Ante la pregunta del médico de cuantos días lleva Zaca malucho, Rosario ha de hacer memoria.
-Cuatro o cinco, pero hasta ahora no le había dado importancia. Ya sabe que se acatarra con frecuencia. ¡Es tan poquita cosa! –Al chico que madre le califique así le repatea y, aunque sabe que la afirmación es cierta, no deja de mortificarle.
-No me gustan un pelo esas décimas, de momento vamos a esperar, pero que siga en cama. Dale una aspirina cada ocho horas, que beba mucha agua, que tome también sorbos de líquidos calientes, prepárale leche con miel para aliviar el dolor de garganta y que descanse -Es oír lo que dice el galeno y el muchacho, pese a sus dolencias, salta como un gamo.
-Don Eulogio, ¿podré seguir estudiando?
-Nada de estudios, has de descansar –al ver la carita de desencanto del chico, el médico, que le conoce bien, pues es amigo de don José, añade-: Puedes leer algún tebeo, pero nada de libros de texto. Ah, y tómate todo lo que te dé tu madre sin rechistar. Mañana volveré.
A pesar de los cuidados maternos, de la atención que le presta el resto de la familia y de los medicamentos recetados por el galeno, el estado del chico no mejora.
-¿Será una bronquitis, Eulogio? –pregunta padre que, rompiendo los usos locales, tutea al médico, pues son viejos conocidos y compañeros en las partidas de chamelo que suelen jugar en el café de Les Catalanes.
-Ya me gustaría, pero no. La bronquitis no suele dar fiebre y el chico tiene 38 y décimas. Temo que lo que empezó como un resfriado común ha pasado a ser una neumonía como un piano. Los síntomas son patentes: la fiebre ha aumentado, tose, generalmente con flemas, y en momentos puntuales siente náuseas –explica don Eulogio.
Pese a los remedios que el médico prescribe y los cuidados familiares, el estado del chico va a peor. Ahora también siente dolor de pecho cuando respira o tose y ha tenido algún episodio de diarrea. Prueba de su postración es que ni siquiera le apetece leer, pese a que padre, buen conocedor de los gustos del chaval, le ha comprado el último ejemplar del TBO. Ni el médico ni los padres se han planteado ingresarlo en el hospital provincial de Castellón, dado que los ingresos solo se dan en los casos extremadamente graves o que requieren cirugía. Las demás enfermedades se pasan en casa. La noticia del empeoramiento del primogénito de los Clavijo pronto trasciende. Comienzan las visitas de los familiares más allegados, de los vecinos y hasta han preguntado por él sus maestros. Un lugar común que repiten muchos visitantes, sobre todo las mujeres mayores, es que dan a Rosario consejos sobre cómo sanar la dolencia del muchacho.
-No hay nada tan eficaz como una buena cataplasma de mostaza. Haz una mezcla de harina de mostaza con agua caliente y la pasta resultante, que debes poner entre dos paños, se la aplicas en el pecho, le aliviará los dolores respiratorios. Es mano de santo.
-Pon en su habitación una olla con agua y con un hornillo la calientas hasta que hierva. El vapor le ayudará a respirar mejor.
Los remedios caseros tampoco funcionan y Zaca se va consumiendo día a día. Una mañana aparece en casa de los Clavijo, don Florencio. El vicario ha venido a verle y charla un momento con él, aunque el chico no está para mucho parloteo, ni tiene fuerzas ni ganas. Tras salir de la habitación, el sacerdote habla con madre.
-Señora Rosario, sabe lo mucho que aprecio a su hijo, es mi mejor alumno y un buen chaval a quien aprecio de corazón. Voy a rezar para que se reponga pronto y en la misa de mañana pediré por él. Cualquier cosa que necesite, dígamelo. Si se agravase, el Señor no lo quiera, mándeme recado y le daría la extremaunción. Ah, mosén Fumadó me ha dicho que también rezará por él, ya sabe lo mucho que lo aprecia.
Lo de la extremaunción, pone de los nervios a madre, pues sabe que solo se da a los enfermos terminales. Por lo que a partir de ese día, y pese a que no es muy dada a los rezos, decide que hay que rezar un rosario diario en familia por la pronta recuperación del mayor de los hermanos, práctica que lleva a cabo con sus demás hijos y que suele eludir su marido siempre que puede. Una tarde también pasan por la Fábrica Pifarré y Pitarch, los dos amigos de Zaca que están en el pueblo. A los chicos se les ve azarados, pues el motivo de la visita les resulta incómodo. Madre, al notar su nerviosismo, les allana el inicio de la conversación.
