de navío