La mañana del 29 de agosto ha pasado y
Grandal no ha podido terminar de contar a los amigos su teoría sobre lo que
pudo ocurrir en la habitación donde Curro Salazar reposaba de su fractura de
costillas, empeorada tras la caída que tuvo al discutir con Vicentín. Y por la
tarde tampoco podrá porque el excomisario le ha prometido a Chelo llevarla a
conocer Peñíscola. Ha quedado citado con los amigos para el día siguiente y les
ha asegurado que, si no siguen interrumpiéndole, acabará de contarles lo que
supone que ocurrió en las últimas horas de vida del exsindicalista.
Amanece el día 30 con un sol radiante.
Grandal madruga porque tiene dos citas ineludibles: una con el sargento Bellido
para mantener una última charla sobre el caso Pradera, y otra con sus jubilados
amigos para terminar su relato sobre lo que cree que ocurrió en la tarde del
día de autos. Una vez más, la cita con el suboficial de la Guardia Civil tiene
lugar en la cafetería del hotel de Marina d´Or donde suelen reunirse.
-Buenos
días, comisario, ¿qué tal?
-Pues
preparando las maletas, Bellido. Todo se acaba, hasta el veraneo.
-No puede
imaginarse cuanto voy a sentir su marcha. Y tampoco tengo palabras para
agradecerle su inestimable ayuda. Sin usted la muerte de Salazar posiblemente
hubiera acabado en el archivo de los casos sin resolver. En cambio, ahora en la
comandancia de Castellón están muy satisfechos con el trabajo de mi gente como
policía judicial y la juez del Valle también me ha felicitado. Todo eso y más
se lo debo a usted.
-No es para
tanto, Hernando –Es la primera vez que el excomisario llama por su nombre al
sargento-. El agradecido soy yo porque gracias a ti he pasado un mes de agosto
mucho más entretenido de lo que en principio suponía. Aunque voy a irme con la
impresión de que, como diría mi amigo Luis que es muy taurino, me va a faltar
el rabo, no del toro sino del caso por desollar.
-Hay que
darle tiempo al tiempo, comisario. La instrucción está dando sus últimas
boqueadas, pero falta rematarla. Usando el lenguaje de su amigo se podría decir
que hasta el rabo todo es toro.
-Es cierto,
y ya que nos hemos puestos en plan taurino, coge el estoque, remata la faena y
cuéntame las últimas noticias.
El sargento le cuenta las últimas noticias
sobre la instrucción del caso que se circunscriben a las resoluciones tomadas
por la juez del Valle sobre los imputados. A Carlos Espinosa le ha dejado en
libertad con cargos, le imputa el delito de la omisión del deber de socorro al
no ayudar a otra persona (Salazar) que se encontraba desamparada y en peligro
manifiesto y grave, cuando podía hacerlo sin ningún riesgo ni para sí mismo ni
para terceros. Se trata de una infracción leve pues se castiga con la pena de
multa de 3 a 12 meses. Al parecer, la jueza ha estado valorando si imputarlo
también por homicidio en grado de tentativa, pero no lo hace al no estar
plenamente acreditado que intentara envenenar al gaditano, y además el examen post mortem del cadáver ha revelado que
la cantidad de raticida ingerida, suponiendo que se lo hubiera dado Espinosa,
en ningún caso puso en peligro la vida de Salazar.
A José Jiménez, alias el Chato de Trebujena,
también le ha dejado en libertad con cargos, le imputa los delitos de la
omisión del deber de socorro y el delito de lesiones que, de acuerdo a lo que
establece el Código Penal, es el que por cualquier medio o procedimiento
causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud
física o mental y que es castigado con la pena de prisión de tres meses a tres
años, o también puede ser una multa de seis a doce meses, siempre que la lesión
necesite tratamiento médico o quirúrgico tras la primera asistencia médica.
A Jaime Sierra, le ha dejado igualmente en
libertad con cargos, y solo le imputa el delito de la omisión del deber de
socorro. En cuanto a Alfonso Pacheco, le ha dejado asimismo en libertad con
cargos, le imputa los delitos de homicidio no intencional que el Código
tipifica como causar la muerte de una persona por imprudencia grave, y que está
castigado con una pena de uno a cuatro años de prisión, según establece el
artículo 142.1., y el de la omisión del deber de socorro. Y a su mujer le
imputa el delito de la omisión del deber de socorro.
-O sea, que
el Chato y Pacheco son los que peor han salido librados, aunque tengo mis dudas
de que el cargo de homicidio no intencional contra Pacheco vaya a prosperar.
Ligar su empujón con la muerte de Salazar es discutible. Si el zahareño cuenta
con una buena defensa quizá pueda librarse de esa acusación aunque nunca puede
saberse como termina un juicio de lo penal –explica Grandal que a continuación
pregunta- ¿Y con Grigol Pakelia, qué medida ha tomado?
-En
principio, ninguna porque al parecer está en el extranjero y la orden de
detención europea funciona como un procedimiento judicial simplificado y
transfronterizo de entrega a efectos de enjuiciamiento, de ejecución de una
pena o de una medida de seguridad privativas de libertad. Y ninguno de esos
supuestos parece que es aplicable a Pakelia.
