La llegada del autobús que ha de llevarlas a Valencia interrumpe el diálogo entre Lola y Amparín. Una vez acomodadas prosiguen la charla.
- Por cierto, ya que acabas de citar la
Navidad, me han contado que este año no se va a celebrar el baile de los
estudiantes, ¿por qué motivos? – inquiere Lola, que sabe perfectamente las
causas pero le interesa conocer la versión que puede darle una persona mucho
más joven que ella.
- Ha pasado lo que tenía que pasar. Que la
gente no tiene iniciativa. Todos quieren ir de fiesta, pero nadie está
dispuesto a organizarla porque para eso hay que trabajar, echar horas, molestarse...
Vamos, tal y como hacía Beatriz – responde Amparín.
- Y los otros chicos que ayudaban a Bea en la
comisión, ¿siguen estudiando o trabajan? – también conoce la respuesta, pero
para la esposa de un político saber más datos siempre importa.
- Miguelito Vinuesa y Pepín Mañes preparan
las oposiciones de magisterio y no están para perder el tiempo en fiestas, además
como tienen novia tampoco mostraron un excesivo interés. Almiñana, el que era
presidente, ya dijo el año pasado que era su última participación. Y no ha
habido nadie que se prestara a ponerse al frente de la comisión del baile.
- ¡Es una lástima! El baile de los
estudiantes merecía la pena.
Unos
días después, el barbero Esteller explica a su cliente Alfonso Grau su
particular análisis del porqué de la desaparición del baile de los estudiantes.
- ¿Qué por qué no se celebró el baile de los
estudiantes? Verá, don Alfonso hay unos motivos de por fuera y otros de por
dentro. Me explico. Cada vez hay menos perras para gastarlas en fiestas. El
boniato está por los suelos, como casi todas las cosechas. Solo ganan dinero
los que tienen naranjas, pero de esos en el pueblo hay pocos. Además, los
precios están por las nubes y aparentar es cada vez más caro. A mis paisanos
les gustan más las fiestas que a un tonto un lápiz, pero el baile nunca fue
popular, no era una fiesta que la gente sintiera como algo propio, fue un puedo
y no quiero. En cuanto la mayoría de familias que aspiraban a darse tono han
tenido que apretarse el cinturón, se acabó lo que se daba. Ese es el motivo que
más salta a la vista.
- ¿Hay otros motivos? – quiere saber Grau.
- Al menos uno más y, en mi opinión,
posiblemente pesa más que el anterior. Verá. Cada vez estudian más chicos. Hoy
cualquier pelagatos, que no sabe hacer la o con un canuto, quiere que su hijo
sea médico, abogado, profesor o albéitar, mismamente como usted.
- Esa pretensión de las familias la veo muy
natural y elogiable. Es lógico que los padres aspiren a que sus hijos sean más
que ellos y para eso han de estudiar. ¿Es que no le parece bien que las nuevas
generaciones estén mejor formadas?
- Claro que sí, don Alfonso. Ojalá nuestros
padres hubiesen tenido la misma idea. Otro gallo nos cantara. Lo que ocurre es
que al haber crecido el número de estudiantes, cualquier pinchaúvas tiene
derecho a ir al baile acompañado por quien le dé la real gana. Entonces, los de
siempre, los ricos y las familias de ringorrango o que se creen que son más que
los otros, tendrían que mezclarse con toda clase de... ¿Cómo se llaman los
indios esos que son más pobres que las ratas?
- Supongo que se refiere a los parias.
- Pues lo que decía, que los ricos de toda la
vida y los que se han forrado con el estraperlo y que aspiran a igualarse a los
primeros no quieren juntarse con los parias, es decir con los pobretones. Las
familias con parné no necesitan de ningún baile ni nada por el estilo para
aparentar lo que ya son sin necesidad de dar cuatro cuartos al pregonero.
- Es curioso, al crecer el número de estudiantes
también el baile tendría que haber crecido, en cambio, por lo que cuenta,
parece que es al revés.
- Equilicuá, don Alfonso. El baile se ha ido
al carajo y, posiblemente, no vuelva porque, por un lado aparentar, como creo
que ya he dicho, se ha puesto muy caro. Y por otro, porque cada día son
demasiados los que quieren entrar en un club en el que, aunque no se reconozca,
funciona el letrero que hay en los sitios de postín: reservado el derecho de
admisión.
- Martín, aunque quizá no lo sepa, es usted todo
un sociólogo.
- ¿Socio qué?
La desaparición del baile de los estudiantes,
cuyas causas tan bien ha explicado el rapabarbas de Esteller a uno de sus
clientes más distinguidos, ha dejado frustrado al exalcalde Paco Vives pues ya
no podrá intervenir en el mismo como había pensado. Cavila en otro medio para
influir en el mundo de la gente joven, pero no se le ocurre algo que sea
medianamente posible y práctico por lo que de momento deja aparcado el
proyecto. En una tesitura similar se encuentra Gimeno: adiós a sus planes de
mediar en el entramado de la organización del baile y en los intereses de la
gente que quiere asomar la cabeza por encima de la medianía local. Pero hay una
diferencia notable entre los dos políticos: Vives no tiene quien le sople al
oído otros posibles caminos, en cambio Gimeno tiene una consejera áulica que
vale su peso en oro.
-
Lola, me acaban de soplar que este año no habrá baile de los estudiantes, ¿lo
sabías?
