- O sea que nunca
has trabajado en una peluquería. ¿Y qué has hecho hasta ahora, estudiabas?
- No. Sólo hice
hasta séptimo de EGB y luego me puse a trabajar de camarera en un bar de
Benialcaide.
- Es decir, que no
tienes el graduado escolar.
- No, únicamente el
certificado de escolaridad, pero no creo que para lavar y cortar haga falta
ningún título. ¿No te parece?
- No tienes pelos
en la lengua, niña. Eso tendrás que corregirlo si quieres hacer carrera.
El hombre está sentado en la moto. Cuando la
chica llega a su altura se limita a tenderle el casco.
- ¿Adónde vamos
hoy?
- ¿Adónde quieres
qué vayamos, a rezar el rosario?
- ¿Por qué te pones
tan borde por una simple pregunta?
- Porque me joden
las tías que hacen preguntas cuya respuesta ya conocen.
- Eso quiere decir
que vamos donde siempre.
- Estás más buena
que el pan, Lorena, pero hay días que estás como atocinada, ¿tú conoces otro
sitio mejor para echar un polvo sin que te molesten?
La mirada de la joven se ha vuelto vidriosa,
pero callada y sumisamente se limita a ponerse el casco. La moto arranca
dejando tras sí una pequeña polvareda.
A
pesar de su reticencia inicial y ante la falta de personal, la propietaria de
la peluquería decide coger a la joven.
- ¿Nombre?
- Lorena Vercher.
- ¿Edad?
- Diecisiete.
- ¿Dónde vives?
- En Senillar, soy
de allí.
- Los otros datos
te los preguntaré mañana. Ahora atiéndeme. De momento te voy a coger a prueba y,
según cómo te portes, ya veré qué hago contigo. Vas a entrar de aprendiza, todo
lo que las oficialas te manden lo harás prontito y sin rechistar. Has de venir
lo más arreglada posible, repeinada y maquillada. Y lo más importante, debes
bailarle el agua a las clientas y ponerles siempre buena cara aunque te suelten
alguna impertinencia; ah, y las tratarás de usted y de señora fulana y señora
mengana. Como me espantes a una sola clienta con esa lengua de aguarrás que
tienes te pondré de patitas en la calle en ese mismo momento, eso que te quede
bien claro. Ahora entra en la trastienda, encontrarás una bata azul, te la
pones y barres el suelo hasta que quede más limpio que una patena. Vamos, ¿a
qué esperas?
La mujer tuerce el gesto al ver el
desordenado estado de la habitación de su hija. Está todo revuelto, la cama sin
hacer, un montón de ropa sucia apilada en un rincón y los cajones del armario
ropero abiertos y en desorden. Se queda parada y duda si ordenarlo o dar media
vuelta y dejarlo tal y como está. Así, en la duda, la encuentra la joven.
- Madre, ¿se puede
saber qué haces en mi cuarto?
- Estaba la puerta
abierta y he entrado a echar un vistazo – se disculpa la madre.
- Esta es mi
habitación y esté la puerta abierta o cerrada da lo mismo, no tienes por qué
entrar a fisgar.
- No estaba
fisgando. Está todo manga por hombro, Lorena – se lamenta la madre -. ¿No te
molesta vivir en medio de este desorden, que más parece un campamento de
gitanos que otra cosa?
- Es mi cuarto y
las cosas están como quiero que estén. Y no te metas en mi vida que yo tampoco
me meto en la tuya.
- Esa no es manera
de hablarle a tu madre.
- Hablo como me da
la gana y como me habéis enseñado, no sé de qué te quejas.
Las jovencitas están sentadas en uno de los
bancos del paseo comiendo pipas cuyas cáscaras van formando un discontinuo
tapiz en el suelo.
- ¿Y qué tal es el
curro, Loren?
- Pse, no es lo que
creía. De momento me estoy hinchando a barrer, limpiar y hacer recados. Todavía
no he tocado una sola cabeza.
- Es que tendrías
que haber ido al establecimiento de la esteticién que te dije, con ella
aprenderías a maquillar, a depilar, a limpiar cutis y a un montón de cosas de
lo más guay.
- Oye, ¿y pillas
buenas propinas? – se interesa otra.
- Las propinas van
a un bote común y las reparte la bruja de la dueña. Casi todo es para las
oficialas, a mí me llega una miseria. No sé si voy a aguantar mucho en esa
mierda de curro.
- Dejaros de
chorradas del trabajo y mirar quien viene por ahí, el cachas del Pancho, cada
día está más bueno. ¿Os imagináis qué clase de chirimbolo debe gastar?
- A mí me no
importaría que me hiciera una demostración.
- Mariasun, eres
una salida, siempre piensas en lo mismo.
- Lorena, no sé por
qué te metes conmigo, como tú estás bien servida nos llamas salidas a las
demás. No todas tenemos a un Maxi siempre dispuesto a darte un revolcón.
- Mira quien fue a
hablar, como si tú no te apañaras con Facundo – mete su cuarto a espadas otra
de las amigas.
- Con Facundo y con
quien se tercie – remacha Lorena.