En la reunión vecinal convocada por el Ayuntamiento para tratar sobre la erradicación de los mosquitos en el humedal y la marjalería, el alcalde ha introducido un nuevo tema: en ambos parajes se podría cultivar arroz. Tras las palabras del regidor una exclamación de asombro surge del auditorio. En el pueblo jamás se cultivó ese cereal y poco o nada se conoce de su laboreo. Todos saben que esa gramínea se da, entre otros lugares, en la Albufera y en el Delta del Ebro, pero resulta impensable que pueda criarse allí. Varias voces se hacen audibles:
- ¿Y qué coño sabemos aquí de cultivar arroz?
– pregunta uno despectivamente.
- No creo que haya agua suficiente en toda la
Marina para un cultivo que la necesita a mares – comenta otro sentenciosamente.
- Yo sé de buena tinta que cultivar arroz es
caro y más si se trata de campos nuevos. Hay que gastarse muchos miles de duros
para ponerlos en condiciones. ¿De dónde sacaremos el dinero? – En las reuniones
siempre hay alguien que echa las cuentas.
El
alcalde trata de poner orden, algo que le resulta bastante complicado porque en
la sala se ha montado un auténtico guirigay. Tras ímprobos esfuerzos consigue
reconducir la situación.
- ¡Callaos, coño!, si hablamos todos a la vez
no va a haber manera de que termine de contaros lo que tengo que decir. No vayáis
a creer que hago las cosas a humo de paja. Lo he pensado mucho y me he
asesorado de gente que sabe de arrozales. Vamos por partes. Primero, el
Ayuntamiento ofertará parcelas de cuatro fanegadas, en una de las partidas de
la Marina de propiedad comunal, a un precio casi regalado, pero solo se podrá
adquirir una y con la condición de que su propietario la explote durante, al
menos, diez años. En el resto del humedal se podrán adquirir fincas más grandes
al precio que en su momento se tasará. En cuanto a lo del agua, según el
ingeniero del que os hablé antes, hay suficiente para regar un coto arrocero de
muchas hectáreas. Lo que sí tendrá que hacerse será construir acequias para
canalizar el agua e instalar uno o dos motores para bombearla y que llegue a todas
partes. Sobre el asunto del dinero para poner en marcha los nuevos campos, hice
gestiones con el Instituto Nacional de Colonización y se podrá contar con
créditos baratos y a largo plazo que facilitarán mucho las cosas. En cuanto a
que aquí no sabemos nada de arrozales es verdad, pero no nos vamos a acobardar
por eso. A la gente de este pueblo le sobran co… redaños para cultivar arroz y
lo que se tercie.
Un
rotundo aplauso interrumpe la disertación de Vives que, como no está
acostumbrado a esas muestras de entusiasmo, las recibe con una mezcla de
asombro y satisfacción.
- Gracias, gracias…, pero todavía me falta
algo por decir. También por mediación del Instituto de Colonización nos van a
enviar a unos expertos para que nos expliquen todo lo que hay que saber sobre
el arroz y la manera de cultivarlo. Y otra cosa que no quiero que me se olvide:
hay que tener en cuenta que el arroz es un cultivo muy productivo y que tiene
la venta asegurada. Finalmente, quiero decir que en el Ayuntamiento se va a
abrir una ventanilla para todos los que estén interesados en lo del coto
arrocero, allí os darán toda la información y os resolverán las dudas que
podáis tener sobre el asunto. Y que conste que todo esto lo hago en beneficio
del pueblo. He dicho.
El
proyecto del coto arrocero se convierte en la noticia estrella. La gente, como
es tradición inveterada, se divide en dos bandos: unos a favor y otros en
contra. Estos últimos son mayoría. Los campesinos suelen estar muy apegados a
sus costumbres y la introducción de un nuevo cultivo, del que nada saben, les
asusta y cuando algo asusta la reacción que suele provocar es el rechazo.
Gimeno ha sido uno de los primeros sorprendidos ante la iniciativa del
alcalde. Piensa que un nuevo cultivo puede ser algo bueno para la cooperativa,
habrá más trabajo y eso supone más ingresos y cuando se mueve dinero es fácil
que algunas pesetas vayan a parar al bolsillo del que lo gestiona, pero ahora
que ha entrado en política no da un solo paso sin contar con el consejo de su
mentor. Se reúne con el patriarca de los Arbós.
- Señor Benjamín, ¿qué opina sobre lo del
arroz?
- Que es una buena jugada de Vives, lo que
aún le torna más peligroso.
- Entonces, les diré a nuestros partidarios
que se opongan y además que no compren ni un palmo de tierra.
- No. De momento será mejor esperar y ver en
qué termina esta historia. Si en algún momento hay que cargarse el invento se
consigue mejor desde dentro.
