Mientas en Cantabria, Julia se enfrenta al dilema de quedarse en Suances o marcharse a la capital, Francisco Largo Caballero, sindicalista e histórico dirigente del PSOE, se ve obligado a dimitir tras perder el apoyo de todos los ministros de su gobierno. El presidente de la República encarga al doctor Juan Negrín, también miembro del PSOE, la formación de un nuevo ejecutivo. Para algunos miembros de la tertulia, Negrín es un desconocido.
-Y el tal Negrín, ¿quién es? –pregunta Julio.
-Es un caso atípico en la política española. Tras labrarse una carrera como investigador, médico y profesor de fisiología, se afilió tardíamente al PSOE. Los que le conocen dicen que es una eminencia –informa Valdés.
-Te has olvidado añadir que el canario también es masón –agrega Infantes con una pizca de sorna-, aunque suscribo lo que has dicho de él y añado más, otros opinan que es un personaje controvertido porque le acusan de ser más proclive a los comunistas que a los socialistas pues, como los primeros, es partidario de la resistencia a ultranza en la guerra; su máxima es resistir es vencer.
-¡Virgen del Amor Hermoso, lo que nos faltaba! –implora Julio.
En tanto, el avance de las tropas de Mola en el frente vizcaíno parece imparable, pues se le oponen unas fuerzas que muestran una total falta de unidad. Por una parte, están los gudaris de los batallones vascos, cuyo jefe supremo es el lehendakari José Antonio Aguirre, que no tiene ninguna formación castrense. Por otra, el ejército regular mandado por el general Gamir Ulibarri. Dos ejércitos, dos jefes, cero coordinación. Y así, ¿cómo vamos a ganar la guerra?, clama Indalecio Prieto, ministro de la Defensa Nacional, sin que nadie sea capaz de darle una respuesta creíble
La ofensiva nacional sobre el Cinturón de hierro de Bilbao es imparable al ser castigado por la artillería y bombardeado por la aviación ítalo-alemana. Los nacionales consiguen hacer una brecha en las defensas vascas y Bilbao queda al alcance de sus manos.
En ese junio del 37, Valdés llega presuroso a la tertulia, como si tuviese una noticia importante.
-¿Sabéis la mala nueva? Ha muerto el general Mola en un accidente aéreo, y Franco ha nombrado al general Fidel Dávila para sustituirle como jefe del Ejército del Norte. A su vez Dávila es sustituido por Gómez-Jordana al frente de la Junta Técnica de Burgos.
-¿Y ahora qué va a pasar con la Campaña del norte? –pregunta Carreño.
-Mi opinión es que la ofensiva proseguirá. Buena prueba es que el gobierno vasco está enviando niños al extranjero, sobre todo a Méjico y Rusia.
Ante la inminencia de la conquista de Bilbao, Aguirre y sus asesores militares deciden su estrategia final: defensa a ultranza de la ciudad, evacuación de la población civil y envío de una solicitud al gobierno británico para que medie con Franco el cese de los bombardeos sobre la ciudad. Ante la inminente entrada de los nacionales, embarcaciones de toda clase y hasta barcos de guerra trasladan refugiados a la vecina provincia santanderina.
A Suances han comenzado a llegar familias vascas, las primeras han sido las que veranean en la localidad, luego amigos, conocidos y todos aquellos que han conseguido alquilar una casa o han podido refugiarse en el hogar de algún amigo. Julia siente como la presión aumenta de día en día y los chicos le han comentado que en alguna ocasión los han tildado de señoritos. La gota que hace rebosar el vaso de la templanza de Julia ha sido que, discurrida una quincena, Andrés solo ha traído del Socorro Rojo dos solitarios paquetes: uno de lentejas y otro de sardinas en conserva.
-Mamá, Eulogio me ha dicho que, como hay tantos refugiados vascos, las raciones han de repartirse entre todos y que, si seguimos así, en un par de semanas no habrá nada que repartir.
Julia, tras mucho pensar sobre el dilema de si se va o resiste, viaja a Santander a hablar con los Bermejillo.
-Guillermo, estoy angustiada, el pueblo se ha llenado de refugiados que están pagando millonadas por el alquiler de una casa. Una vecina me ha dicho que al señor Fulgencio le ofrecen el oro y el moro por la casita en la que vivimos. Ha tenido la honradez de no decírmelo, pero hace días me visitó y me sugirió que estaría mejor viviendo aquí que en el pueblo, que pasaríamos más desapercibidos. No sé qué hacer, y he venido a que me aconsejes, porque si nos venimos a la ciudad sigue vigente el problema de qué viviremos.
-Julia, has nacido de pie, si llegas a formularme esa pregunta hace unos días te hubiese contestado que no tenía respuesta, pero justo anteayer causó baja, por maternidad, la empleada de recepción de la clínica en la que trabajo y están buscando una persona para cubrir el puesto. Con la preparación que tienes y tu experiencia de cara al público podrías desempeñar bien ese trabajo. No pagan mucho, pero con algo que te ayudaran los chicos mayores podrías salir del paso. ¿Qué te parece?...
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 55. Con estos bueyes tendremos que arar