-Muchas gracias por venir a preguntar por vuestro amigo. No podéis pasar a la habitación porque está durmiendo y, además os podríais contagiar, pero cuando despierte le diré que habéis venido a verle y seguro que se alegrará mucho. ¿Queréis unas galletas que acabo de hornear?
La enfermedad no cede y el chico, cada día que discurre, tiene peor cara. Se le ve demacrado, apenas habla y pasa las horas en un duermevela intranquilo. La familia se turna para que, en los pocos momentos en que está lúcido, haya alguien a su lado para preguntarle si desea algo y darle alguna de las pócimas recetadas por don Eulogio.
Cuando todos, incluida la familia, temen lo peor pues la enfermedad no cede un ápice, una mañana Zaca despierta y le da la impresión que algo ha cambiado. Sigue demacrado, ojeroso y solo es piel y huesos, pero se siente mejor. Al lado de la cama está Pedrito que le mira con ojos lacrimosos y gesto compungido.
-Hola, Pedri, ¿cómo no estás en la escuela?
-Me toca cuidarte. Madre ha ido a comprar a la tienda de la tía Adelina y Charo está en la escuela. Tete, estás tan delgado que se te transparentan las orejas. ¿Quiero preguntarte algo?, ¿puedo?
-Puedes.
-¿Es verdad, como dice Charo, que te vas a morir?
-Me parece que por ahora no. ¿Por qué lo quieres saber?
-Si te mueres, ¿me dejarás tu chaqueta a cuadros y el libro de los mapas? Te juro que no lo rayaré ni pintaré monos, lo guardaré tan bien como tú.
-Serán tuyos, Pedri. Pero tú, ¿qué prefieres, tener la chaqueta y el atlas o que el Tete siga vivo? -Unos lagrimones como perdigones resbalan por las mejillas del niño.
-¡No quiero que te mueras, no quiero!, aunque no tenga tu chaqueta ni los mapas. ¡Quiero que sigas siendo mi hermano mayor! Si te mueres, Charo será mi Teta y no quiero que lo sea una chica. Mis amigos se burlarían.
-Si así lo prefieres, te prometo que no me moriré y que seguiré siendo tu Tete. Y dame un poco de agua, tengo sed. Y no me hagas hablar mucho que me duele la garganta.
En cuánto madre llega de la compra, encuentra a los dos hermanos sentados en la cama, con el atlas abierto, mientras el primogénito enseña a su hermano la posición de España en el continente europeo.
-¿Pero qué es esto? Pedrito ya estás bajándote de la cama y dejando al Tete en paz. ¿No sabes que está malito?
-No, madre, ya no se va a morir. Me lo ha prometido. Y si el Tete lo promete…
En cuanto llega don Eulogio confirma que el muchacho ha pasado lo peor y que en unos días podrá darle de alta. Ha sido un mal trago, pero el peligro ha desaparecido. La alegría por la recuperación casi milagrosa de Zaca es general y hasta Charito, que es su competidora habitual, le confiesa que ha estado rezando a Santa María Goretti, su santa predilecta, para que sanara. Las consecuencias de haber superado la enfermedad han sido varias. Madre le trata con más mimo. Padre es menos riguroso, le perdona las faltas con generosidad y no le achucha tanto en las comidas. Los hermanos le miran con mayor respeto. Y como el muchacho se ha quedado en los huesos, madre ha preparado por su cuenta una dieta especial para que el chico rellene con algo de musculatura su endeble arquitectura ósea. Por eso o porque algo ha cambiado en la fisiología del primogénito, ante la sorpresa de la familia, sobre todo de madre, en la mesa de los Clavijo no vuelve a oírse el maldito afanya´t que acompañó a Zaca desde que dejó atrás la dieta de bebé hasta la fecha. El hecho no se celebra en la familia como debía, incluso el propio chaval no le concede demasiada importancia, pero es algo mucho más importante de lo que parece. Sacarietes está pasando a ser Sacaríes o Zacarías o Zaca, pues ha dejado de ser un fetiller. Y algo que quizás no sea consecuencia de la neumonía es que ha crecido; padre ha trazado una raya a la altura de la coronilla del chico y luego ha medido la altitud con la cinta métrica que utiliza en su trabajo; la medición arroja una altura de 1,63 centímetros.