-
Sí, lo sabía.
-
No me habías comentado nada.
-
Es que antes de hablarlo contigo quería ofrecerte algún plan B para poder
influir en la gente joven. He estado dándole vueltas a la cuestión y todavía no
he encontrado una opción que sea medianamente eficaz. Por eso no te había dicho
nada, pero algo se me ocurrirá.
Unas semanas después Lola encuentra, de
manera fortuita, el medio que andaba buscando para llegar e intervenir en los
asuntos juveniles. Con motivo de una visita a la ciudad de Castellón, donde una
amiga del colegio le ha invitado a pasar unos días en las fiestas de la
Magdalena, descubre que uno de los actos que más colorido aporta a los festejos
es la cabalgata del Pregó en la que,
a pie o subidos en carrozas muy adornadas o en cabalgaduras ricamente
enjaezadas, los participantes, la mayoría jóvenes, recorren algunas de las
calles de la ciudad pregonando el comienzo de las fiestas, de ahí su nombre de
pregón. A los que se limitan a desfilar se unen grupos de bailes folclóricos y
pequeños conjuntos musicales de viento y rondallas. Guillermina, la anfitriona
que le ha invitado, le explica a Lola que la preparación de la cabalgata no es
cosa de unos días, sino que la mayoría de grupos, formados por pandillas de
jóvenes, lo llevan preparando todo el año.
-
¿Por qué necesitan tanto tiempo? – se interesa Lola.
-
Ten en cuenta que la mayor parte de pandillas y grupos de amigos cuentan con
pocos recursos, entonces son ellos los que han de preparar los motivos y
decoración de la carroza, tienen que confeccionarse los trajes y cuanto
necesiten para desfilar. Y en muchas ocasiones, reunirse en la bajera o en el
patio donde hacen todos esos trabajos no es más que una excusa para montar una
merendola o celebrar un baile.
En cuanto Lola oye la explicación se le
dispara la circunvolución cerebral de la política: acaba de encontrar el
instrumento que buscaba. De regreso al pueblo, Lola le explica a su marido el
plan que ha ido madurando:
-
Vamos a montar una cabalgata como la que vi en Castellón.
-
Eso no se ha hecho nunca en el pueblo y no estoy seguro de que a la gente le guste.
Sabes mejor que yo que tus paisanos son más tradicionales que el arroz con
pollo.
-
Todo tiene una primera vez.
-
Por descontado, pero ¿y qué vamos a sacar con eso?
-
¿No piabas por encontrar un medio con el que influir en la juventud?, pues ahí
lo tienes.
-
A ver, explícate mejor, reina mora, porque no acabo de ver la conexión que
puede existir entre una cabalgata y el modo de influenciar a la gente joven.
Lola le cuenta detalladamente el plan. El
objetivo formal de la cabalgata será pregonar que las fiestas de agosto van a
comenzar, el oculto que los participantes tendrán que estar en contacto durante
buena parte del año con los organizadores que serán los miembros de una
comisión municipal montada, financiada y manejada, en la sombra, por el Ayuntamiento;
es decir, por ellos. Gimeno formula las primeras pegas:
-
Permite que haga algunas puntualizaciones. Primera: ¿para qué pregonar algo que
todo el mundo sabe cuándo comienza y cuándo acaba?
-
Lo del pregón no es más que una excusa para que los jóvenes tengan una
oportunidad más de pasárselo bien y el resto del pueblo tenga un
entretenimiento más.
-
Ese razonamiento está cogido por los pelos, pero lo acepto. Segunda pega: ¿hay
alguien aquí que sepa algo de cómo se monta una cabalgata?
-
Pues yo misma. Me he informado y el montaje no tiene demasiados misterios. Lo
más importante es conseguir el mayor número posible de participantes y el
entusiasmo que estos desplieguen. Ambas cosas se pueden conseguir con una buena
campaña de propaganda que, además, la podemos montar con cuatro perras a través
de charlas en las escuelas, en las reuniones de las cofradías de las Hijas de
María y de los Hijos de San Luis Gonzaga, entre las camaradas de la Sección
Femenina…
-
Lola, nunca dejarás de sorprenderme – reconoce José Vicente -. Una última pega,
la financiación: ¿de dónde vamos a sacar la pasta?, porque sabes perfectamente
que el Ayuntamiento no tiene ni un chavo y organizar una fiesta como la que
describes debe costar un ojo de la cara.
-
Una cabalgata puede resultar lo cara o barata que decidan sus organizadores. Y
te garantizo que la podemos hacer con poquísimo dinero. Por ejemplo: las carrozas
en vez de alquilarlas, se hacen aquí montadas en varios remolques arrastrados
por tractores o caballerías. Invitaremos
a grupos de danza y a rondallas de los pueblos próximos, a los que se les hace
una paella antes del pregón y por la noche que se vuelvan a su localidad. Habrá
que llevarles y traerles en coche, pero presionando a los transportistas
locales se puede conseguir que el viaje no cueste nada o un precio simbólico. La
Diputación Provincial tiene subvenciones para estos actos, se piden. También
pediremos la ayuda de los establecimientos comerciales y de todo aquel que
mueva un duro en el pueblo, y como la mayoría sigue estraperleando ya verás
cómo se rascan el bolsillo. Además…
Gimeno corta a su esposa que está embalada
explicando las maneras de financiar la cabalgata:
-
¡Lola, qué peligro tienes!