- Don Oriol, don Rodrigo, encantado, les estaba esperando –
El responsable de la caja se deshace en mieles.
- Nada de don, Oriol y Rodrigo a secas – requiere Bricart -.
Te presento a Manolo Toresano, arquitecto y, lo que es más importante, amigo.
Espero que si terminamos trabajando en el pueblo también podamos contar con tu
amistad, para nosotros cuenta más que los negocios – Y dirigiéndose al
arquitecto pregunta -. Manolo, ¿por dónde empezamos?
- Creo que lo mejor será conocer la playa y el marjal.
La playa es una
franja en la que alternan la arena y los cantos rodados, de poco más de un par
de kilómetros en total y con una anchura entre quince y sesenta metros. En los
extremos está coronada por un pequeño cordón dunar de cantos rodados.
- Oriol, playas como ésta hay mil – es lo primero que se le
ocurre a Huguet.
- Sí pero que tengan terreno disponible no tantas. Creo que
tiene posibilidades, aunque verdaderamente los del departamento de marketing tendrán
que hacer virguerías para darla a conocer y no resultará fácil ni barato –
comenta Bricart y, dirigiéndose a su cicerone, pide -. Vamos a ver el marjal.
Unos caminos de
tierra polvorienta les llevan al marjal, una antigua albufera que ha devenido
en una zona húmeda litoral separada del mar por un cordón de gravas y cantos rodados,
con algunas zonas de playa arenosa.
- Este paraje, desde una perspectiva urbanística, tiene una
enorme capacidad de desarrollo, Oriol. Infinitamente mucho más que la playa –
opina el arquitecto y añade -. Sólo de imaginar lo que sería diseñar un puerto
interior me pone.
- No vendamos la piel del oso antes de cazarlo, Manolo.
Previamente a gastar un duro habrá que hacer muchos números, hablar con mucha
gente y estudiar todos los detalles a fondo. Badenes, ¿el marjal son campos
comunales o pertenecen a particulares? – se interesa Bricart.
- Un cuarenta por ciento, aproximadamente, es propiedad
municipal y el resto de particulares, casi todos gente de Senillar.
Los empresarios
estiman que ya se han hecho una idea global del territorio y deciden indagar
sobre otras cuestiones:
- Cambiando de tercio, nos ha dicho Moltó que te llevas bien
con los del Ayuntamiento... – Huguet deja el final de la frase en el aire.
- Me llevo estupendamente con todos, con los que mandan y
con los que están en la oposición, eso va con mi oficio. Un banquero no debe de
cerrarse a ningún potencial cliente, así que le pongo buena cara a todo el
mundo, incluso a los que no son clientes y, en especial, a los políticos.
- Si al final decidimos edificar aquí, Badenes, ¿con quién
tendríamos que hablar? Me refiero a los que tengan la sartén por el mango, no a
los que parece que mandan y a la hora de la verdad no son los que tienen la
última palabra – precisa Bicart.
- Pues depende de vuestros planes. En este momento, el
Ayuntamiento está gobernado por una coalición del PSOE y los nacionalistas de
izquierdas. El alcalde se llama Jaume Pellicer, secretario general de los
socialistas y entre cuyos amigos me cuento. He de añadir, para que no haya
malos entendidos, que también soy amigo de Javier Blasco, que es el presidente
de los populares. O sea que en este momento tendríais que negociar con los
socialistas, al menos teóricamente.
- ¿Y qué pasará si en las elecciones del noventa y cinco no
gana el PSOE? – quiere saber Huguet.
- Lo más probable es que gane. Los socialistas llevan varias
legislaturas seguidas gobernando. Hasta la anterior habían tenido mayoría
absoluta y en la actual, que empataron con los populares, firmaron un pacto de
gobierno con los nacionalistas de izquierdas. Aunque en política, y más en la
municipal, nunca puedes estar seguro del resultado hasta que no se abren las urnas.
Los empresarios
esperan que el bancario continúe con sus explicaciones sobre la política local
y sus gerifaltes, pero se ha callado, por eso Bricart le insta:
- Antes has dicho que en este momento tendríamos que
negociar con los sociatas, y has añadido que al menos teóricamente, ¿qué has
querido decir con esa acotación?
- Ya veo, Oriol, que no se te escapa una – reconoce,
adulador, el bancario –
Sé que vuestra empresa es una de las constructoras más
importantes y está especializada en promocionar grandes proyectos, lo que
supone largos plazos de gestión. Por ese motivo opino que no os interesa tratar
directamente con las directivas de los partidos locales, ni con los que están gobernando
ahora o con los que puedan hacerlo en el futuro. ¿Por qué?, porque las
ejecutivas de los partidos son cambiantes, así como las listas de candidatos
que se presentan a las elecciones. Y se puede dar el caso de que las personas
con las que ahora habléis estén defenestradas en los próximos comicios. Aquí,
como en toda tierra de garbanzos, el canibalismo político está a la orden del
día.
- ¿Entonces con quién coño hablamos? – pregunta, desabrido,
Bricart.
- Considero que sería más efectivo ir por un vía indirecta,
quizá algo más lenta, pero también más segura, sobre todo a largo plazo.
- Explícate, Agustín, porque los acertijos se me dan muy mal
– inquiere un tanto molesto Bricart.
- Se trataría de buscar a aquellas personas que, sin estar
en las ejecutivas de ninguno de los dos partidos mayoritarios, tengan el
suficiente ascendiente en ambas fuerzas políticas para llevar el agua al molino
de vuestros intereses que, si no estoy mal informado, también serán los de la
caja. Personas que al no aspirar a estar en los órganos de dirección o en las
listas electorales no son vistas con recelo ni provocan animadversión.
- O sea, que lo que nos recomiendas es que busquemos a unos
lobistas o, por decirlo en lenguaje electoral, a unos muñidores de favores
políticos que estén bien posicionados con los respectivos partidos, pero no que
pertenezcan a sus cuadros directivos. ¿No es eso? – precisa Huguet.
- Yo no lo hubiese resumido mejor – asevera el bancario, una
vez más adulador.
- ¿Una de esas personas podrías ser tú? – inquiere
maliciosamente Huguet.
- De ninguna manera. Tanto por el reglamento de régimen
interior de la caja como por convicción personal, estoy al margen de los
avatares políticos. Y aunque trato continuamente con los políticos jamás meto
mis narices en sus asuntos.
- Entonces, ¿esos mirlos blancos existen o no?, y si
existen, ¿dónde los encontraremos? - pregunta un escéptico Bricart.