Cuando el secretario
general del UNES, y ahora flamante concejal de urbanismo del nuevo consistorio
de Senillar, rememora la negociación que mantuvo con el hombre de Cajaeuropa no
deja de preguntarse si no cerró el pacto con sus nuevos aliados del PP
demasiado pronto. Durante la intensa conversación con Badenes en más de un
momento le bailó en la punta de la lengua una última petición: alternarse en la
alcaldía dos años cada partido. No se decidió y optó por no estirar demasiado
la cuerda no fuera a romperla. Piensa que, de todas formas, por una sola
concejalía ha obtenido un botín impensable. Y encima le ha dado en toda la cresta
al cantamañanas del líder del PSOE que ya se veía reteniendo la vara de alcalde
una legislatura más.
Una frase que hizo
fortuna en la España de la transición era la de que la política hace extraños
compañeros de cama. Una vez más se hizo realidad: la conservadora y
españolísima derecha senillarense coaligada con los izquierdistas y
nacionalistas miembros del UNES. Vivir para ver, como ha comentado más de un
vecino de la localidad.
Las repercusiones
que ha producido el inopinado pacto entre el PP y el UNES han sido muchas y encontradas.
Los socialistas están que echan las muelas. Sus sempiternos adversarios en esta
ocasión les han ganado por la mano. Jaume Pellicer jura partirle la cara a
Armengol cuando se lo tropiece, pero pasado el primer subidón de adrenalina se
consuela pensando que arrieritos somos. José Ramón Arbós se fuma un habano de
los caros en la soledad de su sala de estar; por fin, tras casi doce años sin
tocar poder, ahora van a mandar. Guillem Armengol, para festejar el acuerdo,
cierra por un día su bar y monta una juerga por todo lo alto con sus
correligionarios. Javier Blasco viaja a Valencia, acompañado de su mujer, para
encargar un traje a medida, el día de la toma de posesión de la alcaldía quiere
estar como para echar el verso. Y Agustín Badenes, mientras escucha Rigoletto
con los ojos cerrados, piensa en que va a tener cuatro años más para
estrujarlos a todos.
Los que han hecho
posible el resultado electoral con sus votos, la gente del común, contemplan,
tan atónitos como pasivos, el espectáculo de la última alianza postelectoral
que ha sido vendida por el nuevo equipo que va a dirigir el municipio como un
pacto por la gobernabilidad de Senillar. Y mientras el teatrillo político está
a punto de echar el telón del primer acto de la comedia que ha de durar toda la
legislatura, en los despachos de Cajaeuropa y de BACHSA se descorcha champán,
nada de cava que no deja de ser un sucedáneo. Todo inclina a pensar que el
enlace entre el ladrillo y la política seguirá siendo un matrimonio bien
avenido.
Con las voluntades
compradas, los dos partidos que forman el equipo de gobierno aceleran los
trámites jurídicos y administrativos precisos para recalificar los terrenos de
las partidas en las que se proyectan las futuras urbanizaciones. El
Ayuntamiento agiliza la tramitación pertinente acogiéndose a las Normas
Complementarias y Subsidiarias del Planeamiento, que recoge el Real Decreto
2159/1978, y que permite a los consistorios que carecen de Plan General la
ordenación urbanística de su territorio.
El ritmo de construcción se acelera por
semanas. Los bloques de apartamentos crecen día a día como la mala hierba en
una primavera lluviosa. Los obreros llegados desde medio país no dan abasto a
satisfacer la insaciable demanda de mano de obra. El mercado laboral responde
inmediatamente: aparecen los primeros emigrantes dispuestos a trabajar en lo
que sea y por el salario que sea. Son contados los que tienen sus papeles en
regla, la mayoría son irregulares que entraron en el país: los europeos como
turistas, los africanos arribaron a las costas españolas por los tortuosos y,
en ocasiones, letales vericuetos de la travesía del estrecho a bordo de
frágiles pateras o escondidos en los camiones que los transbordadores, que
cubren la travesía Tánger-Algeciras, desembarcan diariamente.
Hay muchas constructoras que no
quieren saber nada de los simpapeles, sobre todo aquéllas que han sido pilladas
in fraganti por la Inspección de Trabajo. El hecho de no formalizar los
contratos, como establece la legislación laboral, y eludir darles de alta en la
seguridad social supone una sanción muy elevada y, casi lo que es peor,
convertirse en referentes prioritarios en las rondas de visitas de la
inspección. Por eso, huyen de los trabajadores que no tienen papeles como de la
peste. Sin embargo, hay otras empresas que, en determinadas circunstancias, se
arriesgan y no dudan en aceptar a cualquier trabajador aunque no tenga la
documentación en regla, BACHSA es una de ellas. Para la constructora esta mano
de obra es una especie de maná laboral: su coste es muy bajo en comparación con
lo que cuesta un operario del país, se ahorra la aportación a la seguridad
social pues no les dan de alta en la misma, aceptan los trabajos más rudos y
peligrosos y pocas veces se quejan de trabajar en unas condiciones laborales y
de salubridad que otros operarios no soportarían.
Dimas, el veterano capataz y
hombre de confianza del señor Francisco, soporta con gesto resignado el chorreo
de su jefe a quien se le ha quejado el arquitecto que los montajes van
retrasados respecto al cronograma que se había diseñado.
- Mira, Francisco, hago lo que puedo. Con el personal que tengo es
imposible ir más aprisa, salvo que quieras que en lugar de unas instalaciones
como establecen las especificaciones hagamos unas chapuzas de tomo y lomo. Y el
señor Toresano lo sabe mejor que nosotros.
- ¡Coño!, y eso porque me lo has dicho antes. Si falta personal se
contrata, ¡joder!, que aquí tiene uno que ocuparse de todo.
- Ya te lo he dicho varias veces y has hecho oídos sordos.
- No me toques los huevos, Dimas. ¿Cuántos años hace que trabajas para
mí?
La tira, ¿y cuándo no me has venido con el cuento de que te faltaba
gente? Siempre. Como coño no voy a hacer oídos sordos.
- Te concedo que suelo quejarme demasiado, pero esta vez va en serio Si
quieres que cumplamos el contrato no te queda otra que mandarme más personal.
- ¡Joder!, haber empezado por ahí. Vamos a hablar con Medina a ver si
conoce a alguien que nos eche una mano - admite un cabreado Francisco.
El encargado de la oficina de
BACHSA les cuenta que las obras que se están ejecutando en toda la costa
levantina son muchas y que hay una acusada carencia de mano de obra de peones y
mucha más de especialistas.
- No me digas, Medina, que no hay tipos dispuestos a currar, con la
pasta que pueden llevarse a la bolchaca – se extraña Francisco.
- Nacionales, no, Paco.
- Coño, pues tendré que coger extranjeros.
- ¿Y de dónde crees que son una buena parte de los que están en los tajos?
Extranjeros hay a punto de pala, pero con papeles no queda ni uno.
- Pues no me queda otra que cogerlos sin papeles – acepta un mosqueado
Francisco.