- Pero, señor Benjamín, si el proyecto
funciona los resultados pueden ser catastróficos – iba a decir para mí, pero
rectifica a tiempo - … para nosotros. Vives se puede convertir en el amo del
pueblo.
- José Vicente, tú habrás estudiado algo de
la Grecia clásica, ¿verdad? – y sin esperar respuesta añade -. Recuerda lo del
caballo de Troya. Pues eso mismo es lo que vamos a hacer. La única manera de
contrarrestar a Vives será teniendo a nuestra gente dentro del plan. O sea, que
de torpedear el proyecto nada. Más bien lo contrario: hay que animar a la gente
a que se apunte. En política siempre conviene tener un plan B por si el A no
funciona. Si el plan de nuestro amigo Paco funciona y tenemos a muchos de los
nuestros dentro terminaremos controlando el asunto. Si, por el contrario,
fracasa será mayor el número de descontentos por haberle hecho caso a Vives.
La
alusión al mito clásico hecha por Arbós es en lo que está pensando Gimeno
cuando por la tarde, como tantas otras, ha subido hasta el Calvario. Quizás con
algo de suerte pueda encontrar a Lolita a la que no puede quitarse de la
cabeza, pese a sus desplantes. Cuando la ve se le acerca y, sin darle tiempo a
nada, le espeta:
- Perdón, Lolita, pero quiero preguntarte
algo: tú que eres de aquí ¿qué opinas de lo del coto arrocero? – no es que
tenga ningún interés en lo que pueda opinar la joven, es que no se le ha
ocurrido nada mejor para pegar la hebra.
La
joven se le queda mirando, un tanto desconcertada ante la interpelación.
- ¿Lo del coto arrocero? Ni lo sé ni me
importa – la respuesta es tan desabrida como siempre.
- Alguna opinión tendrás. Si el proyecto
sigue adelante puede ser algo muy positivo para el pueblo.
- Es posible que tenga razón – sigue
hablándole de usted -. Si se mueve el dinero los que tenemos establecimientos
lo notaremos. Y ahora, si me perdona, es hora de volver a casa.
Cuando
Lolita llega a casa le espera una sorpresa, la causante es su madre.
- Te estaba esperando, María Dolores.
¿Piensas ir esta noche al Ayuntamiento?
- ¿Al Ayuntamiento, y qué se me ha perdido
allí?
- Habrá una reunión en la que van a explicar
lo del cultivo del arroz – aclara la señora Leo.
- Pero mamá, ¿y que nos interesa a nosotras
lo del arroz?
- Creo que deberías ir porque te enterarás
mejor que si voy yo. Van a traer gente de fuera para enseñarnos como se cultiva
– explica la señora Leo.
- ¿Qué quieres decir con eso de enseñarnos?,
¿es qué vas a comprar algún campo de las que se van a vender en la Marina? –
inquiere sorprendida Lolita.
- Todavía no estoy segura, pero hace unos
días estuve en la cooperativa de San Isidro y ese chico forastero que está de
secretario me dijo que puede ser una inversión interesante y que él también va
a adquirir una parcela.
- El secretario se llama Gimeno y por lo que
me cuentas se parece cada vez más al perejil, le gusta meterse en todas las
salsas. Y ahora hablando en serio, mamá. Ninguna de las dos sabemos nada de
agricultura. Las cuatro finquitas que tienes sino se las hubieras arrendado a
Herminio estarían convertidas en un erial. ¿Y pretendes comprar otro campo?
- Verás, María Dolores, el chico ese, Gimeno,
me explicó las posibilidades que podría dar de sí el nuevo cultivo si llegase a
prosperar. Me contó que los productos agrícolas más ordinarios van dejando paso
a otros más selectos, lo cual puede suponer el declive del boniato. El
estraperlo sigue floreciendo pero se ha tornado más selectivo, ahora las
estrellas son las medias de cristal, la penicilina, el tabaco rubio, el pan
blanco… En esas condiciones, el arroz podría convertirse en el cultivo
alternativo que los labradores locales necesitan desesperadamente y una
inigualable oportunidad de ganar muchos duros. Y he pensado que las cuatro
perras que tenemos y por las que la caja de ahorros nos da un interés miserable
estarían mejor invertidas en la compra de una finca en la Marina. Por
descontado ninguna de las dos va a poner un pie en ella. Se la arrendaremos a
Herminio, y si todo marcha bien dentro de diez años podremos venderla y, como
posiblemente se habrá revalorizado, ganaríamos unos buenos dineros que nos
vendrían como agua de mayo.
- Mamá, nunca dejarás de sorprenderme – es
cuanto se le ocurre decir a lolita.