-Pero la
llamada euroorden emitida por la autoridad judicial de cualquier país de la
Unión Europea, ¿acaso no es válida en todo el territorio de la UE? –pregunta
Grandal.
-Sí, pero
como he dicho se trata de que se detenga en otro país a Pakelia y se le
entregue aquí para su procesamiento o para la ejecución de una pena o de una
medida de seguridad privativas de libertad y la juez argumenta que, en
principio, solo es un testigo más y que no hay ningún indicio de que causara
ninguna violencia a Salazar –reitera el sargento.
-Es decir,
que el guiri de esta historia se va a ir de rositas.
-No hay
pruebas contra él, comisario, y sabe mejor que yo que sin pruebas o indicios
racionales de alguna acción contra el fallecido su señoría tiene las manos
atadas.
-Sí, claro
–admite Grandal muy a su pesar-, ¿y a la postre los pichones del maletín como
han quedado?
-Como
estaban. En libertad, con los cargos de los delitos[ZR1]
de la omisión del deber de socorro y el de hurto. Poca cosa, no entrarán en
prisión.
-¿Y
Francisco José, el hijo?
-Es el único
que sale bien parado. Ni la fiscalía ni la señora jueza han presentado cargos
contra él. Ayer hablé con el chico y está esperando que le entreguen el cadáver
de su padre para volverse a Sevilla. Su madre quería enterrarlo allí, pero el
transporte es demasiado caro para la familia y al final han optado porque
descanse aquí. Mañana a primera hora será inhumado en una ceremonia privada en
el cementerio de Torreblanca. Voy a asistir, y si quiere venir será un honor
estar a su lado.
-Gracias por
la invitación, Bellido, pero tenemos pensado salir cuanto antes, a ver si así
nos ahorramos los atascos de la operación regreso.
-¿Le puedo
hacer una pregunta, comisario?
-Dispara,
sargento.
-De la instrucción
se desprende que no hay un asesino al que culpar de la muerte de Salazar, es
como si hubiese fallecido de muerte natural. La pregunta es: ¿cree que la
instrucción se ha cerrado en falso; es decir, que no hay un asesino y qué por
tanto no fue un asesinato o al menos un homicidio?
Grandal se toma su tiempo para contestar a
la pregunta de Bellido y cuando lo hace su voz suena como insegura.
-Esa es la
pregunta del millón, como suelen decir en la tele. ¿Fue un asesinato y por ende
hubo un asesino o no? Para responderte
antes he de hacer alguna explicación previa. Si no recuerdo mal mis
estudios de Derecho Penal, se considera asesinato cuando una persona causa la
muerte de otra y lo lleva a cabo con alguno de estos tres supuestos, o de los
tres juntos, y que son: el de alevosía, cuando se realiza a traición y/o cuando
se sabe que la víctima no va a poder defenderse; el de ensañamiento que es
cuando se aumenta deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima y el
de la concurrencia de precio, cuando se comete el crimen a cambio de una
retribución económica o material.
-También he
estudiado algo de Derecho Penal, comisario, pero no responde a mi pregunta.
-Lo haré
ahora. Vamos por partes o, mejor dicho, por posibles asesinos y lo hago en el
orden cronológico de los que visitaron a Salazar en la tarde de autos.
Comencemos con Alfonso Pacheco, su empujón que fue el origen del drama no
parece que se hizo con alevosía, ni hubo ensañamiento, ni fue retribuido por
ello. Por tanto, descartado como posible asesino, aunque la jueza lo acuse de
homicidio no intencional. En cuanto a su mujer parece que no hizo más que
acompañarle. Seguimos con Jaime Sierra que según su testimonio no tocó a
Salazar para nada, se limitó a irse de allí sin socorrerle. También descartado.
Continuamos con el Chato, que sí le dio unos puñetazos a Salazar en los que
puede admitirse que hubo alevosía, quizá ensañamiento y probablemente lo hizo
por una retribución; sería el mejor candidato para ser acusado de asesinato si
no fuera porque sus golpes no fueron suficientes para causar la muerte de
Salazar. En consecuencia, también descartado. Proseguimos con Carlos Espinosa,
le dio a beber un coñac en el que posiblemente, aunque no lo sabemos con
certeza, había diluido un raticida. Aquí también hay alevosía, el ensañamiento
puede ser calificado como dudoso, pero casi seguro que sí hay concurrencia de
precio. Otro buen candidato para colgarle un asesinato si no fuera porque la
dosis de matarratas encontrada en el cuerpo de Salazar no hubiese acabado ni
con un ratón doméstico. Por tanto, hemos de descartarlo. Continuamos con los
pichones que lo único que le hicieron a Salazar fue abandonarle a su suerte.
Por consiguiente, igualmente descartados. El siguiente es Grigol Pakelia. Estoy
convencido, aunque no puedo probarlo, que el georgiano fue a la habitación para
acabar con Salazar y que la almohada que manejaba cuando fue sorprendido por
los pichones era para ahogarlo. Como no llegó a realizar ningún acto criminal
no se le puede acusar de nada. Otro descartado.
-Entonces,
¿hay alguien a quien culpar? –pregunta el desconcertado sargento.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré el episodio 126. ¿A quién le amarga un
dulce?
[ZR1]oy