-Va a ser un buen mozo – se ufana padre. Los Clavijo son todos bajitos, no suelen pasar del 1,65. En cuanto a madre, aún tiene menor talla, aunque hay una rama de los Alsina que son bastante más espigados, es el caso de los tíos Joaquín y Antonio que sobrepasan el 1,70. El chaval llega a creer el vaticinio de padre, pero en cuanto se junta con Pifarré ve que la realidad no es tan generosa, su amigo sigue sacándole la cabeza. Bueno, se consuela, al menos no seré un enano.
Coincidiendo con la mejoría de Zaca, ha llegado a la parroquia un ejemplar de la Constitución española. Como se temía mosén Fumadó el texto, desde un punto de vista clerical, es non sancto, pues la Iglesia católica, que tradicionalmente ha sido una privilegiada en la legislación española, no sale bien parada. El párroco, que ha sido el primero en leerse detenidamente el texto, comenta con su coadjutor el contenido de la ley en lo tocante a la religión, en general, y a la Iglesia católica en particular.
-Es un escándalo Florencio, un escándalo y una vergüenza. La República se declara laica al establecer que no existe religión del estado. Y encima Azaña ha declarado muy orgulloso que España ha dejado de ser católica. Como si eso pudiese hacerse en unos días.
-Eso no puede ser y, además, es imposible, don Francisco.
-Sí, hijo, sí. La Iglesia católica será considerada como una corporación de derecho público. Es más, todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a las leyes generales del país. Es decir, la Iglesia va a ser tratada como puede serlo la Cooperativa agrícola del pueblo.
-¿Eso quiere decir que los protestantes y los judíos tendrán el mismo trato que los católicos?
-Eso parece, pero todavía no te he contado lo peor –y mosén Fumadó lee-: El estado no podrá, en ningún caso, sostener, favorecer, ni auxiliar económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas. Es más, una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del clero.
-Entonces, ¿de qué vamos a vivir? -Pregunta, consternado, el vicario.
-Eso no es lo que más me preocupa. Dios proveerá. Peor lo van a tener nuestros hermanos frailes y monjas, porque el estado disolverá todas las órdenes religiosas y nacionalizará sus bienes.
-¡Dios mío! –La tribulación del vicario aumenta por momentos-. ¿Y por qué han hecho eso? ¿Qué les ha hecho la Iglesia y el clero para que nos traten de esa forma?
Parecidas preguntas se formulan cientos de miles de españoles que son católicos ejercientes y que al no encontrar respuesta a sus interrogantes comienzan a sentir una cierta inquina por la deriva anticlerical del régimen republicano. ¿Una torpeza?, ¿una provocación?, ¿deseo de marginar a una parte de la población?, ¿borrar la innegable ascendencia de la Iglesia sobre un amplio sector social?, ¿o un batiburrillo de todos esos interrogantes?, se preguntan las mentes más lúcidas. Zaca no llega a plantearse esos interrogantes, pues es algo que le supera, solo sabe lo que le cuenta el vicario y éste ha dejado de ser imparcial en todo lo tocante a la República. ¿Las opiniones de mosén Florencio qué efectos tendrán en el chaval? ¿Le influirá la opinión de alguien como el vicario por quien siente tanto afecto como respeto? Las consecuencias de todo ello pueden resultar imprevisibles en alguien tan analítico, pero al tiempo tan influenciable como el mayor de los Clavijo. Y pueden llevarle a tomar posiciones tendenciosas respecto a la nueva situación política del país. ¿Será así? ¿Zaca se convertirá en un republicano convencido, en un declarado enemigo de la República o en un pasota en lo que atañe a la situación política del país? Y por muy analítico y reflexivo que sea no es más que un preadolescente. Lo que supone que cualquier cosa puede pasar. En ese aspecto la futura actitud del muchacho es imprevisible.
PD. El próximo martes publicaré el episodio 37 de la novela “El masover” titulado: ¿Vamos al cine?